I Walk the Line

Por Victoria Guerra

PARTE I: LA PRIMERA GUERRA.

Capítulo uno, Buenas noches don David.

La última lechuza de Sirius le había llegado hacía hora y media. Preguntaba, una vez más, cómo iban los ánimos. Y qué tan formal era la cosa. Y si debía llevar algo. Y cuántas personas iban a estar.

Victrix Sekhmet se limitó a reír y contestarle que los ánimos iban bien, que fuera con ropa casual, que con su encantadora y muy sexy presencia sería suficiente, y que sólo estarían sus padres, Bastet y ella.

Al no recibir más contestación, asumió que Sirius simplemente se había calmado un poco y se había empezado a emperifollar.

Llevaba toda la semana enviándole cartas cada veinte minutos, preguntándole las mismas cosas una y otra vez. Que si creía que lo iban a odiar, que si lo seguiría queriendo cuando le dijeran que su opinión era que era un total vagabundo sin futuro, que si era realmente buena idea dejar a su novio a la merced de dos magos influyentes y con el poder de desterrarlo del mundo mágico.

Quién diría que Sirius Black se pondría tan nervioso acerca de conocer a sus suegros.

Con toda la paciencia de la que era capaz, Victrix le repitió, una y otra vez, de la manera más amorosa posible, que dejara de pensar en imbecilidades y se calmara.

- Dulce – comentó Bastet a lo que Victrix le informó de aquello, alzando las cejas. Ella sonrió.

Bastet Custos, aparte de ser una de sus mejores amigas (junto con Lily Evans) era una de las pocas personas que sabía que Victrix y Sirius eran novios. Aunque llevaban casi año y medio saliendo, tan sólo ella sabía que eran oficiales; los demás sospechaban, pero hasta ahí. Y sino los hubiera cachado en una posición ligeramente comprometedora, ella tampoco tendría ni idea.

Sirius y Victrix llevaban unos buenos cinco meses tratando de ver cómo demonios decirles a los demás que estaban juntos… pero por ahora, eso no era importante.

Sirius iba a conocer a sus padres.

Aunque no estaba tan colapsada como Sirius, a Victrix la noticia de que ellos se habían enterado de su relación tampoco le había caído exactamente como frutitas en el estómago. Por eso le había dicho a Bastet que viniera también… sus padres la adoraban y, si cualquier cosa salía mal, estaría Bastet como apoyo.

En ese momento, su padre estaba en el estudio, su madre en la cocina y ambas amigas sentadas en la sala. Bastet leía tranquilamente una revista, mientras Victrix movía una pierna frenéticamente y mantenía la vista fija en la puerta.

- Hey Vic… cálmate¿quieres? – dijo Bastet de repente, fastidiada.

- Pero… ¿y qué si lo odian?

- No lo van a odiar, es un tipo simpático.

- Bueno¿y si a mi padre no le parece simpático¿Si cree que es un pobre inútil?

- No lo es.

- ¡Yo sé que no lo es! – exclamó Victrix, impaciente -. Sirius es un mago brillante¡pero ellos no lo saben!

- Ay, yo que sé, dile a Sirius que saque conejos de un sombrero en medio de la cena, estoy segura que eso los impresiona – dijo Bastet, mirando hacia la revista y reprimiendo una sonrisa.

- ¡Muy graciosa, Bassy, muy graciosa! – Victrix se veía a dos pasos de un colapso nervioso.

- Ya, ya, no exageres, estoy segura de que lo van a adorar.

- ¿Ah, sí¿Qué tan segura? – preguntó con amargura.

- Pues, bastante. Van a ver que Sirius es un tipo inteligente y encantador, y que tú lo adoras y… lo más importante, que él pelearía contra una horda de dragones por ti.

Victrix suspiró.

- Espero que se den cuenta de eso – hizo una pausa, en la que dirigió una sonrisita boba al vacío -. ¿Realmente crees que pelearía contra una horda de dragones por mí?

Bastet puso los ojos en blanco, y estaba a punto de contestarle con una respuesta mordaz, cuando sintió que su amiga perdía la concentración por completo: acababa de sonar el timbre.

Victrix vio cómo se aparecían sus padres justo al lado de ella en un instante. Realmente le parecía tan, tan innecesario que se aparecieran en medio de la casa… negó la cabeza y miró hacia la puerta.

- Yo abro – dijo, y se dirigió a la puerta con una sonrisa -. Hola Snu… ¿QUÉ DEMONIOS HACES TÚ AQUÍ?

No era Sirius. Aparentemente, había un sexto invitado para la cena de esa noche: su hermana, Deletrix, a la que no veía desde hacía unos tres años.

- ¿No puedo venir al gran lanzamiento del novio de mi querida hermanita? – preguntó Deletrix, dirigiéndole una sonrisa hipócrita. Saludó a sus padres y, al ver a Bastet se la quedó mirando fijamente -. ¿Ésta es la sangresucia?

Victrix se la quedó mirando fijamente, mientras cerraba la puerta. Su hermana se había cuidado de decir aquello en un tono que no oyeran sus padres.

- Soy bruja, y la sangre no tiene mucho que ver con eso – dijo Bastet, lentamente, sintiendo una oleada de desprecio por aquella chica -. Sin embargo, no, no tengo el honor de ser hija de muggles.

- Ah… aceptable – comentó Deletrix. Se rascó el antebrazo izquierdo distraídamente y se sentó en un sillón, cruzando las piernas.

- ¿Cómo supiste de la cena? – le preguntó Victrix a su hermana, casi siseando.

- Fue su idea – dijo su madre, con una sonrisa. Victrix la miró.

- Y por cierto… ¿cómo se enteraron ustedes de Sirius?

- Bueno, Deletrix me lo dijo.

- ¿Y cómo supo ella…?

El timbre sonaba de nuevo. Esta vez, su padre se adelantó a abrir la puerta.

Sirius Black, con unos jeans y una franela manga larga negra, estaba al otro lado.

- ¿Sirius¿Éste es Sirius? – preguntó David Sekhmet, abriendo mucho los ojos. Sirius le sonrió.

- Sí, señor, el mismo – dijo, asintiendo -. Buenas noches, don David, cómo le va.

La madre de Victrix se adelantó hacia la puerta.

- Buenas noches, doña Martha, es un placer – dijo Sirius, haciendo una leve reverencia y dándole un ramo de flores. La madre de Victrix rió.

- Pasa, Sirius, un placer conocerte al fin.

- Igualmente – dijo él cortésmente, entrando a la casa. La madre de Victrix apareció un florero con un movimiento de varita, mientras Sirius saludaba a Bastet.

Vio a Victrix y sonrió de oreja a oreja.

- ¿No y que estabas nervioso? – preguntó ella en su oído, impresionada por la naturalidad con la que Sirius se desenvolvía.

- Más que nunca en mi vida – dijo él. Victrix alzó las cejas, incrédula; Sirius agarró su mano y se la puso sobre su pecho. Victrix lo miró a los ojos, sorprendida: parecía que el corazón se le fuera a salir por la boca.

Victrix le dio un beso en la mejilla y le dirigió una sonrisa dulce.

- Te van a adorar – le dijo. Sirius asintió ligeramente.

- Eso espero.

- ¿Y a mi no me saludas, cuñado? – preguntó Deletrix a Sirius, finalmente levantándose del sillón. Él la miró con sorpresa, expresión que cambió a neutralidad después de un segundo.

- Deletrix – dijo, frío. Ella le dirigió una media sonrisa.

- Sirius – dijo, pareciendo divertida. Lo miró de arriba abajo -. ¿Por qué de negro¿Una burla más a la noble y antigua casa Black?

- No… es que me veo muy, muy bien de negro – dijo Sirius, sonriendo.

Buenas noches don David, cómo le va

Buenas noches, doña Marta, es un placer

Si me he vestido de negro, no es por luto, créanme

Aunque si esto no es la muerte, se le ha de parecer.

David Sekhmet rió ante el comentario, invitando a Sirius a sentarse en el sofá, mientras él se sentaba justo en el sillón de en frente. Sirius siguió la seña y tragó saliva. Victrix se sentó junto a él.

- ¿Quieres algo, Sirius? – preguntó la madre de Victrix -. ¿Cerveza de mantequilla, café, firewhiskey, té…?

- Un café, por favor – dijo Sirius, sonriendo -. Y si le puede agregar un litro de cualquier tipo de alcohol me haría el hombre más feliz y relajado del mundo… - agregó, con una sonrisa. Martha rió y fue a la cocina, acompañada por Bastet. Deletrix miraba la escena desde una silla algo más alejada, muy concentrada.

- ¿Nervioso? – preguntó su suegro. Sirius asintió vigorosamente.

- Tan nervioso como si me estuviera persiguiendo la mafia de goblins, sí señor – dijo, parte en broma, aún más parte en serio. David rió.

- Todos pasamos por eso. El día que conocí a los Prewett, mis suegros, tuve un colapso nervioso y me tuvieron que llevar a San Mungo de emergencia. El señor Prewett le dijo a Martha que yo era un perfecto imbécil… bueno, creo que su opinión no ha cambiado mucho alrededor de los años – terminó, alzando las cejas. Victrix frunció el ceño.

- Linda manera de dar esperanzas, pa.

Pero Sirius reía, más relajado.

- Esa definitivamente no me la sabía – comentó, divertido -. Vixie no me ha contado las anécdotas familiares – miró a Victrix -. Deberías, por cierto.

Martha, que se acercaba con la taza de café, se la pasó a Sirius.

- Muchas gracias…

- No hay de qué. ¿Cómo acabas de llamar a Vic? – preguntó, sentándose junto a su esposo. Mientras, Bastet le pasó al señor Sekhmet un firewhiskey y a Victrix una cerveza de mantequilla. Luego se sentó al lado de su amiga.

- Vixie… - dijo Sirius, sonriendo -. Le digo así desde hace años.

- Awww¡qué lindo! – exclamó la señora, sonriendo -. Suena un poco a Pixie¿no? – agregó, divertida.

- Bueno, después de todo, Vic-Vic es una cosita chiquita que hace mucho alboroto, igual que una pixie – comentó Bastet, sonriendo… esquivó el golpe de Victrix, mientras los demás reían.

- Mi mejor amiga, apuñalándome por la espalda – dijo Victrix, poniéndose una mano en el corazón.

- Exagerada – dijo Sirius -. Pixie Vixie – repitió, ante la mirada divertida de su novia -. Sabes, me gusta la combinación, me parece que voy a adoptar ese sobrenombre – sonrió. Luego se volteó a su suegra -. Gracias por la idea, señora Sekhmet.

La señora abrió la boca para decir algo, pero luego como que se lo pensó mejor y se encogió de hombros. Simplemente le devolvió la sonrisa y sacudió la cabeza.

- Es Martha, Sirius.

- De acuerdo, Martha.

- Igual aquí, Sirius. Pienso lanzarte una maldición egipcia sino me llamas David – dijo el padre de Victrix, alzando las cejas, serio -. Y créeme que me sé unas cuantas, viví en Egipto buena parte de mi vida – Sirius rió, asintiendo.

- Sí señ… David.

Victrix sonrió de oreja a oreja. Lo estaban adorando, y se les notaba. De hecho, su madre miraba a Sirius como si estuviera reconsiderando a su padre para fugarse con él.

Y siguieron hablando por un buen rato, hasta que sonó el timbre que indicaba que la comida estaba servida (los Sekhmet tenían una obsesión extraña con los artefactos muggles, para el profundo desagrado de su hija Deletrix)

- ¿Oyeron lo que pasó en la sala común de Slytherin la semana pasada? – preguntó de repente David a manera de conversación, mientras todos comían -. Digo, el día que ustedes terminaron Hogwarts… ¿se enteraron?

Hubo tres reacciones a lo largo de la mesa: Bastet bufó, Victrix empezó a toser con fuerza para ocultar la risa, y Sirius se aclaró la garganta, rascándose la cabeza.

Sí que se habían enterado. Aquello había sido el gran boom en cuanto a chismes, y el último que habían oído en Hogwarts: un bromista había movido la sala común de Slytherin al último piso del castillo, tapeándola, lo que evitó que todos los estudiantes de la casa pudieran agarrar el tren de regreso a Londres. No los habían podido sacar de ahí hasta doce horas después.

Todos los que habían oído de aquello sabían quién había sido. Los profesores incluidos. Pero, aparte de que no tenían pruebas contra él… se acababa de graduar. No podían tomar represalias. Y ese, exactamente, había sido el plan.

- Eh, sí… me parece haber oído algo acerca de una broma en la sala común de Slytherin la semana pasada, sí – dijo Sirius después de un momento, incómodo.

- Por supuesto que se enteró, padre – comentó Deletrix, haciendo énfasis en cada palabra. Sonrió -. Si quien organizó esa atrocidad irrespetuosa fue el señor Black aquí presente.

Victrix le dedicó a su hermana una mirada de odio intenso. Sirius, por otro lado, clavó la vista en su suegro.

- ¿En serio fuiste tú? – preguntó David. Sirius alzó las cejas.

- En realidad… bueno, digo…

- ¿Cómo lo hiciste? – preguntó, impresionado -. El castillo está protegido por miles de encantamientos permanentes. ¿Cómo desactivaste la protección?

- No la desactivé – dijo Sirius, sacudiendo la cabeza -. La usé a mi favor. Resulta que las habitaciones no movibles de Hogwarts sólo están protegidas contra desplazamientos hacia fuera del castillo… así que el truco era mover los calabozos a algún punto dentro.

- ¿Cómo te enteraste de ese detalle? – preguntó Martha, mirándolo impresionada. Sirius se encogió de hombros.

- Me tomó un par de días revisando Una historia de Hogwarts.

- Eso es realmente extraordinario – dijo David, alzando las cejas.

- ¡Padre! – exclamó Deletrix, al ver que el tiro le había salido por la culata -. ¡Es un acto vandálico en contra de mi antigua casa¿Cómo puedes estar impresionado?

- Realmente es magia extraordinaria – dijo su madre en tono conciliador -. Y, vamos… es sólo una bromita, Del, nadie resultó herido.

Deletrix gruñó y se paró de la mesa, murmurando algo.

Martha Sekhmet suspiró.

- Nunca ha tenido demasiado sentido del humor.

- Quizá porque es una racista buena para nada – dijo Victrix, frunciendo el ceño.

- Victrix¡no hables así de tu hermana! – exclamó su padre. La chica se encogió de hombros y le dio una puñalada al bistec que se estaba comiendo -. Cambiando el tema… - su madre se volteó a mirar a Sirius -. Conocimos a una bruja… su nombre era… ¿Morrigan, creo? Morrigan Black. ¿Es de tu familia?

Sirius casi se atraganta.

- ¿Una adorable y digna dama obsesionada con la limpieza de sangre? – preguntó, con un deje de amargura.

- Sí… ella – dijo Martha, asintiendo.

- Sí, sí la conozco – dijo Sirius, frunciendo el ceño -. Es mi madre.

Le suplicaría atentamente, don David

No meta a mi madre en esto

Sé bien la fama que me han dado de truhán

Pero juro que esto es honesto

- Oh – dijo David, sorprendido -. Pero… ella dijo sólo tener un hijo… ¿Remulus?

- Regulus – intervino Victrix, asintiendo.

- Sí, mi madre diría eso, claro – comentó Sirius conversacionalmente -. A mí me borraron del árbol genealógico familiar y me desheredaron, hace dos años.

- Ya decía que no te parecías a ningún Black que haya conocido – comentó Martha, con una sonrisa -. Casi me da un infarto cuando me enteré que Vic salía con un Black… sin ánimos de ofender.

Sirius asintió.

- Yo tampoco querría que mi hija saliera con un Black, no le deseo eso a nadie.

- Ya, pero tú no eres como tu familia – le dijo Victrix, alzando las cejas. Sirius suspiró.

- Eso espero.

- Vic tiene razón – dijo Martha, asintiendo -. Los Black son conocidos alrededor de toda Inglaterra por ser especialmente sanguinarios, por no mencionar estrictos con la llamada pureza de sangre; por lo que he notado, tú no eres así.

- No… no lo soy – dijo Sirius, negando con la cabeza -. Ellos son terribles.

- ¿Por qué te desheredaron? – preguntó David.

- Bueno… en la boda de una prima… peleé con una mortífaga – dijo Sirius, frunciendo el ceño, y teniendo mucho cuidado de lo que decía. Victrix lo miraba fijamente, extrañada por la expresión de su rostro -. Y era un mortífago muy amigo de la familia. Mi madre me llamó una desgracia por ello, y yo me harté y huí de casa – hizo una pausa -. Sí, creo que más o menos esa es la historia.

- ¿Y qué tienes en contra de los mortífagos, cuñadito? – preguntó Deletrix, regresando de donde sea que hubiera ido, y volviéndose a sentar en su puesto en la mesa.

- ¿Cómo que qué tiene en contra de los mortífagos? – preguntó Bastet, interviniendo repentinamente - ¡Andan por todo el mundo esparciendo terror y muerte, asesinando a quien se les atraviese por el camino!

Deletrix se limitó a encogerse de hombros.

Hubo un momento de silencio tenso, mientras Bastet y el señor Sekhmet terminaban de comer. Al hacerlo, la madre de Victrix se levantó a recoger los platos, con Sirius rápidamente levantándose a ayudar.

Tenía que ganar puntos con la suegra¿no?

Quizá estoy exagerando un poco con lo de los puntos, pensó, mientras lavaba los platos. Estaba en la cocina hablando con Martha, a la que había convencido de dejarlo lavar a él los platos. Sí, quizá lo estoy forzando, sólo un poco.

Pero, en todo caso, parecía estar funcionando. Los padres de Victrix eran muy agradables, aparte de que se habían tomado a bien la broma final a Slytherin, lo que siempre era un buen signo. Y lo mejor del caso: no parecían odiarlo.

La hermana de Victrix era un caso aparte, pero el sentimiento era compartido. Hay cosas que no se olvidan. Y, de todos modos, su opinión le sabía muy a mierda. El objetivo eran sus suegros, y aparentemente a ellos les caía bien.

Mientras tanto, discutía políticas ministeriales con Martha, mientras lanzaba hechizos de "scourgify" en dirección a los platos. Notó que era la primera vez en mucho tiempo que usaba aquel hechizo contra un objeto y no contra otra persona… contuvo un bufido. Mantenerse serio, estaba teniendo una conversación seria con una representante importante del cuerpo diplomático mágico de Inglaterra, que de paso era la madre de la chica de sus sueños. Había que ir con cuidado.

- Acaban de promover a Crouch, por cierto… mañana lo publican en El Profeta – dijo Martha.

- ¿Lo… promovieron? – preguntó Sirius, incrédulo -. ¡Pero fue terrible en su trabajo anterior, como encargado de asuntos carcelarios!

- Lo sé – dijo Martha, asintiendo -. Pero fue convincente. A la gente no le importa si los convictos de Azkaban son culpables o inocentes… lo que quieren es sentirse seguros, hay demasiada destrucción. A los ojos del mundo, Barty Crouch hizo un excelente trabajo. Lo acaban de promover a jefe del Departamento de Reforzamiento de Leyes Mágicas…

- ¿Qué? – Sirius abrió mucho los ojos -. ¡Pero eso lo pone a cargo de la justicia mágica de todo el país!

- Lo sé… nunca dije que concordara con todas las decisiones del ministe… - se oyó un golpe.

- ¡AYYYYYYYYYY! – Victrix soltó un alarido.

Sirius dejó el plato en el primer lugar que vio disponible (o sea, en el piso, porque lo dejó en el aire) y corrió a la sala, con la señora Sekhmet justo tras él.

Victrix estaba encogida en el sofá, con ambas manos cubriéndole la nariz. Bastet estaba parada frente a ella, recogiendo un retrato que había caído en el suelo.

- ¿Estás bien? – preguntó Sirius en tono preocupado, sentándose a su lado.

- ¡Me duele! – gimió ella, cerrando los ojos con fuerza. Sirius frunció el ceño y le pasó un dedo por la mejilla suavemente.

- ¿Qué pasó, linda?

- El cuadro… ¡mecayó encima de repente! – murmuró Victrix -. ¡Justo en la nariz!

- Déjame ver… - Sirius le quitó las manos de encima de la nariz. La tenía roja e hinchada, y un hilillo de sangre salía del tabique.

Los padres de Victrix salieron un momento a buscar pociones anti inflamatorias, mientras Sirius miraba la nariz de su novia con el ceño fruncido.

- Creo que se te desvió un poco el tabique – dijo, palpándola un poco y causando que ella exclamara "¡auch!" un par de veces. Ella hizo un puchero.

- ¿Se me nota mucho?

- Sí, es como ver a Cyrano de Bergerac después de hacerse un piercing – comentó Bastet. Victrix la miró con mala cara, mientras Sirius reía.

- No, por ahora no se te nota, pero deberíamos ver qué se puede hacer con eso, por si las dudas – dijo el chico.

- Merlín, pero qué delicadilla eres, hermanita – dijo Deletrix desde una silla alejada. Nadie siquiera había notado su presencia hasta ese momento. Victrix, Sirius y Bastet le dirigieron idénticas miradas de desagrado, pero decidieron ignorarla.

- Snuffles… me duele mucho… - dijo Victrix, señalándose la nariz. Sirius la miró con dulzura y luego le besó la mano.

Entraron los padres de la chica con un par de pociones curadoras… su madre se acercó a curarla, pero ella negó con la cabeza obstinadamente, y repitió que quería que lo hiciera Sirius. Su madre rodó los ojos y fue a la cocina a recoger el pequeño desastre que había hecho Sirius, y su padre fue un momento al estudio a escribir una carta.

- Pareces una niñita – dijo Bastet, rodando los ojos.

- Ay, déjame – dijo Victrix en tono infantil. Le pasó las medicinas a Sirius -. Cúrame – él rió.

- ¿Recuerdas la última vez que te curé un golpe?

Empezó a untar una de las pomadas en su nariz, haciendo que le ardiera.

- Claro que sí – dijo, sonriendo a pesar de la picazón -. Me había roto el labio y estaba llegando tarde a Pociones… - frunció el ceño de repente -… tu estabas saliendo con la tipa ésa, McClaggen.

- Tuvimos una cita, te lo he dicho trescientas veces – suspiró Sirius.

- Sí, claro, por eso fue que ella se te tiró encima y…

- Vamos, Vixie, eso pasó hace dos años, ni siquiera estábamos saliendo en ese momento – cortó Sirius -. Y lo único que me acuerdo de la tal McClaggen es que la muy idiota apareció cuando no tenía que aparecer y de paso hizo que tú estuvieras al borde de lanzarme un Avada Kedavra – hizo una mueca -. Te diré que no la tengo en demasiada alta estima.

- Sí, bueno… yo tampoco – dijo Victrix, alzando las cejas -. Y no te quería lanzar un Avada Kadavra encima… quizá un par de crucios, pero no un Avada.

Sirius sonrió, mientras terminaba de ponerle la pomada.

- Lista. ¿Todavía te duele?

Victrix hizo un puchero y asintió. Sirius le besó la punta de la nariz.

- ¿Mejor? – preguntó. Victrix abrió mucho los ojos y se señaló la boca con un dedo. Sirius rió y la besó -. ¿Y ahora?

- Perfectamente – dijo ella, sonriendo.

Un gato persa, gris claro y muy elegante, bajó las escaleras y saltó al regazo de Sirius, acurrucándose mientras él lo acariciaba.

- Qué raro… a Artemis no le cae bien casi nadie – dijo el padre de Victrix, alzando las cejas. Sirius sonrió.

- Es que ya me conoce… yo fui quien le regaló Artemis a Vixie – dijo.

- Dijiste que te lo había regalado un amigo – dijo la madre de Victrix a su hija.

- Sirius es mi amigo – dijo ella, encogiéndose de hombros.

- Lo que tu madre quiere decir – aclaró Bastet -, es que no es sólo tu amigo.

Fue el turno de Sirius de encogerse de hombros. Miró hacia sus interlocutores, mientras seguía acariciando a Artemis.

- Es prácticamente lo mismo, a decir verdad… todavía nos hacemos bromas, y nos seguimos teniendo poca paciencia, y Vixie me sigue gritando de vez en cuando…

- Eso es porque tú sigues haciendo estupideces – aclaró ella. Sirius sonrió, mientras Bastet reía.

- Exacto – siguió Sirius -. Así que, bueno, es eso, seguimos siendo amigos… lo único es que… - sonrió de un lado, encogiéndose de hombros una vez más -. A veces uno se enamora de sus amigos.

Victrix sonrió. Cómo le encantaba cuando decía eso. Le hubiese dado un beso apasionado si sus padres no los estuvieran mirando.

Me enamoré de ella

¿Qué quieren que les diga si me enamoré?

Se enamoró de mí

¿Qué quieren que haga si se enamoró?

Nos enamoramos

Sé que no he sido un ejemplo pero me enamoré

- Aww, qué tierno – dijo Deletrix, rodando los ojos. Sirius gruñó ligeramente, y Victrix hizo un ademán para sacarse la varita del bolsillo, pero se lo pensó mejor.

- Yo no crié a una maleducada, Deletrix – dijo Martha, dirigiéndole una mirada dura. Ella sonrió.

- Aprendí mejores maneras de otros mentores, madre.

Se hizo un silencio algo incómodo, mientras la duda flotaba en el aire. ¿A qué estaba jugando Deletrix?

Sólo Sirius sabía con la certeza de quien lo ha visto qué figura se escondía debajo de la manga izquierda de la chica.

- ¿Qué lugares, querida cuñada? – preguntó, rompiendo el silencio. Ella le dirigió la misma sonrisa cruel que le había regalado un año antes.

- Ya sabes, lo peor que se ha visto en el mundo mágico, bla, bla – un brillo extraño brilló en los ojos de Deletrix -. Ya tuvimos esta conversación en la boda de Narcissa.

- Ya va… - Bastet hizo una pausa, mientras fruncía el ceño. Miró a Sirius -. ¿No dijiste hace como diez minutos que peleaste con una mortífaga en la boda de tu prima? – él asintió -. ¿Narcissa, no es Narcissa Black… tu prima?

Sirius alzó una ceja y asintió casi imperceptiblemente. Bastet miró fijamente a Deletrix, que parecía sorprendida.

- Tengo una cita – dijo rápidamente, evitando más cuestionamientos -. Debo irme. Hasta luego – y desapareció.

- ¿Qué fue eso? – le preguntó Victrix a Sirius, en voz baja, una vez sus padres retomaran algún tipo de conversación. Él suspiró.

- Te cuento luego – respondió. Ella asintió y miró a sus padres. Su madre acababa de preguntarle a Bastet por su novio. Ella alzó las cejas.

- Eh, bueno está… enfermo – dijo, mirando hacia la ventana distraídamente. Sirius siguió su mirada y entendió: era luna llena.

Se maldijo a sí mismo por no haberlo recordado. Debía haber estado con Remus en ese momento, pero no había sacado la cuenta… la última semana la había pasado angustiándose ante la perspectiva de conocer a sus suegros, y no le había hecho ningún caso a nada.

Hizo una mueca. Sólo era la primera noche de luna llena, mañana iría con los chicos. Y, claro, se tendría que inventar una excusa por haber faltado esa noche.

Miró a Victrix con expresión de molestia, y ella adivinó lo que pensaba: sino se hubiese puesto ella con cómicas cuando empezaron a salir, no tendría que dar excusas para no estar una noche con sus amigos.

- Me tienes demasiada paciencia – murmuró ella, mirando hacia abajo con el ceño fruncido.

- Es probable – dijo él, encogiéndose de hombros -. Pero ha valido la pena.

Victrix le sonrió. Sí, sí que había valido la pena.

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Me sentí peligrosamente tentada a escribir un par de páginas más al capítulo, pero me di cuenta que ya me había concedido demasiados caprichos (así este en particular me obligue a cambiar el plan de la historia un poco) A falta de editor me tengo que editar a mí misma.

Así que aquí está. El primer capítulo de I Walk the Line, la secuela de El Principio. No puse esta indicación en el summary porque, seamos honestos, su precuela no fue exactamente exitosa. Pero… les recomiendo darse una pasadita por el link y leerse el original, que aunque no sea exactamente un Nóbel de literatura, es una historia que me gusta, aparte de que se ven algunas cosas a las que hago referencia aquí, aunque haya tratado de concentrarme en el capítulo en sí y no en la historia pasada de los personajes.

Bueno… la canción es Buenas Noches Don David, de Ricardo Arjona, (mi cantante favorito, por cierto) muy recomendada. Sólo basé el capítulo muy libremente en la canción, ya que esta última tiene un desenlace diferente. Para empezar, en la canción los suegros odian al tipo.

En todo caso… si les gusta, dejen review. Sino les gusta, dejen review de todos modos. Siempre es agradable tener una buena discusión :D

Creo que eso es todo lo que tenía que decir, y me llevé unas buenas veinticinco líneas, en Verdana 12. Tengo que dejar de hacer tanto comentario idiota.

--REVIEWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWW---

Saludos,

Victoria