Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Takao Aoki; y Sin City tampoco es mío, la idea pertenece a Frank Miller. Ahora bien, cualquier diferencia con su idea original no es de ellos, es toda mía.

Advertencias: violencia (en el caso de este capítulo); menciones de prostitución.

Aclaraciones: lo que está en kursiva son los pensamientos textuales del narrador.

Extras: A lo largo de esta historia creería que habrá lemon tanto heterosexual como homosexual (es yaoi, obvio que habrá lemon yaoi muajajajaja), gore y exceso de sangre!

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Prólogo

El repiquetear de las rocas que se hayan en el camino y se incrustan en las ruedas del camión es atronador. Mis oídos no soportan más ese ruido que hacen, hace más de una hora que estoy en este viaje y ya no lo tolero más. Parece que mis piernas están entumecidas y mis ojos muy cansados por el polvo que tiene este vehículo mezclado con la tierra que se cuela por las rejas de las ventanas. No es un viaje muy lindo, y sé que aún queda mucho por recorrer.

Ya el sol se está ocultando, está desapareciendo cuando por fin el ruido molesto se detiene, dándole con ello un poco de paz a mi cabeza que aún se siente un poco aturdida. Gracias a eso mi mente ahora puede pensar con mayor claridad, claro que lo he hecho muchas veces durante este largo viaje de una hora. No esperaba que llegáramos tan lento a destino, el gran distrito de Long Night tan amado y temido a la vez. Un depósito de basura rodeado de fábricas de humo, donde los desperdicios de los demás distritos son consumidos y reutilizados para generar energía, pues en nuestro tiempo el petróleo, así como otros elementos usados para generar energía, están escaseando. Los autos cada vez son más difíciles de conseguir y de mantener, y aunque se dejaron de fabricar hace ya mucho tiempo, la gente aún conserva sus vehículos y los usa a diario. Se podría decir que los mecánicos ahora ganan fortuna y la gente sigue sin estar consciente de como lenta y dolorosamente se están muriendo.

Aunque poco logro ver a través de las rejas de mi pobre y pequeña ventana, puedo divisar medianamente la miseria humana. Las calles de esta zona del distrito, que creo deben pertenecer a una ciudad cuyo nombre desconozco, están cubiertas de pocas personas. Algunas de ellas tienen vestimenta de trabajo, que consiste en un simple mono monocromático en tonos que oscilan entre el gris y el negro, tan divertido y emocionante como las demás personas que caminan por esas desoladas calles. Estas últimas personas que comenté son vagabundos, pobres que ya han quedado en la miseria y que no logran salir de la ciudad, o temen alejarse de Long Night. Quizá este maldito distrito sí esté maldito.

La gente una vez que ingresa a Long Night no puede salir, dicen que hay algo en este distrito que hace que la gente no desee salir. No importa si se está muriendo de hambre o si sus hijos están sufriendo, la gente no abandona Long Night Yo sé muy bien que la gente no se va de este basurero, lo he vivido en carne propia, pero no comprendo el motivo que los lleva a quedarse. Todo es malo en este podrido lugar, los que viven aquí aspiran los desperdicios de los demás, las sobras que tiran los amos a los perros es nuestra comida, somos los perros del país y quizá de un continente completo. Sé que muchos inmigrantes vienen a dar a este lugar, quizá porque es barato vivir, pero una vez que entran no pueden salir. ¿Qué tendrá de maldito este apestoso distrito?

Mugre, suciedad, miseria, pobreza, amalgama de colores básicos y pálidos combinados con la polución de gases que hacen de la atmósfera densa y casi irrespirable, miserias humanas y devastación de la sociedad. Se puede contemplar cómo la gente se pelea por un pedazo de pan, como algún "rico" arroja un trozo de carne a una muchedumbre solo para complacerse al ver cómo la gente se devora entre sí, se golpean y se pelean por un mísero pedazo de carne que para el "rico" no es nada. Son personas en su más primitivo estado, su cerebro es movido por el hambre y la desolación, y yo creo que la contaminación en el aire ya les atrofió parte del cerebro. Son gente en su estado de naturaleza, como diría Hobbes, con quien concuerdo en parte de su forma de pensar. Pero no me detendré a pensar mucho en él y su mente, pues mientras más lo deduzco menos ganas de vivir en sociedad me dan y más odio hacia Long Night obtengo.

No recuerdo estas calles. De repente el camión toma un recorrido diferente, por calles que no conozco. Los nervios se apoderaron de mí en cuestión de segundos, mas no lo demostré, me mantuve contemplando a través de los barrotes de la ventana, no iba a dejar que me vieran como una persona débil. Ni siquiera ellos, que son simples choferes de este trasporte para delincuentes. , soy un delincuente que fue capturado y condenado a cadena perpetua por llevar a cabo un crimen atroz. No me arrepiento de haberlo hecho, fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Pero una vez condenado, según nuestras leyes, el condenado debe de cumplir en su lugar de nacimiento. Yo nací en Long Night, en este basurero de pudrición y desastre que no me genera más que odio y asco hacia la sociedad en la que debí haber vivido durante toda mi vida.

Yo no me quise quedar en Long Night. No me quise quedar en esta mediocridad, o mejor dicho, en esta bajeza. Quería más, mucho más. Y lo conseguí, pero después fallé. Ahora mi libertad depende de mí astucia, mi vida depende de una tarea que me encomendaron. Si la cumplo, mi libertad será pagada, si no la cumplo la muerte será mi probable destino. No es la primera vez que tomo una decisión así de este calibre, donde mi vida está en juego y un error me puede costar muy caro, pero estoy decidido a correr este riesgo. Ya no me queda nada que perder, lo perdí todo hace mucho tiempo.

—Estamos llegando —dijo uno de los hombres que van conduciendo el camión, el que va del lado del copiloto.

—Mientras más rápido lleguemos, más pronto "regresaremos" —contestó el que manejaba mientras reía ligeramente. Sé que soy solo un paquete para ellos, pero no me vendría mal un poco de compasión.

El ruido de las calles de Long Nihgt se apagó, ya no había ningún sonido, nada de nada. Parecía que no había gente en ese lugar y es que ya hemos llegado. No es sino la ciudad más peligrosa y a la vez segura del distrito, donde las leyes de la nación y ni siquiera las del distrito rigen, donde ellos tienen sus propias normas, sus leyes que son seguidas a rajatabla, porque infringirlas implica o el destierro o la muerte y ninguna es opción cuando se trata de Basin City, cuyo cartel de bienvenida fue modificado. Cuando ingresamos por la entrada principal pude ver como las letras "B" y "a" habían sido borradas con rayones encimas, quedando así rebautizada como Sin City.

—La ciudad del pecado —dije en voz baja y con un leve asombro, este lugar lo recuerdo. Lo he visitado varias veces, pero he ingresado por la puerta opuesta a esta, donde están los "ricos" de Long Night, para no ver la aberración de la humanidad tan patente.

Sin City está localizada en el centro del distrito, fue colocada ahí por sus "dueños" pues tenían un mayor acceso a sus "mercancías", pero no hablo de cosas ni de objetos, hablo de personas. En las calles pude ver desfilar muchas mujeres con poca ropa, la mayoría de ellas vestidas de negro. Las medias de red, los pantalones extremadamente cortos y escotes tan imponentes que hacían dudar de que sus pechos fueran obras de la naturaleza. Cadenas adornan sus cuerpos mientras que una cartera las acompaña a todos lados. Sus pieles parecen suaves y pese a su apariencia sumamente grotesca, en el sentido de mostrar demasiada piel, son deliciosas. Mujeres hermosas y exuberantes, imponentes y de miradas penetrantes, ellas no sólo son las trabajadoras de esa ciudad.

No, ellas no son simples prostitutas, son las dueñas de la ciudad. Hace años, ellas decidieron formar su propia ciudad pues comenzaron a tener que llevar armas consigo para protegerse no sólo de las agresiones de sus clientes, sino de las agresiones de la policía también. Ellas estaban hartas de ser el eslabón más débil de la cadena, entonces decidieron comenzar a asesinar. Prontamente el centro del distrito fue ocupado por las prostitutas, quienes empezaron a regirse por leyes propias, ignoraban las demás, simplemente hacían lo que sus normas decían. De esta manera el gobierno tomó cartas en el asunto y decidió fundar una ciudad para ellas en medio de Long Night. La ciudad se llamaría Basin City y allí ellas tendrían el ciento por ciento del control, la policía tenía prohibido entrar y lo que ocurría en esa ciudad no salía de esa ciudad. Ellas mandaban ahí, con la condición de que dejaran colocar cárceles en Basin City.

La única modificación que se le hizo a ese trato fue el cambio voluntario de nombre, que no le queda nada mal. Pues en esa zona hay pocos mercados donde ellas compran lo que necesiten y muchos más bares y hoteles de poca monta que en cualquier otro lugar que yo haya conocido. También los clubes bailables, donde ellas suelen trabajar además de en las calles, abundan y son sumamente baratos. Los pecados, todos los pecados, están presentes en esta ciudad y de la manera más enfermiza posible. Sin embargo, esta no es la zona de Sin City a la que yo he frecuentado, sino al Tercio de Sin City.

El camión se detuvo y escuché las voces de mis choferes junto con la voz de una mujer. Imaginé que serían las encargadas del peaje, de controlar lo que entra y lo que sale por la puerta principal de la ciudad. Hay uno en cada zona de entrada, es parte de sus reglas, es casi imposible burlar a las prostitutas.

—Hola preciosas, ¿es necesario que revisen el cargamento únicamente? —esa fue la voz atrevida del copiloto. Vi el rostro del piloto sobresaltarse y mirarlo como si lo quisiera hacer desaparecer con ese sólo acto.

No lo vi, pero pude imaginar el rostro de disgusto de las dos mujeres que seguramente estaban en el peaje. Sé perfectamente que hablar así a las prostitutas cuando ellas están fuera de su servicio es una falta grave, muy grave. Ellas tienen un alto ego que puede ser herido fácilmente y son mujeres, cualquier hombre sabe que peor que una mujer enojada es una mujer enojada y armada.

—Julia —escuché que dijo una de ellas, e inmediatamente escuché como el vidrio era roto y se armaba un forcejeo. No mencioné nada, mas me coloqué en la ventana para contemplar como ellas ejercían su justicia.

Entre las dos prostitutas pude reconocer a una. Una joven de cabello castaño y ojos cafés, bastante común para ser una prostituta, pero sus habilidades en la cama son lo más delicioso que me hubiera dado una mujer. Ella fue la mejor esa noche, una diabla y una diosa a la vez, de piel suave, de una candencia difícil de encontrar en algún ser humano. Fuerte y controladora como ella sola, me dejé llevar por la pasión y la lucha entre los dos fue sumamente endiablada, pero al final la sometí mientras ella gemía debajo de mí. De solo recordarla se me hace agua a la boca. Hiromi fue la mejor en esa noche de pasión y fuego. Mas a la mañana siguiente ella se levantó, pensándome dormido, y se fue. Partió por la puerta del hotel que yo pagué y llevándose el dinero prometido, que había dejado en el cajón de la mesa de luz. Como una diosa o una diabla o ambas a la vez, no la volví a ver excepto en esta ocasión. Ella fue la segunda mujer con la que me acosté a lo largo de toda mi vida.

La otra joven era Julia, a quien Hiromi había mencionado. Fue ella la más violenta de las dos. Mientras el que manejaba el camión se bajaba y trataba de detener la masacre que se llevaría a cabo, vi como la misma Hiromi sostenía al hombre del cuello mientras la otra joven lo golpeaba fuertemente, al punto de llevarlo a escupir sangre y hacerlo retorcerse de dolor. Pobre alma estúpida, parece que nunca ha viajado a Sin City. Pronto el chofer se acercó, queriendo detener a golpes la paliza que le daban a su compañero, mas fue mi conocida quien lo detuvo en seco. Lo siguiente fue patear su estómago de tal manera que lo arrojó al suelo, de entre sus pocas ropas sacó un cuchillo bastante grueso y sin vacilar lo colocó en el cuello del hombre, que temblaba de miedo. Maldito cobarde.

Julia continuó golpeando y prácticamente torturando al sujeto que yacía en el pavimento, el copiloto, mientras éste imploraba por su perdón. Lamentablemente, conozco como son las cosas en Sin City y ellas no brindan perdón a nadie, ni siquiera entre ellas. Por esa razón vi como la joven, que poseía un cabello tan largo que le rebasaba la cintura, de tonos castaños, pero con un flequillo en un vivo rubio, sus ojos no denotaban emoción alguna mientras desenfundaba lo que parecía un sable, como los que se utilizan en esgrima, con la diferencia de que la suya poseía una filosa punta y mucho filo a lo largo del mismo. Parece que esto va a ser interesante, estas chicas me caen muy bien.

La castaña fue dando cortadas al cuerpo de cobarde hombrecillo, en muchas de esas oportunidades fue sacando pequeños bifes de sus brazos y piernas. Prontamente la sangre comenzó a manar de las heridas, formando charcos que podría decirse parecían de agua. Sus gritos de dolor eran música para mis oídos, realmente hacía mucho que no escuchaba tan buena melodía. Realizó cortadas en su cuello, fue de a poco y dolorosamente cortando su cuello, mas al sentir que el hombre la pateó parece que se enfureció, pues tomó con fuerza el sable y con él cortó la pierna con la que la había pateado. Su grito fue desgarrador y ella esbozó una sonrisa para después escupir en su cara. Pobre bastardo, realmente no tenía idea de lo que había hecho cuando habló.

—Ya basta Julia, acaba con él de una vez —dijo la otra chica con fastidio mientras comenzaba a cortar un poco del cuello del chofer quien al parecer aguantaba las ganas de gritar, dado que parecía que a ella le molestaban los ruidos y los gritos. Ese era un detalle que no noté durante toda la noche que compartí con ella.

La muchacha hizo lo suyo y le cortó la cabeza de una sola y firma estocada. El sujeto dejó de gritar, de forcejear y no se movió más. Al fin está muerto, eso le pasó por hablar de más. Muchas veces es preferible callar antes de decir algo que pueda comprometer tu vida. Mientras contemplaba como Julia levantaba la cabeza cercenada de quien era mi custodia, vi como gotas de sangre o más bien chorros de sangre caían de su "cuello" y manchaban el suelo. Era un verdadero asco como había quedado el cadáver ensangrentado y cercenado del sujeto. Pero esas eran las reglas de las prostitutas y nadie podía contradecirlas.

—Toma —le dijo al chofer mientras le arrojaba la cabeza a su rostro. Con asco y lágrimas corriendo por sus mejillas el sujeto tomó la cabeza y se subió al camión. A todo eso la Hiromi se acercó a la parte trasera del camión y lo abrió. Al verla, reconocí varias manchas de sangre en sus brazos y piernas. Sus diminutas prendas no dejaban nada a la imaginación.

En un momento me miró fijamente y supe que me había reconocido. En un principio se sorprendió, mas después esbozó una pequeña sonrisa, casi amistosa. Si eres amigo de una prostituta no sólo ella te hará descuento a la hora de tener sexo, sino que siempre será cordial contigo y te protegerá si puede. Ella es una gran mujer, ellas son mujeres fuertes y que tienen sus propias reglas, que respetan a rajatabla, tienen bastante honor para ser asesinas.

— ¿Alguna de tus "aventuras" salió mal? —preguntó con simpleza mientras tomaba entre sus manos la cadena de las esposas que yo poseía. Al parecer tiene una cierta debilidad por las esposas, no me sorprendería que le guste ese tipo de cosas, después de todo estas mujeres están acostumbradas a ese trato en la cama. Mas sólo en la cama, en el resto de los ámbitos siempre han exigido respeto.

—Se podría decir que sí —dije con un aire de auto-superación en mis palabras.

—Sólo recuerda que soy Hiromi Tachibana.

—Si quieres ayudarme necesito otros nombres —comenté con una ceja enarcada.

—No puedo darte más información, eres un prisionero después de todo —dijo y se volteó, solo para dejarme contemplar su firma trasero que provoca un fuerte deseo de poseerla, pero me controlé como pude para no saltar encima de ella y que eso causara mi muerte. —Pero puedo decirte… que busques a los Majestics, ellos te llevarán a los White Tigers.

—Sabes que ellos no solucionarán mis problemas, ¿verdad?

—Pero son los eslabones más cercanos a los que tú buscas, lamento no poder ayudarte… pero sabes nuestras reglas y nosotras no podemos entrometernos en los asuntos del Tercio de Sin City.

—Comprendo… Gracias de todas formas.

—Suerte en la cárcel, y cuando llegues… saluda a Brooklyn Masafield de mi parte —comentó riendo y me guiñó un ojo. De inmediato comprendí lo que quiso decir y le devolví la sonrisa.

—Te debo una Hiromi.

—No es nada Kai, fue un placer equivalente —dijo riendo de nuevo y cerró la puerta detrás de sí.

Sí, mi nombre es Kai Hiwatari. Ahora uno de los delincuentes que fue afortunadamente apresado y regresado a su lugar de nacimiento. Mas poseo varios contactos en este lugar, gracias a que suelo frecuentar mucho lo que las prostitutas denominan el Tercio de Sin City, que no es más que la organización de hombres prostitutos de la ciudad. Se llama de esa manera porque a la hora de la fundación de la ciudad, las que lideraron el proyecto fueron las prostitutas y, al ser el número de hombres inferior, les concedieron el tercio de la ciudad y acordaron tener cada uno un tipo de organización diferente.

Soy homosexual de nacimientos, siempre me gustaron los hombres mas en toda mi vida solo han habido dos mujeres que han logrado cautivarme lo suficiente como para darme el mayor placer de mi vida. Y una de ellas fue Hiromi Tachibana, la única prostituta a la que me acerqué. Y otra de ellas fue la madre de mi único hijo. Pero esa historia será contada a su momento, por ahora tengo una misión.

Mientras el imponente edificio de la cárcel de Sin City se erguía delante de mí, mi cabeza maquinaba primeramente cómo lograr escapar, obviamente que en esto Hiromi me dio una buena ayuda al decirme que Brooklyn está encerrado aquí; segundo cómo contactar con los Majestics una vez que haya escapado; y tercero… cómo hacer saber al Tercio que la parte que dominan en la ciudad está siendo amenazada por los mafiosos, quienes realizarán un supuesto ataque sorpresa en cuestión de dos meses. Ellos deben estar preparados o serán asesinados, y hay varios chicos que no merecen la muerte. Trabajé para la mafia y de esa manera me enteré de esos planes, mas fui descuidado y ellos se enteraron de que planeaba avisar al principal líder del Tercio de Sin City, por esa razón me entregaron a la policía y debido a ello estoy en esta situación. Mas no me arrepiento, si logro avisarles de esto estoy seguro de que quedaré en libertad y además, hay hombres que son muy importantes para mí que viven en este lugar. Hombres como tú, Yuriy.

Sí, incluso un sicario de la mafia tiene sentimientos.

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Nota final: Espero que les haya gustado este prólogo, no prometo publicar regularmente pero se les agradecería un comentario! :D