El tiempo es tan largo, tan extenso y en todo lo que llevo como licenciada de Historia he notado lo complicado que es seguir un hilo de la maraña que este construye alrededor de las vidas de los personajes en su trama.
Fue una sorpresa para mí encontrar durante las investigaciones del equipo de alumnos a mi cargo, el diario de tan perdido protagonista a una de las historias que de realidad como enamorado desenlace dejan un sabor agridulce en la lengua, experimentando junto a él las sensaciones perdidas en la infinidad de las tierras de Asia.
Seung Gil Lee empezó su vida en los barrios de Corea como un niño problemático, siendo de adolescente iniciado en el mundo del contrabando de especias donde se conocería con Katsuki Yuuri, un japonés cabeza de la organización clandestina que por sus nexos con diferentes partes de Asia, se vio en la obligación de entender al menos diez y seis idiomas.
Sería por acción del Navegante de Asia, Don Leonardo de la Iglesia, que el japonés dejaría la clandestinidad al conocer al sobrino del zar, Victor Nikiforov, arrastrando consigo a Lee a su próxima expedición en las Islas Andamán, contando ya con su travesía a Taiwán y la amistad del líder de los Jóvenes de Arroz, GuangHong Ji, un libertador anónimo de los huérfanos chinos.
Sin embargo, las acciones del coreano darían tanto su satisfacción, como sus problemas.
Aquí, con ayuda de estudiantes, hemos recopilado sus notas de manera entendible, pues la prisa de algunas situaciones no dejaba escribir al coreano. Notará su evolución, su historia, y su pena.
