Realmente me dio algo de pena por Boruto en la película. Nadie se merece pasar por una humillación así.

Entonces me pregunté, viendo la película nuevamente, ¿Y si ni Momoshiki ni Kinshiki hubiesen atacado? ¿Y si Boruto decidiera huir de la aldea cegado por la rabia, y Sarada y Mitsuki fuesen tras de él, tal como Sakura planeaba hacerlo en la huida de Sasuke?

No me he leído ningún fic que de un paralelismo de Boruto con Sasuke, así que tenía que escribir esto.

Sin embargo, el panorama general se me ocurrió tras un diálogo con tendencias Mikasa Ackerman-escas en Sarada.

Buena lectura.

PD: Yoake significa "Amanecer." Tiene su significado.

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El anochecer de las libélulas

«Una vez has empezado algo, no puedes pedir que te deje. Es ahora o nunca, Uzumaki.»

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La mirada cegada por la decepción podía calar hasta en la persona más dura. Aquellos ojos azules como un río eran aguas turbulentas y cristales empañados, un lapislázuli opaco que se dirigía hacia él.

Había dolor y tristeza, mostrada por el arco de sus pobladas cejas rubias y la mueca casi imperceptible de sus labios, que lo atajaban con audacia, y a su vez, negación.

—¿Qué es esto?

Probablemente lo había dicho varios minutos antes, pero aún no se detenía de tamborilear en su cabeza, y estaba enloqueciéndolo.

El apretón en su muñeca era algo fuerte y agónico, temblando suavemente y desconocía si era por el enojo o el sentimiento que surcaba en el pecho de su padre.

Su corazón palpitaba más de lo normal, amenazando con salir de su pecho si no se relajaba. Era demasiada presión sobre sus hombros. Y antes de que se diera cuenta, la voz de Rock Lee resonó en la arena, y en su cabeza.

—¡Shikadai Nara es el ganador por descalificación!

No debía llorar, no frente a todas esas personas. ¿Qué estarían pensando Sarada y Mitsuki en ese momento? ¿Acaso lo odiarían por ser un traidor, por haber fingido todo ese poder, un poder que nunca tuvo? El kote lo hacía fuerte, pero él no lo era.

—Boruto Uzumaki, te quito el honor de ser un shinobi de Konoha.

"Lo siento, Sarada... quería ser tu digno rival, y protegerte."

—Hablaremos cuando lleguemos a la casa.

Aquella sentencia fue fría y pesada, lanzada como un peso muerto hacia su pecho, el cual se hallaba contraído por las turbulentas emociones que corrían en él.

Salió de la arena, sin seguir las instrucciones de ir a la zona de los que perdieron su pelea.

Y Naruto no lo siguió. Debía dejar que reflexionara sobre lo que había hecho.

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—N-No... no puede ser —balbucearon los pequeños y rosados labios de la pequeña Uchiha, cuyas manos temblaban suavemente en las gradas.

Debía estarse preparando para su enfrentamiento contra Shinki, el ninja de la Arena e hijo del Kazekage, pero no podía. No mientras su cabeza estuviera repleta de los recuerdos de Boruto cabizbajo en medio de la arena.

—El Hokage no puede hacer eso —inquirió su compañero de equipo y mejor amigo, Mitsuki, dejando que se escapara el temor en sus palabras. Había encontrado su sol, para acompañar su propia luna, pero al parecer el destino forzaba el atardecer—, ¿Cierto?

—En realidad... —masculló la Uchiha, bajando su cabeza mientras meditaba sus opciones— sí puede.

Apretó los puños, y tensó su mandíbula con fuerza. No podían arrebatarles a su compañero de equipo. ¿El Hokage estaba diciendo la verdad, le quitaba su puesto como ninja?

¿No le haría eso a su hijo, no?

"Tiene a Himawari, nada le impide prohibirle a Boruto convertirse en ninja," musitó su consciencia. "Pero el Séptimo es un buen hombre, jamás haría algo tan cruel. Debía estar siendo dramático."

Una fría mano se posó en su hombro desnudo, haciéndola temblar un poco mientras subía la mirada lentamente, chocándose contra los ojos ámbar de Mitsuki. Este mantenía su rostro sereno, pero ella lo conocía: estaba tan asustado y preocupado como ella.

—Sarada... ya casi empezará tu pelea, debes prepararte. Yo iré por él.

Vio levantar al chico de cabellos celestes, pero ella no era así. Se levantó mientras sujetaba la manga de su kimono, frunciendo el ceño con decisión.

—Al diablo el examen —gruñó, quitándose la bandana de un solo golpe y apretándola en su mano. Aquello la hizo atraer algunas miradas indiscretas, pero no llamar la atención completamente—. No quiero ser una ninja si no tengo a mi mejor amigo a mi lado. Somos un equipo.

—Pero... —musitó Mitsuki, mirándola con sorpresa mal disimulada—, dijiste que querías graduarte este año para empezar las prácticas con el Hokage...

—"En el mundo Shinobi, aquellos que rompen las reglas son escoria. Pero aquellos que abandonan a sus amigos son peor que la escoria" —recitó a memoria, sin titubear en ninguna parte—. Eso me dijo papá, y yo me regiré por eso.

Dejando su sorpresa de lado, el hijo de Orochimaru asintió noblemente, tomando el brazo de la chica y dirigiéndose a las escaleras que le permitirían bajar de las gradas.

Ambos genin conocía a Boruto. Así que, lo más probable era que estuviera en los jardines de la Academia, balanceándose en el columpio como lo hacía en sus días de escuela cada vez que estaba de mal humor.

Al llegar a dicho lugar, se podía visualizar el sol bajando levemente. Era el atardecer, y una hermosa vista si se relajaban para apreciarla. Pero no era el momento, no mientras Boruto estaba mal.

Su amigo rubio se hallaba en ese columpio de antaño, con ese mohín en sus labios y las lágrimas nublando sus ojos azules. Probablemente les gritaría por verlo llorar, pero no le temían a eso.

—Lárguense —era su voz, aunque estaba a espaldas. Era un shinobi, después de todo—. Quiero estar solo-ttebasa.

—Solo queremos ayudarte, Boruto. Estamos contigo en esto —dijo ella, soltándose del agarre de Mitsuki.

Una risa irónica escapó de los labios de Boruto, el cual se sacudía ante esta en su posición inmóvil.

—Mientes —bufó—. Admiras al idiota de mi padre; estás de acuerdo con lo que hace todo el tiempo.

—¡Claro que no!

—Sarada y yo no estamos de acuerdo con el Hokage —negó el pálido genin, aproximándose a su amigo con el ceño fruncido—. Eres un tramposo, pero también eres un genio. Tienes más poder del que crees, Boruto, y todos lo sabemos. Tu padre no sabe apreciarlo.

La mirada cristalina del chico se subió suavemente hacia su amigo, con su labio inferior temblando levemente. Odiaba verse tan frágil ante ellos, ante su equipo de prodigios, el Equipo Konohamaru.

Pero no podía evitarlo. Se sentía como un rompecabezas con la última pieza perdida. Su estatus de ninja ya no existía, y sin eso no tenía nada.

Nothing. Nil. Nada.

—Y-Yo...

—Si tú no eres un ninja, nosotros tampoco —sentenció la Uchiha con frialdad, lanzándole su bandana, la cual había lanzado hacia las piernas del chico.

Apretó los puños, observando el símbolo de Konoha que brillaba en la bandana de Sarada. Se veía tan hogareño, pero ya no le pertenecía.

No con su última decisión.

—Voy a irme.

Las expresiones de su equipo no tenía precio. Ambos se veían como si les hubiesen obligando a tragarse un limón completo, y luego les hubiesen dicho que tendrían que tragarse otro.

—¿Q-Q-Qué...? ¿Estás loco? —balbuceó Sarada, parpadeando más de la cuenta.

Ladeó una sonrisa torcida, lejos de ser una feliz.

—No seas hipócrita, Sarada. Pa... Naruto nos lo dijo; no querías volver a la Aldea. ¿Cuál es la diferencia conmigo? —reclamó con molestia, levantándose del columpio con la bandana en mano.

—La diferencia es que... No lo entenderías —suspiró la Uchiha, y al ver la oscuridad en su mirada, desistió inmediatamente de tantear el asunto—. Boruto, tu padre podrá ser el peor del mundo, pero tienes a tu mamá... a Hima-chan...

—Y a nosotros —finalizó el genin de cabellos celestes, son su severa mirada dirigida hacia él.

—Mamá tomó el lado del viejo al no hacer nada, y Hima-chan no me necesita. Se tienen ambas. Y eso los deja a ustedes... Así que... vengan conmigo —sonrió el rubio, como si hubiese descubierto el enigma más complejo del mundo.

Ambos genin suspiraron, mirándose mutuamente con sentimientos similares. Boruto estaba imaginándose cosas muy a futuro, lo conocían.

—Boru...

—¡Escuchen! ¿Qué padre le hace algo así a su hijo? El viejo es un monstruo. Es injusto y... no tiene sentido —bufó el chico, frunciendo el ceño con un mohín—. Da igual; hagan lo que quieran, pero yo me iré de esta aldea de mierda.

—¡Pero, Boruto...! —se quejó la pelinegra, siguiéndolo cuando este comenzó a alejarse.

—¡No intentes detenerme, Sarada!

—No intento detenerte, mocoso imbécil —se mofó la Uchiha, molesta—. Solo iba a decirte que no podemos irnos sin haber buscado ropa y comida... y dinero, por supuesto.

Los ojos celestes del niño brillaron hacia sus compañeros de equipo, quienes lo veían con una suave y condescendiente sonrisa.

Recordaba haber discutido con su padre por ponerlo en el mismo equipo de la estirada Uchiha y el raro y acosador Mitsuki. Pero ahora era lo único que le agradecía internamente.

No podía pedir un mejor equipo.

—¿Están seguros?

—Nada me ata a esta aldea, Boruto. Solo ustedes —sonrió Mitsuki, cruzándose de brazos—. Mi padre vive en sus escondites, y mi familia trabaja para él. Puedo volver cuando quiera.

—Y yo seguiré mi propio camino, que es estar con mi equipo y ser una poderosa kunoichi. Mi papá nunca está en la aldea, y mamá... lo entenderá —finalizó la Uchiha con simpleza, encogiéndose de hombros.

—Pero querías ser Hokage... —balbuceó el rubio, recordando ese pequeño detalle.

—¿Y? No seré la primera Uchiha que falle en cumplirlo. Además... Olvídenlo; no tenemos tiempo. Hablaremos de eso luego —asintió la pelinegra, parándose en medio de ambos—. Haremos esto; cada uno irá a su casa y recogerá todo. Lo menos que tarden, mejor. Nos reuniremos en la Roca Hokage en diez minutos.

Las peleas solían durar un tiempo considerable. Solo necesitaban irse antes de que su pelea con Shinki fuera anunciada, aunque probablemente sus padres ya se hubiesen dado cuenta.

De cualquier modo, nunca se les vendría a la cabeza que la heredera Uchiha estaba desertando porque su amor hacia Boruto Uzumaki y su amistad de oro con sus dos mejores amigos le impedía dejarlos ir.

Esperaba que no.

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Aún no podía creerlo. Desde su primera misión, sintió una indudable conexión con sus dos compañeros, pero jamás se le había ocurrido que llegaría a ser tan fuerte.

Claro que discutían, sobretodo él y Sarada, y a veces le fastidiaba que Mitsuki hablara de forma tan enigmática e indescifrable. Pero eso no quitaba el hecho de que ambos habían dejado todo por acompañarlo.

Podía sonar como cualquier cosa, pero los tres genin no estaba yéndose de aventura. Ser un ninja renegado indicaba huir constantemente, ser cazado como un animal, no saber cuánto tiempo se tendría de vida tranquila en su estadía temporal.

Y en ese momento, con su bolso en el hombro en la Roca, lo dudó. ¿Era capaz de arriesgarse a eso, arriesgar la vidad de sus mejores amigos por su capricho, renunciar a su Aldea, la cual debía proteger?

Su mirada se oscureció, y una torcida sonrisa se hizo paso en sus labios.

Su padre era un monstruo. Había peleado contra el sistema shinobi, y ahora formaba parte del el. Usualmente ponía su trabajo como prioridad, pero en ese momento había puesto su aldea sobre su hijo.

Y él, en el momento perfecto cuando tuviera el poder suficiente, destruiría la aldea que lo había humillado.

Y si tenía el poder de Mitsuki y Sarada junto a él, no habría Alianza que lo detuviera.

—Oye, Boruto... ¿te encuentras bien? —preguntó Mitsuki antes de empezar a correr hacia el límite de la aldea.

Asintió, volviendo a su sonrisa usual. Sus amigos no eran armas, eran sus iguales. Solo debía esperar, entrenar y ser fuerte. Solo así podría vencer al idiota de su padre.

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N/A: Un corto prólogo. De su recibimiento dependerá el curso de la historia, aunque ya le tomé cariño y probablemente la continúe.

A Boruto comienza a faltarle un tornillo, pero bueno...