Vuelve el perro arrepentido, con el rabo entre las patas y el hocico partido...

No han visto a un fantasma, no. Después de casi dos años de ser total y completamente incapaz de escribir he vuelto con uno de mis pairings favoritos. ¿De dónde ha surgido la idea? Imagino que de sentarme y obligarme a escribir por más que nada de lo que haga me guste. La propuesta inicial era un one-shot, pero - para variar - me he extendido al punto de realizar una historia de cuatro capítulos. ¡Tranquilas! Ya está finalizada en mis archivos y sólo es cuestión de publicarla (Gracias a Dios)

Ahora sí, unas pequeñas aclaraciones: Me he visto total y absolutamente obligada a salvarle el pellejo a algunos personajes sólo para que mi historia tenga coherencia y porque se me ha dado la gana. Para matarlos ya ha estado mi adorada JKR - quien, de paso está bien decirlo, es la dueña y soberana de todo el fandom de Harry Potter, Dios la bendiga y Merlín le ayude.

La historia en sí misma trata de la relación entre dos adultos y por lo tanto existe el sexo. Para todos los menores - ¿dónde están sus padres? - y aquellos que fingen vivir a base de castos besos, ¡están completamente avisados!

No molesto más.


Fiebre de Dragón ¿Verdad?

1. Inesperado.

Está complicado.

No es que recién se diera cuenta, no tiene treinta y seis años por casualidad; sabe que su situación no es la indicada desde la vio por primera vez y pudo apreciar que tenía algo capaz de llamarle la atención como no debería hacerlo, porque, ¿saben? Él podría ser su padre. En algún momento creyó que su estadía en Askaban era la culpable de todo, porque — lamentablemente — allí no existe lo que los muggles llaman "visitas sanitarias". No, en la prisión de los magos es la supervivencia del más fuerte y no hay tampoco mucho espacio mental para poder concebir esos deseos; pero no va a mentir, lo primero — o lo segundo teniendo en cuenta que la prioridad número uno era matar a Wormtail — que se le vino a la mente en cuanto sintió el aire fresco darle en el hocico fue el deseo más primitivo del hombre, descargar, follarse una mujer con un buen par de tetas.

Pero estaba muy ocupado en su sed de venganza y en proteger a su ahijado, la única razón en ése momento para no abandonarse a la muerte en Azkaban. Y por un año todo fue de color de rosa, dentro de lo aceptable, por supuesto, hasta que la vio. Tenía los ojos humedecidos por el temor, pero una fiera convicción al asegurar que había descubierto el pequeño peludo problema de Moony. No necesitó que Remus asegurara que era la muchacha más inteligente que había conocido, porque consideraba que tanto James como él eran de los más hábiles e inteligentes que habían pisado el castillo y les había llevado tres años descubrir que su mejor amigo era un hombre lobo.

Y estaba pensando en cómo todo se había ido al demonio por la culpa del insoportable y grasiento Snivellus cuando aparecieron y le rescataron montados en un hipogrifo que al igual que él era un prófugo de la justicia — y uno que creía haberlo hecho todo.

Con Wormtail fugado pero parte de su vida recuperada, decidió saciar esa parte masculina que le había generado pensamientos de los más impuros con una niña. Lo pasó bien y dio por terminado el asunto mientras aquella mujer muggle se retorcía bajo su peso, porque aun así había cosas mucho más importantes por hacer.

Pero volvió a verla meses después y no pudo evitar traspasarla con la mirada gris oscurecida. Sólo le bastó hablar con ellos por media hora — mientras comía como un famélico — para afirmar que al igual que Moony, jamás había conocido a una muchacha más inteligente, estaba seguro que le haría sobra hasta a la mismísima perfecta Lily.

Pero la situación cambió y por eso sabe que está complicado.

Porque ella ha entrado en ésa época donde las niñas comienzan a deshacerse de su pequeño envase para obtener uno más fuerte y — para su desdicha — femenino. No es nada del otro mundo, pero es suficiente para generarle deseos de cortarse cierta parte de su anatomía entre sus piernas.

Por momentos siente asco y por otros furia, porque nadie puede tener tanta mala suerte.

Ella está allí ayudando a Molly a cocinar resguardada en un precioso delantal que a su madre jamás le sentó bien pero que a ella — en su mente pervertida — simplemente la hace ver deliciosa. Eres un maldito perro viejo, deberías avergonzarte.

La cuestión es que está cocinando y Molly le ha pedido que le lleve una lata de atún, lo que a él le ha sentado por partes como una maldición y como una maravilla, debido a que Hermione no-puedo-hacer-magia-porque-soy-menor-de-edad Granger está completamente estirada intentando alcanzarla en completo silencio, y le otorga una vista de lo más ideal de sus jóvenes muslos. Sirius sabe que no pide ayuda y forcejea porque ella detesta demostrarse como débil o incompetente en su presencia.

La observa y aprecia cada uno de sus movimientos y como el nudo del delantal comienza a levantar su blusa mostrando partes de su espalda que él jamás ha tenido la suerte — o desdicha, dependiendo quien opine — de ver. Eres repulsivo.

Suspira sintiéndose un degenerado y con un movimiento de varita baja la lata hasta la altura de Hermione. Ella busca con los ojos al culpable y se sonroja al verle allí, con la mirada oscurecida y la varita en mano apuntando al objeto que no deja de levitar. Le sonríe avergonzada y él siente el deseo imperioso de ponerle sobre aviso, porque ya no le resulta tan fácil mantenerse en sus trece. Pero ella vuelve a sonrojarse y sigue con sus cosas, sin sentir — o fingiendo no hacerlo — su incesante mirada.

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No necesita que Remus le mire de ése modo, ya sabe que es un perro viejo y cebado. Pero de todos modos el hombre lobo frunce el ceño y niega con la cabeza antes de marcharse escaleras arriba, y todo ¿por qué? Porque está inclinado sobre Hermione ayudándole con sus tareas escolares; no es que él fuese lo suficiente pederasta como para ir en su búsqueda y ofrecerse, por supuesto que no; lleva casi dos semanas intentando poner tierra entre ellos, pero Hermione, o bien es muy ingenua o más inteligente de lo que ha pensado, porque es ella quien golpea la puerta de su habitación con los ojos brillantes y un bolso colgando de los hombros. Es ella quien le pide ayuda todos los días para que le explique cosas que no termina de entender o revise sus trabajos porque le gusta que él le diga que está más que perfecto y que es una bruja excepcionalmente inteligente.

Y como está complicado porque la ha declarado su Lily, no puede negarse. No se miente, sabe que la adora y que mataría a quien se atreva a lastimarla.

Ese día no ha sido la excepción, pero él, como adulto mayor que es — a su pesar — le ha dicho que le ayudaría, pero no dentro de la habitación porque no corría aire — y porque no está seguro de comportarse teniendo su cama y a Hermione tan cerca.

— ¿Tú crees que los elfos domésticos merecen tantos derechos como los magos? — le pregunta mientras termina de redactar el modo correcto de llevar a cabo una transformación total de cuerpo.

Él frunce el ceño y se recuesta sobre el respaldo. Allí va otra vez, como si le probara para comprobar si es tan inteligente como todos le han dicho.

— No creo que los elfos domésticos lo merezcan, no por una cuestión de méritos, sino por su naturaleza misma — responde al cabo. Ella alza la vista y la clava en él con disgusto.

— ¿Te parecería justo si fueses tú quien no pudiera tenerlos? — insiste mordazmente. Tiene las mejillas levemente sonrosadas y los labios fruncidos. Esa visión le provoca ternura y molestia a la vez.

— No puedo responder justamente a esa pregunta porque no me ha tocado ser un elfo doméstico en ésta vida, Hermione, pero si hoy me lo preguntas ando bastante limitado de derechos y es algo que me molesta desmedidamente. — responde con habilidad y ella parece notarlo porque baja los ojos y se remueve el cabello nerviosa — Si no conociera otra vida más que ésta probablemente añoraría más porque lo llevo en la sangre, he desafiado todo cuanto he conocido, incluso a Dumbledore.

Ella asiente y retoma su confianza.

— Aun así crees que los elfos domésticos deben continuar en la esclavitud y sumisión en la que se encuentran, eso sí te parece bien. — le acusa.

— No, jamás he dicho algo así, Hermione, tienes una idea errónea sobre mí en éste tema porque lamentablemente no tengo más registro que mi trato con Kreacher, pero debes saber que él se ha ganado a pulso mi desagrado.

— Tal vez si trataras mejor a Kreacher….

— Kreacher siempre ha sido un mal nacido porque mi madre le ha enseñado nada más que odio y desprecio, fíjate en la miseria que se encuentra que ama un retrato de una vieja arpía que aún le grita.

— Kreacher no es más que otra víctima del maltrato y abuso que sufren los elfos.

Le encantaría que no fuera tan astuta ni tan adorable, tal vez así ese deseo desmedido de terminar la discusión entre sus sábanas no sería tan endemoniadamente fuerte. Se han acercado poco a poco y su aroma dulce le sugiere miles de ideas más divertidas de explicarle que él no es un cerdo. Sólo un enfermo.

— Los elfos merecen poder elegir a quién servir o si desean hacerlo. Me parece más humano de nuestra parte aceptar términos como respeto, vacaciones, sueldos y descansos. Pero jamás me oirás decir que me parezca bien darles una varita porque no estaría ni cerca de ser beneficioso para nadie.

— ¿Por qué no? ¿Por qué tú si y Kreacher no? — repone con las mejillas acaloradas y el pelo revuelto. Parece una leona enojada.

— Porque las hemos inventado los magos, Hermione. Llevamos la magia en la sangre y el único modo de manifestarla es a través de una varita. Por supuesto todos somos capaces de realizar magia si perdemos el control de nuestras emociones pero eso no habla más que de la necesidad imperiosa de tener un medio de canalización. Los elfos difieren porque su naturaleza misma le permite realizar magia sin ayuda de ningún objeto y están atados a sus propias limitaciones. Es el orden natural por el que las especies mágicas y no mágicas se rigen, por algo las gacelas no se alimentan de tiburones o los tritones no viven fuera del agua.

Ella le mira y termina de colorearse.

— No lo había analizado desde ése punto de vista — admite y le sonríe avergonzada.

Sirius se relaja entonces y suspira, porque ha vuelto a ofuscarla, razón por la cual había decidido alejarse toda la semana.

— Es sólo mi opinión, Hermione, puedo no estar en lo cierto. — reconoce y se pone de pie. Quiere encerrarse con Buckbeack y olvidarse de ella por un momento.

Tiene un pie en las escaleras cuando le oye hablar.

— Tus opiniones suelen ser muy fundadas y acertadas, salvo cuando se trata de Harry.

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Tiene treinta y seis años, si, pero eso no implica que ella no pueda sentir lo que siente ¿Verdad? No es que ha fijado su interés a propósito. No, lo suyo ha sido de manera progresiva, convirtiendo la admiración y fascinación en deseo y adoración.

Vuelve a observarle y no puede evitar sonrojarse porque en cuanto él le devuelve la mirada sus hormonas se revolucionan y le ataca una sensación de vértigo capaz de elevarla en el aire. No dura mucho el contacto porque Mundungus le coge del brazo culminando la historia y Sirius suelta una carcajada perruna.

— No sé qué tiene mi primo, ¿sabes? La vez pasada unas compañeras del departamento estaban mirando unos panfletos ministeriales de Sirius y murmuraban como idiotas que si no fuera un prófugo no tendrían problema en salir con él. Realmente es muy apuesto, pero cuando estaba en Azkaban parecía un hombre consumido por la locura y aun así ellas le encuentran atractivo — suelta Tonks con el pelo recortado y el rostro de chancho.

Hermione sonríe porque no sabe que decir y la mujer vuelve a cambiar de rostro para Ginny.

Entiende perfectamente a las compañeras de Tonks porque ella sí puede ver lo que Sirius Black tiene y va más allá de su aspecto tan perfecto, de sus ojos hipnotizantes o de sus fuertes brazos. Pasa por su aura misteriosa y su aristocracia innata.

No le importa que tenga treinta y seis años, o que podría ser su padre, sino que no lo es y que cada día le resulta más difícil controlar al perro que ruge por enseñarle todo lo que los libros no pueden.

Tampoco se miente, preferiría no encontrarlo tan atractivo ni tan inteligente. Le sería más fácil no admirarlo y extrañarlo como lo hace.

Definitivamente querría no amarlo, pero no puede.

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Allí está otra vez, subida a una escalera muggle de peligrosa procedencia, intentando terminar de colgar unas guirnaldas por navidad. No es que él hubiese decidido sentarse justo donde ella se encontraba realizando movimientos tan sugestivos para mantener el equilibrio, es que Hermione ha decidido por casualidad trabajar donde él pueda verle.

Y ésa es otra de las razones que le hacen dudar que ella realmente sea una niña inocente de dieciséis años, porque cualquier otra melindrosa criatura de su misma maldita edad no lo habría hecho, no cuando él poco más se relame como el perro alzado que es ¿Verdad?

Degenerado, enfermo, abusivo.

Se pone de pie, porque su imaginación ha ido muy lejos con aquellos movimientos pélvicos y sus deliciosos y jóvenes muslos, cuando ella cae de las escaleras. Por puro reflejo logra atraparla y le sostiene en vilo. La tiene peligrosamente cerca, tanto que su aroma dulce se le cuela por la nariz y no puede explicarlo, pero pronto se encuentran sólo a un palmo de distancia y ella ha cerrado los ojos.

Pierde el control y está seguro que la besará, cuando alguien se aclara la garganta muy cerca de él.

Maldición.

Hermione se sobresalta y él no necesita apartar los ojos para saber que Moony está mirándole con reproche.

— ¿Ocurre algo? — pregunta su amigo mortalmente serio mientras él pone a Hermione sobre sus pies otra vez. Desea decirle que sí, que ahí tiene una prueba de que él es un depredador de primera sin conciencia alguna, pero que Hermione es un plato muy dulce que se sirve solo y en bandeja.

De todos modos se encoge de hombros.

— Hermione se ha caído de las escaleras. — contesta.

— Si, gracias Sirius, le pediré a la señora Weasley que me ayude a terminar — expone ella colorada y no le dan las piernas para alejarse a toda prisa de la sala.

— Tú y yo, altillo ahora mismo. — ruge Remus y le da la espalda.

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Perfecto.

Ahora no sólo tiene prohibido salir, sino también se ha tenido que aguantar a Moony soltarle un sermón sobre la vida y como un hombre de treinta y seis años no debe andar tras las faldas de una niña de dieciséis años porque eso te convierte en un maldito pedófilo y pensé que jamás debería tener ésta charla contigo otra vez. No obstante Remus no ha querido oírle ni entender que él intenta comportarse pero le resulta difícil si Hermione se le aparece hasta en el tapete dispuesta a volverle loco.

— ¡Es una niña, Sirius!

— ¡Pero no se comporta como si lo fuera, Remus! Dudo que no sepa lo que hace, cualquiera en mi situación diría lo mismo.

— ¡Más a mi favor! Dime ¿Qué es lo que harás cuando Hermione pierda los escrúpulos y apueste a lo grande, eh? ¿Podrás mantenerte al margen?

Esa noche lo averiguaría de primera mano.

No ha ido a cenar y se la ha pasado todo el día de mal humor, ni Harry se le ha acercado y si bien todos creen que se ha vuelto huraño porque en diez días se quedará solo es porque no han oído su discusión con Remus por dos horas.

De cualquier modo, está encerrado con Buckbeack, el único que lo entiende, cuando golpean tres veces la puerta. Sirius suelta un gruñido a modo de respuesta y ella se asoma por el otro lado. Como si no tuviera suficiente.

— Sirius, lamento molestarte, no quería despertar a la señora Weasley, pero hay algo en mi habitación y como no puedo hacer magia… ¿Puedes ayudarme? — que me parta un rayo en este momento. Por supuesto que puede ayudarle, el punto es porqué siempre recae en pedirle las cosas a él. ¿Es que acaso toda su inteligencia no le vale para notar que él es peligroso para ella porque tiene un deseo imperioso de follársela hasta que Voldemort muera y aun así no se sentiría satisfecho?

De todos modos se pone de pie y le sigue, porque no tiene una buena excusa para no acudir. Tampoco le lleva mucho tiempo averiguar cuál es el problema. Un boggart.

Hermione lo ve suspirar y llevarse una mano a los ojos tapándoselos por un momento. La luz de la luna se cuela por las ventanas y hace de aquel perfil masculino un poema indescifrable.

— De acuerdo — dice resignado y mueve la varita obligando al boggart a salir, es automático, una silueta oscura abandona el escritorio y antes de poder tomar forma Sirius le apunta con la varita y lanza el hechizo sin emitir sonido. De un estallido el boggart cambia de forma a una muy parecida a la mujer del cuadro pero vestida como mesera muggle y desaparece ante sus ojos.

Le mira sorprendida porque ese hombre no termina nunca de impresionarla.

— ¿Por qué has hecho eso? ¿Cómo es que le atacaste antes de que se materialice? — suelta, le pican las manos y le asalta la habitual sensación de vértigo cuando él le mira con los ojos oscurecidos. Sabe que algo dentro de él está pujando por hacer lo que hace tiempo desea, pero que de algún modo aún se opone. Sabe que Padfoot no lo habría dudado un momento, pero le ha tocado tratar con su versión adulta, esa que no jura tan fácilmente que sus intenciones no son buenas, sin importar cuando ella le tiente a hacerlo.

Sirius se encoge de hombros sin perder la aristocracia innata en él.

— Son imágenes que no tengo deseo alguno en ver. Una sola vez he visto lo que tienen para ofrecer y me ha bastado — contesta sombríamente.

— ¿Qué ha sido? — pregunta por inercia. Se acerca un paso y él no retrocede, bien porque no lo note o no lo crea necesario.

— Nada que no lo viese más tarde convertido en realidad. — responde escuetamente y Hermione está segura que se refiere al padre de Harry, James Potter.

Está mortalmente serio, ha notado su peligrosa cercanía y los ojos se le han oscurecido. Tal vez, después de todo el perro finalmente esté suelto. No mide mucho lo que hace porque alguna vocecilla dentro de ella le previene de hacerlo. Pero no lo hace, se lanza a sus brazos y le besa como si no existiera orden mayor. Él no responde de inmediato, pero lo hace, primero vacilante y luego con fiera determinación; con una mano le coge la nuca y con la otra la cintura acercándola a su cuerpo. Hermione se siente desvanecer cuando aquella lengua curiosa sale a investigar y le lame los labios, como diciendo la contraseña para ingresar a su boca; ella no le niega el paso, no, porque lleva mucho tiempo deseándolo. Sirius coge entre sus labios el inferior de Hermione y tira suavemente, provocando que ella gima y se apegue más a él. Ladea el rostro y tiene mayor alcance, realiza proezas en ella y Hermione entiende que aquel hombre no sólo es hábil para la magia; entiende — a luz de la evidencia — que Padfoot ha hecho mucho más que leer libros y asistir a clases. Es ella quien le muerde ésta vez pero le vale para terminar besando el aire a medio metro de él.

Abre los ojos sobresaltada y ve a Sirius con los brazos aún extendidos. Los ojos grises refulgiendo y la ira se hace presente en todas y cada una de sus facciones.

— ¿Qué he hecho? — musita horrorizado y se mira las manos aún pasmado.

Ella hace el amago de acercarse, porque jamás lo ha visto así de furioso y asustado. Pero él frunce el ceño y le lanza una mirada encolerizada. No es más que un gesto, pero le basta para mantenerse en su sitio, porque a fin de cuentas Sirius es un hombre veinte años mayor y ha decidido comportarse como tal, sin importarle — o sin saber — que ella le adora desde que oyó su historia completa en la casa de los gritos.

Pasa a su lado como alma que lleva al diablo y se pierde detrás de la puerta.


¿Y bien? ¿y bien? ¿Y BIEN? Tengo nervios...