Declaimer: Los personajes de Card Captor Sakura no me pertenecen (aunque no me molestaría que me regalen a Shaoran y Eriol ), lamentablemente el Estudio Clamp me gano de mano y se los quedaron ellas.
Un príncipe que se convirtió en sapo.
(by Verónica)
¿Cómo podría la bibliotecaria de un pueblo saber que el hombre del que se enamoró dos años atrás era un príncipe? ¿O qué el hijo que habían concebido era el heredero de una corona? Lo único que Tomoyo sabía era que el encanto seductor de ese hombre la había hecho mujer, y que aun después de tanto tiempo ella lo seguía amando…
-Capítulo Uno-
"Nuestro pasado y tus Mentiras."
Se le estaba acabando el tiempo, y Eriol lo sabía.
Había pocas cosas en el mundo que su dinero no podría comprar. Durante veinticuatro años, se había valido de la fortuna de los Von Austerdan para satisfacer sus caprichos y sus necesidades reales e imaginarias. Pero ahora, la diversión estaba tocando su fin.
-¡Maldita sea!-gruño Eriol estrujando en su puño un papel y dejándolo caer en el agua azul grisácea en la que flotaba su yate.
El brillante sol naranja de septiembre iluminaba el cielo perfectamente despejado bajo el que se cobijaba esa privada cala de Connecticut en la que había anclado el Queen Elise la noche anterior.
-¿Malas noticias, Alteza?-preguntó una voz con marcado acento británico a sus espaladas.
-Las peores Ron, las peores.
-¿El Rey?¿A sufrido otro infarto?
Eriol se volvió de espaldas a sus guardaespaldas, que también hacia de chofer, asistente y se había autonombrado consejero en asuntos sociales y personales. Ron, según algunos, era su más intimo, y en realidad, único amigo.
-Mi padre goza de mejor salud que la mayoría de los miembros de su gobierno-contestó Eriol cada vez más furioso-. Es más, tiene mejor salud que yo en estos momentos.
-He preparado una jarra de Bloody Marys, Alteza. ¿Quiere que le traiga un vaso?
-Vamos, déjate de altezas-le espeto Eriol en un gruñido-. Sólo me llamas así delante de los periodistas o cuando estas enfadado conmigo, y que yo recuerde no he cometido ninguna "travesura" últimamente…
-Como lo prefiera, señor- dijo Ron con la sombra de una sonrisa en su rostro-. ¿Quiere que traiga la bebida?
-No, gracias- Eriol sacudió la cabeza, pero lanzó un gruñido por el mareo que el movimiento le produjo-. No, pronto se me pasará. Un café solo me sentara mejor.
Cuando Ron regresó con una humeante taza de café negro, Eriol tomo un sorbo y luego tres más… y el mundo empezó recuperar el equilibrio. Unos marineros vestido de blanco pasaron a su lado para luego desaparecer bajo la limpia cubierta del Queen Elise. El lujoso yate de setenta metros era un regalo que le hizo su padre al cumplir los dieciséis años. Siempre que Eriol podía irse a descansar, elegía usar el yate. Pero aquella mañana ni la embarcación le sirvió de consuelo.
-Después de lo de anoche, se merece esa resaca-comento Ron burlonamente mientras, apoyado en la baranda, fumaba un cigarrillo.
A parte de su padre y de Frederick, el viejo consejero del rey, Ron era la única persona a la que el titulo ni el dinero de Eriol impresionaban.
-Sí, supongo que sí.
Eriol suspiró. Lo que el rey de Elbia quería… no, exigía ahora, era que su único hijo se casara para Navidad, para la que solo faltaban unos meses. Y sólo porque él, Eriol Von Austerdan, y su padre antes que él, se habían visto obligados a casarse ante de los veinticinco años. Durante más de quinientos años los príncipes de Elbia, un diminuto país europeo, habían seguido sagradamente las leyes de sucesión a la corona. Ahora le tocaba el turno a Eriol, que consideraba la idea de un matrimonio por interés político como una gran estupidez medieval, algo que si intentaba eludir le costaría su herencia.
-Esta empeñado en que siga la costumbre, Ron-murmuro Eriol-. Dice que he tenido tiempo de sobra para encontrar una esposa.
Eriol se acerco al pasamanos, y apoyándose en el, al lado de su amigo, le indico el papel que había tirado al agua.
-Eso… eso era la última lista de mi padre con los nombres de las jóvenes que considera adecuadas para convertirse en mi esposa y próxima reina de Elbia.
-Sabías que este día llegaría, no entiendo porque te sorprendes tanto.
-Es verdad, pero… siempre me ha parecido algo tan distante y lejano…
-Como único heredero al trono de Elbia, debe proporcionar herederos a la corona-dijo Ron con seriedad-. Sí el linaje de los Von Austerdan llegara a su fin… el país perecería.
Eriol se paso la mano por su negro cabello, dejándolo más despeinado que de costumbre, y miro en dirección a la playa. Sabía que lo que Ron había dicho era verdad. Llevaba años sintiéndose culpable, pero su naturaleza rebelde luchaba contra la tradición.
Vio una gaviota volar sobre su cabeza y sus pensamientos volaron con el ave. La noche anterior, después de dejar a sus invitados en la ciudad de Nueva York, ordeno que anclaran el yate en Long Island. Algo lo había guiado hacia ese lugar, aunque solo fuera para ver la puesta de sol desde el lugar conocido como bahía Nanticoke.
La geografía de aquel lugar era totalmente diferente a la de la pequeña Elbia. El país, al igual que Mónaco y Liechtenstein, era uno de esos pocos países modernos que seguían siendo monarquías, un anacronismo en el mundo actual de la alta tecnología. Como Ron había observado en algunas ocasiones, sólo las tradiciones del país evitaban que fuera incorporado a países mayores, o que empobreciese. Elbia no tenía riquezas naturales, ni una industria muy desarrollada, tampoco tenía salida al mar ni acceso a tierras más ricas. Sin embargo, poseía lagos espectaculares, increíbles montañas y antiguos castillos de incomparable magnificencia. El turismo era lo que mantenía a Elbia viva; peor sin el esplendor de la realeza y de los muchos acontecimientos anuales que tenían lugar en la capital y que eran la atracción de tantos visitantes, el país se arruinaría.
Eriol se masajeo las sienes y cerro los ojos.
-La cuestión es que mi padre me ha ordenado volver y elegir esposa. Inmediatamente. Esa hoja de papel contenía las mejores de la lista, obviamente elegidas por él.
-¿Y?-pregunto Ron con cierta sorna.
-No me gusta ninguna.
-Sí se trata de las mismas jóvenes que su padre a mencionado en otras ocasiones, son muy agradables. Todas son de la realeza, de familias con dinero, socialmente inmaculadas… y algunas son bastante atractivas.
-Sí te gustan tanto cásate vos con alguna-observo Eriol, moviendo las manos con impaciencia.
Se termino el café de un trago y tiró la taza en una reposera que la noche anterior había ocupado una actriz de Nueva York extremadamente hermosa y sexy.
-No me gustan, Ron. Me dejan vacio.
-En cualquier caso, usted ha… digamos que ha tenido relaciones con varias damas, ¿no es así?
-Me he acostado con docenas de mujeres y creo que de casi todas las nacionalidades-declaró Eriol-. Pero tener sexo con una mujer no significa que quiera pasarme el resto de mi vida con ella.
Ron le puso una mano en el hombro al príncipe. Sus ojos negros lo observaron inquisitivamente, a pesar de su juventud, poseía una sabiduría que igualaría o superaría a alguien que le doblase la edad.
-Otros han tenido que cumplir con obligaciones mucho más dolorosas por el bien de su país.
Eriol asintió.
-No me malinterpretes, Ron. Siempre he sido conciente de mi deber, y he tenido la intención de cumplir con él, pero… ¡Ahora que ha llegado el momento, no puedo! No sé porque, pero no puedo-Eriol vacilo un momento-. Una vez, hubo una…
-¿Una qué? … ¿Una mujer?-los ojos de Ron se iluminaron.
-Ella era especial. Ella era…
¿Qué había significado para él ese verano dos años atrás? La chica americana de enormes ojos amatistas y un cabello como la tinta cubriendole la espalda. Una chica dulce, sencilla, cariñosa. Ninguna mujer lo había afectado tanto como ella.
Pero era una plebeya, y para colmo, americana, lo que para su padre era peor aun que ser plebeya. Incluso cuando la tubo en sus brazos, él sabía que tendría que abandonarla. Lo más difícil que había hecho en su vida fue levantarse de la cama aquella noche y abandonarla, sin siquiera decirle adiós, sin revelarle quien era en verdad, y explicarle las razones por las que no podía quedarse con ella.
Después de eso paso semanas en un terrible estado emocional. Por fin, volvió a los estudios y se forzó a concentrarse en ellos. Al final, con el paso del tiempo, consiguió sobrevivir.
Sin embargo, a pesar de haber transcurrido dos años desde aquello, seguía sin sentir la felicidad o satisfacción que había sentido con esa mujer en los brazos de otras.
Eriol observo la playa que brillaba bajo el sol ámbar del otoño. El agua aun estaba lo suficientemente cálida como para bañarse, pero no faltaba mucho para la llegada del invierno.
-Esa mujer… ¿es el motivo por el que hemos venido aquí esta noche en vez de anclar en Greenwich?-preguntó Ron cautelosamente.
Eriol lanzo un gruñido, y con desgana, asintió.
-Se llama Tomoyo-susurro el príncipe.
-¿Y no es una esposa potencial?-preguntó Ron.
-No-Eriol lanzó una cínica carcajada-. No podría ser más diferente a una princesa de lo que es. Mi padre jamás permitiría que me casara con ella.
-Ya, entiendo-Ron respiro profundamente-. ¿Tiene intención de volverla a ver?
-Sí-contesto Eriol con firmeza-. Necesito verla una vez más para acabar con esta obsesión, para dejar de comparar a las otras con ella. Es una relación sin acabar, Ron, eso es lo que es, y por eso tengo que acabar con esto. Iré a buscarla, vive en Nanticoke. Sólo una vez más para deshacerme de esta obsesión.
-¿Quiere decir que volverá a acostarse con ella y dejarla?
-Si no me queda otra opción… Después volveré a Elbia y tomaré una decisión.
No había sido el mejor día de su vida, pero tampoco el peor.
Cuando Tomoyo Daidouji se dispuso a salir de casa para ir a trabajar aquella mañana el pequeño Dan, con fiebre y llorando, se le agarraba fuertemente sin ninguna intención de soltarla. Su hermana, Sakura, estaba intentando que sus dos hijos mayores no perdieran el micro del colegio al mismo tiempo que vestía al tercero. En unos minutos, llegarían los niños que cuidaba tres días por semana, y tener un niño de quince meses enfermo no le facilitaría las cosas.
-Lo siento. No debería dejar a Dan contigo estando así-se disculpo Tomoyo.
-Vamos, deja ya de sentirte culpable-le dijo Sakura-. Lo que pasa es que esta en la fase de pegarse a su madre. Pero voy a darle unos cuantos caramelos y estará bien a los diez minutos de que te hayas ido.
-No sé, quizá debería tomarme el día libre.
La mayoría de los día era lo que Tomoyo quería hacer. Cada vez que dejaba a Dan, era como si le arrancaran algo de si misma. Pero ¿Qué podía hacer una madre soltera? Tenía suerte que a Sakura no le molestara cuidar a un niño más por la mitad del precio que le cobraba a los demás. Pagarle a una niñera era caro, y el sueldo de bibliotecaria en un pueblo como Nanticoke no daba para mucho.
Sus padres al jubilarse, cinco años atrás, se habían trasladado a Florida y le habían dejado a Tomoyo la casa de la playa; sin embargo, tenía que pagar los impuestos, la comida, la ropa, las medicinas, las facturas del médico y demás gastos de una vida normal. Hasta la fecha había logrado estirar su sueldo sin endeudarse, pero estaba al limite. No obstante, era como si no tuviera el tiempo suficiente para estar con Dan, y eso le disgustaba enormemente.
Por fin, consiguió soltarse de su pequeño y salió corriendo por la puerta de la cocina. Antes de alejarse, oyó los gritos de protesta del niño. Mordiéndose el labio inferior, se metió en el auto y se marchó de allí a toda prisa.
Después de un día de trabajo agotador en el que además de catalogar había leído para un grupo de niños de la escuela primaria, la fatiga le cerraba los ojos cuando dieron las cinco de la tarde.
-Estas echa polvo, Tommy- observó Miriam, una de sus compañeras de trabajo, cuando se acercó a la puerta de salida.
-Lo único que quiero es recoger a Dan, irme a casa y sentarme en el porche a tomar una taza de te-. Murmuro Tomoyo sin dejar de caminar.
Con paso cansino, bajo los peldaños de granito de la escalinata de entrada a la biblioteca, obsesionada con la idea de subirse al auto, llegar a casa y…
-¿Tomoyo?
Se detuvo en el ultimo escalón, helada. No necesitaba levantar la vista para saber a quien pertenecía esa voz suave con un ligero acento alemán. Se llevo la mano a la boca para ahogar el grito que se había formado en su garganta.
Después de respirar profundamente varias veces, Tomoyo se atrevió a levanta el rostro y encontrarse con la intensa mirada del hombre que tenía delante suyo.
-Hola Daniel- dijo con sorprendente control.
Él sonrió.
Ella arrugó el ceño.
-¿No te alegras de verme?
-¿Y por que tendría que alegrarme?- le espeto ella.
Ahí estaba, alto, atractivo y seguro de si mismo como siempre, vestido con unos pantalones negros ceñidos a la cadera, un saco a juego y una camisa gris oscuro. El cabello igual de rebelde y con el mismo tono negro azulado de siempre, las mismas gafas que hacían que sus ojos azules fueran más llamativos y profundos.
-Hace tiempo fuimos buenos amigos-observo él, insinuando algo que a ella no le fue difícil comprender.
Dios mío, después del tiempo que ha pasado, ¿Cómo es posible que me haga sentir así?.
-Eso fue hace mucho tiempo-respondió ella secamente— Bueno, tengo que irme a casa.
Él le miro la mano izquierda de ella y luego volvió a clavar la mirada en los ojos de Tomoyo con expresión satisfecha.
-Veo que tampoco te has casado, o comprometido.
-¿Por qué iba a hacerlo?-Tomoyo logro escabullirse por su lado y empezó a andar hacia el coche con paso apresurado, pero volvió la cabeza-. ¡No puedo seguir teniendo aventuras con tipos como tu! Solo sexo, diversión y nada de compromisos ni responsabilidades.
A Tomoyo no le importo que se halla notado cierto tono de amargura en su voz. Quería que el se fuera, y para siempre.
¿Por qué había vuelto? ¿Porqué? Justo cuando ella creía que había empezado otra etapa de su vida, una etapa sin el doloroso recuerdo de él y de la felicidad de aquella maravillosas semanas que habían disfrutado juntos en la casa de playa… ¿porqué había vuelto?
¡¡¡Cómo se había reído de ella!!!
Tomoyo llegó al coche y metió la llave en la cerradura de la puerta. Una mano mucho más grande y fuerte que la de ella le impedía girar la llave.
-No me toques-dijo ella con los dientes apretados-. Te juro que s
Inmediatamente, él levanto la mano y la elevo para demostrar su inocencia.
-Esta bien, no te tocaré. Solo quiero hablar.
-No.
-¿Por qué no?
Tomoyo se dio media vuelta y lo miro furiosa.
-¿Qué por qué no?¡¿Eres idiota o qué, Daniel?!¡Pasamos un mes juntos, por amor de Dios! Y de repente como nada, desapareciste. ¿O es que no te acuerdas?
-Sí, me acuerdo.-dijo el suavemente.
Durante unos segundos, Tomoyo creyó ver ternura en los ojos azules de él; pero antes de poder estar segura, la expresión desapareció. De nuevo, él adoptó un gesto duro y decidido.
-En ese caso, supongo que también te acordaras que te marchaste sin siquiera dejar una nota, sin decir adiós, sin decir si ibas a volver o no. Desapareciste de mí vida sin más- ella lo miro fijamente, desafiándolo a negarlo.
-Yo… no sabía cómo despedirme.- él se encogió de hombros y lanzó una desganada carcajada.
-Sí, claro. Es algo muy difícil de hacer, pero con solo decir "Adiós, un gusto conocerte Tomoyo" me hubiera bastado, sabes, en un momento creí que hasta te había imaginado… no puedo creer que hallas vuelto, no después de aghrrr…
Entonces, Tomoyo le dio un empujón y le hizo perder el equilibrio, y aprovechó la ocasión para meterse al auto e intentar salir de allí a toda prisa.
-¡¡Tommy, espera!!-el enfadado grito de él traspaso los vidrios de la ventana.
A los segundos, él abrió la puerta y se agachó, dejando su rostro a escasos milímetros del de ella.
-¿Qué quieres de mí?- le gritó Tomoyo con lagrimas en los ojos.
Ese hombre ya le había arrebatado tantas cosas. Había sido el primer hombre en amar en su vida, el primero que la había besado, que la había tocado, que le había hecho el amor. Y hasta la fecha, el único. Y la había dejado embarazada antes de abandonarla.
Sin amor y abandonada. La había dejado sola para defender la frágil vida del bebe que los dos habían creado esa noche de amor en la playa, cuando ella creía con todo su corazón que él la amaba. Que ilusa había sido en creer en sus dulces palabras, en sus gestos de caballero, en sus promesas… pero más que nada en creer que la amaba. Había sido ingenua, pero nunca más lo seria. Para ella él había muerto hace dos años.
Después de que él se marchara, Tomoyo descubrió que estaba embarazada. Se dijo a sí misma que si podia sobrevivir un año, podría soportar cualquier contratiempo que la vida le lanzara. Sin embargo, no había contado con tener que enfrentarse de nuevo con el hombre que le había destrozado la vida.
-Solo quiero hacer algo por ti-dijo él con vos tensa.
-Lo mejor que puedes hacer por mí, Daniel, es mantenerte alejado de mí.
Él sacudió la cabeza antes de clavar los ojos en los de ella.
A Tomoyo le aterrorizó notar que su proximidad de él la estaba excitando. Pensó en gritar, pero descarto la idea. Algo en el brillo infantil de la mirada de él le hizo sentir curiosidad en ves de temor.
-Ven a dar conmigo un paseo por la playa-dijo él-. Tengo que decirte un par de cosas.
Tomoyo lanzó un suspiro.
-Esta bien, si es la única forma de deshacerme de ti…
-Sí, es la única forma-el sonrió traviesamente.
-Debo haber perdido la poca cordura que me quedaba-farfullo ella-. Esta bien, pero solo un paseo de diez minutos. Tengo que volver rápido a mi casa.
-Tú decidirás que hacer luego de que escuches lo que tengo que decirte.
La playa abrazaba Long Island Sound y formaba una cala en forma de taza a lo largo de la costa. Tomoyo respiro la brisa del mar. Los graznidos de las gaviotas se levantaron por encima del sonido de las olas, y Tomoyo empezó a calmarse.
No tengo que permitir que este tipo me vuelva a desquiciar. se dijo a sí mismaPuedo decirle que la pase muy bien cuando estuvimos juntos pero que no tengo intención de seguir desde donde lo dejamos.
¿Por qué darle la satisfacción de saber lo que él había significado para ella?. Podría ser creativa, y hasta inventarse un novio. O podía decirle que estaba casada, y tenia hijos… ¡No, eso no podía hacerlo! No podía arriesgarse a que él hiciera cuentas y descubriera la verdad.
La marina, en la cala siguiente, estaba llena de yates de lujo grandes y pequeños. En un mes aproximadamente, la mayoría ya no estarían allí, sino en su refugio de invierno. Anclado en el mar, apartado del resto de los barcos había un yate blanco y grande, una tres veces el tamaño mayor del más grande de la marina. Flotaba majestuosamente, apenas moviéndose, como si no le importara las olas o el viento.
-¡Oh, Dios mío!- exclamo ella impetuosamente.
Él se detuvo detrás de Tomoyo.
-Un barco muy especial, ¿verdad?
Tomoyo asintió.
-Creo que nunca había visto un barco tan grande en Nanticoke Cove.
-Se llama Queen Elise, y es muy rápido.
-Eres un mentiroso, Daniel.
Él se echó a reír.
-¿Qué?
-Ya me has oído. Eres un mentiroso, no tienes ni idea de cómo se llama ese yate. Simplemente estas intentando averiguar hasta qué punto me creo cualquier cosa que digas.
-No es verdad, Tommy, te lo aseguro.
-¡Mentiroso!-Tomoyo ya no pudo seguir fingiendo ser moderna respecto a las relaciones-. Hace dos años me dijiste que estabas estudiando ciencias políticas en Yale y que estabas de vacaciones.
New Haven estaba a menos de una hora en coche de allí, por lo que a Tomoyo le pareció creíble.
-Y es verdad-respondió él.
-¡No me mientas, Daniel!-grito ella mientras se volvía para clavarle una mirada furiosa-. Nunca has estudiado en Yale, lo se porque estuve indagando.
Él se la quedo mirando sin decir nada.
Tomoyo estaba al borde de las lagrimas al recordar lo desesperada que había estado por ponerse en contacto con él. Aunque él no hubiera querido volver con ella, a ella le hubiera gustado decirle lo del bebe. Se había sentido muy confusa, sola y asustada.
-¡Cállate!-gritó Tomoyo cuando él abrió la boca para hablar-. Te ahorrare la molestia de preguntarme. Llame a la universidad y discutí con tres empleados de administración por que me negaba a creer que no había ningún Daniel Thomas estudiando allí; al final, tuve que aceptarlo.
Él parecía más sorprendido que enfadado.
-¿Eso hiciste?¿Me buscaste?
Ella lo miró furiosa.
-Me engañaste, Daniel. Me utilizaste. Lo único que querías era una aventura de verano, y yo era demasiado inocente para creer que lo que estábamos haciendo era para ti algo normal y sencillo, algo ordinario.
-Lo siento- dijo él, con voz tensa-. Ese es uno de los motivos por los que he venido… para pedirte perdón por como me porte contigo. Quiero compensarte. Ven a cenar conmigo esta noche.
Tomoyo se aparto de él y echo a andar por la playa. Estaba tan enfadad que tenia ganas de estrangularlo o como mínimo de darle unos cuantos golpes. Si esperaba que invitándola a cenar ella lo perdonaría no la conocía ni un poquito, antes de cenar con él preferiría morirse de hambre.
-Eres increíble- murmuro Tomoyo.
-¡Tomoyo, escúchame!-gritó él.
Pero no pudo continuar la frase porque, bajando la cabeza, cubrió los labios de Tomoyo con los suyos.
La pasión y la intensidad del beso la conmocionaron. Era lo último que ella hubiera esperado de él, de ese hombre que la había engañado y la había abandonado con el corazón destrozado.¿Por qué le estaba haciendo tanto daño?
Tomoyo temblaba de pies a cabeza cuando los labios de él se separaron de los suyos, pero la rodeo con sus brazos, como temiendo que en cualquier momento se desvaneciera y fuera a dar a la arena.
-Por favor, déjame que te explique todo. Sí, es verdad que te mentí, pero no en lo de que estudiaba en Yale. Estaba estudiando ciencias políticas ahí, pero… con otro nombre.
-¿Quieres decir que no te llamas Daniel?
-Algunos de mis amigos americanos me llamaban así, por que decían que era como Daniel el travieso, el de la película, cuando era niño. Pero, mi nombre es Eriol.
-Eriol-repitió Tomoyo-. ¿Eriol Thomas?
-Ehh, no…- él vacilo al sentir la creciente tensión de ella en el circulo de sus brazos-. ¿Lees las páginas de sociedad de los diarios o algunas revistas del corazón?
Ella parpadeó sin comprender el motivo de la pregunta.
-No, ¿por qué…?
-¿Lees el periódico a diario?
-La primera plana y las noticias locales, y sólo de vez ne cuando. No tengo mucho tiempo para leer.
Él suspiro.
-Esta bien, prométeme que me vas a dejar terminar lo que empiece a decirte.
Tomoyo sintió ganas de gritar.
-Decime lo que tengas que decir de una maldita ves y déjame seguir con mi vida.
El joven respiro profundamente.
-Mi verdadero nombre, el nombre que aparece en mi acta de nacimiento, es… Su Alteza Real Eriol Phillipe Mark Von Austerdan, el príncipe heredero de Elbia. El yate que esta ahí es mío y quiero que vengas esta noche a cenar conmigo.
Tomoyo cerro los ojos. No dijo nada, no se movió. Después de un minuto, Eriol la soltó, bajo las manos y dio un paso hacia atrás para observar la expresión de ella. Entonces, apretando los labios, Tomoyo se cruzo de brazos y le dedico una dulce sonrisa.
-Y yo soy la reina Elizabeth-declaro con calma-. Aléjate de mí, Daniel.
Antes de que él pudiera responder, Tomoyo echó a correr por la playa en dirección a su auto.
Continuara….
Nota de la Autora:
Hola a todos!! Creo que debo estar loca, o por lo menos hoy lo estoy más de lo normal para publicar esto. Me había prometido a mi misma que por un tiempo no publicaría nada, pero bueno la tentación es más grande que mi voluntad, y necesito saber que opinan de esta nueva locura, posible fic, que se me ocurrió. Ustedes deciden si lo sigo o no. Además ya había antisipado a varios, y prometido a otros, un nuevo EriolTomoyo.
Para los que ya me conocen sabrán que tipo de cosas escribo, y para los que no sepan que mi mente trastornada les gusta hacer pasar a estos lindos personajes por situaciones de las más variadas, así que les advierto que este fic es una versión moderna de un cuento de hadas así que no esperen el tipico cuento de la Cenicienta o algo así, hay un príncipe, reyes, amor, desengaños, yates, palacios, engaños, mentiras, abandonos, sexo, amor, interés, chicos irresistiblemente atractivos y chicas ingenuas y dulces, lo que valla a salir de toda esa mezcla solo Dios los sabe.
Sin más que decir por ahora, los dejo para que sigan haciendo sus cosas. Ja ne, Verónica.
