GIRA Y EL TIEMPO INVERTIRAS
Hola!
Es la primera vez que escribo sobre el Okikagu, ya tenía tiempo queriendo escribir algo sobre ellos, pero la inspiración nomás no me llegaba hasta que si, encontré unas imágenes interesantes en Pinterest :P espero les agrade. Espero no haberme salido de las características de los personajes, de ser así, tengan piedad es la primera vez que escribo de gintama.
Declaimer: Ningún personaje me pertenece.
Capítulo 1
Souchiro-kun un niño con un alma angelical, de gran inteligencia, apetito desmesurado, fuerza descomunal; de cabello marrón que caía hacia su carita tapando su frente, dejando ver unos grandes ojos color celeste. Un niño bastante independiente que a sus escasos 3 años continuamente recurría a artimañas para quitarse de encima al cuidador en curso, para buscar a su padre por todo el distrito - cuando le tocaba patrullar- para ayudarle con su trabajo protegiendo a las personas de Edo o en alguna de las aventuras de su madre en su trabajo junto a la Yorozuya, claro está que cuando ocurrían estos pequeños descuidos, la pobre persona que cuidaba del pequeño tenía que vérselas con la furia de sus padres y nadie que los conociera en Edo, le gustaría desatar la furia de una mamá Yato sobreprotectora o de un papá sádico con "S" mayúscula.
Ese día el pequeño mitad Yato/mitad Humano, jugaba cerca del río a las afueras de Kabukicho, sus padres habían salido hacía 2 días de la ciudad por asuntos del shinsengumi, quienes pese a la molestia de Sougo, pidieron encarecidamente la ayuda de Kagura para seguir y encontrar a un grupo de mercenarios que habían entrado al país ilegalmente, además de causar estragos y muertes a ciudadanos de Edo.
Gintoki -muy a su pesar- fue el elegido de cuidar por esos días al pequeño fruto de Kagura y Sougo, y no porque Kagura confiara enteramente en su padre adoptivo de la Tierra pues sabía de sobra las pésimas costumbres de beber hasta perder el conocimiento y jugar pachiko gastando todo el dinero en sus bolsillos, pero era el único disponible junto a Shinpachi, ya que como de costumbre la Yorozuya no tenían ningún trabajo desde hacía semanas.
Tratándose de un niño tan hiperactivo con una increíble fuerza y poco control sobre ella, que concentrado en sus juegos continuamente destruía propiedades públicas, sin querer y el cuidador en curso tenía que salir corriendo antes de que algún oficial del shinsengumi llegará, pues a pesar de ser hijo de un capitán, el vicecomandante hacía valer la ley, exigiendo a Sougo el pago por el destrozo -claro está que el capitán de la 1ra división, nunca pagaba nada y cuando lo hacía, era porque le había robado la tarjeta al pobre Hijikata-; por esta razón es que Gin y Shinpachi lo habían llevado a las afueras de Kabuki-cho, tratando de evitar algún destrozo de Souchiro. Mientras Shinpachi había salido a comprar tres conos de nieves para cada uno, Gintoki jugaba a las escondidas con el ingenuo niño - pues lo único que quería era sentarse bajo la sombra de algún árbol para leer la jump- que corriendo lo más rápido que sus piecitos le daban se había ido a ocultar en una parte frondosa de un bosquecillo cercano, bajo el grito de "No te escondas tan lejos" de Gintoki mientras fingía contar hasta el 10mil.
El pasto verde y húmedo del temporal de lluvias en Edo, mojaba la orilla inferior del hakama gris del niño, que aún corría intentando ocultarse del tío Gin-chan -como suele llamarlo- entre el bosquecillo; buscaba el mejor sitio a su altura donde pudiera ocultarse para no ser encontrado tan fácilmente, aunque con un cono de nieve que traería Shinpachi para él, no estaba tan seguro si en verdad quería esconderse lo mejor que pudiera, si se tratará de su papá estaba seguro que él lo encontraría en un abrir y cerrar de ojos, pues su trabajo como oficial lo tenían bien entrenado para un simple juego de escondite. Busco entre varios árboles frondosos, de gruesos troncos, hierbajos crecidos por las lluvias, rocas gigantes cercas del río, pero todo le parecía un escondite fácil, tenía que haber algo, se repetía en su vocecilla chillona de niño, solo había que buscar mejor.
-¿Y si tío Gin-chan ya terminó de contar y viene a buscarme?- se preguntó, pero su voz era lo único que sonaba en todo aquel silencio que gobernaba el bosquecito- contar hasta 10 mil debe ser algo fácil y rápido para un adulto, le preguntaré a mamá cuando la vea.
El viento sopló meciendo las hojas de los árboles haciendo un susurro refrescante, entre la humedad contenida en la madera de los árboles, el pequeño Okita continuo su búsqueda por unos minutos más, hasta que dio con un árbol de tronco más grueso que el resto, sobre él había unos kanjis grabados con algún objeto punzo cortante, pero al tener apenas de 3 años y con la poca experiencia que su madre tenía en la escritura japonesa , no sabía lo que decía lo que decían aquellas letras talladas; corrió hasta el árbol feliz de encontrar algo semejante, le dio toda la vuelta al tronco hasta que al regresar a donde estaban las letras grabadas, frente a sus ojos apareció un altar budista, si no fuera tan distraído estaría seguro que ese altar no estaba hace unos momentos ahí. Lo estudió cuidadosamente, era muy parecido al que su padre hacía en casa para la tía Mitsuba y la abuelita Kouka, solo que este tenía una curiosa puertecilla debajo de la estatua de la deidad a la que estaba hecho el altar, con la curiosidad que un niño de 3 años tiene abrió la puertecilla encontrando un pequeño espacio entre las maderas, donde perfectamente cabía él, alegre el pequeño entró en su nuevo escondite, con risillas de felicidad por haber encontrado semejante lugar, con esto estaba seguro que el tío Gin-chan jamás lo encontraría. Por minutos se mantuvo lo más callado posible pues el susurro del viento le hacía creer que Gintoki ya andaba cerca de encontrarlo, pero eso no sucedió, en lo que el pequeño juraban eran horas de espera se había quedado dormido en su pequeño escondite, hasta que la incomodidad de la posición y su estómago rugiendo lo hizo despertar, cansado de aquel tonto juego en el que tío Gin-chan lo volvía a dejar olvidado, salió de su escondite hecho una furia como solo un Yato en crecimiento lo haría, tomó el camino que él creyó era el correcto, hasta salir a un camino de tierra que no recordaba haber tomado en esa ocasión; no estaba muy seguro, pero le parecía familiar aquel caminillo, mirando a ambos lados coincidió en que si, se trataba uno de los pocos caminos menos transitados hacia Kabuki-cho, recordaba haberlo tomado en algunas ocasiones con su tío Kamui en sus múltiples intentos por entrenarlo a escondidas de sus padres, pero de un padre policía y una madre Yato no se podía ocultar por demasiado tiempo, por lo que siempre terminaban siendo encontrados y en una pelea de espada y cuerpo entre su padre y su tío, que más que intentar hacer entender a su tío que no podía llevarse el niño sin autorización de ellos -autorización que jamás ocurriría según Sougo-, parecía más una pelea de revancha entre ambos, hasta que Kagura intervenía golpeandolos con lo primero que se encontrara en el camino y curiosamente eso siempre eran rocas gigantes, pedazos de pavimento o árboles arrancados por ella misma.
El niño caminó hasta llegar a la zona más poblada de kabukicho, todo lucía tan diferente, pero tan familiar, estaba la tienda donde su madre se compra sus preciados sukonbus, la tienda de revistas donde Gin-chan compra su Jump, la tienda de música donde Pachi compra sus nuevos discos de Tsuu Terakado, la tienda de bromas donde su padre se surte de mil artilugios para jugar con Hijikata-san, la barbería donde el abuelito Gori se quita los pelos del culo, todos esos negocios estaban en los mismos lugares de siempre, pero con fachadas de diferentes colores a los que él recordaba, seguramente en el transcurso de la noche habrían pintando y remodelado. Tomo camino hacia la Yorozuya, seguramente Gin-chan y Shinpachi ya estarían esperándolo con su cono de nieve en el refrigerador, si no es que el Tío Gin ya se lo había comido -como de costumbre-.
Llegando a la Yorozuya subió poco a poco las escaleras de madera, el olor a comida salía del restaurante de la vieja Otose, haciendo rugir el estómago del niño. Continuó su camino hasta comenzar a tocar la puerta del lugar, su madre solía llegar y abrir la puerta como si se tratara aún de su casa - cosa que molestaba a Gintoki- pero él, Souchiro, no podía hacer eso, su padre le había enseñado que se debe tocar a las puertas y esperar a que abran, sobretodo si se trataba de la Yorozuya alegando que el Tío Gin-chan podría estar jugando con su ganso, lo que emocionó al pequeño Souchiro pidiéndole a su padre permiso de jugar con el ganso de su tío, haciendo que su madre golpeara a su padre dejándolo inconsciente y comenzando una charla con el niño sobre abejas y polen de la que no entendió nada, hasta que Shinpachi interrumpió con voz acalorada de madre avergonzada diciendo que aquello lo entendería cuando fuera un adulto.
Continuó tocando por varios minutos, pero nadie abría, ni respondía desde dentro, seguramente ni Gintoki, ni Pacchi habían llegado. Bajo los escalones con cuidado de no caer y rodar por las escaleras -como ya le había pasado en algún par de ocasiones- pero pareciendo cosa del destino, apenas puso un pie en las escaleras y el pobre niño terminó rodando por ellas, sufriendo algunos rasguños y moretes en su cuerpo comenzando a sollozar en el piso, molesto con tío Gin-chan, se puso de pie para comenzar a correr mientras lloraba, su nueva dirección el Shinsengumi, estaba seguro que Hijikata-san podría en su lugar a Gintoki por haberlo abandonado.
-Momentos antes dentro de la Yorozuya-
- Han dejado de tocar la puerta- dijo Shinpachi debajo de la mesa, que se ocultaba junto a sus otros tres compañeros de trabajo- debería alguien de revisar.
- Kagura revisa discretamente si la vieja ya se fue - la Yato de 14 años comenzó a ponerse de pie, pero Gintoki le interrumpió el camino- no espera, que mejor se asome Shinpachi, tú no conoces la discreción.
- Qué te pasa Gin-chan, pero si además de ser la reina de Kabuki-cho, soy la reina de la discreción- furiosa se puso de pie tirando la mesa que les servía de escondite, haciendo un estruendoso sonido al tocar el piso de madera, ganándose una mirada de odio por parte de sus dos compañeros hombres.
En el camino al shinsengumi, el pequeño Souichiro ya iba más tranquilo calmando sus sollozos, pero con el dolor de su cuerpo golpeado y el hambre que no había dejado de sentir desde que olió el aroma en el restaurante de Otose, le era difícil mantener la compostura, lo único bueno de todo aquello es que ya estaba a nada de llegar al trabajo de su padre y si estaba de suerte tal vez ya hubieran regresado de su misión. Con más alegría en su joven alma y las heridas comenzando a sanar rápido por su sangre Yato, el pequeño comenzó a correr y saltar de alegría, con la ilusión de encontrarse por fin a sus padres y sobretodo que estos lo alimentarán.
Pero para la mala suerte del pequeño, las puertas del Shinsengumi se encontraban cerradas, la razón (que él desconocía) es que ese día había un desfile por el cumpleaños del Shogun Shige shige y toda la polícia blanca y negra se encontraba en labores de protección al pueblo y al Shogun en caso de algún atentado contra él mismo. Con la tristeza nuevamente inundando su corazón el pequeño niño, se fue arrastrando los pies y con lágrimas saliendo de sus celestes ojos, sin algún rumbo fijo en su mente.
