Hola, hola, Luna de Acero reportándose. No estaba muerta estaba de parranda (?). Bueno, nada, este fic ya está terminado, son solo tres capítulos, me demoré porque la inspiración anda floja. Pero la trama, el desarrollo, todo ya está delimitado. Por lo que serán tres capítulos consecutivos, entre hoy y el 01 de noviembre. Una trilogía de terror, es la primera vez para mí escribiendo este género y espero que les guste. Primer capítulo muy light, para explicar más que otra cosa, pero el segundo y el tercero... les recomiendo que no lo lean solos...
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime, la historia si es original de mi invención.
Advertencias: Angs, feels intensos, por ahora nada más que eso y un poco de misterio.
DEDICADO A: LA FABULOSA YAOI´BLYFF (NANITA RAL), QUE CUMPLE AÑOS EL PRIMERO DE NOVIEMBRE! ESPERO TE GUSTE SISTA! ESPERO SORPRENDERTE AUNQUE YA TE ESPOILIÉ BASTANTE JAJAJA.
Un agradecimiento muy especial para RivaiFem TA, que espero reflexione y regrese prontito: Gracias por la maravillosa portada.
Y una mini dedicatoria para mi waifu Charly Land que le gustan todas estas cosas truculentas. Espero lo disfrutes.
Ahora sí, al fic.
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"Quizás te diga un día que dejé de quererte,
aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas en esta despedida,
que aunque el amor nos une, nos separa la vida".
José Ángel Buesa
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"Quédate junto a mi… no me hagas llorar… toda mi dulzura al fin… te la voy a entregar…"
CLAC… CLAC… CLAC…
Levi se sentó de sopetón, respirando agitado como si recién terminara una larga carrera, el fino sudor adornando los pliegues de su frente. Giró a su derecha, donde el lugar de la cama estaba vacío. Palpó con las yemas de sus dedos, como si fuera necesaria una confirmación sensitiva, además de la visual.
Vacío.
Entonces venía ese sangrado interno, de esa herida que parecía más lacerante que nunca, que había venido para instalarse y no irse jamás.
Miró el reloj sobre su mesa de luz. Las tres de la mañana. Sería un largo camino hasta las ocho, hora en la que debería arribar al cementerio. Se puso de pie, caminó tambaleante hasta el ropero, y lo abrió. Observó el traje negro, impecable, colgado a un costado. Un traje que había comprado junto con Eren para usar el día que se casaran. Ahora tenía un uso completamente diferente.
Aún los efectos de los tranquilizantes no lo abandonaban, al menos le permitieron dormir un poco. Caminó hasta el baño, se lavó los dientes y se quedó contemplando su rostro demacrado por un buen rato, los ojos ligeramente rojos, la barba incipiente, era como si estuviera arruinado… y tal vez lo estaba, para siempre.
Se afeitó, tomó una ducha rápida y salió más refrescado, se dirigió a la cocina. Mikasa estaba sentada en la isla de la misma sosteniendo una taza de café entre los dedos. Se veía cabizbaja y triste, casi como él. Al verlo entrar no le dijo nada, pero se levantó para servirle una tazón con el negro y caliente líquido de la cafetera, se lo alcanzó.
—Deberías dormir —le dijo con la voz rota.
—Tú también, pero se ve que no podemos…
En silencio bebieron un poco, una simple caída de gotas del caño del fregadero era lo único que hacía eco en ese rincón de la casa. Se había olvidado de llamar al plomero. Eren se hubiera encargado de eso, Levi nunca estaba al tanto de las cosas que sucedían en la casa, esos menesteres siempre se los había relegado a él.
Levi giró el anillo de compromiso que reposaba en su dedo anular con su pulgar, casi inconscientemente. En su mente se reproducía sin cesar esa cancioncilla que era casi demoníaca. Sus ojos se perdían en el infinito, mientras su mente observaba los labios de Eren pronunciando esas palabras, una y otra vez. Su cabeza girando, sonriéndole abiertamente. Hubiera querido no pensar, ni recordar, hubiera querido dejar de sentir ese dolor punzante que lo tenía deshecho.
—Eren quería que lo cremaran —las palabras de la mujer lo sacaron de su ensueño.
—No discutiré eso de nuevo. Se hará así y ya.
Levi volvió a su habitación, al pasar por la puerta del cuarto de visitas sintió los fuertes ronquidos de Erwin y los de Jean. Los envidiaba, y no iba a calzarse el disfraz de buena persona. No esta vez. Porque estaba demasiado enojado con la vida en general. Cuando al fin encontraba a su alma gemela, ésta desaparecía de una manera abrupta, sádica, casi como si se lo hubieran arrancado de las entrañas. ¿Por qué ellos podían ser felices? ¿Por qué ellos sí y él no? No era justo.
Nada lo era.
Se acostó y se quedó mirando el techo indefinidamente. Sintiendo que las emociones ganaban terreno, por lo que manoteó en su mesa de luz un blíster de pastillas de *clonazepam de 1,5 miligramos y se tomó otra. No tenía ganas de mostrar sus miserias al mundo, y carecía de la fuerza necesaria para mantener la máscara durante más tiempo.
Estaba a un paso del abismo, un abismo profundo que lo esperaba alegremente con las fauces abiertas. Pero entonces sus palabras volvían de nuevo a él.
"—Estoy bien, estoy bien, Levi. Y tú debes estarlo también, ¿bueno?"
—Debo estar bien…
Se repitió mientras las sombras que entraban por la ventana le serpenteaban por el cuerpo.
Una pastilla más a las siete y media, logró que permaneciera con cara de constipado durante todo el acto. Las voces le sonaban algodonosas… ¿grises, tal vez? Sí, si pudiera ponerle un color a la voz de todos esos hijos de puta alrededor, debería ser gris.
El párroco empezó con la homilía para terminar la ceremonia del funeral. Levi pensó que sus palabras sonaban a amarillo, un amarillo pestilente, un amarillo mentiroso, porque tal vez en el fondo era una poco verde…
—Aunque Eren ha dejado esta vida terrena, vive para siempre en Dios, porque Dios no nos creó para morir sino para vivir… Y vive de un modo nuevo al haber sido transformado y resucitado por Cristo y con Cristo. En él se han hecho ya realidad aquellas palabras de Jesús "el que crea en mí aunque haya muerto vivirá"…
El hombre dejó de escucharlo, no tenía sentido, que se pudriera, viejo de mierda, ¿acaso pensaba que su cháchara podría mejorar algo? Levi sintió que sus tripas se le revolvían de una manera muy fuerte. De pronto el olor a cementerio, a tierra húmeda, a gusanos enterrándose en carnes putrefactas, hizo que contuviera una arcada. La descompostura le estaba ganando terreno muy rápido, ¿por qué el maldito vejete no se callaba y terminaba de una vez con todo? No sabía si iba a poder aguantar sin terminar vomitando, bilis, café y el resto de los tranquilizantes, porque nada más tenía en su estómago. Eso y odio, pastillas y rencor, resentimiento… si pudiera le gustaría explotar como un kamikaze, dañar lo máximo posible alrededor. Quería que todos sufrieran, que todos sintieran aunque más no fuera una ínfima parte de todo ese ardoroso dolor.
La madre de Eren le tomó de una mano con fuerza, mientras con la otra sostenía un pañuelo que ataja las incontables lágrimas. Por lo que Levi inspiró para retener el aire lo máximo posible. Tenía que serenarse, no era momento de hacer berrinches.
Grisha miraba constantemente el suelo, mientras el rubio gigantón de Zeke, medio hermano mayor de Eren lo secundaba con una mano sobre su hombro. ¿Qué hacía aquí? Si vivía haciéndole escenas de celos a Eren respecto a su padre. Le hubiera gustado rajarle unos buenos puños sobre el rostro. Pero no era el momento.
—Hoy en esta Eucaristía, unimos la muerte del joven Eren Jaeger, a la muerte y resurrección de Cristo para que nuestro hermano esté gozando de la vida eterna en el paraíso. Amén.
Uno a uno, todos fueron pasando con tranquilidad, en una muda fila hacia el cajón, en donde echaron sus flores, puñados de tierra y demás. Levi fue el último en acercarse, Erwin lo agarró de un brazo antes de que cayera dentro del pozo, varios contuvieron el aliento al ver ese momento.
Levi se arrodilló mientras intentaba mantener su estabilidad, aunque Erwin no lo soltaba, al final su cuerpo no había resistido.
La felicidad era efímera y breve, como una bocanada de humo que se dispersa en el aire. Era peligrosa, podía hacerte dependiente en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué no daría? ¿Qué no sacrificaría? ¡Todo, todo!
—Eren… —dijo cediendo al fin sin poder contenerse más, mientras los ojos se le anegaban de pesadas lágrimas—. Si puedes escucharme, donde sea que te encuentres… no me dejes… vuelve a mi… Por favor, vuelve a mí. Vuelve a mí…
Era como un mantra susurrado, como si su cuerpo no tuviera fuerza ni siquiera para pronunciar esas simples palabras.
Erwin lo levantó de un brazo, Jean de otro, y a duras penas lo llevaron al auto, donde cayó desplomado en el lugar del copiloto.
"Vuelve a mí, Eren… vuelve a mí".
Sintió un pinchazo en el brazo, antes de que el motor del auto se pusiera en marcha. Su mente luchaba entre despejarse, pero luego volvía a sumergirse en la nebulosa de la inconsciencia, casi como un barquito boyando sobre las peligrosas olas de un mar embravecido.
"—Ven, tengo algo para ti —dijo moviendo su mano para invitarlo.
Eren ladeó la cabeza curioso, se limpió las manos en una servilleta, tomó un trocito de zanahoria recién cortado con sus dedos y se lo metió en la boca antes de seguirlo.
—¿Qué hiciste esta vez, eh?
—Nada, solo… quiero sorprenderte, abre la puerta.
Estaba de pie ante la puerta que daba al garaje de la casa desde adentro. Eren lo miró con una sonrisita que se le escapaba por las comisuras de sus lindos labios, inspiró y giró el pomo. Cuando prendió la luz, se llevó ambas manos a la boca.
—¡No puede ser!
Se acercó casi trotando, sintiendo que el corazón le latía a todas revoluciones. Una preciosa motocicleta deportiva reposaba en todo su esplendor. Era una Kawasaki Ninja 300cc, edición especial, color negra con un verde brillante. Eren la abrazó completamente emocionado mientras la besaba y en sus ojos florecían las emociones a través de gotas calientes y gruesas.
—Bueno, no era la reacción que esperaba, pero estoy conforme —dijo el mayor cruzándose de brazos.
En pocos segundos Eren casi lo tira al piso con todo su ímpetu, gritos entrecortados y resoplidos. Finalmente tomó su celular y comenzó a filmar a su nueva adquisición, mientras subía el material en su Twitter. En Instagram subió una foto besando a Levi apasionadamente y agradeciéndole el gesto.
—¿Pe-pero cómo hiciste?, sale una fortuna —comentó luego de la alegría inicial, levemente preocupado.
—Bueno, la verdad es que me siento algo culpable de que hubiéramos que tenido que aplazar el casamiento por mi posgrado en Suiza. Hasta el próximo año podremos reponerlo, no habrá problemas, además una vez que saque ese maldito papel me darán un ascenso. Estaremos más que bien.
—Levi… —Eren lo abrazó con sentimiento—. Gracias por todo, gracias por amarme y mimarme tanto, gracias.
—Ojalá pudiera hacer más…
—Bueno, puedes hacer más si es lo que quieres —Le ronroneó al oído con lujuria, el hombre chasqueó la lengua y bajó la vista apenado—. Hoy te haré el amor enérgicamente… ya verás.
Eren lo estaba transformando, de ser un gruñón, antisocial y flemático, ahora hacían reuniones en casa donde cocinaba pizzas caseras, jugaban cartas y bebían con sus amigos, incluso había logrado arrastrarlo a algunos antros. Le había sacudido la timidez, la vergüenza y la depresión constante en la que vivía sumido. Sus compañeros de trabajo se lo decían casi a diario: "Qué diferente está el profesor, Levi, ¿no crees? Sí, el amor le sienta bien".
Eren le cocinaba deliciosos platillos y se los llevaba al trabajo, le llenaba la vida con sus sonrisas, con sus besos, con su amor constante como una fuente de cuatro brazos. Le bastaba con verlo feliz. Los orígenes del joven eran bastante humildes, a pesar de que su padre era doctor, siempre habían tenidos problemas de deudas, y algunas malas inversiones que los sumieron en la miseria. Por eso el alegre muchachito nunca pedía nada, jamás le exigía, trataba de complacerlo, mantener la casa limpia, excepto por la "bola de pelos". Una preciosa gatita blanca de ojos azules, que Eren había bautizado Nina.
A Levi le había costado muchísimo aceptar una mascota en su inmaculada casa. Pero así era Eren, tenía esa magia que todo lo podía, que vencía todas las barreras y se le metía en lo profundo de los huesos, destruyendo sus cimientos y transformándolo en un nuevo hombre.
Sin embargo Eren era el preferido de Nina. Vivía acurrucada en su regazo, o refregándose entre sus piernas, mientras que rehuía un poco de Levi. Jamás la había maltratado, si hasta cariño le había cogido, pero lo cierto es que ambos se evitaban.
—Convivo con dos gatos posesivos y celosos —solía decir el joven riendo, mientras besaba en el cuello a su ahora, prometido.
Eren se le había propuesto con anillos de caramelo trenzado, justo para el 30 de marzo, su cumpleaños. Levi no dudó, recibió su beso de buena gana y lo abrazó con fuerza, hasta que Eren se quejó, a veces el más bajo no sabía medir el alcance de sus músculos, aunque superficialmente pareciera lo contrario. Luego vendría una gloriosa convivencia de dos años. Ahorraron, se esforzaron, para poder casarse e irse de viaje por el mundo por tres semanas.
Pero unos meses antes, a Levi le salió una beca para completar un pos grado en Suiza, todo pago, durante cuatro meses. Eren le pidió que postergaran la boda, porque de todas maneras ellos estarían juntos por siempre, ¿que importaba si era mañana o dentro de una década? El amor entre ellos no tenía fecha de caducidad.
Levi puso entonces un par de hermosos anillos de plata, con dos pequeñas incrustaciones de piedra natural, una de zafiro y otra de esmeralda. Apenas una escueta inscripción por dentro rezaba: "Seré eterno para ti".
—¿Qué carajos significa esto? —preguntó Levi enarcando una ceja.
—Bueno, que… estaremos juntos por siempre, algo así. No preguntes, le sacas lo poético. Además yo no me quejé de lo que tú pusiste. Tan… corto: "Soy tuyo".
—Al menos el mío se entiende.
—Ya basta, Levi, ven aquí, me hace frío, no te alejes tanto.
Solía dormir acurrucado contra su caliente pecho, el repiqueteo constante de su corazón lo tranquilizaba, el aroma seductor e innato de su piel. La felicidad estaba reducida en una sola palabra: Eren."
Ahora esa frase tan entrañable era como una premonición que le escupía en el rostro todo su significado. "Seré eterno para ti", me recordarás por siempre, mientras me recuerdes podré existir. Ni siquiera era dueño de poder renunciar a esa pesada carga.
Abrió los ojos con algo de esfuerzo, le pesaba mucho el cuerpo. Sintió pasos y la serena mirada de Erwin, a la vez que su pesada mano acariciaba su cabeza.
—Descansa amigo, estás bajo mucho estrés, necesitas dormir, Jean y yo nos quedaremos contigo hasta mañana que vendrá Mikasa.
—Tch.
—Déjate cuidar, anda. ¿Un poco de agua?
Bebió algunos sorbitos pequeños y volvió a quedar extenuado sobre esa cama enorme y solitaria.
"—Cállate, Eren, si me hablas al mismo tiempo que trato de controlar esta máquina infernal me iré al suelo y me haré mierda.
—Tranquilo, manejas autos como corredor de fórmula uno, esto no puede ser demasiado difícil.
Estaba aprendiendo a manejar su nueva motocicleta. Eren insistió tanto que salieran juntos a andar, que Levi accedió a comprarse una, no tan grande como la del más joven, no. Esa máquina era demasiado poderosa. Se puso el casco, mientras Eren iba subido detrás de él y agarrado de su cintura.
—No me presiones, iré despacio, lo haré a mi manera, cuando me sienta seguro veré si acelero.
—De acuerdo, hazlo como te sientas mejor.
Le llevó un par de semanas poder manejar solo, la verdad era que apenas se montaba una especie de vértigo se apoderaba de él, pero no podía quedar como un cobarde frente a su prometido, y a base de mucho esfuerzo logró superar ese obstáculo.
Luego se les volvió costumbre salir un rato día de por medio y recorrer los alrededores, claro que a veces Eren era un temerario y no escatimaba en acelerar a grandes velocidades, lo que llevó a que discutieran un par de veces al respecto. Así era el muchacho, despreocupado, fresco, sin conciencia del peligro, por eso el equilibrio entre ellos era tan bueno. Levi el protector, el reservado, el cauteloso, Eren el vivaz, el descuidado, desestructurado…
Pronto pasaron a salir los fines de semana completos en viajes de varias horas a pueblos cercanos. Dormían en carpa, hacían fogata. Eren era una fuente interminable de palabras, cuentos, historias, preguntas, Levi jamás se cansaba de escucharlo, de mirar esa chispa en sus ojos ardiendo, ondeando. Solía decir que podría dibujar a Eren con los ojos cerrados, así de fuerte tenía grabada su imagen.
Ese día lloviznaba, las nubes grises, pesadas, bajas, no anunciaban que el clima fuera a mejorar. Levi miró por la ventana. Suspiró mientras Eren con su eterna sonrisa terminaba de guardar el termo y las linternas en la valija de su motocicleta.
—Oye, hace frío —Levi lo abrazó por la cintura, inundándose del perfume de su novio—. Nos quedamos, pedimos una pizza con pepperoni, muzarrella y granos de maíz. Nos acurrucamos en el sillón, vemos una película y luego hacemos el amor… ¿Podemos salir el próximo fin de semana? ¿Mmm? —Levi estiró su cuello para besarlo y mirarlo con ojos de cachorro abandonado.
—Pero es que… va a tocar "Gato Nocturno", y ya había comprado las entradas por anticipado —dijo haciendo un puchero.
—Como sea, entonces vamos en el auto.
—Pero ya quedamos con los chicos, van a venir dentro de una hora para que salgamos.
"Los chicos", era unos amigos motoqueros que Eren había hecho. Connie, Flock, Ymir y Gunter. Eran buenos chicos, algo extravagantes y amantes de todo lo que tuviera que ver con motocicletas y conciertos al aire libre de grupos de rock del medio underground.
El hombre suspiró y fue a buscar sus botas negras de goma y su campera impermeable.
—Sabía que lo entenderías, por eso te amo —dijo Eren sonriéndole con sinceridad.
Levi no paró de quejarse durante el trayecto (todas las veces que se detuvieron para cenar o cargar gasolina o ir al baño), y cómo no si estaba que chorreaba agua. Llegaron cerca de la noche a un pueblo que parecía una réplica de Amityville, el hombre estornudando a cada momento. Todo para pasar la noche en un cuartucho, todos amontonados, compartiendo un solo y precario baño con otras 20 personas del único hostal de la zona.
Eren lo abrazó contra su pecho, mientras el resto de la tropa dormía a pierna suelta.
— Quédate junto a mi… no me hagas llorar… toda mi dulzura al fin… te la voy a entregar…
Le cantó casi susurrado a su oído.
—¿No te sabes otra canción?
—Es una canción romántica, por eso me gusta cantártela.
—Podrías renovar el repertorio… digo…
—Ya basta, déjate querer, deja de renegar. Por cierto, quiero que esa sea "nuestra canción" en la boda. Cada vez que la tarareo, me recuerda a ti.
—Como quieras. Me hace frío.
—Lo siento, mañana compraremos algún descongestivo en la farmacia, lo prometo.
El concierto comenzó a las seis de la tarde y terminó a las diez. Cantaron seis bandas y Gato Negro se lució. Eren gritaba eufórico, mientras la bengalas se prendían en las manos de la concurrida audiencia, todos aullando sus temas. Gunter y Levi se retiraron a medio recital para ir a cuidar las motos (se fueron turnando), y mientras tomaban una cerveza esperaron que todos regresaran.
—¿Nos quedamos hasta mañana? —preguntó Eren.
—Ni de chiste me quedo otra noche más en esa pocilga. Un baño químico tiene mayor dignidad. Además estamos a tres horas de la ciudad, no es lejos.
—¿Estás seguro? —Eren se acercó para hablarle al oído—. Todos se van, podríamos hacer el amor apasionadamente sin que nadie nos moleste.
—¿En ese mugrerío? No jodas.
—Ok, ok, gruñón. Vamos, pasemos por la gasolinería que está a la salida. ¿Una hamburguesa?
—Sí, está bien.
Levi no veía las horas de llegar a su casa. El viento comenzó a correr, la ruta estaba sin iluminación. Eren apenas había tomado dos latas de cerveza, y porque Levi lo estaba controlando. Terminaron de cenar. Las risas de todos y especialmente la de Eren hacían eco en la mente de Levi, como ondas en el agua que se expanden indefinidamente.
Esos últimos momentos, eso momentos de mierda… Eran los peores. Recuerda como el joven se puso el casco negro, sonriéndole por encima del hombro antes de hacerlo, las tiras del seguro debajo de su quijada quedaron sueltas. Levi le gritó que lo ajustara, pero el joven solo blandió la mano antes de arrancar.
Luego, todo pasó demasiado rápido. Luego de estar a una hora del pueblucho, el viento soplaba muy fuerte y una densa llovizna comenzó a caer. Levi se lamentaba de pasar de nuevo por la misma experiencia.
Gunter arrimó su moto a Eren y le hizo algunas señas, todos entendieron menos Levi que trataba de enfocar su vista borrosa sobre el asfalto. Todos aceleraron. Eren a la cabeza. Más de 90 kilómetros por hora, contra sus 65, pronto lo dejaron atrás. No solo eso, esquivaron algunos autos. Levi tuvo que apurarse o lo dejarían atrás. Ya vería ese mocoso cuando se detuvieran, lo iba a escuchar. Al fin llegó donde el grupo ya que ellos habían disminuido la velocidad, levantó la tapa del visor de su casco.
—¡No juegues con tu vida, mocoso de mierda! ¡No subas la velocidad, idiota!
Eren subió su visor, le sonrió confiado.
—Todo está bajo control —le gritó antes de adelantarse un poco.
Tenían dos autos detrás de ellos a buena distancia, pero no contaban con un loco que iba a querer adelantar un camión que les venía de frente. Todos derraparon hacia los costados, Levi recuerda exactamente el momento en que el primer auto chocó la rueda trasera de la moto de Eren, mientras él se arrastraba por el camino de ripio y barro a un costado de la ruta. Su cuerpo salió volando por arriba del auto, el casco se deslizó rápidamente de su cabeza, para caer pesadamente contra el pavimento, el segundo auto frenó de inmediato, pero no pudo evitar golpear al joven, no con tanta fuerza, pero su cabeza chocó de lleno contra contra el guardabarros.
CLAC…
El ruido de las vértebras tensándose.
CLAC…
El ruido de los huesos triturándose.
CLAC…
Una grieta profunda imposible de arreglar.
Levi no supo cómo fue que el camión no lo atropelló. Solo que en pocos segundos estuvo sobre el cuerpo de Eren, que aún respiraba y temblaba un poco por el shock. Uno de sus ojos estaba reventado, pero su nuez de adán estaba demasiado salida hacia adelante, como si la hubieran empujado desde adentro, la piel en ese sector tensa.
Tomó su mano, Eren la apretó con debilidad, su cuerpo estaba caliente, ¡estaba respirando! Vio a las personas a su alrededor usando sus celulares todos al mismo tiempo, llamando a una ambulancia o filmando. Pero Eren era más importante.
No quería moverlo, no quería hacerle nada que pudiera lastimarlo más.
—Levi —La voz salía rota, como vidrio molido, su único ojo sano enfocado en el hombre.
—Sh, sh, no… no hables, van a venir los médicos, tienes que aguantar. Por favor, por favor.
—Estoy bien… estoy bien… sí, estoy bien…
El hombre no podía concebir que Eren pudiera hablar siquiera en esas circunstancias. Sostenía su mano y no podía reaccionar. Era como una piedra, un pedazo de roca inerte.
Eren vivió cinco minutos, cuarenta segundos, y antes de exhalar su último suspiro le dijo al hombre:
—Estoy bien, estoy bien, Levi. Y tú debes estarlo también, ¿bueno?
Perdió la capacidad de hablar por dos días enteros. Mikasa, Erwin y Jean fueron a buscarlo, se encargaron de los trámites para el traslado del cuerpo y las autorizaciones con la funeraria. Estuvieron a su lado incondicionalmente."
Si no hubiera comprado la moto…
Si hubiera aceptado quedarse en el hostal…
Si le hubiera roto las entradas, aunque hiciera un berrinche luego…
Si se hubieran casado, si hubiera rechazado el pos grado, si hubiera… si hubiera…
Pero no, no lo había hecho, y ahora esa triste y desolada realidad lo abrazaba con sus tentáculos oscuros y destructivos.
Ya llevaba cerca de dos horas sentado frente a un televisor apagado. Un sutil ruidos de cascabeles lo desconcentró de su ensimismamiento. Nina se subió al sofá y se acurrucó en su regazo, maullando dulcemente, casi como suplicando que saliera de esa nube de alucinaciones. Levi la acarició con suavidad, y ella le devolvió el gesto ronroneando suavecito. Nunca había ronroneado para él, sólo con…
—Lo siento, él no volverá… ¿lo extrañas?
La gatita lo miró como si le pudiera responder con la mirada y maulló quedito de nuevo, como si se estuviera quedando sin voz.
—Ahora somos nosotros dos, Nina, solo nosotros dos.
Se levantó llevándola entre sus brazos, fue a la cocina, sacó una lata de atún y la dejó en el suelo. A Nina se le iluminaron los ojos. Dejó el preciado botín en su platito de porcelana blanca y le acarició sutilmente la cabeza. De alguna manera, ese ser, esa pequeña bolita de vida le daba una razón, además de respirar, para seguir luchando.
Respondió algunos mensajes a su celular, salió a la galería, el viento de la tarde se le enredó en el cuerpo y suspiró hondo. La casa se sentía demasiado grande para ellos dos.
Al día siguiente Mikasa fue a buscarlo en su Peugeot 307 color azul Francia. A las cuatro en punto tal como le había prometido. Levi salió con un saco libegro color gris, una bufanda marrón y pantalones negros. Ella estaba con un vestido de lanilla verde inglés y un saco negro abotonado al frente. Ni siquiera se saludaron. Levi subió y ella arrancó. Puso la radio para evitar tener una conversación incómoda. Aunque igual la tuvieron.
—Tienes grandes ojeras.
—Tú también.
—Te ves flaco y demacrado.
—Tu tam… bueno, siempre te viste así.
—Debes cuidarte.
—Tú también. Realmente no sé porque estamos haciendo esto, me parece una idiotez.
—No hace falta que te hagas el duro, Eren ya no está aquí. Somos más débiles de lo que aparentamos todo este tiempo, ya podemos dejar de fingir.
Levi suspiró y miró aburridamente por la ventana, mientras en el estéreo sonaba "Gone" de Michl.
No les llevó más de 15 minutos llegar hasta el lugar sugerido. Una casa rústica en las orillas, en un barrio de clase media tirando a baja, llena de plantas y helechos al frente. Levi se sintió incómodo, esperando afuera junto a un montón de gente más que los miraban de reojo.
Esperaron cerca de dos horas.
—¿No se supone que teníamos una cita a las cinco? Comentó con hastío.
—Madame Kedward siempre tiene mucho trabajo. Incluso lograr que nos atendiera fue muy difícil.
—Odio que la gente sea impuntual.
—No estamos precisamente en un consultorio médico, Levi.
—Tch.
Finalmente, cerca de las ocho, salió una joven de la casa.
—Madam Kedward dice que no atenderá a nadie más el día de hoy.
Se escucharon resoplidos y la gente empezó a retirarse. Levi se acercó a paso seguro.
—¡Estuvimos casi cuatro horas esperando en este frío! —increpó a la joven—. Es una falta de respeto.
—Lo siento mucho, señor, si quiere le daré un turno para mañana a primera hora.
—No, no volveremos nunca más —el hombre se giró pero sintió una profunda voz viniendo de adentro.
—¡Levi Ackerman!
—¿Madam? —preguntó la joven ingresando de inmediato, luego de unos minutos volvió—. Madam E, dice que va a atenderlos ahora, que no pueden irse sin hablar con ella.
Mikasa y el hombre se miraron, y al fin se acercaron para entrar. El lugar tenía las ventanas cerradas y cubiertas de pesadas cortinas de terciopelo bordó, por el polvo sobre la tela, llevarían un buen tiempo sin ser lavadas. Levi se sintió asqueado.
La joven los condujo a una pequeña mesa cuadrada, una mujer entrada en años, tendría más de 70 con seguridad, pelo íntegramente gris, los ojos nublados completamente, aros redondos color dorado, un maquillaje que era casi grotesco, los esperaba sentada, fumando una pipa con boquilla de marfil. Levantó la cabeza cuando los sintió entrar, aunque evidentemente no veía nada.
—Los estuve esperando —dijo la mujer con una voz suave y armónica, que no condecía para nada con su aspecto.
Mikasa estaba como deslumbrada, mirándola como si fuera una especie de tesoro.
—A decir verdad, nosotros la estuvimos esperando a usted casi cuatro horas —retrucó Levi.
—Oh, veo que tiene usted un alma ancestral, un alma guerrera, que no se doblega fácil. Ahora entiendo todo…
—¿Qué cosa es lo que entiende?
—No será fácil, no, no. Aaahh… —suspiró y tomó una buena bocanada de su pipa, para luego largar el humo de manera lenta y calculada.
Había olor a incienso en el ambiente, a clavo de olor y aceite de almendras.
—Vinimos por —comenzó Mikasa pero la anciana levantó su mano y le impidió hablar.
—Ustedes no saben por lo que vinieron, así que dejen que yo los guíe por favor. Hay dos corazones puros, que están siendo ensuciados, intoxicados por el egoísmo y la ambición. A veces resignarse es la salvación, pero como humanos llenos de defectos que somos, nos aferramos a los recuerdos… el dolor es un regalo de la vida, pero insistimos en rechazarlo hasta el cansancio.
Levi pensó que a la vieja ya se le habían zafado un par de tornillos.
—No señorito, no estoy loca —dijo la mujer sonriendo y mostrando sus dientes carcomidos, entre grises y blancos—. Hace cuatro días, un alma desesperada vino a mí, un alma perdida, un alma que no encuentra descanso porque el dolor de sus seres queridos no lo deja partir de este plano. Él dijo que no puede marcharse hasta estar completamente seguro de que todos estarán bien. ¿Lo entienden? No lo creo, sus deseos de retenerlo son más fuertes que los viento de un huracán. Si en verdad aman, deben soltar, deben aceptar el destino…
—¿Hemos esperado cuatro horas para esta babosada? —habló Levi molesto mirando a Mikasa.
—Él dijo, que Nina al fin te había aceptado. Que en el segundo cajón de la cocina había un crucifijo que su madre Carla le había regalado, que él lo escondió allí porque a usted no le gusta la religión. El muchacho de ojos hermosos dijo que de todas maneras no sirve de mucho del otro lado.
Ahora tenía la completa atención de Levi.
—También dijo que la señorita debe devolverle al señor esa foto de la infancia que se llevó en día de su cumpleaños, y que le pide disculpas por ese beso robado debajo del alero derecho de la galería.
Mikasa se tapó la boca y sus ojos se llenaron de lágrimas inmediatamente.
—Él tenía mucho para decir, pero créanme, mi experiencia me indica que menos es mejor, las palabras de los muertos, muertas están.
—¡Quiero hablar con él! —pidió Levi esperanzado, con el corazón a un paso de saltarle del pecho y caer sobre la mesa.
—No —sentenció la anciana.
—¡Le pagaré lo que sea, lo que pida, le daré el doble!
—No. Eso no es posible joven, mi cuerpo ya no sirve como vehículo, está arruinado. He abusado de este don con el que Dios decidió enviarme a este mundo. Sólo me ha quedado la visión, la que no alcanzan estos ojos físicos, claro —volvió a fumar—. Ustedes han venido a mí por una razón, una que ni ustedes mismos conocen. Los muertos deben descansar, no osen alterar su reposo, o las consecuencias serán terribles. Escuchen, aprendan, obedezcan. Habrá una oportunidad maligna en breve, no deben actuar cegados por el egoísmo, los que han partido no pueden regresar, lo que vuelve nunca es igual. El hambre de la oscuridad es tan profundo e infinito, que no se saciará con nada. ¡Katy!
La joven que había estado con ellos anteriormente se presentó en el recinto.
—Madam.
—Es todo por hoy, acompaña a estos jóvenes a la puerta.
—¡¿Cómo que esto es todo?! ¡Necesito respuestas! —increpó Levi.
—Ya se las he dado, no son respuestas para hoy, claramente, pero son respuestas al fin. Reflexionen, nada es una casualidad, ustedes no están aquí por una mera coincidencia del destino. Ya, ha sido suficiente.
—Madam debe descansar, acompáñenme por favor.
Gruñendo y mascullando su bronca, ambos se tuvieron que retirar.
—Menudo cuento. ¿Cuánto te ha fajado la vieja por simple charlatanería?
—Doscientos dólares.
—Embaucadora —continuó refunfuñando el hombre mientras se ponía el cinturón.
—Ha sido muy extraño. ¿Quieres que te acompañe un poco? Podemos cenar en tu casa.
—Sólo tengo ramen instantáneo.
—Está bien.
Mikasa se fue después de la medianoche. Ambos eran como sombras que deambulaba por la residencia, buscando pedazos, resabios de ese sol que hasta hace muy poco estaba viviendo allí. Levi se acurrucó en la cama, tomó la pastilla duerme caballos para poder conciliar el sueño. Era más fácil soñar que vivir.
"Quédate junto a mi… no me hagas llorar… toda mi dulzura al fin… te la voy a entregar…"
—Eren… Eren… vuelve a mi… —Levi cerró los ojos, mientras sentía sus carnosos labios canturreándole en el oído.
—X—
La mujer se refugió bajo el alero de una despensa. Diluviaba. Como nunca el auto se le había roto el día anterior y estaba en el taller. Por tomar un atajo terminó en un callejón de mala muerte. Lo mejor sería esperar a que amainara un poco. Sacó su celular para pedir un taxi. El celular estaba completamente descargado. Le sorprendió, pues ella nunca se descuidaba de esos detalles. Miró alrededor para ver si encontraba un teléfono público o una cabina.
Los pasos de sus tacos cortos resonaron, apenas unas luces esparcidas por aquí y por allá denotaban que tal vez había gente viviendo por la zona. Se acercó a un negocio. Entró, era una especie de santería, del techo colgaban un sinfín de ramos de yuyos, de vaya uno a saber qué clase. Estanterías llenas de calaveras (seguramente falsas) que parecían mirarla desde sus cuencas vacías, mostradores repletos de velas, un leve olor entre dulzón y picante la hizo estornudar.
Se sintieron unos pasos que denotaban que alguien arrastraba un pie o algo así. Pronto apareció el dependiente, tan tétrico como el lugar. Alto, de piel blanca, pálida, con un ojo de vidrio y una cicatriz en el cuello. Venía masticando un bollo, y algunas migajas del mismo le adornaban los finos labios algo opacos.
—Buenas tardes, eh… lamento molestar, pero estoy en un apuro y quería saber… bueno, si es que tenía un teléfono por casualidad, para llamar un taxi.
—Buenas tardes —respondió con una voz aniñada que resultaba algo perturbadora—. Déjeme que la ayudo, llamaré a mi primo que trabaja en una compañía de taxis aquí cerca, si no tiene mucho trabajo de seguro la llevará.
—Que bien, gracias.
El hombre se perdió de nuevo adentro, y Mikasa comenzó a recorrer el negocio con mayor tranquilidad. Había varios implementos en verdad inquietantes. Se arrimó a una estantería llena de libros, en su mayoría parecían antiguos. Se preguntó si estarían a la venta. El hombre volvió a los pocos minutos.
—Dice que tiene mucho trabajo por la lluvia, pero que si puede esperar quince minutos, él vendrá para llevarla.
—Sí, está bien, le agradezco señor… ah…
—Sammael.
—Gracias, señor Sammael.
—Es un gusto. ¿Ha visto algo que le interese? —continuó la charla mientras volvía a darle un mordisco al bollo, sendos hilos de espesa saliva hicieron que más migas se le pegaran al rostro.
Mikasa alejó la mirada algo perturbada.
—Estos libros… parecen antiguos.
—Lo son. Mírelos. ¿Hay alguno que le atraiga en particular?
—Bueno, no realmente, no sé de qué son.
—Son de magia. Blanca, roja, negra, infernal, ya sabe, lo usual.
—Oh.
—Tenemos un lema en este lugar. Si es la primera vez que viene un… cliente, tiene el derecho de elegir una cosa como regalo. Adelante, vea y elija algo.
—No, gracias, no podría, ya ha sido suficiente con haberlo molestado.
—Dije que eligiera —el hombre la miró a través de su único ojo sano, de un color verde oliva ligeramente más claro que el de vidrio.
Mikasa se giró y miró la estantería, no creyó prudente pedir un libro, se notaba que eran reliquias, probablemente valieran cientos de dólares. Se movió por el lugar y extendió su mano para tomar una especie de fajo de cartas antiguas. Eran gruesas como de cartón. Antiguas, tenían como talladas unas marcas negras y estaban algo manchadas. El hombre se acercó, sonriendo de una extraña manera, casi como si le doliera sonreír.
—Interesante elección, runas necrománticas.
—¿Y para qué se usan?
—Para poderosos rituales. Lléveselas, las va a necesitar más adelante.
Mikasa lo miró desconcertada.
—Claro que para un ritual siempre hace falta… una guía.
El hombre tomó un libro bastante destartalado, parecía que en cualquier momento se desarmaría a pedazos. El lomo parecía de tiras de cuero, que no habían sido curtidas apropiadamente, malhechas y envueltas de una manera grotesca.
Mikasa guardó las cartas y tomó el libro, pesaba muchísimo más de lo que parecía. Apenas lo tuvo en sus manos sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza. Sus dedos temblaban tanto que no pudo abrirlo.
—¿Qué es esto?
—El Necronomicón, uno de los siete verdaderos. El libro de los Muertos.
La mujer se lo devolvió de inmediato, como si acabara de tocar hiedra venenosa.
—¿Para qué sirve?
—Para muchas cosas —el hombre lo devolvió a su lugar—. Se dice que… contiene la clave para traer un muerto de nuevo a la vida.
La mujer lo miró asustada, refregándose las manos.
—¿Cuánto sale? —la pregunta se deslizó antes de que pudiera detenerla o pensarla mejor.
—Diez mil dólares —respondió el hombre con tranquilidad.
—Vaya, es… bastante caro, para lo mal que luce.
—Usted dígame señorita… ¿qué precio cree que tiene traer a una persona desde el más allá?
Ambos se quedaron en silencio, contemplándose por largos minutos.
—Volver a ver su sonrisa —continuó el dependiente—, volver a escuchar su voz —los ojos de Mikasa se agrandaron, a medida que las palabras llegaban a sus oídos, se podía decir que veía a Eren mirándola y sonriendo cándidamente—, besarla de nuevo, perderse en sus ojos… ¿qué precio le pondría usted a ese milagro?
El sonido del claxon de la bocina del taxi los sobresaltó a ambos.
—Piénselo, señorita. Yo creo que es un precio insignificante, prácticamente simbólico.
—Bueno, me voy, muchas gracias Sammael.
—El placer ha sido mío.
La mujer se retiró bajo la lluvia que se había recrudecido.
—Volverá… por supuesto que lo hará…
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By Luna de Acero… expectante…
Glosario:
Clonazepam: Es un fármaco que sirve como tranquilizante y que se expide sólo bajo receta médica.
