Destiny
1era Entrega.
Inundado por el profundo agobio de haber perdido dos embarazos, la emperatriz de Kanagawa dio a luz, el 5 de Marzo, a quien sería si único hijo. El primogénito. Los pueblerinos habían escuchado rumores cuando la joven mujer quedó embarazada, pero al no verse frente a la multitud, eran simplemente rumores.
Seiichi Yukimura fue nombrado el niño; con ojos violáceos y cabello azulino que adornaba su pálida piel, además, esos gestos nobles que caracterizaban a los Yukimura de antaño y aún seguían impresos en esa joven mirada.
Al ser un pequeño "príncipe", no podía mezclarse con los niños de su edad y pasaba horas con Madame Hisaki, practicando arreglos florales, meditación y buenas costumbres. Muchas veces anhelaba poder salir a jugar, correr y encastrarse de barro como lo había los aldeanos mientras él miraba por la ventana. Suspiraba pesadamente y sentía en lo más profundo de su débil cuerpo, que era necesario para él poder vivir en carne propia lo que pasaba a su gente, pues una vez que el Emperador muriera, él debía sucederlo. ¿Cómo lo haría sin siquiera poder vivir y sentir lo que su pueblo siente? Seiichi era grande, grande en nobleza y pureza, cosa poco normal en un futuro gobernante.
A cumplir la edad de quince años, el libertinaje era muchísimo más liviano, pues podía pasearse en carrozas bellamente decoradas por los alrededores del castillo, podía si quería conseguir prendas de vestir del pueblo o joyería barata si le gustarse; eso sí, aun hoy para él, descubrir su cara era casi una misión imposible…..o al menos eso creían sus padres.
–Mis padres me sobreprotegen demasiado –murmuró el muchacho a una de sus sirvientas, la más anciana de todas y quien le crió desde bebé–. Pero no puedo vivir un minuto más rodeado de lujos, oro y bellas obras de los pintores más reconocidos de la actualidad, vivir aquí, como si me trataran de muñequita de cristal –abrió su armario y buscó entre sus pertenencias–. Tapados, tapados, ropa elegante ¡en qué estoy pensando! No encontraré nada viejo aquí.
–¿Qué desea hacer, mi joven amo? –preguntó la anciana, Seiichi suspiró, odiaba que le llamaran así.
–Iré a las afueras de aquí, a vivir con mi gente.
–¿Pero qué está diciendo? ¿Se ha vuelto usted loco? –la mujer intenta persuadirlo para que claudique en su accionar, pero si algo admiraba de Seiichi era su entusiasmo.
–No lo haré, por favor Madame, tu me haz criado desde mis más tiernos años….tú sabes que un Emperador no puede vivir toda su vida encerrado, que no puede gobernar sin conocer. Mi padre hizo algo parecido a lo que hoy hago yo –tomo las manos de la mujer–. Tú también lo haz criado.
–Seiichi, tu eres un ser tan fino y delicado, no durarías ni un minuto allá afuera. Pero…te ayudaré –susurró y bajó la mirada.
–¿En serio? ¿Lo harás? –cuestionó sorprendido.
–Mi hija trabaja en una panadería cerca del pueblo. Ella ya es mayor y necesita ayuda con su puesto. Puedes hacerte pasar por su hijo…..–bufó y bajó sus hombros extenuada–. Aun así, trata de no relacionarte lo suficiente con los demás, hay mucha gente mala allá afuera.
–No te preocupes, solo debes cubrirme unos días, quiero simplemente ver cómo viven todos ellos.
–Así no puedes ir –habló la mujer antes que el muchacho pudiera abandonar el cuarto–. Tengo ropa vieja de mi hijo abajo, además, esa cara está demasiado limpia y perfecta. Ven conmigo, te ensuciaremos.
–¿Esta bromeando? –asqueado dio dos pasos hacia atrás.
–¿Quieres vivir como ellos?
–….sí.
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No se podía sentir cómodo con esa ropa vieja y desgastada, su cuerpo sucio y cabello sucio, cubierto por una tela, pero debía admitir que con ese aspecto logró pasar por delante de los caballeros que custodiaban su palacio sin que lo reconocieran. Llevaba unos zapatos de trapo amarrados con un cordón viejo, unos pantalones color café y una playera a tono; una pañoleta conformada por un trapo sucio que cubría su notorio cabello azul.
Una vez pudo librarse de la fronteras de su castillo observó detalladamente el paisaje rupestre. Mujeres cargando enormes bolsas, hombres cortando leños, niños jugando con espadas de madera y cayéndose sobre el barro ligeramente húmedo. Debía avanzar hasta llegar a una panadería, donde la mujer lo esperaba. A pesar de ser veinte años más grande que él siquiera, se había avejentado enormemente. Traía unos panes en sus bolsas arrastrado en el piso y llevándolo en la carreta donde un hombre mayor los cargó. Se besaron y pudo entender que eran esposos. Siempre se preguntó si su matrimonio arreglado le traería felicidad, pero ese amor que se siente en el aire al ver a una pareja casada hace añares era suficiente para entender que eso pasaba por otro lado y no un mero arreglo matrimonial.
–Oye, pueblerino, estas en el medio –una potente y gruesa voz le asustó y giró para ver a un torneado muchacho de cabellera oscura.
No, no era simplemente un joven de veinte años, con una bolsa de troncos bastante pesado a cuesta, su cuerpo bien formado, su mirada de completa seriedad y su expresión le hacían atemorizante. Traía unos raspones en su pecho que pudo divisar, dado que su ropa se encontraba rasgada y abierta, tal así que notó los abdominales muy bien marcados al igual que sus pectorales. Sintió una extraña sensación que nunca en su vida pudo haber sentido, era un sentimiento que le ardía y comenzaba a reaccionar en diferentes partes de su cuerpo, algunas aun que no habían despertado completamente.
No pudo contenerse, simplemente era imposible, ese muchacho que aún le seguía mirando un poco enojado era realmente un ser fuerte, protector, de esos que quisiera tener en su palacio para siempre, que le cuide, lo proteja y sorbe todo…..que.
–¿Vas a dejarme pasar? –Preguntó frustrado, Seiichi inmediatamente se corre y el moreno deja caer los leños en frente de la panadería–. Señora Kari, aquí les dejo los leños que encargó. Son dos monedas de oro.
–Oh, si, si…vuelvo inmediatamente –la mujer entra a su negocio seguido por Seiichi, que aun intentando disimular su atracción sexual por el joven moreno quien se acomodaba el cabello mientras miraba hacia otro lado, intentando no sentirse consternado ante la intensa mirada–. ¿Hm? ¿Y tú quién eres? –preguntó la mujer.
–Oh, ¿eh? ¡Ah cierto! Usted es Kari Hibari ¿ne? Es la hija de la señora Hisaki.
–¿Y tú eres? Espera, no me digas que tú eres el pequeño Seiichi ¡Por dios! Que grande, como haz crecido…pero, deberías lavarte la cara –tomó un paño, que resultaba estar más sucio que la mismísima cara del joven.
–No, no…..su madre me dijo que de esta forma no me reconocerán los soldados que sirven a mi padre. Verá, quiero intentar vivir aquí, en el pueblo –su mirada vuelve al moreno que estaba afuera–. Y recorer este lugar…..y recorrer a la gente…..
–¿Hm? –la mujer miró al joven y luego al moreno y entendió perfectamente–. ¿Acaso quieres "recorrer" a Sanada-san? –picara como pocos dio en el clavo y el joven se sonrojó.
–¿Sa-Sanada?
–Es hijo de Sanada Hachiro, además de ser miembro de elite de los Samurai, por ser descendiente de Sanada Yukimura…..
–Aaaah…–suspiró.
–Es un muchacho muy apuesto…..–sonrió Kari y le guiño el ojo–. Tal vez él podría "ayudarte" con el recorrido.
–¡Señora! Eso no es digno de mi…..yo debo esperar al…aaah que diablos –suspiró–. Por cierto, su madre me dijo que desde ahora me haré pasar por su hijo ¿tiene algún problema o puede hacerme este favor?
–No hay problema, mi hijo murió al nacer y nadie quiere tocar el tema de los hijos, muy poco saben de mi vida….asi que adelante…..–camina hacia donde esta el muchacho y le entrega las dos monedas.
–Gracias.
–Sanada-san, es un hermoso día y mi hijo acaba de llegar de china. ¿No le molestaría ayudarlo a recorrer el lugar? Para que se familiarice.
–¿Hijo? –Preguntó mirando de arriba abajo a Yukimura–. No se parece mucho a usted. Se ve más "delicado" –le tomó de la mano derecha un tanto brusco–. Uñas perfectas.
–Me gusta cuidar mis dedos…..–apartó de la misma manera su mano, aunque el ligero toque le había causado una descarga eléctrica.
–De acuerdo, lo llevaré a conocer la ciudad….. ¿puede con los leños? –preguntó a Kari.
–Mi marido está por llegar, él se encargará. Disfruten el día –la mujer ingresó a la panadería.
El silencio volvió a ser clave, la mirada añil estaba clavada en la canela, prácticamente no se dirigían la palabra verbalmente pero eso cambió cuando un susurro de "Vamos" y un agite de mano lo hizo caminar detrás de él, a una distancia considerable que sorprendió tajantemente a Sanada. Aunque Geniichirou no era muy hablantin decidió iniciar una conversación, para nada era el simple hecho que le atraía sexualmente el joven y quería conocerlo un poco más antes que su cuerpo reaccionara erróneamente, él no era así, seguía casto a pesar que millones de mujeres se le pretendían constantemente, pero era la primera vez que el interés era completamente al revés, de él hacia el nuevo muchachito.
–¿Hace mucho que estabas en china?
–Desde los cuatro años. Viví allá con una hermana de mi padre –inventó, no era bueno mintiendo pero para una buena historia se necesitaba buenos hechos.
–¿Cuántos años tienes? –preguntó amenazadoramente.
–Quince, ¿y usted?
–Veinte.
No entendía por qué, pero la diferencia notoria de edad, de peso y de altura le hacían excitarse cada vez un poco más, aunque Seiichi no sabía si esto era compartido o simplemente sus ideas comenzaban a comerle el cerebro. No podía simplemente lanzarse a un muchacho con un cuerpo escultura a realizar maniobras que ni siquiera sabía cómo ni cuándo hacerlas, pues se tenía que mantener puro hasta el día de su boda, lo cual, en estos momentos se le resultaba bastante difícil.
Siguió caminando a ras de él, respondiendo preguntas estúpidas como si sabía montar a caballo, o si pretendía atender la panadería. Entre idas y vueltas pudo escuchar un poco sobre la historia de Genichirou y no solo pensar que era un sexy moreno que le encantaba provocarle debes en cuando con alguna mirada funesta. Los Sanada eran una prestigiosa familia de Samurai, pero las armas no se le daban a cualquier miembro de la familia, y eso Genichirou lo sabía. Su padre se dedicaba a vender leños, su hermano mayor era herrero y trabajaba junto a los Kuwahara, y él, a pesar de haber sido samurái, actualmente trabajaba con su padre. Tenía un sobrino y a pesar que anhelaba darle un nuevo nieto a su padre, no encontraban ni el hombre ni la mujer adecuada para procrear, al menos no hasta el momento que vio a Seiichi, pero eso, quedaba en secreto y se pronunciaba con sus miradas.
–Sanada, Sanada, Sanada…..–esa arrogante y burlona forma de hablar podía ser simplemente del engendro de la ciudad, aquel rufián que vendía baratijas y pócimas para los estúpidos, quien más que Masaharu Niou para engañar a todos. Estaba encima de un caballo, pero en vez de encontrarse sentado de forma vertical, se encontraba horizontalmente, como si el caballo fuera un banquillo–. Veo que al fin encontraste una presa para pasar la noche. Es demasiado delicado para tu gusto, creo que deberías intentarlo con un rinoceronte, un animal así de grande soportaría tu potencia jajajaja.
–¿Qué diablos quieres, Niou? –preguntó con furia, el muchacho se bajo del equino y caminó hacia Seiichi tomándole el rostro y levantándole la cara, inmediatamente sus ojos se abrieron, pero decidió no decir nada y volver a molestar a Sanada–. ¿Qué tienes?
–Nada, nada, quería saber si deseas comprar una poción de amor. ¿O tal vez una poción antidolor? Para que el muchacho no sienta el dolor de trasero que le dejarás jajajajaja.
–¡NIOU! –gritó apretando su puño, pero antes que pudiera avanzar, un muchacho con yukata negra corrió hacia ellos–. ¿Yagyu-sensei?
–Lo siento, lo siento. Masaharu se escapó nuevamente, estaba enseñándole buenos modales –cruzó los brazos cuando llegó a su altura.
–¿Y quién te enseña a ti? –susurró Niou sacándole la lengua.
–¡MASAHARU! Eso es inapropiado…..–saca de su Yukata unos apuntes y se los intenta dar–. Toma, aquí están las reg-…..
–Puri….–Niou le golpea la mano haciendo que los papeles vuelen por el aire y caigan al suelo–. Ups.
–¡MASAHARU! Que desastre ¿me ayudarías? –preguntó a Sanada quien frunciendo el seño se alejó para ayudarle.
–Lo hiciste adrede ¿verdad? –preguntó Yukimura, Niou sonrió de costado.
–Claro que si, su alteza….
–Pe-pero ¿Cómo? –espantado de ser descubierto, Niou sonrió socarronamente–. ¿Cómo te diste cuenta?
–Mi apodo Brujo no es solamente un sobre-nombre –murmuró–. Bueno también me dicen Rufián, pero eso no está en conversación. Ejem, pues, fueron tus ojos….
–¿Mis ojos?
–Nadie en la aldea tiene ojos violáceos, solo los reyes. Dicen que dios escoge a sus reyes colocándole los ojos violáceos entre los demás terrestres. Puras idioteces que me dice Yagyu para que me vaya a dormir temprano –zarandea y camina hacia el joven, pasándole la mano por sobre los hombros–. Fue fácil descubrirte, pero lo que más me llama la atención es como alguien con tu presencia puede acostarse con un ser como Sanada, bárbaro y feroz como un toro.
–¿Eh? No me he acostado con él.
–Aun….
–¿Cómo…..? –Niou vuelve a sonreír asustando a Yukimura por segunda vez.
–No hace falta venderle pócimas de amor a los idiotas para reconocer cuando hay algo en el aire. Aun así ten cuidado, a veces el amor no es como lo pintan, y puede que el deseo sea más fuerte.
–Ya esta, ahora llévate a ese rufián de aquí antes que mortifique a este muchacho más de lo que esta –susurró Sanada tomando a Niou del cuello de su Yukata y lanzándoselo a Yagyu.
–Gomen nasai, Sanada-san.
–Si, si, ve y haz algo bueno con ese brujo amargado –antes que Yagyu se lo llevara arrastrando, el blanquecino le mostro la lengua con desprecio, lo que hizo que el moreno se enojara aun más.
–No se lleva bien con Niou-san ¿verdad? –preguntó riendo suavemente, Sanada bufó molesto.
–Algo así, desde que éramos pequeños siempre me ha provocado para que le rompa toda la cara, pero en general nunca lo hice, a decir verdad creo que algo lo debo querer. Su padre y mi padre eran buenos amigos. Es un año menor que yo, pero nos hemos criado juntos –suspiró–. Y Yagyu también fue compañero mío, él es maestro de modales, al igual que mi hermanastro Renji.
–¿Hermanastro? Creí que tenía un solo hermano –el joven de cabello largo parecía algo confundido, por lo que Sanada despejó sus dudas.
–Mi madre tuvo una aventura con otro hombre, de allí nació mi hermano Renji, él es dos años menor que yo, es sensei de la escuela que se encuentra aquí, uno de sus peores alumnos, Akaya-kun, es mi subordinado en las tareas de cortar leños. Como es escuálido, le pido que recoja los leños porque no sirve de otra cosa.
–Jajajaja, que cruel.
–Niou-kun se la pasa vendiéndole pócimas que no sirven, y él se lo cree –suspiró–. Poco a poco conocerás a todos los idiotas que son mis amigos de infancia.
–Llegamos a la panadería nuevamente.
–Si, debo irme o mi padre me degollará vivo. Un placer Seiichi…..–le mira de arriba abajo nuevamente y con un ligero gesto se retira.
–Aaaaah…..dios mío.
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Bañarse era todo un lujo, Kari había conseguido un poco de agua para la tina, pero la vergüenza lo inundó al saber que los baños eran comunitarios, y debía albergar en la tina a alguien más aparte de si. Se desnudó completamente y con un trapo viejo enredado en sus caderas entró al baño donde lo esperaba un hombre. Se sintió algo nostálgico al no ver a un anciano o un niño, que le evitara el trauma que estaba a punto de sentir, pero cuando ese cuerpo musculoso se dio la vuelta notó inmediatamente que quien se encontraba allí y compartiría baño con él era nada más que Sanada. Como si el destino le jugara una mala pasada, comenzó a sentir arder el cuerpo al notar la figura completamente desnuda del muchacho, sin tuya que cubriera esas enormes partes nobles y comenzó a entender porque Masaharu comentaba sobre la potencia y el tamaño del muchacho en tono de broma.
Se sonrojo de punta a cabeza, comenzó a temblar ligeramente pero poco a poco se fue el morbo de su cabeza cuando las partes íntimas de Genichirou se sumergieron en el agua y se acostó en la tina con los brazos en los lados.
–Espero que no te moleste compartir la tina conmigo, mi padre dice que necesitaba un baño y yo también lo creo –exclamó, El muchacho rió de costado un tanto avergonzado y sin quitarse la tela que hace de toalla comenzó a sumergirse.
Genichirou miró bastante asombrado como el muchacho parecía realmente un puritano y no mantenía las costumbres de un buen aldeano, demasiado delicado y suave para el gusto de cualquier hombre o mujer que viviera allí. Se quitó la tela y la arrojó una vez estando completamente sumergido y se relajó un poco, comenzó a limpiarse la cara y el cabello, bajo la intensa mirada de Sanada, quien frunció el ceño.
–No eres bueno bañándote solo ¿o qué? –preguntó el moreno.
–Es que….yo…–alza los hombros bastante perturbado. Genichirou tomó una esponja, lo ayudo a darse vuelta dándole la espalda y comenzó a frotarle un suave liquido en la espalda, acercándolo un poco más a él–. ¿Mejor?
–Mucho mejor…..–comenzó a padecer un liguero temor, pero al sentir las manos morenas del muchacho sobre su cuerpo, inmediatamente se relajó. Le estaba dando la espalda, por lo cual comenzó a sentir una cierta dureza en su trasero.
–Nunca vi un pueblerino con una piel tan bien cuidada, tratas de esconderla tras la mugre pero aun así, parece realmente bien cuidada –el suave susurro en su oído lo alertó, por un momento no importaron las palabras.
–Pues, mi tía usaba hiervas especiales de china para cuidar mi pie….aaah….–gimió apenas sintió el rose de unos labios en su cuello, tal vez no era la intención besarle el cuello pero si oler ese perfume que sobresalía de su piel.
–Lo siento…..no pude evitarlo….–sin lugar a dudas estaba comenzando a enloquecer.
Seiichi se dio la vuelta para evitar seguir teniendo ese contacto con algunas partes impúdicas, pero se encontró con los ojos miel del joven samurái frente a frente. Casi fue inmediato lo que pasó, pues no pudo evitarlo y se abalanzó sobre él besando sus labios con fuerza y algo de brutalidad. Ninguno de los dos sabía realmente besar, en esos momentos se dejaron llevar completamente. El estar desnudos no ayudaba para nada en que las cosas no se pudieran calientes en aquella pequeña tina. Sanada recorrió absolutamente todo su cuerpo y su boca, mientras que Seiichi solo se concentraba en los brazos y abdominales, rozando su trasero contra las caderas de Sanada, sin tener aún un contacto íntimo.
Al quedarse sin aliento y sus lenguas sin fuerza para ingresar aun más profundo, la boca de Genichirou comenzó a besar la piel blanca de Seiichi, soltándole varios quejidos, mientras el miembro duro del moreno comenzó a crecer rápidamente. ¡No! No podía, no aun, no en esos momentos. Seiichi estaba completamente aterrado, aunque en ese instante Sanada comenzaba a mandar y a tocar lugares intocables, acariciar zonas específicas y besar con pasión la boca y el cuello. Estaba listo, se había lanzado completamente a Yukimura abriéndole las piernas de par en par, listo para entrar y tener el sexo más apasionado de su maldita vida, pero no fue así. Apenas y colocó la punta de su miembro en el trasero, dispuesto a entrar despiadadamente, Seiichi reaccionó. Con su rapidez y torpeza salió de la tina, se colocó aquel trapo viejo y salió disparado fuera ante la vista de varios presentes.
–¿Qué paso? –preguntó un muchacho moreno a un joven pelirrojo.
–Ni idea Jackal –murmuró Bunta observando al chico. Luego las vistas pararon a la tina donde Sanada intentó colocarse algo entre las piernas para que evitaran ver esa erección gigante que tenía, necesitaba calmarla.
–¿Estás bien, Sanada-san? –preguntó el moreno, pero a velocidad luz Sanada cerró la apertura al baño de un golpazo sin decir nada al respecto.
Estuvieron cerca, pero sabía que había sido demasiado apurado por su parte. Tal vez era simple deseo, y no podía desvirgar a un chico por la simple pasión de su cuerpo, tenía que pensarlo bien antes de volver a sentir eso que hacía años quería sentir. Amor.
Fin de la primera entrega.
