Arrogancia: tercer infierno
Primera Parte
DISCLAIMER: Los personajes de esta historia, y en general la mitología nórdica, no me pertenecen. Esto ya es de Perogrullo, pero Fanfiction me obliga a enunciar lo obvio, como que el cielo es azul y que escribo esto por diversión.
Capítulo uno: Lazos
"La era del hacha y de la espada, la era del viento, la era del lobo, antes de la destrucción del mundo."
"Va con las fauces abiertas, la mandíbula inferior rozando el suelo, la mandíbula superior rozando el cielo. El fuego brota de su hocico."
Snorri Sturluson, poeta islandés autor de las Eddas.
Las runas lo representarían como un horrible lobo gris de mandíbula desencajada y ojos protuberantes inyectados de aquello que tanto reclamaba: Sangre. Sus fauces se describían rebosantes de saliva producida por sus ansias de destrucción, la cual caía en cascadas inundando el Midgar. El monstruo horrible que los llevaría al Ragnarok. Fenrir, el dios con forma de lobo que representaba la destrucción, sería el único destinatario de esta descripción.
Pero la verdad es que Fenrir había sido un niño. De enormes ojos color dorados y piel canela que contrastaba con aquella palidez de etérea luminiscencia de los Ases. Lo habían rescatado, más bien secuestrado, invadiendo aquella fortaleza bajo las raíces del Yggdrasil de un susurrante y marchito blanco, confluyente de hielo y nieve denominada Niflheim. Fue desgarrado a corta edad del horrible seno materno de la giganta de cabellos color sangre llamada Angrboda, seno cuyas enseñanzas y arrullos estaban cargadas de promesas apasionadas de violencia, venganza y devastación.
Pero, a fin de cuentas, aquella morada rodeada de enormes garras de roca y hielo alzadas desafiantes al cielo había sido su hogar; y esa giganta corroída por la sed de sangre era, inevitablemente, su madre.
Sus hermanos, por otro lado, no habían tenido mejor suerte: la serpiente Jormoungandour fue arrojada al mar abisal y Hel al país de las tinieblas.
El valeroso Tyr, el estandarte de la justicia y el coraje en la batalla, se había encargado de su crianza. Luego se limitarían a escribir que se había dedicado simplemente a alimentarlo, pero fue mucho más que eso. En ese entonces era un apuesto y virtuoso muchacho de pómulos altos, mandíbula marcada y largos cabellos que parecían ser un silencioso poema épico que homenajeaba el brillo de las estrellas. Fuerte, bondadoso y sin duda, el más valiente de todos los Ases. Pero siempre había algo indefinible que lo distanciaba de los demás dioses. Un velo intangible y translúcido de soledad. Como era el As del combate individual, tenía principios distintos a sus pares y amaba la soledad.
Su amistad con Fenrir había comenzado en la fortaleza de Odín. Un día, había visto a aquel niño siendo llevado de la mano de Thor en compañía de otros dioses hacia lo que, de no haber sido por él, sería su prisión. Tyr, quien se había auto marginado de aquel saqueo al Niflheim, mantuvo una larga y acalorada discusión con su medio hermano acerca de si era correcto confinar a aquel niño a un lugar restringido del Valhalla. Finalmente se le concedió a éste la tutela de Fenrir.
—Hermano, yo no quiero tener nada que ver con este niño, ni yo ni nadie. Si tanta lástima te da, tú hazte cargo de él.
Todo parecía haber sucedido en un vertiginoso e intenso instante cargado de juegos, risas, enseñanzas y emociones. En un segundo, estaba resignando ante aquella carga de cuidar a aquel misterioso niño que aún no había revelado ningún indicio de ser peligroso; en otro, estaba sentado en un árbol de frutos de cristal y plata, junto él, en los jardines de altar murallas del palacio de su padre, tratando de enseñarle a leer mientras él posaba su mirada en otras criaturas, intentando cazarlas.
Se habían convertido en inseparables. Tyr, quien hasta ese entonces jamás se había lamentado de su soledad, había encontrado al fin una compañía que disfrutase. Podía pasar horas disfrutando el silencio tras esas murallas impenetrables de roca que rodeaban el jardín, envueltos en verde grisáceo y blanco invernal, luego de un arduo entrenamiento en los jardines. Se habían convertido en hermanos. Pero aquellos juegos inocentes de espada pronto le pasarían la cuenta a Tyr.
—Hijo, ¿Estás bien? —Tyr caminaba por uno de los pasillos del palacio con un aspecto deplorable, suceso bastante poco común. Su padre, Odín, ni en la más sangrienta de las batallas había visto a su hijo tan magullado. Pese a esto, se veía animado.
—Claro que estoy bien. ¿Pasó algo? —Odín, instintivamente, miró hacia los terrenos rocosos del palacio a través del ventanal, distinguiendo a Fenrir, quien dormía distendidamente a campo abierto. Habían pasado quince años desde su secuestro.
— ¿Estuviste entrenando con Fenrir? Hace ya cinco años que no lo veía. Vaya que ha crecido. —Los ojos azul grisáceo de su hijo miraron en la misma dirección que su padre.
—Muchísimo. Tenemos las marcas de su crecimiento en una roca ¿Quieres ir a ver?
— No, hijo, lo siento. —Tyr nunca había entendido la reticencia de los Ases para acercarse a su hermano de juramento, por lo que insistió. —Está bien, sólo porque deseo revisar su estado.
El aludido estaba despertando cuando oyó pasos. Se emocionó ante la inminente llegada de Tyr y corrió hacia él, no sin antes dedicarle una intensa mirada a Odín. El dios tuerto por primera vez en su vida se sintió asustado, por lo que no pudo descifrar muy bien la emoción que le embargaba ni aquellas extrañas visiones de un lobo gigantesco devorándolo.
Vio en sus ojos sed de destrucción; hambre de venganza; ríos de sangre y trágicas profecías hechas realidad. Fenrir con una sola mirada le prometió asesinarlo a él, a Odin, el Dios Padre.
—Ya puedo convertirme en lobo a mi voluntad, ¡mira lo que atrapé! —dijo mostrándole una urraca destripada luego de aquel fugaz, pero penetrante contacto. Odín frunció el ceño y miró a su hijo con una mirada elocuente, quien la ignoró. Solo tenía ojos para su hermano.
—Fantástico, Fenrir, eres todo un cazador. ¿Por qué no trepas el árbol y me traes un fruto de cristal?
—Está bien —concedió alegremente mientras se disponía a trepar su árbol preferido con una agilidad impresionante. En su forma de lobo, aún parecía un cachorro entrando a la adolescencia, con sus extremidades graciosamente largas y su pelaje opaco y suave. Mientras lo observaban enterrar sus garras contra la corteza del árbol para subir con una inusitada fuerza, Odín tomó la determinación de hacer que Tyr se enfrentara a la dura realidad.
—Mira lo veloz que es —le dijo su hijo con entusiasmo.
—No creo que sea eso sobre lo cual debas posar tu atención.
—¿A qué te refieres?
—Su instinto violento lo delata, Tyr. La profecía se cumplirá si no hacemos algo.
—Sigo sin entender, padre.
—Míralo bien, Tyr —insistió señalando a la pequeña figura, ahora humana, que los miraba y reía mientras se sentaba en la rama más alta, sosteniendo un fruto de cristal.
Tyr sólo veía a un joven enérgico despojado de su infancia. Su mirada era intensa y triste, cargada de ansias de descubrir el mundo más allá de esos muros de roca sólida. Odín, solo podía ver en Fenrir a un muchacho con ojos colmados de ansias de devastación; ojos que reflejan un alma desgarrada por la ambición del Ragnarok.
—No, lo siento, padre. Y no doy crédito a lo que ustedes dicen. Puede ser hijo de todo fraude y de la mensajera del dolor, pero eso no puede darles el derecho de ver maldad en él. Lo siento, pero están cegados por la amenaza inminente que vaticinan las Nornas.
—Tyr. —Su padre lo observó con su único ojo centelleante de sabiduría. Era Tyr, el más noble, justo y valeroso de todos los Ases, quien estaba cegado. Cegado por ese vínculo que le habían impuesto de cuidar —Que luego derivaría en un "proteger"— a Fenrir; pero sobre todo, estaba cegado por el lazo de amor fraternal que había forjado con el tiempo, lazo que nadie le había impuesto.
En cierto modo, esa relación de hermandad se le hizo dolorosamente familiar: Loki, nacido de otros padres, había confraternizado tanto con él, que había decidido adoptarlo como un hermano. Finalmente, fue éste, luego de intrigas y maquinaciones, quien dio muerte a Baldr. No, no dejaría que su hijo cometiera el mismo error que cometió con Loki. Debía separarlo de Fenrir tanto por su bien como por el de los demás.
Los Ases estaban reunidos en el gran Patio de Entrenamiento. Thor se enfrascaba en una lucha con espadas de madera con el joven y silencioso Vidar, los golpes atestados eran certeros y potentes y las astillas saltaban por doquier. Los pies de Vidar eran cada vez más ágiles, por lo que utilizaba esta ventaja para hacerle frente a la fuerza descomunal de Thor. Odín se dirigió hacia ellos con paso decidido. Los cuervos Hugin y Munin se posaron uno en cada hombro susurrándole lo visto aquel día.
—Escuchen todos. —La sola enunciación de esta frase hizo que cesara toda actividad y sonido proveniente de los Ases, quienes suspendieron sus actividades para enfocar toda su atención en él. —Debemos hacer algo con Fenrir, se acerca el Ragnarok.
Los afilados ojos de Vidar adquirieron un brillo peligroso y sádico.
Esto nació el 2007 a raíz de una historia de fantasía que nació en mi cabeza y que siempre he querido escribir (y que siento que nunca avanza ;_;, porque en lugar de cerrarla la voy abriendo aún más) y una extraña asociación de ideas en mi cabeza. El 2011 me animé a escribirlo, pero lo dejé ahí. Estoy revisando mis historias antiguas y creo que la mejor manera de retomar mis labores acá es desempolvar algunas para agarrarle el ritmo a esto.
Obviamente, pese a estar basado en la mitología nórdica, me tomé ciertas licencias creativas, por lo que cualquier discrepancia con el "canon" (y eso ni ahí, porque hay pocas fuentes y muchas veces en el mensaje oral se pierde y… bueno, es uno de los encantos de la mitología)… un hechicero lo hizo.
Esta breve historia consta de dos partes, así que en poco t° estará en final. Este es mi último semestre de postgrado, así que quiero volver fanfiction, que por alguna extraña razón, después de 10 años me sigue causando una enorme satisfacción.
Saludos.
PS: no encuentro el separador en fanfiction, Dios, qué frustrante.
