Han pasado 12 meses aproximadamente desde que a Peeta Mellark y a mi nos coronaron vencedores de los septuagésimo cuartos juegos del hambre.

Al fin pasaron las preocupaciones, el miedo y angustia que desde los doce años me invadían cada año al llegar el día de la cosecha, por fin, no tendré qué volver a preocuparme por ir a los jjuegs. Por fin estamos en paz, libres de juegos.

Prim descansa en el sofa de nuestra casa en la Aldea de los Vencedores, con su horrendo gato junto a ella.

Una presion de mi pecho se va sabiendo que yo soy libre pero una mayor llega al saber que ella no; al saber que El Capitolio puede arrebatarme lo más preciado que tengo en un instante.

Hoy, mis preocupaciones solo aumentan, pues hoy El Presidente aunciará que tipo de Juegos quiere para el tercer Vasallaje de los Veinticinco.

No se lo que le puedan llegar a hacer a la gente que amo pero aún asi mi compañero Peeta Mellark y yo no volveremos a preocuparnos más por las atrocidades de los juegos.

En tres días llegará el septuagésimo quinto aniversario de los juegos del hambre, lo que significa que también ha llegado el tercer vasallaje de los veinticinco.

Peeta vendrá hoy a nuestra casa para ver el anuncio (invitación de mi madre) y ver a que clase de tributos tendremos que ayudar. La televisión que tenemos se enciende automáticamente con el himno de fondo y posteriormente hay solo comerciales referentes a Los Trágicos Amantes del Distrito Doce, al mismo tiempo, alguien toca la puerta y asumo que es Peeta. Le abro y me mira con una triste sonrisa.

-Siempre es bueno verte, Katniss.

-Lo mismo digo.

Al fin lo invito a pasar y él se dirige hacia la cocina donde se hallan mi Madre y Prim preparando unos bocadillos.

-Buen día Sra. Everdeen, agradezco en demasía su invitación.

-No es nada Peeta, además, Katniss quería verte de nuevo.- En ese instante noto como se ruborizan mis mejillas, así que intento cambiar el tema rápidamente.

-¿Qué contiene esa bolsa, Peeta?.

-Oh, nada más quería traerles algo de pan y no llegar con las manos vacías, además se lo mucho que te gustan los bollos de queso. -Sonrío con toda la sinceridad que puedo. -Gracias, hace meses que no pruebo algo tan delicioso.- En éste maravilloso momento me invade una extraña sensación, siento como se ruborizan mis mejillas al mismo tiempo que mi estómago comienza un largo recorrido por una montaña rusa que da miles de vueltas revolviéndolo, no puedo evitar mirar sus hermosos ojos, hipnotizantes, bajo estas rubias y largas pestañas, claros como el azul del mar. Justo en este momento tan perfecto en el que me encuentro admirando la belleza natural de Peeta, la voz de Prim es la que hace que me aparte del gran chico que tengo a unos cuantos pasos, para dirigirme hacia el televisor de la sala.

-Vamos, Katniss, Peeta, Madre, ya va a comenzar.

Me quedo parada justo enfrente del televisor y ahí está él, tan despreciable, tan frío, tan cruel y lleno de odio, es él, nuestro repugnante presidente, Coriolanus Snow.

-Acercate, ya va a comenzar- le digo al chico del pan. -él asiente.

Snow comienza su discurso ...

Nos habla sobre los Días Oscuros que dieron origen a Los Juegos del Hambre, sobre la primera revolución y sobre como todos los humanos hicimos lo imposible para acabar con nosotros mismos, después habla de los anteriores Vasallajes. Continúa, y cada vez mi corazón lleva un ritmo más rápido al no saber que clase de atrocidades serán incluidas en este Vasallaje.

-En este setenta y cinco aniversario, como recordatorio de que ni siquiera la población más resistente puede sobrevivir a la justicia del Capitolio, solamente se aceptarán tributos masculinos en la arena, incluidos vencedores.

Después de escuchar las horribles palabras de nuestro presidente noto como el alegre y radiante semblante de Peeta se torna un tanto perturbado, se lo que debe estar pasando por su mente en este momento, se lo que debe estar sintiendo, tendra que volver a esa estúpida arena, tendrá que revivir los juegos, volverán esas pesadillas tan horrorosas que al mismo tiempo estarán obligadas a destruirlo, convirtiendose en su única realidad.

Lo único que puedo decir es:

-Peeta, ¿Estás bien?-vaya pregunta estúpida en estos momentos, bien Katniss, bien hecho- me reprendo mentalmente. Él no contesta, ha entrado en shock.-Me voltea a ver y sacude su cabeza. El anuncio que dió Snow el día de hoy no es más que otro de sus juegos para matar cada semilla de esperanza que pueda haber dentro de cada uno de los ciudadanos de Panem, no hizo más que destruir mis esperanzas y las de Peeta también.

-No. Tengo que ir...a mi casa. Sí, tengo unos pedidos atrasados.

Peeta sale corriendo por la puerta principal, sin una despedida o algo por el estilo. Corro detrás de él y logro tomarlo del codo. Me ve con lágrimas en los ojos y mi corazon se rompe. Quiero hacerle saber que estará bien, que sus posibilidades de volver a la arena son una en un millón pero el que sabe de magia con las palabras es él, no yo. Tomo su cara mojada en mis manos y sonrío nerviosamente.

-Tranquilo, Peeta. Es casi imposible que vuelvas a Los Juegos.

El sacude su cabeza y sigue llorando.

-No quiero ver a más gente morir, no cuando sabemos que podemos ayudarlos.

No se como hacerlo entrar en razón, como hacerlo dejar de pensar de esa manera. Así que lo beso.

No pensé en otra forma de hacerlo olvidar, aunque fuese por un instante, las palabras tan insensibles emitidas de la boca de Snow, el anuncio del que todo Panem fue testigo, ése que ahora mismo debe de estar torturando a Peeta sabiendo que podría volver a ése lugar, a ese del que todo Panem quiere liberarse, a Los Juegos del Hambre.

Vuelvo a sentir esa magnifica sensación que tuve la primera vez que lo besé, mi primer beso. Siento el calor que irradian sus labios al pegarlos a los míos, descubro que una de sus manos acaricia suavemente mi mejilla, pero como era de esperarse el beso llego a su fin y el tuvo que marcharse a su casa.