Disclaimer: El mundo de Harry Potter pertenece a JK Rowling y la historia original a Luckei1. Esta es sólo una TRADUCCIÓN.
La autora se inspiró en esta hermosa canción llamada We learned the sea de Dar Williams, en verdad la recomiendo!
Capitulo: Entra el enemigo.
Draco Malfoy era el hombre más buscado del Mundo Mágico, claro, dejando de lado que Voldemort no era exactamente humano. Si lo fuera, Draco Malfoy sería el segundo hombre más buscado. Pero dejando la semántica atrás, estaba bastante cerca.
Hoy hacía cuatro años que había estado en la torre de Astronomía de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, y hoy hacía cuatro años que falló en la tarea de matar el director de dicha escuela. Esa noche huyó junto con otros mortífagos y Severus Snape, para después ser llevado con el Señor Tenebroso. Sin necesidad de decirlo, su amo estaba furioso. Le dijo a Draco que había dos opciones: asesinar o ser asesinado. Draco era el tipo de persona sensible, con una particular consideración por su propia piel, por lo que escogió el camino sencillo. Entonces, habiendo conquistado, al menos una parte, la indecisión que lo llevó a fallar en su primera misión, tomó la decisión y nunca más volvió a mirar atrás. Después de todo, era asesinar o ser asesinado.
Draco creció en poder y habilidad, al principio avanzando lentamente entre los rangos, pero en el último año y medio había logrado situarse junto al Señor Tenebroso como alguien menos que su igual, la mano derecha de Voldemort. Incluso superó a su padre, lo que ocasionó unas cuantas cenas familiares bastante interesantes, unas que su madre siempre pedía, cada que fuera posible. Draco nunca perdió una oportunidad para restregar su posición en el rostro de su padre, ni para demostrar su habilidad con la varita. A pesar de que padre era más avanzado en edad y en algunas áreas de la magia, Draco podría vencerlo fácilmente en un duelo, lo que probó una noche cuando Lucius, molesto por la arrogancia y superioridad de su hijo, lo retó a pelear. Narcissa sólo se quedó ahí con miedo y preocupación, más que nada por su hijo, pero no se atrevió a mostrar ninguna parcialidad.
Pero pelearon. Fue más rápido de lo que Draco había pensado, y eso lo decepcionó. Después de tantos años de ser comparado con su padre y siempre cayendo ante su sombra, no debería de haber sido tan fácil vencerlo. Tal vez eran los años que Lucius pasó en servidumbre y dolor en el primer reinado del Señor Tenebroso lo que había hecho lentos sus reflejos y nublado su mente. O tal vez fue el alcohol. Cualquiera que hayan sido los factores que jugaron en la derrota de Lucius, Draco no lo pensó dos veces. Finalmente había derrotado a su padre, a todos aquellos que lo miraban con superioridad por su juventud dejándolo en el suelo. Cuando Draco sostuvo su varita en su mano y le apuntó con ella a la garganta, lo hizo sentir bien, de una enferma y retorcida manera. Ahora podía mirar a su padre a los ojos y finalmente saber que era mejor que él. Y Lucius no pudo devolverle la mirada a su hijo por un largo tiempo después de esa noche.
¿Pero Lucius no debería de estar orgulloso? pensó Draco amargamente, unas semanas después de la pelea. Él quería convertirse en lo que soy, para seguir sus pasos; pero nunca imaginó que lo superaría. Él nunca quiso que tuviera éxito en algo, no realmente. Él quería tener a alguien a quien criticar y destruir porque su vida era miserable. Y todo porque una noche, Lucius se encontró a un amigo en un bar de Hogsmeade que le dijo: "Hey, Malfoy, viejo amigo. He conocido a la respuesta a todos tus problemas con los muggles y eso. En verdad es inteligente. ¿Qué dices, te lo presento?" Esa noche había sido el inicio de la destrucción de Lucius, un camino de oscuridad que arrojó una gran sombra negra sobre su familia.
Después de esa noche, Narcissa supo quién era el vencedor. Ella notó que Lucius bebía más y ella vio el miedo en los ojos de su esposo cada que veía a su hijo. Draco era aún más distante con ella, apenas hablaban en las comidas y parecía que cada vez estaba más molesto y amargado. Cuando Narcissa se dio cuenta de que su hijo era el favorito del Señor Tenebroso, lloró por él. Mientras el ascendía hacia la cima, ella lo vio morir cada día un poco más, hasta que un día ya no quedó más del chico que ella veía en su mente; inocente y libre de oscuridad. Narcissa no tenía fotos de Draco en su habitación, excepto por esas de aquel tiempo, antes de que cumpliera cuatro. Después de eso, las sonrisas se volvieron increíblemente raras hasta que desaparecieron antes de que fuera a Hogwarts.
Narcissa nunca quiso que Lucius fuera por el camino que escogió, nunca quiso ser la esposa de un mortífago, despreciada y abandonada por el hombre que alguna vez amó; y definitivamente la última cosa que quiso fue que su hijo lo siguiera a la oscuridad. Pero en ese verano, justo antes de su sexto año, Draco llegó tarde una noche, más pálido de lo usual. Cuando él vio a su madre, hubo un breve momento, casi insignificante, cuando ella lo miró a los ojos y vio a la muerte regresándole la mirada. Pero se fue en otro instante, reemplazado por su típica sonrisa torcida. Ella lo sabía, por supuesto; había visto esa mirada en muchos ojos. En su esposo, su hermana, sus amigos, los amigos de su esposo. Y ahora su único hijo viviría con terror por el resto de su vida.
Cuando vio los resultados de su hijo derrotando a su esposo, Narcissa se quedó vacío. Se volvió un caparazón hueco vagando sin rumbo por la casa, pasando por las pretensiones de la fiel esposa de un mortífago, pretensiones que aborrecía, por su ignorancia y arrogancia. Como una mujer, ella vio lo que el prejuicio le hizo a su propia familia; tenía veinte años de no ver a su propia hermana. La separación dejó un hueco en el corazón de Narcissa, aunque nunca lo admitiría o expresaría. A veces Draco la encontraba en el cuarto de dibujo, llorando sin vergüenza ante un pañuelo con el escudo de la familia Black bordado. Ella nunca hablaba cuando la encontraba, sólo le sonreía cálidamente y le indicaba con la mano que no había nada de qué preocuparse. Por mucho que odiara ver llorar a su madre, esos eran los únicos momentos en los que ella le sonreía de esa forma.
No había manera de que Narcissa pudiera lidiar con su miserable vida, una vida que ella no había escogido. Lucius no siempre fue el hombre que era ahora, pero simplemente no podía ir un día con Lucius y decirle que tal vez seguir al Señor Tenebroso no era la dirección en la que la familia debería moverse y que tal vez deberían darle una oportunidad al lado bueno. No, ella había perdido la habilidad de hablar hace mucho tiempo.
Draco pensaba seguido en sus padres, aunque sin mucha profundidad ni preocupación. Él sabía que su madre le ocultaba algo, pero nunca lo hubiera averiguado. Así que dejó de intentar. La noche en que regresó tarde con la muerte marcada en sus ojos, él también vio algo en los ojos azules de su madre: vergüenza. Eso lo tomó por sorpresa; él sólo le dio una sonrisa torcida para enmascarar lo que estaba sintiendo, pero nunca entendió la mirada que ella le dio ese día. Intentó razonar consigo mismo que no había sido por él; después de todo, ¿qué vergüenza había en unirse a su causa? Pero esos ojos, el pálido azul lleno de una vida rota, lo atormentaba seguido en sus sueños.
Ahora, a cuatro años de ese día, Draco estaba sentado en su habitación mirando alrededor por última vez. Pasaría algún tiempo antes de que regresara, si todo iba de acuerdo al plan, y revisó que todo estuviera en su lugar. Satisfecho, fue a las otras habitaciones de la casa para asegurarse de que estaban listas; lo estaban. Claro que lo estaban, él era meticuloso y había pensado en todo. Había mandado a su lechuza, Bubo, lejos con mucha comida e instrucciones para su cuidado. Él indicó que mandaría por ella cuando regresara, y que por favor la alimentaran con las píldoras incluidas y con las golosinas que estaban reservadas para cuando ella fuera buena, muy buena.
Entonces estaban sus invitados a considerar. Presente y futuro. Él hizo por ellos todo lo que fue posible. Si todo iba de acuerdo al plan, regresaría en un mes. Si no, bueno… mejor no pensar en ello; en cualquiera de ellos sería el mismo día o nunca. Draco tomó una larga y profunda respiración, cerró los ojos y murmuró, "no puede ser nunca". Checó todo de nuevo una vez más. No era que él fuera una persona compulsiva, pero todo tenía que ser perfecto. Nada podía ser olvidado o estar fuera de lugar. Draco suspiró y pasó una mano por su cabello. Era solo una casa, se dijo a sí mismo, no tenía que ser perfecta. Sería suficiente.
Draco caminó hacia el comedor, donde descansaban sus planes, y se sentó y los revisó una vez más. Todo estaba listo; todos sus planes y esfuerzos estaban a punto de ser puestos en línea. Había una posibilidad de que no funcionara, pero se negó a permitir a sus pensamientos a vagar por ese camino. Porque tenía que funcionar. Si no lo hacía, no tenía un plan de respaldo. Todo el resto de su vida dependía de hoy. A pesar de su meticulosa y detallada naturaleza, no había posibilidades para un plan de respaldo, no había plan B. Era todo o nada.
Revisó todo de nuevo. Era algo que había aprendido en la escuela antes de entregar un examen. Siempre lo sorprendía que pudiera encontrar errores en su tercera revisión que no había notado en las primeras dos. Pero ya había revisado todo decenas de veces, y había estado planeando todo cerca de un año. Tenía que funcionar. Él nunca se había visto obligado a familiarizarse con el fracaso, y no iba a empezar ahora.
Draco se puso de pie y dejó el comedor. Caminó hacia la sala de estar; los muebles estaban en su lugar y los libros apilados en la esquina. Pasó por todas las habitaciones de la planta baja, revisando todo dos y tres veces. En realidad no había mucho que revisar, ya que había preparado la casa hace tres días, y todos los días desde entonces había revisado la casa de dos a tres veces, así que no le tomó mucho. Cuando llegó a la puerta principal, se giró para ver la casa de nuevo. Y entonces se dio cuenta de que estaba siendo paranoico. Con un pesado suspiro, Draco Malfoy desapareció.
Draco llegó al lugar menos esperado, al menos para todos lo que lo vieron. Él por supuesto sabía exactamente a donde iba, así que no se sorprendió cuando se encontró a sí mismo viendo una fuente representando un mago, una bruja, un centauro, un elfo doméstico y un duende. Al principio nadie lo vio mientras casualmente caminaba hacia el área de recepción. Después de todo, cientos de personas, tal vez miles, se aparecían en el ministerio todos los días. Pero entonces lo escuchó –el sonido de la cerámica golpeando el piso de mármol y derramando lo que presumió era un café bastante caliente. Hubo unos cuantos jadeos, pero todos estaban tan sorprendidos que nadie pensó en levantar las varitas. Draco se dio cuenta de que no había aurores presentes, ya que de haber sido así, ese error no hubiera sido cometido.
Draco continuó caminando hacia el escritorio de la recepción, su sonrisa torcida siempre presente mientras miraba a la pequeña bruja detrás del escritorio. Su llegada no había causado suficiente disturbio como para alertar a la bruja de que alguien se estaba acercando. De haberlo visto caminar desde el punto de aparición para detenerse frente a ella, tal vez ella hubiera gritado, o levantado su varita. Pero en su lugar, en realidad tuvo que aclararse la garganta para llamar su atención.
La bruja estaba hablando ansiosamente hacia lo que parecía una banda en la cabeza con una vara pegada que llegaba alrededor de su cara hasta detenerse en su boca. Draco miró mientras ella se volvía cada vez más nerviosa en su plática con el aparato. Cuando se aclaró la garganta, la mujer finalmente levantó la mirada hacia él y cuando el reconocimiento finalmente inundó su rostro, se volvió una sombra fantasmal de blanco que casi rivalizaba con su propia complexión. Draco continuó con su sonrisa torcida, con la confianza irradiando de cada célula de su cuerpo. La bruja estaba paralizada en su lugar, y lo único que hacía era mirarlo embobada. Draco podía sentir su miedo, y eso le dio valor.
Él casualmente puso un brazo en el escritorio.
–Buenas tardes, señorita –comenzó, sonriendo casi casualmente, como si estuviera a punto de preguntar dónde estaba el baño. Cuando habló, la bruja brincó de sorpresa. Sus ojos se agrandaron mientras finalmente se daba cuenta del impacto de ver a Draco Malfoy, ese Draco Malfoy, parado frente a ella, sonriendo de lado, y hablándole a ella. A ella. Lo que dijo fue:
–¿Podría por favor informarle al señor Potter que vengo a entregarme?
