N/A: ¡Hola! Aquí os traigo la primera cosa(? que subo en este nuevo año (¡Feliz 2019 a todos!). Espero que os guste :)
Disclaimer: Todo lo reconocible de Harry Potter es de JotaKá.
Este fic participa en el Intercambio Navideño 2018 creado por un hermoso grupo de WhatsApp por la maravillosa Natasha.
Para mi AI: ¡Mi querida Gizz! El universo nos destinó a estar juntas en esto, así que aquí tienes tu regalo. Siento el cambio de peticiones y esas cosas, pero creo que lo que pediste necesitaba mucho desarrollo y con las clases y los exámenes me hubiera sido imposible hacer algo decente. Espero que esto pueda compensarlo un poco.
Ily, girl.
MOMENTOS DE UNA VIDA
I. Verano de 1998.
El juicio de la familia Nott se llevó a cabo un veintitrés de julio. Hermione todavía se acordaba de esa sensación de culpabilidad que la inundó cuando escuchó el «culpable» resonar en aquella sala contra Theodore Nott. Aún podía recordar la mirada horrorizada que le dirigió a Harry cuando oyeron la sentencia y las quejas de algunos miembros de la Orden, alegando que habían sido demasiado duros con el chico.
Sin embargo, también recuerda su sorpresa y alivio cuando descubrieron que Gabriel Nott tenía el «Theodore» como primer nombre y que la sentencia del Wizengamot era para él y no para su hijo. Hermione no tenía ningún tipo de relación con Nott —ninguno de ellos la tenía, en realidad—, a duras penas habían intercambiado más de tres palabras durante el tiempo en Hogwarts, pero sabía que tanto él como otros de sus compañeros habían tenido que escoger el camino del Señor Oscuro a la fuerza. La capacidad de decisión nunca estuvo para ellos y por lo tanto sus condenas no podían darse de la misma forma que para los verdaderos mortífagos de Voldemort.
La puerta de madera del juzgado número quinientos dos se abrió aquella tarde cuando el juicio terminó y Theodore Nott salió con la cabeza agachada y un papel arrugado en la mano derecha. Pansy Parkinson lo esperaba a unos cuantos metros, alejada de toda la gente que había cerca del juzgado, con el semblante amargo y oscuro, pero roto por la sonrisa que cruzó su rostro al verlo. Hermione se sorprendió al ver cómo se abrazaban, con los dedos clavados en la piel del otro y ligeros murmullos que solo ellos podrían escuchar.
Entonces Theodore levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Granger. Eran turbios incluso desde la distancia, pero también había una calma que dejó a Hermione sin aliento. Un escalofrío la recorrió y se sintió incapaz de apartar la mirada de Nott. Terminaron girando sus cabezas a la vez, con el corazón algo acelerado y una extraña sensación en el cuerpo, como otro recordatorio de esa extraña conexión que se había producido entre ellos al mirarse.
Era la primera vez que Hermione y Theodore se miraban directamente a los ojos sin mediar palabra. Era la primera vez que los dos sentían que ese contacto decía más que mil palabras que no sabían pronunciar y de las cuales no entendían el significado. No volvieron en todo el verano, pero el recuerdo de los ojos del otro conectados con los suyos se mantuvo en sus mentes hasta que septiembre llegó y el tren con destino a Hogwarts abandonó la estación.
II. Otoño de 1998.
Si Hermione tuviese que escoger una palabra para definir su regreso a Hogwarts sería «solitario». Ron y Harry habían decidido entrar directamente a la Academia de Aurores así que el colegio se le hacía un poquito más grande y silencioso sin la presencia de sus mejores amigos. Luna, Ginny y Neville si habían vuelto, para las heridas de la guerra todavía no habían cerrado y los densos silencios cargados de recuerdos estaban siempre presentes cuando se encontraban juntos.
La chica había decidido invertir la mayor parte de su tiempo en la biblioteca, preparándose de antemano los apuntes y estudiando ciertas asignaturas con tomos más avanzados. La mesa algo astillada y casi grisácea que había oculta tras varias estanterías había sido la escogida para sus tarde de estudio. Allí, entre libros, polvo y la luz de una lámpara se perdía durante horas, olvidando todo lo que había tenido que vivir y las miradas de la gente cuando la veían pasar. Sin embargo esa paz no duró siempre; a finales de octubre alguien se sentó delante de ella, con un libro entre las manos y una mueca que simulaba una sonrisa.
—¿Nott? —inquirió cuando alzó la mirada y lo vio delante de ella—. ¿Qué…?
La pregunta murió en sus labios cuando lo vio negar. Parpadeó, incrédula, y lo miró fijamente unos segundos antes de que sus ojos se cruzasen con los de él. Se mantuvieron la mirada por un instante, lo suficiente para que ambos tragasen saliva y sintiesen su pulso acelerarse. Ninguno dijo nada sobre ello y las tardes se fueron sucediendo una tras otra, con palabras que decían más de lo que ellos pensaban y una amistad que surgía sin que se diesen cuenta. Pero la realización de ello no llegó hasta ese día que marcó la diferencia.
Hermione había recibido una lechuza que le anunciaba la muerte de Parvati Patil tras meses luchando contra una maldición que Travers le lanzó antes de huir. A pesar de que nunca habían sido grandes amigas, Hermione tuvo que buscar un sitio para refugiarse y llorar; porque sentía que estaba cargando con el peso de otra muerte sobre sus hombros y su mente estaba fragmentándose un poco más. La biblioteca a la hora de comer fue el lugar que escogió y, oculta entre las estanterías, se deslizó hasta el suelo y se echó a llorar.
—¿Granger? —La voz de Nott sonó lejana, pero Hermione sabía que estaba parado a su lado—. ¿Estás bien?
—Lo peor que puedes preguntarle a alguien que llora es si está bien, Nott —rumió ella, ahogándose entre sollozos—, porque claramente no estoy bien.
—Es la pregunta por cortesía, supongo —terció él antes de sentarse a su lado, apoyándose en la misma estantería y mirándola fijamente.
No volvieron a decir nada; él no sabía qué decir y ella no estaba dispuesta a escuchar. Sin embargo, cuando dos brazos la rodearon, envolviéndola en un abrazo tenso y descoordinado, Hermione dejó que sus manos atrapasen la tela del uniforme de Theodore Nott y hundió su cabeza en el cuello del chico, sollozando suavemente mientras una extraña paz se implantaba en ella.
Esa fue la primera vez que Theo y Hermione compartían algo más que un roce de manos accidental. El desencadenante de dedos que se comenzaron a entrelazar si caminaban juntos por los pasillos, de la cabeza de Hermione reposando en el hombro de Theo cuando comenzaron a sentarse el uno al lado del otro o de miradas que no necesitaban palabras para expresar lo que decían. Aquel fue el momento donde la palabra «amistad» se tornó difusa para ellos y otro sentimiento, más fuerte y complejo, comenzó a nacer entre los dos.
III. Primavera de 1999.
Fue en la primavera de 1999, cuando el partido de Slytherin-Gryffindor acababa de terminar cuando Theodore Nott se acercó a Hermione Granger y la invitó a una cita en Hogsmeade para el sábado de esa semana. Todavía podía recordar la sorpresa en su rostro y el pequeño sonrojo que cubrió sus mejillas antes de decirle un escueto «sí» antes de darse la vuelta y dejarlo solo a la sombra de un gran árbol.
Los nervios que sentían los dos por la llegada del día clave fueron aumentados por culpa de los comentarios que sus amigos se dedicaban a hacer. Las bromas de Blaise y Pansy hacia Theo y los chistes picantes de Ginny y Harry terminaron siendo un factor que creo mucha expectación para el día de la cita y cuando llegó las expectativas fueron superadas con creces.
Theo y Hermione eran amigos —o algo así— antes de que aquel día llegasen. La idea de McGonagall de unir las casas los obligó a trabajar juntos en varias ocasiones y los prejuicios entre ellos se derrumbaron como castillos de arenas golpeados por las olas del mar cuando llegaron a conocer como realmente eran; sin máscaras, personajes o muros. Había confianza y cariño.
A aquella cita le siguieron un par más y con el fin de la primavera llegó el primer beso. Los exámenes habían terminado y el tren a Hogwarts saldría en diez días, las esperanzas comenzaban a desvanecerse ante la falta de movimiento por parte de ambos. Y sin embargo un choque desordenado de labios y unas sonrisas avergonzadas fueron el cierre del mes de las flores, el sol y las primeras oportunidades.
IV. Otoño de 2001.
En el otoño de 2001 ya llevaban casi dos años juntos. Las hojas caían desde los árboles creando un camino de hojarasca marrón que Hermione pisaba mientras caminaba de vuelta a su piso. Su mente le daba vueltas a algunos asuntos mientras hundía la cara en su bufanda marrón y su cuerpo se estremecía por el viento helado que corría por la calle. Ella y Theo no se habían visto mucho esas semanas debido a sus estudios y tras una larga reflexión decidió que quizá podían arriesgarse a dar otro paso más en su relación.
A ella todavía le quedaban tres años más para terminar la carrera de medimagia y Theodore se estaba preparando para presentarse a un puesto en el Departamento de Misterios, sus momentos juntos esos últimos meses se habían reducido a nada y la distancia estaba haciendo estragos en su relación. Era el plan perfecto para acabar con ese bache, pero la oportunidad de sacarlo a la luz no llegó hasta mediados de otoño, cuando el invierno estaba entrando con lentitud por Londres y los árboles ya no tenían hojas que dejar caer.
Se encontraban en el piso que Hermione compartía con dos chicas de la carrera. Almorzaban los restos de la cena del día anterior mientras veían una comedia romántica de las malas en la televisión que Hermione había puesto allí cuando se mudó. Ella con las piernas sobre las de Theo y devorando los fideos con salsa curry que había en su cajita de cartón. Terminó de tragar y clavó su mirada en Theodore, preparada para soltar lo que rondaba su mente.
—¿Por qué no nos vamos a vivir juntos? Ya llevamos dos años juntos y estos últimos meses casi no hemos pasado tiempo juntos, si damos este paso posiblemente podremos vernos un poco más y las cosas puedan seguir avanzando. —Lo dijo de forma atropellada y sin mirarlo directamente a los ojos.
Theodore se limitó a sonreír, dejando los palillos entre los trozos de pollo con salsa teriyaki de su cajita y con una pequeña risilla buscó en los bolsillo de su pantalón antes de levantar entre ellos una llave plateada que Hermione observó extrañada, parpadeando rápidamente mientras ladeaba la cabeza con confusión.
—Te me has adelantado —murmuró él—. Siempre vas un paso por delante. Alquilé un piso hace unas semanas pero no encontré el momento para…
La frase murió en sus labios cuando los de Hermione abordaron los suyos. El beso se rompió cuando Hermione comenzó a reír, por los nervios, la ilusión, la situación. Theodore la acompañó, rodeándola con sus brazos mientras estallaba en carcajadas. Las risas, mezcladas con un «somos idiotas», llenó aquel día de otoño.
N/A: ¡Y ya está! Esta primera parte, por lo menos. En unos días trataré de subir la segunda parte :)
Si os ha gustado no olvidéis dejar un review *corazón*
Querida Gizz, espero que te haya gustado al menos un poquito, de verdad hubiera preferido hacer algo más "currado" pero no me da la vida para tanto.
Besos y abrazos,
Ali.
