Los personajes no me pertenecen.
Espero les guste y déjenme su Review, estoy encantada de leerlos.
LA LIBRETA NEGRA.
.- El inicio -.
Ministerio de Magia.
Mayo, 3. 1998
Hace dieciséis años.
-Ahora, unas palabras del nuevo Ministro de magia: Kingsley Shacklebolt -los aplausos, flashes de cámara y los constantes murmullos inundaron el hall de Ministerio de magia. Los periodistas, magos y brujas se empujaban entre ellos para poder ver mejor al nuevo Ministro. Un hombre alto, de tez morena y ojos cafés y calvo, con una radiante túnica morada tomo el lugar al frente de los nuevos funcionarios del Ministerio.
-Cálmense, por favor. Pido silencio -el ajetreo se fue reduciendo hasta sólo quedar un leve sentimiento de expectación en el ambiente- Antes que nada, quiero pedir un momento de silencio por nuestros caídos -el hombre juntó sus mano, entrelazando sus dedos y cerrando sus parpados. Varios magos y brujas imitaron su acción, así como su nuevo gabinete- Por todos nuestros caídos en esta tortuosa década. Quiero agradecer a todos aquellos quienes lucharon incansablemente por nuestros principios, aquellos que lucharon sin temor y nunca se rindieron por una sociedad mejor. Quiero, sobre todo, aclarar los hechos sucedidos ayer por la noche en la batalla que tuvo lugar en el Colegio Hogwarts de Magia -el hombre miró cada rostro en frente de él, cada cámara- Ayer, el mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos, Lord Voldemort, ha muerto -más flashes, más murmullos, más empujones.
-Voldemort sembró tiempos de oscuridad y decadencia en el mundo mágico, aterrorizo pueblos enteros y mató a aquellos que le desafiaban -prosiguió el Ministro- Él, se alzo hace diez años pero siempre en las sombras, consiguiendo aliados y seguidores para su causa, la pureza de la sangre. Hasta hace sólo dos años cuando se apodero del Ministerio de magia, poniendo a su cargo a uno de sus seguidores: Píus Thicknesse, al cual hemos apresado una vez la última batalla cesó -más flashes- Mi propósito, como nuevo Ministro de magia, es levantar a nuestra sociedad, quiero que todos ustedes sepan, que Voldemort no ha ganado. Nunca pudo quitarnos lo más valioso que poseíamos, ¡la esperanza! -aplausos y vítores- ¡La esperanza de resurgir de entre las cenizas, como un fénix alzándose en vuelo! -flashes, gritos, aceptación. El hombre sonrió, esperando a que el bullicio se calmara, una vez lo hizo, terminó- Ahora, quiero presentarles al salvador del mundo mágico, aquel que derrotó a Voldemort. Con ustedes: ¡James Potter!
Colegio Hogwarts de magia.
Enero, 6. 2015
En la actualidad.
-De Billywing, idiota -un joven de cabello castaño, ojos azules y piel aceitunada. Con porte elegante y bastante atractivo miraba a uno de sus dos compañeros de escritorio. Los calderos de plata que estaban en frente de ellos, al menos dos de esos calderos, bullían en burbujas. El tercero, sacaba chispas rojas.
-¿Qué es esa mierda? -el moreno a su lado lo miro como si hubiera perdido la cabeza. El chico de tez oscura, ojos verde y unos risos, que le daban un aire coqueto, trataba de entender a su amigo. El moreno era atractivo, alto y atlético, con inconfundible mensaje en sus ojos: sexo caliente. El joven tenía rasgos italianos.
-Un bicho. El cual esta muerto en tu escritorio. En las instrucciones dice: Introducir una vez que la poción tome un color grisáceo -las palabras salieron arrastradas, inclusive aburridas. En medio de ambos, un joven de tez pálida, cabellos platinados y ojos grises, hacia volar una pequeña pelota dorada con alas en su mano. Era bastante atractivo, inclusive más que esos dos chicos, era atlético al igual que los otros dos y tenía un porte de exquisita elegancia. Era obvio que, al igual que los otros dos, había sido criado entre dinero y poder. En una clase social alta.
El trío iba vestido con una túnicas de magos, con colores verde. Una corbata verde con plata abierta perezosamente debajo de los tres botones desabrochados. Con un escudo sobre la pechera de su camisa. Una serpiente plateada con un nombre debajo de ella:
SLYTHERIN.
-¿Cuantas veces debo decirte, Potter, que el brebaje se revuelve en contra de las manecillas del reloj? -el profesor de Pociones veía con cierto grado de exasperación e irritación al chico de gafas en frente suyo. Severus Snape, más murciélago que hombre, era alto, de piel blanca como vampiro. Ojos negros al igual que su grasiento cabello y tenía nariz ganchuda. El hombre era un héroe de guerra, uno de los principales personajes que llevaron a la caída del Señor Tenebroso.
-Vaya, ¿es qué eres sordo, Potter? -se mofó con malicia el chico de tez pálida, sus ojos grises ardiendo en desafío. El chico de gafas, dos asientos en frente, volteo su cuello con gracia, casi haciéndolo tronar. Sus orbes verdes, cubiertos por sus inseparables gafas redondas, refulgían con enojo.
-¿Por qué no te metes en tus asuntos, Malfoy? -soltó el azabache con desprecio. Su cabello era algo largo y siempre tenía un aire rebelde. El chico, con colores rojo y dorado, con un escudo de un león sobre su pecho y con las palabras: GRYFFINDOR era el sueño para casi cualquier chica.
-Cinco puntos menos para Gryffindor -susurró el profesor de Pociones con cierta malicia. Se dio la vuelta y vagó por el resto del aula, perdiéndose la sonrisa de triunfo del rubio platinado.
Un pelirrojo, con pecas y ojos azules fulminaba a Malfoy al lado de Potter. El chico era flaco en un tono atlético, alto y de tez pálida. Vestía los mismos colores que el azabache.
-Métete en tus asuntos, Malfoy -soltó el pelirrojo.
-Y tú en los tuyos, Weasel -se burló Malfoy con desprecio. El pelirrojo le lanzó una última mirada de enojo antes de voltear a su caldero, que ahora sacaba chispas rojas y un olor putrefacto. Malfoy rodó los ojos, eran tan torpes.
-¿No puedes por una vez dejar de meterte con Potter? -siseo el castaño al lado suyo. Malfoy fingió ignorarlo. El chico resoplo- Hablo enserio, Draco. Sabes que son hijos de héroes.
-Y nosotros de Mortífagos -respondió Draco, tajante- Me lo sé de memoria, Theo. James Potter, el salvador del mundo mágico y héroe de guerra. Con tan sólo diecisiete años venció a Lord Oscuro. Se casó un año después de haber concebido a un precioso bebé con la pelirroja Lily Evans, también heroína de guerra y mente maestra detrás de todos los golpes contra Mortífagos. Él es auror y ella medimaga. Su hijo, Harry Potter, va a la prestigiosa escuela de Magia y Hechicería: Hogwarts. Donde se llevó a cabo la batalla final contra el Innombrable -escupió Draco mientras ponía los ojos en blanco. Cada año, el dos mayo, El profeta hacía un artículo sobre la segunda guerra mágica. Donde nombraban a lo héroes de guerra, mortífagos, a los caídos y al mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos.
-Déjalo estar, Theo -dijo el moreno mientras dejaba caer el Billywing dentro del caldero de plata- Ya tenemos suficiente con todas las miradas de desprecio y superioridad que nos envían los Gryffindor como para que tú también vengas a soltar tu mierda -el moreno se inclino hacia atrás, esperando por si su poción explotaba.
Theo rodó los ojos, exasperado porque ninguno de sus amigos le prestaran atención.
-La clase ha terminado -anunció Snape después de diez minutos- Todos viertan sus pociones dentro del frasco indicado junto a su nombre y pónganlo encima de mi escritorio. Limpien sus lugares -el ajetreo que usualmente se escuchaba al final de la clase se propago por el aula. Sillas arrastradas, murmullos y el sonido de las hojas al pasar de página.
Los tres chicos hicieron lo indicado antes de abandonar el aula de Pociones, listos para ir al Gran Comedor por su merienda. Al entrar al Gran Comedor, varios alumnos murmullaron entre ellos y les miraban con desprecio. Draco Malfoy endureció su rostro, vaciandolo de cualquier sentimiento o emoción que pudiera mostrar.
Que entendiera porque los alumnos le despreciaban o temían era distinto a que le gustasen, él no tenía la culpa de que su padre fuera la mano derecha del Señor Oscuro. Él no tenía culpa alguna, es más, ni siquiera había nacido.
Caminaron hacia la mesa de Slytherin, que estaba casi pegada a una de las paredes del Gran Comedor y se dispusieron a comer. La comida paso amena y sin conflicto alguno, minutos antes de que el trío de plata se retirara del Gran Comedor, cuando la profesora McGonagall, animaga que impartía las clases de Transformaciones, se posó delante de ellos.
-¿Se puede saber porque razón nos honra con su presencia? -se mofó Adrian Pucey dos asientos más allá de Draco. Draco hizo una mueca de desagrado mientras los amigos de Pucey se burlaban por su comentario, esos chicos eran tan superficiales.
Bueno, todos en Slytherin lo eran.
Aunque McGonagall no hizo gesto alguno de haberlos escuchado.
-Señor Malfoy, señor Nott, necesito que vengan conmigo -el trío se miró entre ellos, confundidos.
-Nos vemos en biblioteca, necesito terminar mis deberes de Encantamientos -dijo el moreno instándoles a ir. Draco y Theo asintieron.
-Nos vemos en un rato, Blaise -el chico asintió antes de que ambos salieran del Gran Comedor, siguiendo a McGonagall. Ninguno dijo palabra alguna conforme caminaban por los largos pasillos del castillo. Sus pies hacían eco conforme más se iban alejando de los lugares más concurridos de Hogwarts hasta que llegaron a una estatua de una gárgola.
Draco y Theo se dieron una mirada confundida.
-Caramelo de menta.
La gárgola empezó a dar vueltas ante las palabras dichas por la bruja, mostrando unas escaleras de piedra. La bruja se adentró en ellas y ambos Slytherin la siguieron. Las escaleras no eran muy largas, pero si tenían un espacio reducido, así que tuvieron que ir uno en frente del otro hasta llegar al final de ellas.
El despacho del director era moderado, las paredes estaban repletas de libros viejos y sólo el techo era de cristal para que los rayos del sol se introducieran en aquel lugar. Habían retratos de los antiguos directores del colegio sobre los muebles y una chimenea.
Encima de ella, el retrato de los fundadores de Hogwarts, inmóviles. El único cuadro inmóvil dentro del cuarto. Había un escritorio de caoba donde se posaba un ave fénix y un sillón rojo con dorado enfrente del escritorio. Ahí sentadas, estaban Lavander Brown, Cho Chang y Susana Bones, prefectas de Gryffindor, Raveclaw y Hufflepuff. Parados al lado del sillón, Harry Potter, Anthony Goldstein y Ernie Macmillan, los prefectos de sus casas. En Slytherin no había prefecta, sólo eran Theo y él.
Draco sabía que era porque ambos imponían respeto en su casa, lo cual era algo difícil, Draco tardó años en salir de la sombra de su padre y ni que decir de Theodore.
-Bienvenidos, señores Malfoy y Nott -Albus Dumbledore hizo su gran entrada, saliendo detrás de uno de los estantes de libros.
El hombre ya estaba pasado en años, su barba era extensa y blanca. Sus lentes de media luna siempre colgaban en su nariz y sus túnicas de colores extravagantes, como el morado y el naranja, eran casi tan largas como una cola de dragón. El director de colegio de Hogwarts era, sin dudarlo, otra figura de guerra. Aquel a quien el Señor Oscuro más temía.
-Buenas tardes, director -dijeron ambos, Dumbledore asintió en reconocimiento y se acercó a su escritorio, recargándose contra él. Tomo un cuenco de cristal que contenía dulces.
-¿Gustan? -les ofreció. Ambos declinaron amablemente- Gracias, Minerva. Yo me encargó desde ahora -McGonagall asintió y salió por donde había llegado- Por favor, acérquense -Draco y Theo hicieron lo pedido, pero manteniéndose alejado del resto de los prefectos, algo que no paso desapercibido por Dumbledore.
-Perdón, directo -gaznó Brown. Draco rodó los ojos, como le disgustaba aquella chica- ¿Por qué nos mando a llamar?
-Oh, señorita Brown -el director sonrió con sabiduría- La paciencia no es la habilidad de saber esperar, sino la habilidad de saber mantener una buena actitud mientras esperas -respondió Dumbledore ante la pregunta de la chica, lo que la dejo más confundida- A principios de vacaciones de navidad les pedí que anunciaran ante sus compañeros que tendrían que permanecer dentro del castillo y no podrían salir a menos que fuera una emergencia.
Theo y Draco asintieron, recordando como algunos se habían quejado hasta el cansancio.
-Saben que el Ministerio impuso ese toque de queda -miró atentamente a los prefectos- y, el Ministro, me pidió atentamente que prohibiera toda comunicación fuera del colegio, inclusive de El Profeta -Draco rodó los ojos, el Ministro Kingsley, otro héroe de guerra- Pero hasta hoy, cuando tuve una reunión con el Wizengamot, me dejaron anunciarles el porque de este toque de queda.
-¿En serio? -graznó por segunda ver Brown, esa chica era un libro de chismes andante.
-Sí, señorita Brown -el Director levanto imperceptiblemente ambas esquinas de su boca- Ustedes serán los encargados de anunciar el porque a sus compañeros de casa -Draco resopló, claro, ellos se ensuciaban las manos. Los ojos del director cayeron sobre él, como si estuviera intentando leerle la mente. Draco sabía que el viejo podría penetrar sus barreas, era un maestro en Oclumancia y Legeremancia a su corta edad. Sonrió con astucia al director, que le dio una sonrisa misteriosa.
-Los muggles saben de nuestra existencia.
Lavander Brown, Susan Bones y Cho Chang ahogaron un grito.
-¡No puede ser cierto! -gritaron Harry Potter, Ernie Macmillan y Anthony Goldstein al mismo tiempo. Draco y Theo se dedicaron una mirada confundida sin decir palabra alguna.
Albus Dumbledore alzo su mano, acallando a los jóvenes.
-¿Cómo es eso posible? -preguntó Draco justo antes de que Dumbledore hablara y después de que el parloteo terminara- ¿Por qué no conjuraron un Obliviate para borrar la memoria del individuo antes de que fuera demasiado tarde?
-A eso iba, joven Malfoy -el director les dedico una mirada seria- La razón por la que no pudo conjurarse un Obliviate fue debido a que la demostración de magia se hizo en un lugar público, rodeado de cientos de muggles... Vera, posiblemente la mayoría de ustedes no estén familiarizados con la tecnología muggle...
Los ojos de todos los prefectos cayeron sobre Harry Potter, que se sonrojo violentamente.
-Ah... no... no visito el mundo muggle -admitió Potter, metiendo sus manos en los bolsillos del pantalón y fijando su mirada en el director. Dumbledore asintió.
-Esta.. tecnología, es bastante avanzada... Tienen cámaras, en pocas palabras, que tienen la capacidad de compartir una foto o vídeo alrededor del mundo -explico Dumbledore.
-Un teléfono móvil -dijo Susan Bones. Ante las miradas curiosas, se sonrojo- Lo vi en Estudios muggles...
-Sí, teléfonos móvil, señorita Bones -admitió Dumbledore- Estos aparatos capturaron la demostración de magia y el vídeo se propago alrededor del mundo...
-Podemos objetar que fueron efectos visuales, una vista paranormal que sucede cada cierto tiempo -objeto Theo. Dumbledore le sonrió con indulgencia.
-No podemos, señor Nott -prosiguió Dumbledore- resulta, que con esa demostración de magia... la magia que poseen los nacidos de muggles despertó. Su magia despertó en cualquier lugar público o privado que se encontraran, justo en el momento de ver el vídeo... Fue como el efecto mariposa...
-¿Nacidos de muggles? -Cho Chang frunció el ceño- No hay nacidos de muggles.
Dumbledore apretó los labios con fuerza.
-Vera, señorita Chang -dijo Dumbledore- Hace diecisiete años, cuando Lord Voldemort se apoderó del Ministerio -Draco, Theo, Ernie, Anthony, Cho, Lavander y Susan se estremecieron ligeramente- encomendó a uno de sus seguidores la tarea de enjuiciar y mandar a Azkaban a todos los nacidos de muggle en esa época.
-Dolores Umbridge -dijo Draco en un susurro ronco- fue la encargada de Lord Oscuro.
Dumbledore asintió.
-Pero no sólo esa tarea se le encomendó a la mortífaga Dolores Umbridge, si no que también, se le dio en bandeja de plata el libro negro.
-¿El libro negro? -preguntó Anthony confundido.
-El libro negro es un diario que registra a todos los nacidos de muggles -contestó Theo- Tiene una magia muy poderosa y antigua que registra a un nacido de muggle cuando llega a este mundo. No cuando hace su primera demostración de magia, si no en su nacimiento.
-En efecto, señor Nott -Dumbledore le sonrió complaciente- Umbridge se hizo con el control del libro negro. No sabemos donde lo escondió ya que justo antes de enviarla a Azkaban, Umbridge se quito la vida.
-¿Cómo saben que no lo destruyo? -preguntó Potter.
-Porque el libro no puede ser destruido, Potter -contesto Theo con fastidio- Es un artefacto mágico muy poderoso que data de la fecha de Merlín, él mismo lo creo. Su magia es tan poderosa que ni los encantamientos de magia oscura pueden destruirlo -dijo Theo con fascinación.
-Eso quiere decir... -prosiguió Draco antes de que Potter pudiera contestarle a Theo- que el Ministerio mintió.
-¡Malfoy! -grito Lavander Brown mirándolo ofendida.
-Cierra la boca, Brown. Estoy hablando -Draco la miro con tanta frialdad que la rubia cerro la boca de golpe- Como iba diciendo... el Ministerio mintió. Dijeron que debido a toda la sangre mágica derramada habían acudido a los nacidos de muggle para poder hacer al Ministerio más fuerte. Que esa fue la razón porque en las últimas dos década no ha habido nacidos de muggle y no los habrá hasta que la magia sea restaurada por completo.
-Sí, señor Malfoy. Mintieron.
-Eso quiere decir que hay cientos de muggles haya fuera -prosiguió Draco viendo con furia al director- cientos de muggles que no saben que por su sangre corre magia. Magia que será liberada cuando vean ese asqueroso vídeo...
-Sí, señor Malfoy.
-Y no sólo eso, los han condenado -Theo miro a Draco confundido mientras Dumbledore lo miraba con entendimiento- Dudo que los muggles sean de mente tan abierta como para permitir gente mágica en su comunidad. Por esa razón se nos ha prohibido ver El Profeta.
-Sí, señor Malfoy -dijo por tercera vez el director Dumbledore- Los muggles han encarcelado o matado a todo nacido de muggle que haya liberado su magia ante ellos. Al principio fue una histeria, el mundo muggle dio una vuelta de 180 grados al toparse con la magia. Todo nacido de muggle fue asesinado junto a su familia.
-¡Por Merlín! -chilló Susan. Todos habían crecido con historias que contaban la destreza y humildad que tenían los hijos de muggles. Como habían donado su sangre y se habían sacrificado a si mismos para que el mundo mágico siguiera de pie. En pocas palabras, eran héroes. Así como los muggles creían en ángeles ellos lo hacían con los nacidos de muggles.
-Los comandantes del mundo muggle, tratando de parar la histeria colectiva, promulgaron una ley donde todo ser mágico que uno encontrara sería entregado a las autoridades a cambio de una suma extravagante de dinero.
-Como animales que vendes al mejor postor -bramo Draco furioso. Él, al igual que el resto de ellos, había crecido con historias que tomaban a los nacidos de muggles como héroes. Personas que nada tenían que ver con el mundo mágico y aún así lo habían salvado.
La mirada de Dumbledore se ensombreció.
-Lamentablemente cuando el Ministro de magia intento hablar con los comandantes muggles, ellos cerraron las puertas en su rostro... Los muggles están listos para entrar en una guerra.
Cho Chang empezó a llorar.
-¿Fue apropósito? -cuestiono Draco armando las piezas del rompecabezas en su mente. Frunció el ceño levemente.
-¿Qué cosa? -preguntó Ernie.
-¿Qué si fue apropósito la demostración de magia ante los muggles? -preguntó Draco.
-¿¡Estas loco!? ¿Por qué lo harían apropósito? No ha habido un ataque...
-No ha habido un ataque mortífago desde los tiempos oscuros -completo Theo mirando al director con horror- Fueron mortífagos, ¡aún hay mortífagos sueltos! ¡Por Salazar! ¡Nos han condenado!
-No les estoy contando esto para sembrar la histeria, señor Nott -hablo Dumbledore con calma- Se los estoy diciendo debido a que el Ministro lo creyó oportuno.
-Claro, después de veinte años de mentiras -escupió Draco con rencor. Dumbledore suspiro, quitándose los lentes y sobándose la sien.
-El Ministerio esta investigando lo sucedido, solo les pido que informen a sus casas sobre lo sucedido... y por nada de mundo...
-No contaremos lo de los nacidos de muggles -cortó Harry antes de que Dumbledore prosiguiera. Tenía un mal sabor en los labios.
-Gracias, Harry. Ahora pueden retirarse -Draco apretó los puños con fuerza antes de darse la vuelta y salir junto con Theo del despacho del director. Bajaros las escaleras con rapidez y se apresuraron a las mazmorras de Hogwarts.
Theo iba tan sumido en sus pensamientos que no había pronunciado palabra alguna y Draco mascullaba incoherencias por debajo. Al dar la vuelta en el pasillo se encontraron a los gemelos Black charlando plácidamente con Peeves, el poltergeist de Slytherin.
-¡Malfoy!
-¡Nott!
Exclamaron los gemelos al distinguirlos, Draco hizo una mueca de cansancio y Theo suspiró. Los gemelos Black, hijos de Sirius Black otro héroe de guerra y el mejor amigo del salvador del mundo mágico. Los chicos tenían los orbes de un color grisáceo oscuro y su cabello era tan negro como la noche, su piel era blanca como porcelana y eran bastante altos.
Eran los bromistas de Slytherin y los únicos hijos de héroes que tenían en su casa. Eran un año mayores e iban en su ultimo año de Hogwarts.
-Snape nos ordenó regresar a la sala común hace diez minutos pero nos topamos con Peeves y decidimos... charlar un rato -habló Regulus Black, el menor de los gemelos.
-Fuera de aquí, Peeves -gruñó Draco. El poltergeist lo miró ofendido.
-¡El Príncipe de Slytherin me ha corrido! ¡Que desgracia! -se burló mientras volaba lejos de las mazmorras. Draco siguió caminando sin prestarle atención.
-Estábamos con Fred, George y Lee cuando Snape nos mandó de vuelta -Eduardus explicó cuando Draco y Theo los pasaron. Regulus y él corrieron detrás de ambos muchachos- ¿se puede saber porqué Snape parecía haber digerido una bomba fétida cuando nos corrió a todos a la sala común?
-Calla y camina -gruñó Draco. Los gemelos se miraron entre ellos y se encogieron de hombros.
-Lo que digas, Malfoy -añadió Regulus. Draco rodó los ojos justo antes de toparse con la puerta que daba la entrada a su sala común. Delante de ellos estaba Agatha Slytherin, heredera de Salazar Slytherin.
-Verde y plata -la hermosa mujer, que nunca había pronunciado palabra desde que formaba parte de la sala de Slytherin, abrió la puerta sin mirar a los jovenes. Draco entró seguido por Theo, Regulus y Eduardus Black.
Dentro de la sala común se encontraban todos los Slytherin, desde primer año a séptimo. La sala común de Slytherin consistía en dos niveles, en el segundo se encontraban las habitaciones y en el primero la sala.
El primer nivel se dividía en dos, donde uno podía descansar sobre los sillones de terciopelo negro ante las dos chimeneas ardientes y mirar el lago negro. Un enorme ventanal, que abarcaba toda la pared, daba la vista al lago negro. La segunda parte del primer nivel estaba dividida por una enorme cortina negra con un hechizo Insonorus para callar el ruido externo.
Era una pequeña biblioteca con sus respectivas mesas para el estudio.
La segunda planta igualmente estaba dividida en dos, sobre la sala común del lado izquierdo estaban las habitaciones de los chicos y del lado derecho, sobre la biblioteca, la de las chicas. Ambos subían por las mismas escaleras.
-Draco -Blaise se levantó del sófa, sentado justo al lado de Vincent Crabble y Gregory Goyle. Draco le dio una mirada y Blaise, frustrado, volvió a sentarse.
Theo y Draco tomaron lugar en frente de todos los Slytherin, justo a los lados de la chimenea principal. Los Slytherin los miraban interrogantes.
-Se preguntaran porque Snape los hizo volver a la sala común cuando las clases aún no han concluido -empezó Theo. Los asentimientos de cabeza recorrieron la multitud de Slytherin.
-En vacaciones de Navidad se les prohibió la salida a todos -hablo Draco en un susurro al darse cuenta que nadie perdía la pista de lo que estaba hablando- Muchos se quejaron debido a que no pudimos darles una respuesta concreta sobre el porque debían quedarse.
-También se preguntaran porque no han recibido cartas de sus padres o porque las ediciones de El Profeta tampoco han llegado -los murmullos empezaron a sonar pero con una mirada de Draco todos callaron.
-El Ministerio de magia ha prohibido toda relación fuera de Hogwarts -sonidos ahogados. Draco suspiro- La razón por la que se ha prohibido la comunicación fuera de Hogwarts es debido a que el mundo muggle se ha enterado de nuestra existencia.
Los gritos ya no salieron ahogados, las miradas de sorpresa y miedo se propagaron en la sala común. Todos querían una explicación.
-No sabemos si Dumbledore permitirá que recibamos cartas después de este anuncio -dijo Theo- No sabemos como sucedió, ni que es lo que esta pasando fuera del mundo mágico pero lo que tratamos de evitar es que el colegio se vuelva histérico.
-Dumbledore pide calma -gruñó Draco- Como también tienen prohibido preguntarles a los profesores sobre ello. Esto es todo, pueden retirarse -dijo Draco, dándole una mirada a Blaise, los tres subieron a su cuarto.
Blaise que fue el último en entrar, selló la puerta y aplico un Insonorus.
-¿Qué fue lo que paso? -cuesiono. Draco suspiro y Theo lo miro muy serio.
-Están matando a los nacidos de muggle allá fuera.
Ministerio de Magia.
Ese mismo día.
10:30 p.m
Notaba su cuerpo liso, fuerte y flexible. Se deslizaba entre unos relucientes barrotes de metal, sobre una fría y oscura superficie de piedra... Iba pegado al suelo y se arrastraba sobre el vientre... Estaba socuro y, sin embargo, él veía a su alrededor objetos brillantes de extraños y vivos colores. Giraba la cabeza... A primera vista el pasillo estaba vacío pero no... Había un hombre sentado en el suelo, en frente de él, con la barbilla caída sobre el pecho, y su silueta destacaba en la oscuridad...
Él sacaba la lengua... Percibía el olor que desprendía aquel hombre, que estaba vivo pero adormilado, sentado frente a una puerta, al final del pasillo...
Se moría de ganas de morder aquel hombre... Pero debía contener el impulso..., tenía cosas más importantes que hacer...
No obstante, el hombre se movía... Una capa plateada resbalaba de sus piernas cuando se ponía de pie de un brinco, y él veía cómo su oscilante y borrosa silueta se elevaba ante él; veía cómo el hombre sacaba una varita mágica de su cinturón... No tenía alternativa... Se elevaba del suelo y atacaba una, dos, tres veces, hundiéndole los colmillos al hombre, y notaba cómo sus costillas se estillaban entre sus mandíbulas y se sentí el tibio chorro de sangre...
El hombre gritaba de dolor... y luego se quedaba callado... Se tambaleaba, se apoyaba en la pared... La sangre manchaba el suelo...
A Harry le dolía muchísmio la cabeza.. Le dolía como si su cabeza fuera a estallar...
-¡Harry! ¡HARRY! -Abrió los ojos. Estaba empapado de pies a cabeza de un sudor frío, las sábanas de la cama se le enrollaban alrededor del cuerpo como una camisa de fuerza, y sentía un intenso dolor en la frente, como si le estuvieran poniendo un atizador al rojo vivo- ¡Harry!
Ron lo miraba muy asustado de pie junto a su cama, donde había también otras personas. Harry se sujetó la cabeza con ambas manos; el dolor lo cegaba... Giró hacia un lado y vomitó desde el borde del colchón.
-Está muy enfermo -dijo una voz aterrada- ¿Llamamos a alguien?
-¡Harry! ¡Harry!
Tenía que contárselo a Ron, era muy importante que se lo contara... Respiró hondo con la boca abierta y se incorporó en la cama. Esperaba no vomitar otra vez; el dolo casi no lo dejaba ver.
-Tu padre -dijo entre jadeos- Han... atacado... a ti padre.
