Disclaimer: los personajes mencionados a continuacion son de mi propiedad. La trama, si.
Azula no era cobarde. Todos eran testigo de ello, pero Azula había tocado fondo.
Y estaba bien hundida. Se sentía humillada, y eso no lo podía permitir. Ella, la gran Azula, humillada, derrotada convertida en una historia mas de decadencia que los habitantes de la Nación del Fuego contarían a sus hijos, y estos a sus hijos.
Ella no podía permitirlo.
Se iría de este mundo como lo que era, una reina, destinada a la grandeza. Les dejaría a los habitantes de la Nación del Fuego, una buena historia que contar, ya podía imaginar a los actores de la Isla Ember, representado su pequeña acción de valía.
Se iría como vino al mundo, como una poderosa princesa.
Les dejaría ver a los habitantes del mundo que su nuevo y mejorado Señor del Fuego no era mas que otro ser con ganas de poder. Les mostraría la verdadera cara de Zuzu.
—Azula.—Estaba parado en la puerta de la habitación. La miraba con lastima y culpa. Oh, pero que ingenuo era, siempre el emotivo y dulce Zuzu, siempre creyendo en la redención, en las segundas oportunidades. Pues, ella le daría una buena probada de las segundas oportunidades.
—Zuzu—Ella a duras penas se puso de pie, le molestaba de sobremanera esa especie de escudo de fuerza que le pusieron.—No...- Carraspeo, le daba un toque mas de lastima a la situación.—No puedo levantarme Zuzu.—Levanto su rostro hacia el, y lo miro con tristeza. Él, como siempre cayo como idiota.
—Quitenle eso.—Ordenó.
—Señ...Pero señor, es pelig...
—Es una orden.
El soldado no tuvo mas opción, se acerco sigiloso a Azula, se agacho a su altura, y mientras otro soldado estaba en pose para atacar, el primer solado la libero de esa camisa.
—No tendré compasión Azula, no intentes nada.
—Solo quiero sentir contacto Zuzu. —Fue lentamente hacia Zuko y miro hacia abajo—solo abrázame. —Dejo que vea las lagrimas. —Por favor.
Zuko, no dudo, avanzo y la abrazo.
Azula rió para sus adentros, y lo abrazo también.
—Eres familia, después de todo Azula. —Susurró.
Azula supo que ese era el momento,no dudo, y en el momento de extremo sentimentalismo de su hermano, bajo las manos hacia su cinturón donde el gran Señor del Fuego tenia sus espadas. Las desenfundo, y le dio rápidamente una patada en el pecho. Zuko salio disparado hacia atrás y apenas tuvo tiempo de reaccionar, cuando Azula sin parpadear, se clavo la espada directo en el vientre.
Azula sentía, sentía emoción, dolor. Sentía éxtasis, al fin era libre. Con su ultimo suspiro gritó:
—Confié en ti Zuko. No eres mucho mejor que Ozai.
Y así, se le iba escapando la vida,como un respiro, Azula sabia que la muerte estaba cerca. Pero no tenia miedo, estaba feliz. Azula sabia que los rumores eran frecuentes entre los pueblerinos. No dudaba de que la gentuza se encargaría de elaborar historias tan insertas sobre lo que realmente paso en el cuarto, pero siempre siguiendo una misma linea. El nuevo Señor del Fuego, Zuko, encargado de devolver la paz a la Nación, había asesinado a su hermana.
