Todos conocemos grandes historias de romance y amor que rompen barreras sin importar pase lo que pase, más sin embargo, imposibles en nuestra vida diaria aunque lo deseemos hasta el último de nuestros días. Situaciones irrealizables, pero que perduran y salen victoriosos al final de todos aquellos obstáculos que los detenían. ¿Quién no desea algo así?

¡Pero eso no es todo! En la vida real no tenemos un Mr. Darcy que cuide de nosotras o un Mr. Rochester que haga hasta lo imposible para mantenernos a su lado y que con sus suaves, delicadas, pero decididas palabras nos hagan derretirnos.

Yo, Darcy Lewis, he vivido una vida hundida en todas aquellas extravagantes historias de romance imposible, de historias fantásticas que hablan sobre dragones escondidos en castillos llenos oro y joyas preciosas, y hasta de magos que salvan su mundo de poderosos seres malignos.

Todos me creían loca al estar pequeña. Mi propia madre me rompía mis sueños. Uno espera que su familia les apoye en sus locuras cuando somos pequeños, pero no eso no me paso. Mi madre me bajaba de mis nubes cada que podía. Recuerdo tantas veces de ellas. Como aquella ocasión cuando yo le manifestaba sobre mis deseos de conocer a un Mr. Darcy cuando había mirado por primera vez Orgullo y Prejuicio o esa vez en la que creí tener un Ángel de la música muy al estilo de El Fantasma de la Opera y que cuidaba de mi desde en la oscuridad del teatro local.

Siempre la boba Darcy, siempre viviendo en su mundo de fantasía y esperando con absurda esperanza un amor imposible.

Sólo soy yo. Sola, solterona y con una réplica de la U.S.S. Enterprise como mí objeto más valioso en mi vida. Con la palabra "Patética" me definirían muchas personas, pero yo le llamo felicidad.

Y aquí estoy, ahora, sentada sobre la cama en medio de mi habitación en algún hotel de la gran Londres. Sola, como la solterona eterna que soy y digna a una gran futuro con cinco gatos machos, series dramáticas a la mano y mis libros favoritos de Jane Austen en la repisa.

Interesante, ¿Verdad? Aun así me importa mucho mi futuro por el momento. He estado pensando grandes cosas que hacer desde que decidí cambiar de aires y probar mi suerte en Londres. Me he separado de Jane Foster, mi amiga, la cual es una científica loca emocionada por encontrar más formas de vida en el universo después de re-encontrarse con su intergaláctico, grande, fuerte y con perfecto cabello, y además su novio y sin contar que es un dios, Thor de Asgard.

Pero, ah, sí. Me encuentro sentada al borde de mi cama a espera de una batiseñal o señal divina que me de las santas y gratas fuerzas de levantarme de mi eterna pereza…. O esperando a que mi Ángel de la música regrese a reclamarme y me llame, depende de que cosa suceda primero, pues.

¡Es Londres! Joder. Se supone que debería estar saltando felizmente y gritando que estoy en la tierra del gran Sherlock Holmes y hogar del hombre alienígena de la cabina azul, no aquí sentada en espera de la señal divina de, no sé, ¿El novio de Jane? No conozco a otro dios.

Me levanto con pereza de mi cama y camino hacia la ventana donde contemplo a toda esa gente que pasa a los pies del hotel donde estoy hospedada. Vaya vida la mía. Me propongo a que si recorro la ciudad, taaaal vez, pero tal vez. Por azares del destino encuentre a algún hombre del estilo de Mr. Darcy o Rochester que se muera de amor por mí, me haga la señora de su vida y que vivamos felices para siempre en su mansión.

¡Pero no! Darcy Lewis está atrapada cual Rapunzel en su torre mientras trata de descubrir la inmortalidad del caracol.

Aunque, para ser sincera, tengo que decir que a menudo las cosas más imposibles pueden llegar a ser realidad.

Hace cuatro años y medio no sabía sobre cuanta probabilidad había de que existiera vida en alguna otra parte del inmenso universo y luego, ¡BAM! Un hombre es atropellado por nuestra Van en medio de una tormenta eléctrica y dio la casualidad de que se trataba, no solo de un alienígena, si no que, del mero dios del trueno del cual se hablaba en la mitología de eras pasadas.

Recuerdo haber rogado a dios esa noche sobre que si eso era cierto, entonces tenía que haber una probabilidad de que mis sueños más alocados e historias de romance pudieran hacerse realidad.

Pero justo después de lo que paso en Nueva York, estaba al 100% decidida de que hasta las historias del conejo de pascua podrían ser ciertas.

Pero ni con esas probabilidades mi señor Rochester apareció y mucho menos Mr. Darcy. ¡Vamos! Si hasta con un Christian Grey me acomodo. Pero no. Al parecer al destino quiso darle dioses novios alienígenas a mi amiga en vez de darme de una buena vez un final feliz.

La noche se acerca y no pienso pasármela atorada en esta habitación más tiempo del que la he pasado aquí las últimas noches. Acierto a que es momento de ir a aquel Pub que vi cuando recién había llegado a la ciudad. Una buena noche con música, británicos y una que otra cerveza me caería bien. Y si dios lo quiere, pues hasta con uno ligaría, aunque no creo mucho ya en mi suerte divina en estos momentos.

Revuelvo entre mi maleta de viaje en busca de alguna ropa cómoda para pasarla esa noche. ¿Iría Jane conmigo? Lo dudo. Esta demasiado ocupada en su trabajo muy lejos de donde estoy ahora. Además, no es la típica chica que acepte fácilmente. Lo primero siempre será su trabajo.

Escojo una gabardina Burberry blanca, unas medias negras, tacones y debajo un ligero vestido negro de noche. Solo para cubrir el leve frío de la ciudad de Londres en Noviembre.

Tomo mi bolso, me aseguro de llevar mi celular y salgo por la puerta de mi habitación en busca de una buena noche de diversión en un uno de los legendarios pubs que la vieja Inglaterra puede ofrecer a mí, a una pueblerina de Pensilvania.

Salgo a fueras del hotel y sin ninguna dificultad hago parar a uno de los taxis que pasaban por la calle.

La gente en Inglaterra es demasiado cálida. No es que en Estados Unidos fuéramos muy fríos con aquella gente que visita nuestros lugares, pero en Inglaterra los turistas somos pan de cada día y la gente tiende a tratarnos bien y aunque no sé si es por nuestro acento, siempre veo a una persona sonreír cuando volteo a los lados. Eso hace sentir en casa hasta a la gente que viene de lugares más lejanos.

Mi Taxi se para en frente de uno de los pubs más conocidos en la ciudad, se trata del The George Inn y sonrió para mí misma haciéndome la idea de que este podría ser uno de los lugares que más visitaría si me quedara a vivir en esta ciudad. Una cosa más a la lista de "Cosas por las que quedarme" en vez de "Cosas por las que Darcy Lewis debe regresarse a su pueblito."

El Taxi se aleja y me adentro a aquel pub donde la música alegre resuena por todo el patio del local y sus mesas son acomodadas por agradables británicos borrachos y turistas que visitan ese pub por una buena cerveza británica.

Me siento en la barra a dentro del local y espero a que el simpático viejo bartender que me hacia recordar a uno de esos duendes irlandeses me atienda.

-¿Desea lo mejor de lo mejor de la casa o una buena cerveza británica, señorita?- Me dice con su fuerte acento que me hace soltar una risa.

-¿Qué le parece la mejor de la mejor cerveza británica de la casa, señor?- Le respondo con igual alegría a lo que él saca una sonora risa.

-Americana, supongo.- Dice mientras me sirve un tarro de cerveza y lo sitúa frente a mí.

-Supone usted muy bien.- Remarco lo dicho por él y tomo un trago de la cerveza servida.

Suave, rica y con un agradable sabor. Ninguna se asemeja a aquel sabor que he probado. ¡Ni siquiera las viejas cervezas de New Jersey!

Observo con cuidado el local y me hace recordad a aquellas tabernas hechas completamente de la más fina madera que lucían en las viejas películas británicas donde los protagonistas eran vistos una o dos veces. La vieja Inglaterra luciéndose en su máximo esplendor.

Me acomodo para ver a fueras por sus ventanales y la gente, la música y el ambiente me hacen sentir de lo mejor. En mi vida pensé estar en Londres. Mi yo niña estaría brincando de felicidad si supiera que su vieja ella estaría sentada por fin en uno de sus lugares más soñados a visitar en su vida.

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Mi cabeza me arde un poco y mis sentidos se agudizan. La ingesta de alcohol me ha dejado llevar por la atrayente música del lugar. Estoy a fuera del local y bailo con unos encantadores británicos que me rodean mientras aplauden. Sé perfectamente de que me arrepentiré, pero me dejo llevar por la música y las risas me cautivan para seguirle a mi fiesta. Es deleitoso sentirse el punto de atracción, pero poco a poco aquellos risueños británicos empiezan a comportarse de manera repugnante y siento como uno de ellos trata de meterme mano sobre debajo de mi gabardina. Le proporciono un manotazo pero este me sostiene de la muñeca derecha y trato de zafarme, pero el nivel de alcohol que tengo me hace caer al suelo cuando este me suelta del brazo.

Trato de levantarme con la poca fuerza que me queda y escucho a estos reírse y hablar sobre de cómo me vería desnuda.

Me asusto y trato de huir rápidamente hacia dentro del local donde había dejado mi bolso, pero es inútil. Me tienden una trampa y cuando menos me lo pienso estoy en medio de cinco chicos que me llevan más de una cabeza y uno de ellos me aprisiona por la cintura. Trato de soltarme de él a manotazos, pero me es inútil. Son demasiado fuertes para una chica como yo.

Empiezo a sentirme impotente mientras me empujan a seguirle su juego. Siento mi cara arder de furia y las lagrimas a punto de brotar de mi cara. Nunca en mi vida me había sentido con más miedo. Como una agradable noche terminaría en esto, casi en un acto de posible violación.

Uno de ellos me jala de la cintura con brusquedad y grito. Pero nadie me hace caso, todos ahí piensan que es un juego y el nivel de alcohol de las personas les hacen no darse cuenta de lo que sucede ahí conmigo.

Sin darme en cuenta en que momento pasa eso. Unas manos me alejan de los temibles hombres que me aprisionaban a estar con ellos. Pero mi estado no me deja recordar y mucho menos saber lo que pasaba. Las manos que me habían sacado desaparecen de mis hombros y resbalo. En el suelo, tratándome de parar, escucho ruido, voces y trato de averiguar lo que pasa, pero las luces e imágenes se hacen borrosas ante mi visión. Mis lentes habían desaparecido. Escucho un "¿Qué hacer hermano? ¡Nos estábamos divirtiendo!" Y después más ruido de personas a punto de pelear. Cierro mis ojos con dolor y caigo desmayada.

Nota: Espero les guste este nuevo fic que estoy empezando. Tenía ya muchas ganas de escribir uno sobre Darcy Lewis, que si no es un personaje que solo sale en las películas, pero me agrado su loca forma de ser.