Buenas! Antes de nada, decir que este fic es continuación de "my leading man", que es del mismo contenido, categoría y genero que éste, evidentemente^^u
Fanfic yaoi post game. Advertencia de (evidentemente) spoilers de cabo a rabo del juego (más del rabo, creo yo XD) *sin ningún tipo d connotación ¬¬ *
Juego y pjs propiedad de Square-Enix.
Info: alrededor de un año después. Sin referencias directas a FF Tactis o FF revenant wings (que, mayoritariamente, m importan un sagrado carajo. Pero de colegueo ^^). Como siempre: profundamente agradecida x los coments.
CAPÍTULO I:
Se movió lentamente, con aquella conocida sensación de desoriento al despertar de un sueño largo y profundo. Perdido en la inmensidad de su lecho, su cabeza no se apoyaba en la almohada, sino en el hombro de un torso plano y atlético, no muy musculado, cuyo brazo pasaba por debajo de su cuello, estirado en toda su longitud. Su suave respiración le invitaba a dormir de nuevo, así como la calidez que todo él desprendía. Se sentía bien allí, pero cuando comenzó a abrir los ojos, el ritmo del corazón del pecho en el que se apoyaba comenzó a desvanecerse. No como si dejara de latir, sino haciéndose más y más débil. Un intenso sentimiento de soledad comenzó a invadirle, y el rostro que se giró a sonreírle se emborronó. Lo último en desaparecer fue el intenso brillo metálico de dos hermosas espirales plateadas que colgaban de su oreja, resplandeciendo junto a unos profundos ojos miel.
Basch se quedó mirando la vacía almohada blanca, sin asimilar del todo que ya estaba despierto y lo que había visto era apenas un sueño. La tenue luz matinal le había despertado, reflejándose contra el yelmo que se encontraba en la mesilla junto a su cama.
Balthier no estaba allí. Hacía casi un año que no estaba allí.
Se levantó abatido, tardando muy poco en asearse y peinar su corto pelo rubio. Se miró en el espejo unos instantes, pasándose las manos por el rostro, intentando convencerse de que ya era suficiente. Desde que llegó la carta de Penelo, hacía poco más de un mes, se acordaba del pirata de forma constante. Nunca se había olvidado de él, ni siquiera en los momentos más negros, pero ya era algo casi… abrumador. El silencio de su paradero le frustraba, así como la esperanza diariamente descorazonadora de volverle a ver por fin. Era doloroso pensar que el pirata pudiera sobrellevar una vida sin él, y que él en cambio por el más ínfimo detalle le tuviera en sus pensamientos. Podía aceptarlo, pero no resignarse.
No se engañaba a sí mismo: le echaba muchísimo de menos, y lo sabía. Todavía no había llegado a comprender cuándo se fue. Habían estado todos juntos hasta el final. Habían sufrido hasta el final, y si bien no habían tenido de nuevo otro momento para ellos como aquél de la costa de Fon, la calidez de sus miradas había sido más que suficiente para soportar aquella distancia forzada. El único momento en que su voluntad pactada flaqueó fue después de viajar al Faro de Ridorana. Basch no pudo permanecer impasible ante el que sabía que era un momento duro para el pirata, seguridad que se le confirmó al ir a verle en su aislado cuarto en Balfonheim, donde su presencia fue agradecida casi con desesperación.
Sólo se derrumbó ante él.
Meditabundo, fue colocándose pieza a pieza la pesada armadura del Juez Magistrado Gabranth, disponiéndose a desarrollar su papel diario. Salió de la habitación con el casco en la mano, cerrando la puerta con suavidad y confinando allí sus recuerdos. Preguntándose cuánto tiempo más iba a soportar aquella continua tensión expectante sin perder el juicio, recorrió el pasillo en dirección a su despacho. Apenas sus dedos rozaron el pomo de la puerta una voz le llamó.
-¡Juez Magistrado Gabranth! – desde el otro extremo del pasillo, un soldado imperial corría hacia él casi sin aliento. A través del eco metálico de su yelmo se podía deducir que aún era bastante joven. Basch se giró hacia él -. ¡Juez Magistrado Gabr…!
-Ya te he escuchado – le tranquilizó con amabilidad. El soldado llegó a su altura con la respiración entrecortada. A saber desde dónde venía corriendo.
-T-tengo un mensaje para usted, es de…
-Calma, calma, date un segundo – abrió la puerta, invitándole a entrar con él -. Dímelo dentro. Quítate el yelmo si quieres, soldado. El aire es un bien preciado para vivir.
Se sentó tranquilamente en el elegante sillón de su escritorio, llenando un vaso de agua que tendió al joven, que permanecía de pie y firme ante él sobre la mullida alfombra de pelo largo que estaba en el centro de la sala. No lo aceptó.
-Señor, el mensaje…
-Quítese el casco, soldado – ordenó sin alzar la voz. Titubeó un poco antes de obedecerle. Tendría unos veintisiete años y un pelo corto de un rojo muy vivo. Tomó un par de bocanadas de aire evidentemente agradecido.
-Gracias por su amabilidad, señor.
-Sin soldados no hay ejército – contestó, levantándose a abrir las cortinas de la amplísima cristalera -. Nunca lo olvides, Greiv.
-No, señor – murmuró, sorprendido al ver que conocía su nombre. El juez sonrió para sí.
-Ahora, cuéntame con calma lo que has venido a decirme.
-Sí, señor. Esta madrugada han entrado a los laboratorios Draklor – Basch se le quedó mirando, ligeramente rígido -. Ha sido hace apenas tres horas.
-¿Por qué no se me informó de inmediato? – preguntó, recuperándose -. La jurisdicción de las propiedades del doctor Cid me fueron asignadas por Lord Larsa.
-Señor, acabamos de darnos cuenta. El ladrón aún seguía allí – su corazón se mantuvo en vilo al oírle. Se levantó de golpe, apoyando las manos en la mesa.
-¿Sigue allí?
-No, señor. Al descubrirle ha huido.
¿Cómo es posible? Se preguntó el perplejo juez. ¿Ladrones en el mismo corazón de Arcadis? Era algo inaudito. Claro que estaban en paz, pero la seguridad seguía siendo igual que antes. En ningún momento se había descuidado o reducido, podía dar fe de ello. Desde que ellos mismos se habían colado en los laboratorios, justo después de Reddas, no había pasado nada semejante (ni antes tampoco).
-¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta?
-Señor, ha utilizado… pasadizos que ni siquiera nosotros conocíamos. No figuraban en los planos. Parecía conocer todas las instalaciones a la perfección. Por la forma en que se movía lo más seguro es que hubiera podido desenvolverse a ciegas sin ningún problema. Lo siento mucho, señor.
-Ha escapado – afirmó Basch más que preguntó.
-Le seguimos el rastro, señor. Aunque si quiere que le diga la verdad, es extraño – comentó -. Es decir, ¿no se marchan los ladrones cuando tienen lo que buscan? – aquello le llamó la atención -. Le descubrimos en el despacho del doctor Cidolfus Demen, sentado tranquilamente allí – el juez tomó su casco y rodeó la mesa. Indicó al soldado que le siguiera mientras enfilaban el pasillo a toda prisa.
-¿Qué dijo?
-¿Perdón?
Tuvo que decir algo. ¿Qué dijo?
-Preguntó en nombre de quién veníamos a capturarle – ya podía estar imaginándoselo. Corriendo a viva voz por toda Arcadia la incompetencia de su ejército. Historias sobre que un ladrón había estado horas en sus archivos como si nada.
-… ¿Qué le contestasteis? – estaba molesto, pero al responderle el soldado lo que dijo el teóricamente sorprendido ladrón, fue él el que no daba crédito. Aquello no tenía sentido.
-Que se rindiera sin oponer resistencia en nombre del Juez Magistrado Gabranth – respondió el extrañado soldado, ya con el casco puesto y siguiéndole a toda prisa -. ¿Señor?
-Tenemos que darnos prisa. Ese desgraciado tiene que seguir en la ciudad con lo que quiera que haya robado.
Pos hala, primer cap subido. ^^
¿A alguien le pasa como a mi, k le cuesta ver a Basch con pelo corto? Con lo guapísimo que estaba con su melena d l'Oreal ondulando al viento… ains XD
A eso voy a tener que ponerle arreglo XDDDDDDDDDDDD
Nos vemos la semana k viene! Byeeee!=)
