Saltando a través de un tiempo…
By Alejandro
Y ahí estaba ella, sentada en la ventana, una ventana regular, una ventana de manera, ¿qué podría tener de especial una ventana?, sólo daba hacia el exterior. Ahí estaba ella, como todos los días, esperando que diera la hora del almuerzo, no podía evitarlo, era una costumbre bien ganada, una que la hacía sonreír cada que llegaba. Suspiraba mientras la voz de su profesora se volvía un murmullo imposible de entender, ¿ella ya sabía todo esto?, ¿ella quería saber todo esto?, en su mente no había mucho más. No era tonta, para nada, simplemente se enfocaba en otros asuntos, era su problema, ella había decidido lidiar con ello, sin importarle, ahí estaba ella dándole importancia a otra cosa.
La voz de aquella profesora empezaba a aumentar de volumen y se volvía de hombre, comenzaba a clarificarse, a ser entendible, poco a poco comenzó a tener sentido. Hablaba sobre la importancia de los acuerdos transnacionales que había tenido la nación hace pocos años, y aunque la población se mostrara inconforme con ellos, debían de dejarlos seguir. No era extraño para ella escuchar a su profesor con ideas radicales, era muy abierto a los extranjeros, aunque eso fuera en contra de la media nacional. Miro nuevamente a la ventana, la más cercana a su posición, la más clara de todas, vio el paisaje que se vislumbraba en aquella sala, en aquel lugar, ahí estaba ella considerando que la apertura podía ayudar a su país.
El paisaje poco a poco se transformó, se hizo más oscuro, más grisáceo, más aburrido, poco a poco los elementos naturales fueron cambiados por los aprobados por el progreso, de estar viendo un paisaje pasó a dejar de querer ver, había algo que le llenaba de nostalgia y sí, tristeza. La voz que ella escuchaba se tornó en varias voces, con un sonido de fondo que ella reconocía, notas musicales armonizadas, en un conjunto de secuencias planificadas, sin alma, simplemente con la obligación de acompañar. De entre todo ese ruido de fondo ella alcanzaba a escuchar una voz silente, un resquilo de sonido que invadía su psique, era la voz de una niña pequeña, una voz agradable, familiar para ella. Se notaba su felicidad, su gozo, como una melodía, como un alivio, ahí estaba ella cuidando a su pequeña hija de 4 años de edad.
Ahí estaba ella, desde un salón mirando a una ventana que daba a otra sala de donde ella miraba a una madre y su hija, las tres podían ver aquello, aunque no fueran conscientes, podían siempre estar presentes, cada una más que la anterior, era una conexión más fuerte que cualquier otra, una que no podía ser diferente para ninguna de ellas, ellas compartían algo: una historia.
Capítulo 1 – Aquella nimiedad de cartón
¿Dónde debería comenzar este historia relacionada?, ¿dónde sería más conveniente?, cualquiera diría el principio, pero no ella, ella no era así, pensaba mucho en el presente, quizás demasiado. Ella tenía una predisposición a predisponerse, una amargura consistente, latente, intermitente… hice una rima, ¿verdad?, no lo esperaba.
En fin, nuestra historia comienza en un pasillo. Un pasillo iluminado por los rayos del sol que bañan a la Tierra al medio día, con pisos de cerámica creando un patrón de colores café sin alma y blanco amarillento, uno y uno, haciendo una secuencia clásica, repetida hasta el cansancio, si uno era observador podía ver como el tiempo ha hecho más amarillento a ambos colores. Las paredes no eran muy diferentes, eran la misma paleta de colores que cualquier otro instituto o escuela pudiera utilizar, no había nada que destacar sobre dicha arquitectura. Fue de ese pasillo que un grupo pequeño de chicas caminaba hacia su siguiente clase, un grupo que hablaba en voz alta sobre lo más relevante de su día anterior, domingo, de lo más emocionante en la televisión, además de planificar una salida al centro de la ciudad para comprar ropa y comer helado. Una plática cualquiera, pero con la variante de que no todos los elementos caminaban en la misma sintonía, había alguien que no era parte de ese micro esquema de conversación.
No era obligatorio, ni siquiera molesto, era algo familiar para el resto del pequeño grupo, ya sabían cómo se desempeñaba la situación así que inconscientemente se ajustaban a la organización comunicativa de ese elemento. Al son de los pasos que marcaban la pauta del movimiento, esos mismos pasos que eran tan comunes para esos pasillos, se pronunció ella, con una voz silente, con tanta ligereza en su voz que un cabello humano hubiera sido más grueso, las palabras salieron de su boca para simplemente pronunciar:
- Chicas, tengo que irme un momento
- ¿A dónde vas?
- N-no, no me tardaré, ya vuelvo
- De acuerdo
Habiendo escapado del compromiso social, ella salió corriendo, tan rápido como su cuerpo le permitiera, dando pisadas cada vez más alejadas mientras avanzaba por los mismos pasillos que normalmente recorre despacio, su corazón latía dentro de su pecho, una sensación que no podría ser aliviada hasta no concluir aquello que ella pretendía.
La cerámica del piso se hacía cada vez más sonora, hasta que se detuvo, como una piedra al impactar el piso, como un silencio abrupto. Ahí estaba ella, con su uniforme escolar, jadeando del esfuerzo, no está acostumbrada, viendo a través de sus lentes su meta: una caja con una ranura. Esto era algo que ella añoraba, era algo con lo que había soñado, estaba tan cerca eso que la mantenía alegre en secreto, la misma cosa que la avergonzaría, frente a ella esa caja de cartón con una ranura, postrada sobre un pupitre de un salón cualquiera, ante un poster que anunciaba su oportunidad, ese pedazo de casualidad que estaba suplicando por encontrar, con el corazón a tope, galopando dentro de su pecho, ensordeciendo su cabeza, logro, aún sin saber cómo, colocar un pedazo de papel en él, poniendo toda su fe en él.
Un sonido familiar se asoma en la mente, una ligera voz aparece, es una niña que le pregunta a su madre qué sucedió después, "Ahí comienza la historia" le responde con alegría la madre, mientras la pequeña infante mira con asombro, es una historia poca conocida, no era el cuento antes de dormir, no era la anécdota de cada Navidad, sin duda era una conexión, la madre miró a su hija y mientras parpadeaba se daba cuenta de que la clase había terminado, el profesor había concluido con su metódica explicación para la expansión del comercio nipón a mercados internacionales. Bostezó, no había sido tan interesante, todo el tiempo lo gastó sentada en su pupitre, en ese largo pupitre que todos usan al unísono, más concentrada en su suéter cómodo, el verde, su favorito, la madera había sido su alidada para imaginar, soñar, o más bien para recordar, recordar el primer día que su corazón latió, no por una promesa o por un gozo momentáneo, sino por algo que verdaderamente duró, por ello.
Ahí estaba ella, ahí estuvo, ahí estará, la misma ella, quien comenzaba con su magnífico sueño, todo con un pedazo de papel en una caja de cartón, su sueño de ser idol comenzaba.
"Creo que el arroz está listo, voy a revisarlo", salió un momento del cuarto, pero volvería, pronto.
