mar (o siente que no se lo merece)

Theon Greyjoy se mece lentamente, el mar se encarga de aquello. De tanto en tanto, repite su nombre, le gusta cómo se mueven sus dientes al decirlo, el trabajo de su lengua y el sonido susurrante de la th. Es su nombre, es real, lo ha recuperado. Ha recuperado el dominio sobre sí mismo, ha recuperado la valentía, a medias. Siente que no se lo merece.

Sale a cubierta. Su hermana Asha le espera allí, le sonríe. Le pasa la mano por entre los hombros, se sientan en la madera desnuda. Hablan de temas al azar, nada con demasiada conexión, pero no se siente forzado. Theon, si, así se llama, Theon Greyjoy sabe que su hermana quiere preguntarle acerca del tiempo que fue prisionero de Ramsay Nieve, porque los Dioses saben que ese es el nombre que le pertenece, a ese maldito bastardo.

Quiere preguntarle porque cree que así es como el alma de Theon se podrá sanar de una vez por todas. Pero el Greyjoy sabe que no se podrá sanar jamas, porque no merece sanarse. No merece nada de lo que le está pasando, eso es lo que dice antes de dormir y mientras no puede dormir.

No merece estar ahí, abrazado a su hermana mayor, viendo al sol meterse en los dominios del Dios Ahogado. No merece sentirse tan tranquilo, se dice a sí mismo y se angustia porque cree que pronto los demás lo descubrirán y le echaran de ahí, o le obligarán a volver a ser Hediondo. Y él no quiere serlo jamas de los jamases, pero tomar aquella identidad es algo que siente que si se merece.

El astro rey cae lentamente y los hermanos Greyjoy están en silencio, Theon sumido en sus pensamientos y Asha, tratando de adivinarlos. Quiere ayudarle, pero no sabe cómo y se desespera.

El momento perfecto pasa y se va. Cenan poco. Se van a dormir. Pero Theon no se duerme. No se lo merece, se dice a sí mismo. No se lo merece. Lo descubrirán, sus miedos le consumen, le devoran. Sube a la cubierta, media oculta por la oscuridad.

Sin embargo, el mar está ahí, puede adivinarlo. Le observa, los Dioses le observan, los Siete y los Ahogados. Ellos también saben su secreto. Theon se para al borde de la cubierta y mira al mar. El mar mira a Theon, se encuentran, se hablan.

Theon se acerca más al mar. Y por fin lo descubre. Lo que verdaderamente se merece. O quizás no, pero ya es tarde porque está decidido.

Salta.