Nueva historia, se me metió la idea loca de esta pareja, es un crack pero me agrada, denle una oportunidad por lo menos antes de declinar la lectura. Sin más me despido.
Espero sea de su agrado, daré lo de siempre.
Se aceptan críticas constructivas, más no insultos.
Y por favor, sean creativos en los comentarios. Y con eso me refiero a aportar algo más que; 'conti, conti, está muy buena' o 'Actualiza pronto, chao'. Por favor, algo creativo y acorde a la historia, seamos más conscientes y aportemos algo mejor para los escritores que también analizamos los gustos del lector.
Aclaraciones:
Narración.
— Diálogo —
— Pensamientos —
Advertencias:
OoC en los personajes.
OC's.
Situaciones sexuales implícitas-explícitas.
Lenguaje inapropiado o soez.
Género: Romance | Drama.
Clasificación: T | M.
Amores extraños.
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‹‹ Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía. ››
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Gabriel García Márquez.
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Prólogo.
Inicio.
Vagando por los pasillos de la universidad, perdida en su mundo de desgracia en el que se sentía fuera de contexto, de la realidad, de su sufrimiento y angustia constante. Pensaba, pensaba y pensaba, constantemente, todos los días…
Agotando su mente y sus neuronas para el siguiente día, siendo tan inepta para su propia carrera. Y no es que fuese en sí una idiota, no, para nada. Simplemente se la pasaba mucho tiempo fisgoneando la vida de Sasuke, su amor 'imposible'. El cual ahora si podía decirse imposible, puesto que ya salía con alguien más…
Soltó un suspiro pesaroso y evitó por todos los medios que su corazón no se oprimiera en cuanto lo vio llegar con su pareja. La única capaz de amarrarlo, por lo menos, de momento.
— ¡Sakura-chan! — vociferó la voz de Naruto, su mejor amigo, y el único que lograba contagiarle un poco de buen humor en su mar de caos.
Lo observó menearle la mano vehemente, mientras sonreía ampliamente de esa forma zorruna y alegre. Naruto Namikaze, se encontraba sentado en una de las bancas en la zona verde de la universidad. Junto a él, se encontraba un grupo numeroso de chicos que ella conocía bien. Hinata, Neji, Tenten, Sasuke y Karin, (la flamante pareja de éste), Ino, Shikamaru y Kiba. Todos asistían a la misma universidad, se conocían desde la niñez y se mantenían unidos muy a pesar de las diferentes profesiones que llevaban.
— Hola chicos. — saludó la Haruno, con una sonrisa bastante fingida e incómoda.
— Frentona, estábamos ultimando detalles para esta noche. — articuló Ino, que se había recostado en su novio y tenía la cabeza apoyada en su hombro.
La peli-rosa la miró confundida, ¿esta noche? ¿Qué había esa noche?
— ¿Ultimando detalles, para qué?
— ¡Para mi fiesta de cumpleaños, Sakura-chan! — exclamó, alegremente su rubio amigo. Lo que le hizo recordar que cumpliría años en dos días y ella aun no tenía su regalo… —. No me digas que lo olvidaste. — reprochó, molesto, o por lo menos lo intentó.
— No, claro que no, Naruto. — mintió, y sonrió fingiendo despreocupación —. Solo que estoy muy presionada con los trimestrales y me hizo olvidarme por un momento de tu fiesta.
— Pero… Irás, ¿verdad? — inquirió el rubio, con un tono que pretendía preocupación y desilusión anticipada por una respuesta negativa.
Sakura le volvió a sonreír y afirmó con la cabeza.
— Claro, eso no lo dudes. — reiteró, consiguiendo otra sonrisa de su rubio amigo.
Mientras Naruto exclamaba y gritaba emocionado, Sakura se quedó mirándolo por un instante. Su amigo tenía un don muy especial, él conseguía obtener el cariño de las personas en un instante. Hacer que confiaran en él, en su potencial, en su palabra. Tenía el don de cambiar a la gente, creía en sí mismo y en sus ideales.
Naruto Namikaze era la viva imagen del positivismo, del no me rindo por mucho que me lo digan o crean que es lo más correcto. Él tenía sus sueños y sus ideales puestos desde la edad de 12 años, quería ser reconocido por sus méritos, por su ingenio y no por el imperio que su padre forjó con gran esfuerzo y le daba muchos beneficios. No. Quería ganarse su lugar en el mundo, incluso, en su propia empresa. Naruto tenía claro lo que quería hacer y cómo debía hacerlo, sin medias tintas y con ese carisma que no lo dejaba nunca. Algo admirable y envidiable.
Ella, a los doce años, creí que él era un estúpido soñador. Un niño que apenas sabía de la vida y del mundo. Con sueños tontos e inalcanzables para cualquier otro ser humano. Un bullicioso e hiperactivo chico que no podía escribir más que una letra y hacer sumas.
Pero su perspectiva cambió cuando les tocó formar grupo con Sasuke, Naruto y ella. Entre rifas y números dispares les correspondió el número 7. Trabajar no fue fácil, puesto que Sasuke era tan frío, indiferente y cortante que se les hacía difícil concretar alguna idea. Naruto por el contrario, hiperactivo, alegre y hablador. Y ella… Una niña sosa que se sonrojaba por todo lo que Sasuke hablaba, hasta ese característico monosílabo. Ese simple gesto la derretía completamente.
Vaya si era una enamorada estúpida. Y aun lo seguía siendo…
Ese trabajo en equipo, aun a pesar de las peleas, tirones y golpes le ayudó a compenetrarse como equipo y sobrellevar sus diferencias. Y Naruto le demostró que no solamente era un chico que hablaba y sonreía en extremo, sino que tenía inteligencia y sueños nobles, reales y que volvería realidad aun así se le fuera la vida en ello.
Regresando a la actualidad, miró fugazmente a su amigo rubio. Había crecido, por lo menos le sacaba una cabeza de alto, trabajó su complexión lánguida y desgarbada, ahora era un poco más atlética y normal. Sus cabellos rubios continuaban en cortes de punta y sus ojos azules parecían mares, de un azul bastante claro y con el brillo de alegría muy característico en él. Incluso cuando vivía sin la presencia de una madre, y no la conoció nunca…
Con frecuencia se preguntaba, ¿Por qué no se enamoró de él, aun cuando ella tenía conocimiento de sus sentimientos por ella? Le hubiese sido más fácil y su relación sería mucho mejor. Naruto era apuesto, pero en él no veía más que a un amigo, aun hermano y compañero de equipo en sus clases de secundaria, y una que otra travesura.
— Nos vemos en la noche, Sakura-chan. — se despidió Naruto, entusiasmado por su fiesta de cumpleaños.
— Hasta la noche, Naruto. — soltó, sin mucho entusiasmo de tener que presentarse a un festejo.
Soltó un suspiro y se encaminó a su casa, seguro tendría una larga noche…
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Sin ganas, con un vestido de falda corta con ligero vuelo, escote modesto y maquillaje medio, (cortesía de Ino), Sakura se presentó en la mansión de los Namikaze. Recelosa, entró en el vestíbulo, si desde afuera la música sonaba fuerte adentro era estridente. Alcohol y humo de cigarrillo podían respirar en el instante en el que entró. Eran las once cuando decidió presentarse y ya la mayoría se encontraba medio ebria, a lo lejos visualizó a Naruto con una despampanante morena. Muy guapa y escultural, como Karin que estaba al lado de Sasuke en el sofá comiéndose a mordiscos. Porque esos no eran besos, eran mordiscos salvajes.
Oh, como hubiese deseado intercambiar lugares con la guapa pelirroja…
— ¡SAKURA-CHAN! — gritó Naruto al nomás verla —. Te ves hermosa. — señaló, tomándole la mano y levantándole el brazo para que girara sobre sí, consiguiendo que se sonrojara.
— Gracias, Naruto. Toma. — le entregó el pequeño paquete que llevaba entre las manos, tenía el papel brillante naranja con un lazo amarillo.
Los colores favoritos de su amigo.
— No era necesario, gracias, Sakura-chan.
Ésta únicamente le sonrió, aparentando comodidad. La llevó a la barra donde la mayoría se encontraba para que bebiera algo, solo pidió una copa de vino blanco para no despreciar a Naruto. Aun cuando sabía que no le gustaba beber mucho, sin embargo, era una fiesta y estaba permitido ingerir alcohol, por lo menos un poco.
Empezaron una charla trivial entre todos, tontería y bromas. Al poco rato, Karin y Sasuke se les unieron, Sakura ya iba por su segunda copa. La cual terminó de golpe y a esta le siguió otra, otra y otra. Al termino de seis copas, más de lo que había ingerido en una fiesta. Empezó a sentirse mareada y tuvo que disimular otra sonrisa diciendo que estaba bien cuando se tambaleó momentáneamente.
Un rato más tarde cada quien tomó su rumbo, Shikamaru e Ino buscaron un lugar desolado donde poder mimarse, Tenten pareció ir detrás de un chico rubio familiar de Naruto, Neji detrás de su prima mayor, el festejado parecía haberse perdido en algún lugar…. Hasta que al final, observó a Karin y Sasuke partir a la pista de baile. Los dos bailaban muy pegados a pesar de que la música no era una balada, era un merengue. Pero ellos tomaban como excusa tal cosa para toquetearse y besarse sin pudor ni vergüenza.
La Haruno, sintió su corazón estrujarse, el aire escasearle y el dolor triturarle los huesos aplastándole las esperanzas que podía tener con él. La desilusión le sobrevino cual yunque cayendo de las alturas y aplastando sus sueños, esperanzas e ilusiones aunado a su cuerpo, sus huesos y sus órganos vitales.
Pronto se sintió asfixiada, el ambiente insoportable… E hizo lo que mejor solía hacer, huir…
Casi corrió escaleras arriba y comenzó a perderse en los pasillos de aquella enorme mansión, no tenía miedo pero sí curiosidad. Muy a pesar de su estado de ánimo, observó las paredes pintadas de un color neutro, blanco. Los cuadros, arte clásico, algunos bizantinos con trazos sumamente hermosos. En su mayoría mosaicos. Adecuados y estratégicamente ubicados en cada pared.
Por Naruto sabía que él padre de éste no era religioso, sí alguien importante pero no un hombre religioso. Al que hasta el momento no tenía la dicha de conocer, pero se le figuraba se parecía mucho a su hijo. Mirando a su alrededor, se percató de que cada rincón indicaba dinero y sofisticación, aunque no con tanta ostentosidad como se espera de las persona adineradas. Mientras continuaba con su vagancia por la mansión, finalmente llegó a uno de los balcones que por fortuna tenía una pequeña banca de mármol, que atesoraba unos ángeles tallados y unos ribetes en las orillas.
Se sentó ahí, de cara al frente donde se alzaba la ciudad a lo lejos, unas casas cercanas, algunos árboles. Y arriba… Un hermoso manto negro cubierto de estrellas titilantes, una media luna cubierta por nubes grises pasajeras. Una brisa repentina le removió la falda al igual que sus rizos y le erizó la piel, lo que le provocó friccionarse un poco con sus manos buscando un calor inútil entre ese clima frío.
Como quisiera que Sasuke me abrazara…
Pensó, tristemente recordándose que él ya tenía compañía. Y esa compañía no solo brindaba abrazos, sino mucho más…
De nuevo, aquel sentimiento de rechazo y pérdida la inundó, dando paso al nudo en su garganta y la agitación de su pecho, que luchaba por impedir dejar fluir las lágrimas. Pero ya no podía más, necesitaba dejarlas salir, llorar por ese amor perdido. Por su amor propio…
Queriendo ocultarlo de cualquier ente que se cruzara por ese camino, tapó su rostro con ambas manos y dejó fluir su llanto, no tan desgarrador para dar lástima pero si lo suficiente como para escuchar sus sollozos desde la entrada al balcón.
Rápidamente un ruido la alertó y sobresaltó al mismo tiempo, dando un inevitable respingo que consiguió que retirara las manos de su rostro y recogiera su bolso, del cual cayó su brillo labial y rodó hasta la entrada. Era una asustadiza, se acobardaba con cualquier maldito ruido.
No le quedó otro remedio que levantarse e ir a recoger su brillo labial, cuando se topó con un par de exclusivos zapatos negros sobres los que caían unos impecables pantalones del mismo color. Sin atreverse a mirar, esperó a que aquel hombre se apartara de su camino, pero, como no lo hacía, no le quedó más remedio que echar la cabeza para atrás para ampliar su campo visual. Aquel traje de sastre de dos piezas agitó de alguna manera su interior y sus zonas sensibles, sin embargo, era el cuerpo alto y de una delgadez atlética que había dentro lo que lo convertía en sensacional. No obstante, pese a lo impresionante que era toda aquella magnífica masculinidad, fue al ver la cara del hombre lo que la dejó fuera de combate.
¡Carajo!
El tipo se puso delante de Sakura, apoyado elegantemente sobre sus talones. Tenía que admitirlo, estaba impactada con la masculinidad que irradiaba el hombre a la altura de sus ojos. Atónita.
Entonces, algo sucedió…
Él se le quedó mirando, de una forma cálida y risueña, algo que ya había visto en alguien más, pero que en ese momento no recordaba en quien. El hombre irradiaba en ella una especie de magnetismo, tan fuerte y tangible, que se convirtió en una especie de poder impecable.
Sakura tuvo una reacción instintiva, levantarse y echarse para atrás, lo observaba absorta. Fascinada, mientras lo veía agacharse y tomar su brillo labial con una lentitud que le pareció a propósito. Y de paso, beneficioso. Así pudo detallarlo. El hombre poseía un cabello rubio de punta, con un flequillo enmarcado a ambos lados de la cara, la piel blanca y un rostro que quitaba el hipo. Y estaba segura que su estructura ósea haría llorar a cualquier escultor de alegría. Entretanto, una boca firmemente delineada, una nariz afilada y unos brillantes ojos azules lo hacían increíblemente guapo.
Sus ojos le llamaron la atención, perspicaces y calculadores, también tenía amabilidad y calidez. Una combinación bastante rara, pero no menos atractiva en aquel hombre. Lo observó ponerse de pie con el brillo labial en las manos, enseguida mirarla. Le taladraba con ese par de ojos brillantes, que reconocía, pero seguía sin saber de dónde. A Sakura se le aceleró el corazón, se obligó a separar los labios para poder tomar aire.
Lo contempló acercarse, y pudo sentir el olor de su colonia. Bleu de Channel. Le extendió el brillo labial, y cuando lo tomó sus manos se rozaron, el toque fue eléctrico, le subió por el brazo y le erizó los vellos de la nuca.
— ¿Estás bien? — preguntó.
Su voz era culta y suave, con el toque encantador que le agitó el estómago de manera extraña. Y pronto le vio tendiéndole un pañuelo blanco, con dos iniciales bordadas. M. N.
No supo lo que significaban realmente, pero también lo tomó, sintiendo aquella agradable descarga en su cuerpo de nuevo.
— Gracias… — murmuró.
Se limpió las lágrimas derramadas y el maquillaje corrido, sin querer, arruinó la tarde de trabajo de Ino. Seguramente, si la viera en esos momentos la regañaría.
— ¿Te ha pasado algo? — interrogó, nuevamente el hombre.
Para la Haruno, no era fácil tener confianza con nadie, menos con un desconocido como ése. Sin embargo, pese a la fascinación magnética que presentó por el hombre, había algo en él que inspiraba una inusual y bizarra confianza.
— Amores que no deberían sentirse. — respondió la peli-rosa, un poco evasiva pero abordando el punto de forma rápida y concreta.
El hombre asintió comprensivo y lo observó moverse con una gracia infinita hacia el balcón, recargarse en el mármol e invitarla con la mirada acompañarlo. Para desgracia de Sakura, no dudó en acompañarlo, puesto que le parecía ser atraída hacia él como si tuviera puesta una cuerda en la cintura. E hizo lo mismo que él, busco apoyo en el mármol de la barandilla sostenido por las columnas talladas.
— Te entiendo. — musitó, en voz baja y dispersa.
Hubo un minuto de silencio antes de que ella se atreviera a preguntar.
— ¿Y a usted? — susurró, cuidadosamente avergonzada.
Él hombre la miró de nuevo y le sonrió, esa sonrisa genuina le parecía conocida…
— Trato de no sentirme solo.
Esa respuesta simplemente la anonadó, ¿Cómo un hombre como él podía estar solo? Estaba segura de que muchas mujeres lo pretendían, no era el típico hombre común. Irradiaba mucha seguridad y magnetismo. Tenía un Sex-appeal singular y envidiable.
— ¿Solo? ¿Un hombre como usted puede sentirse solo?
Cuando Sakura se dio cuenta, las palabras ya habían dejado su boca, instintivamente llevó sus manos hacia ella, como queriendo guardar las palabras ya emitidas. El rubio soltó otra risa, graciosa y divertida. Y la miró.
— Nada es lo que parece. — contestó, sabiamente el hombre.
— Supongo que somos un par de personas en busca de consuelo… — murmuró la peli-rosa, tan bajo, que de no estar tan cerca no la hubiese escuchado.
Su acompañante guardó silencio, y ella se tomó la libertad de mirarlo de nuevo. Detalló que era mucho mayor que ella, bastante, le llevaba a lo mejor 10 o 12 años de diferencia. Porque si eran más, no se le notaban en lo absoluto. Y ella solo tenía 20.
— Consolarse mutuamente suele funcionar.
Habló de repente el hombre, en un susurro grave y sensual, incitador. Lo que la tomó desprevenida, generándole una especie de emoción y esperanza. ¿En qué pensaba? Él, obviamente se la llevaba por muchos años. Bastaba con ver su iris dotada de aguda inteligencia, lo que le decía que en él, había mucho mundo. Más del que podía verse en su físico.
Sin embargo, Sakura no estaba totalmente en sus cinco sentidos. Ingirió alcohol, lo que le provocaba soltar la lengua y hablar estupideces.
— Sería bueno darnos consuelo, ¿no? — emitió, soltando una carcajada ligera. Que se apagó en cuanto vio la intensidad de aquellos ojos azules, parecían dos piedras brillosas y profundas como el océano.
Tonta e impulsiva.
— Tienes idea de lo que estás diciendo, ¿cierto? — replicó el hombre, paulatino y cuidadoso. Aguardando por una respuesta.
¿Lo sabía? Claro que sí, estaba tomada pero no totalmente idiotizada. Bueno, exceptuándolo a él y ese hormigueo que le provocaba en el cuerpo.
— Sí. — respondió, dudosa y lo escuchó reír.
— Yo creo que no.
— Claro que sí. Sé lo que he dicho.
Sakura frunció el ceño, no era tan niña, sabía de las connotaciones sexuales y el doble sentido. El rubio rió de nuevo, negó con la cabeza y la miró penetrantemente estremeciéndola.
— Consolarnos mutuamente, ¿está bien para ti?
El guapo rubio le extendió la mano, esperando que la tomara, como si con ese simple gesto estuviera validando sus palabras. Un gesto sencillo para lo grande que aguardaba.
Pero Sakura estaba decidida, resuelta a olvidar su amor por Sasuke, momentáneo o permanente. Una noche, un momento, dejaría de ser la santa, inteligente y solidaria Sakura.
Solo quería vivir por una noche, o dejar que el alcohol en su sistema hiciera su trabajo. Como movida por los hilos del licor, estiró su mano estrechándola con la del hombre rubio, que sonreía genuinamente. Aquel toque eléctrico le recorrió de nuevo.
Estaba a punto de descubrir lo que era un error. Y que eso de un clavo saca a otro clavo no siempre es verdadero, pero tampoco totalmente falso…
