¡Buenas!

Vuelvo a la carga con Radamanthys, que los que ya me conocen saben el aprecio que le tengo al Unicejo por excelencia (con permiso de Aldebarán, claro. Pero estos dos están inmersos en su peculiar "Monólogos con Entrecejo" en el fic de "El Intercambio")

Bromas aparte, este fic va a tener varias partes. Trata de las relaciones que existen entre Radamanthys y otros personajes con los que interactúa para facetar el carácter del espectro entre sus amigos, aliados y enemigos. En cada capítulo aparecerá Radamanthys interactuando o hablando de ese otro personaje.

El título es una alteración de una frase del filósofo madrileño José Ortega y Gasset "Yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella no me salvo yo", publicada en su obra "Meditaciones del Quijote".

Empiezo con Pandora, cómo no.

**DISCLAIMER**
1) Los personajes de Saint Seiya y su universo pertenecen a Masami Kurumada, la TOEI y demás que tengan participación.
2) El dibujo que ilustra este fic es mío. Es un sketch que hice y podéis verlo en mi dA (el link directo está en mi perfil, pero vamos si ponéis Melissia-Scorpio deviantart os sale). Quizás algún día lo coloree, pero en blanco y negro me gusta como queda. Cualquier uso de este dibujo sin mi autorización previa será denunciado. Si queréis usar alguno de mis dibujos, decídmelo y dadme el crédito. Que no cuesta nada.


Yo soy el Wyvern y mi circunstancia
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1. Tedio

Tedio. Del latín taedium. Aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o a alguien que no le interesa.

La definición exacta.

No había otra posible al sopor que tendría que aguantar una tarde más encerrado en aquel lúgubre castillo y lo que en breves instantes acontecería. Hasta su templo tenía algo más de luz, si ésta se atreviera a alumbrar con más fuerza los yermos terrenos del Inframundo.

Sus ambarinos ojos recorrieron las estanterías repletas de polvo acumulado con los años.

Cerró el diccionario con un golpe seco y se incorporó de aquella mugrienta e incómoda butaca de estilo rococó.

Todo el castillo apestaba a clausura. A muerte. A olvido.

Ni siquiera los habitantes del pueblecito más cercano se atrevían a acercarse, puesto que el boca a boca había procurado alimentar de fantasías esotéricas el perfil de aquel castillo parcialmente oculto por la frondosidad del bosque que lo rodeaba.

Cuando llegó por vez primera a aquel lugar para encargarse de aquella joven, no le extrañó lo más mínimo que ella tuviera ese carácter huraño.
Según habían relatado los dioses Hypnos y Thanatos, la infancia se terminó para ella en el mismo momento en que destapó las vasijas donde ellos se hallaban encerrados.

Y en cuanto el alma de Hades se reencarnó, la barrera aniquiló todo ser viviente excepto a ella.
Toda su familia destruida gracias a su curiosidad.
A pesar de esta tragedia, jamás expresó una sola palabra de tristeza o de recuerdo hacia sus padres en los años posteriores.

Realmente era una muchacha fría. Incluso podía adivinar la crueldad que escondía tras una dulce voz. Si tuviera que compararla con un animal diría que ella era como una serpiente. Silenciosa, aparentemente apacible, pero increíblemente despiadada a la hora de ejecutar sus acciones.

Sólo una vez su carácter pétreo e impasible se reivindicó con fiereza.

Fue hacía apenas dos meses. Cuando la vio por primera vez.

Aquel día, se hallaban reunidos todos juntos los dioses del Sueño y de la Muerte, la señorita Pandora, su hermano Minos, su hermanastro Aiacos y él.
En aquella helada estancia, Pandora reveló los planes que había trazado para conseguir la cabeza de Atenea.

Radamanthys no recordaba exactamente qué fue lo que dijo Thanatos, que provocó que ella se enfureciera de aquella manera. Probablemente alguna incisiva crítica a su idea.

Bien sabía él que era imposible llevarle la contraria a aquella joven, sin que saliera indemne.
La soberbia que gastaba la señorita Pandora era conocida por todo el vasto reino del Inframundo. Jamás admitía una crítica.

—¿Acaso estás criticando mi estrategia, Thanatos?
La voz de ella, siempre tan dulce y tan venenosa a la vez.

El dios se removió en su asiento, vanagloriándose de haber dado en la flaqueza de aquella muchacha. La marioneta que su hermano y él manejaban y que no dudarían en sacrificar a la primera de cambio.
—Por supuesto que critico tu estrategia, Pandora. No tienes la más remota idea de lo que supone llevar un ejército a tus espaldas y es por ello que te hemos asignado a Radamanthys para que te asesore. Queremos vencer no caer estrepitosamente con un plan diseñado por una mocosa.

Y ahí fue cuando ella reaccionó como un volcán en erupción, incorporándose en la silla y encarándose al dios de la Muerte.
—¡Pues no haberme robado mi infancia y ponerme al frente del ejército del Inframundo!

Él permaneció impasible. Aiacos aguantó la respiración unos segundos. Minos rió entre dientes.

En ese momento, los tres jueces e incluso Hypnos pensaron que la vida de Pandora acabaría en ese mismo momento.
Pero no.
Si alguien podía superar en crueldad a Pandora era, precisamente, Thanatos.

—No fue mi culpa que desobedecieras las órdenes de tu querido padre y te aventuraras a abrir nuestras vasijas que se hallaban en la bodega, ¿cierto?

Ella tragó saliva y sus ojos violáceos se abrieron de par en par, al sentir la punzada de tal acusación.

—Pandora, no estás en condiciones de exigir absolutamente nada. Es más, fuiste bendecida con un poder sobrehumano gracias a nosotros y tienes la promesa de la vida eterna. La culpa de que estés aquí, sentada con nosotros y maquinando la manera de deshacernos de la diosa Atenea y poder recuperar a nuestro señor Hades es única y exclusivamente tuya. Así pues— dijo con un tono acerado— siéntate en tu sitio y escucha lo que tenemos que decirte. Obedece nuestras órdenes, compórtate como hasta ahora y pronto verás los resultados. Por lo que, de momento, te asignaré a Radamanthys como tu protector y mentor. Y espero que tengas la decencia de hacer caso a lo que él te diga…

Radamanthys sonrió de medio lado al recordar aquella frase. Por mucho que le fastidiara a Pandora, él tenía el favor de los dioses gemelos, por encima de sus propios hermanos.

Desafortunadamente, esto conllevaba el consecuente rencor de la muchacha hacia el juez, quien no dudaba en ningún momento de vengarse a su manera de aquel castigo.

Como aquel que iba a iniciarse en esos momentos, ya que escuchó los pasos del mensajero, despertándole de los recuerdos.

—Mi señor Radamanthys, la señorita Pandora exige que asista a la sesión musical que Orfeo tiene preparada.

Con el diccionario aún en la mano, el juez emitió un suspiro de agotamiento.
—¿Existe alguna manera por la cual yo no tenga que acudir a ese concierto?— preguntó al mensajero. Éste se encogió de hombros mientras esbozaba una sonrisa.

—Solamente me dedico a transmitir el mensaje que ella tiene para usted, mi señor. Si quiere que le diga un recado de su parte, pronuncie sus palabras, pero no quisiera ser una víctima colateral del enfrentamiento abierto que tienen ustedes.

Radamanthys tamborileó los dedos sobre la tapa del diccionario, pensativo.
—No me queda otra opción que aguantar ese tedioso— dijo remarcando con sorna la palabra— concierto, ¿verdad?
El mensajero asintió levemente y aguardó a que su señor le diera la respuesta apropiada.
—Dígale a la señorita Pandora que con gran pesar y contra mi voluntad acudiré a su cita. Pero que sólo iré cuando el concierto vaya a comenzar, no pienso bajar media hora antes para complacerla.

Dicho esto, el mensajero desapareció, cerrando la puerta tras de sí.
El juez, por su parte, caminó en dirección a la polvorienta estantería y depositó el diccionario en la balda correspondiente.

A continuación, abrió la vitrina que contenía diversos vasos de cristalería fina de bohemia y una bebida alcohólica de alta graduación. Buscó el recipiente metálico repleto de cubos de hielo y con las pinzas comenzó a introducir varios en uno de los vasos.
Vertió el whiskey sobre el hielo, dejándolo resbalar lentamente para que fuera enfriándose a medida que se iba escurriendo.
—A ver si va a ser cierto lo que me dijo Valentine...

Tras murmurar estas palabras, alzó el vaso y le dio un trago corto. Aún tenía tiempo para dejar que se enfriara completamente.