¡Hola! Hoy es el cumpleaños de mi bella Iris (Sam Wallflower) y como mi imaginación no tiene límites he querido hacerle un regalito :) Es algo completamente diferente a las cosas que he escrito últimamente así que es una especie de experimento xD

Espero que os guste :)


Aclaraciones:

· Esto es un AU sin magia ubicado en la "actualidad"

· Son tres historias que ocurren de manera prácticamente simultánea.

· Tres parejas principales, dos parejas secundarias.

· Rated M porque contendrá contenido sexual explícito y vocabulario malsonante.

· Este fic tendrá una estructura de 3 escenas por capítulo (si habéis leído Y consumir tu cordura, sabréis de que hablo), cada escena estará enfocada en una pareja principal (las mismas escenas estarán compuestas de pequeñas escenas, que conformen cada una de las historias).

· Este fic es: 55% romance, 30% humor(?, 10% drama y 5% cosas raras salidas de mi mente.


Para Iris, por apoyarme en mis proyectos, leer mis locuras, betear Anathema aunque es un desastre y, simplemente, soportarme.


Esta historia también la he subido en Wattpad, por si alguien prefiere leerla desde allí :)


-Perfect places-

Prólogo: De noches locas, parques en reformas y exámenes de recuperación.


I. Un bar con olor a alcohol y un rubio extremadamente guapo.

Hermione había salido con sus amigas para celebrar la despedida de soltera de una de ellas. Lisa se casaría en un par de días y ellas, como buenas compañeras de trabajo y de vida, la habían ido a buscar a su apartamento y se habían dirigido a un famoso bar de la zona y que solía apestar a la mezcla de alcoholes que se daban en la barra.

Lisa, Hermione y Mandy se encontraban bailando en mitad de la pista mientras las otras dos chicas —Karen y Helena— iban a por unas bebidas y trataban de ligar con algún chico.

Todas ellas se habían conocido gracias a la empresa donde trabajaban. Hermione era la más joven de ellas, con veinticinco años (veintiséis en septiembre) y sin ningún tipo de ataduras, excepto un gato malhumorado y un trabajo que le encantaba.

Estaban disfrutando de la fiesta, lanzando guiños a algunos chicos que pasaban por ahí y riéndose de las tonterías que decían mientras bailaban. Pronto Karen y Helena se unieron a ellas, llevando consigo las copas para sus amigas.

Disfrutaron de la música, bailando entre ellas hasta que Mandy se quedó paralizada y señaló a unos chicos que acababan de entrar al bar. Un joven rubio y alto se encontraba bajando las escaleras junto a dos chicos más; uno más alto que los demás, pero ligeramente encorvado y otro igual de alto que el rubio y con aura de chico rebelde que las hacía suspirar.

—Se me han mojado las bragas —murmuró Karen y todas se echaron a reír—. Acabo de ver al hombre de mis sueños.

—¿Cuál de los tres es el hombre de tu vida? —preguntó Hermione, sus ojos fijos en el chico rubio mientras hablaba.

—El alto de pelo negro —suspiró—. Dejaría que me hiciera un hijo.

Volvieron a reír y se dieron codazos cómplices entre ellas cuando vieron que se acercaban. Lyra y Helena, cómo tenían pareja, alentaron a las otras tres mujeres a ir y tratar de hablar con esos chicos, a ver si alguna tenía suerte y le echaba la mano a alguno de ellos.

—Me pido el rubio —dijo Hermione y salió decidida en dirección a la barra dónde descansaba el hombre.

—Veinte libras a que se lo lleva en media hora —apostó Mandy.

—Veinticinco a que lo hace en veinte minutos —murmuró Lisa y la otra chica asintió.

—Ingenuas —replicó Helena y sonrió—. Cuarenta libras a que se lo lleva en diez o quince minutos.

—Hecho —dijeron las otras y Karen carraspeó.

—¿Qué? —preguntó Lisa.

—Cincuenta libras y una hamburguesa en el McDonald's a que en menos de diez minutos se están enrollando.

—Wow, que segura estás, ¿no? —se burló Helena, pero aceptando la apuesta al igual que las otras chicas.

—Confío en mi Hermione.


Hermione se acercó a la barra con pasos medidos, dándose tiempo a que el rubio pudiese apreciarla de lejos. Él iba vestido con una camisa blanca con el logo de Adidas, un pantalón negro roto por las rodillas y unas converse del mismo color que su camisa; Hermione por su parte llevaba un vestido azul por mitad de los muslos y unos tacones negros de tacón grueso y dos tiras para sujetarse a su pie.

—¿Me invitarías a una copa? —preguntó la castaña cuando llegó hasta él.

El hombre sonrió y se encogió de hombros, acción que le pareció bastante sexy a la chica.

—Quizás —dijo, su voz sonaba algo ronca y eso a Hermione le parecía malditamente atrayente—. ¿Me dirás tu nombre si te invito?

Ella sonrió y se apoyó en la barra, justo al lado de él. Recorrió con uno de sus dedos el brazo del hombre y le miró a los ojos.

«Un gris muy bonito», pensó.

—Puede que sí o puede que no, todo depende de si juegas tus cartas bien o mal —replicó Hermione y el chico sonrió.

—Un cubata para la chica y otro whisky para mí —le dijo al camarero y éste les preparó las copas con rapidez.

Intercambiaron unas cuantas palabras mientras bebían de sus copas, una sonrisa tonta, propia del alcohol en sangre, se dibujaba en sus rostros. El rubio se inclinó sobre ella y apoyó sus labios en la unión de su cuello y su hombro.

—Si te dijese que quiero arrancarte ese vestido y comerte —le murmuró y Hermione sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo—. ¿Pensarías que soy el lobo de Caperucita o un chico listo?

La castaña se echó a reír antes de dejar su copa en la barra y tirar del brazo del hombre, arrastrándolo hasta la pista de baile.

—Un chico listo —le contestó cuando ya se encontraban bailando, completamente pegados—. Muy listo —puntualizó y en menos de dos segundos ya se encontraban besándose con pasión.

Todo era un choque de lenguas, dientes e intercambio de saliva. Una batalla dónde los dos buscaban el control, pero sin obtenerlo.


—Ja, siete minutos —exclamó Karen y celebró con un pequeño baile—. Pagando, zorras.

Las mujeres rodaron los ojos mientras sacaban el dinero y se lo daban a la chica, que sonrió victoriosa.

—Oye, pero ustedes no seáis tontas —se quejó Lisa—. Ir a los amigos del rubio, a ver si tenéis suerte como Hermione.

Karen y Mandy se miraron y tras una breve conversación sin palabras se dirigieron a dónde los dos chicos estaban.

—Veinte libras a que uno de ellos es gay —dijo Helena.

—Treinta a que uno es gay y los dos las rechazan.

—Hecho —aceptó y ambas se echaron a reír.


—Buenas noches, chicos —saludó Mandy cuando llegó hasta dónde los dos hombres se encontraban—. ¿Disfrutando del ambiente?

—Se puede decir que sí —respondió el chico de pelo negro—. ¿Y tú, Remus? ¿Disfrutas del ambiente?

El hombre más alto asintió con su cabeza, su pelo castaño cayendo sobre sus ojos antes de que lo echase hacia atrás con una de sus manos. Ambos chicos eran bastante altos, uno tenía el pelo negro y largo, los ojos color grises e iba vestido completamente de negro a excepción de la camiseta verde oscuro que llevaba; el otro, al parecer llamado Remus, tenía el pelo algo largo y castaño, su cara estaba llena de pecas y tenía los ojos de un color muy parecido al dorado, también vestía de negro, pero su camiseta era blanca.

—¿Te gustaría bailar, Remus? —preguntó la chica con su mejor sonrisa seductora.

Karen llegó detrás de ella y saludó con un poco de vergüenza, había algo en esos chicos que le decía que no eran lo que aparentaban.

—Eh, no estoy seguro —contestó el castaño y Mandy hizo un puchero.

—¿Seguro, guapo? —inquirió—. Estoy segura que podríamos pasar una noche muy entretenida.

Le dedicó su mejor mirada seductora y el chico pareció un tanto avergonzado por ello. El del pelo negro se echó a reír y rodeó con su brazo los hombros del hombre a su lado.

—Verás, cariño, es que Remus solo baila con chicos —dijo el chico—. Específicamente con uno. Se llama Sirius y es muy celoso, así que por mi pobre compañero no puede salir a bailar contigo.

El castaño se echó a reír y negó con la cabeza. Mandy lo miró extrañada, pero asintió no muy segura.

—¿Y ese tal Sirius está aquí? —preguntó—. Porque si no está no hay peligro, Remus. Podemos bailar juntos.

—Oh, sí, mi novio si está —respondió el hombre y sonrió—. Lo tienes en frente ahora mismo.

Mandy miró de Sirius a Remus con la boca abierta, los colores subiendo por todo su rostro dejándola completamente sonrojada. Karen, detrás de ella, estalló en carcajadas ante la situación. Tras un par de palabras incómodas, las dos mujeres volvieron con Lisa y Helena, escuchando sus risas después de contarles lo sucedido.

Ninguna de ellas dándose cuenta del momento en el que Hermione pasó a su lado, cogida de la mano del rubio y saliendo del local con pasos rápidos.


II. Un parque lleno de agujeros y una pelirroja patosa.

Llegaba tarde, jodidamente tarde. Era su primer día en el nuevo trabajo y ya estaba llegando tarde. Se colocó mejor las gafas de sol y caminó con más rapidez, cogiendo por el camino del parque para poder llegar más rápido a la cafetería. Observó algunas señales que advertían de las obras que se estaban llevando a cabo y que recordaban a los ciudadanos que debían tener cuidado con los agujeros que estaban hechos en algunas zonas del parque.

Ginny iba mirando el suelo para poder evitar caer en alguno de esos huecos y que su día empeorase. Sintió su móvil vibrar y lo sacó de su bolsillo para revisarlo, rodando los ojos al ver el mensaje que había recibido.

Harry: ¿Quién está llegando tarde su primer día de trabajo? Sí, has acertado. Tú.

Concentrada en responderle el mensaje al idiota de Potter, Ginny no se dio cuenta de que estaba a punto de chocarse con un chico que estaba parado delante de ella y de espaldas. Cuando el impacto se dio, tanto la pelirroja como el hombre con el que había chocado se cayeron dentro de uno de los agujeros, manchándose ligeramente con el poco barro estancado que había dentro del hueco. La mujer estaba a punto de disculparse cuando el hombre habló, llevándose consigo todas sus buenas intenciones.

—¡¿Pero tú eres gilipollas?! —gritó el chico y se incorporó con rapidez mirando con desagrado a Ginny—. ¡Me cago en tu maldita vida!

—Relaja los humos —escupió la mujer. Se levantó y se arregló la ropa, evitando gritar de frustración al ver su camiseta nueva manchada de barro—. Que puto asco, joder.

—¡Mira cómo he quedado por tu culpa! —exclamó el hombre, Ginny levantó la mirada y la clavó en el chico, arqueando una ceja al ver solo cuatro manchas pequeñas en su camisa.

—Ponle agua —dijo la chica y se giró para poder salir del hueco—. Venga, adiós.

—Ah, no. Eso sí que no. —El hombre tiró de Ginny por el brazo y la colocó delante de él, una mirada enfurecida clavándose con los ojos de la pelirroja—. Vas a pagarme la tintorería, patosa.

—Primero, eres tú el que se quedó parado en mitad del camino, y segundo, ¿por qué debería, exactamente, pagarte algo? ¿Acaso tú vas a pagar mi ropa?

El moreno arqueó una ceja y le dio una rápida mirada a la mujer. Pelirroja, bajita, su cara estaba llena de pecas y tenía ojos marrones. No estaba nada mal, una pena que fuese irritante y torpe. Ginny también lo observó a él; alto, piel oscura, pelo negro (algo rapado), ojos grises, un séptum en la nariz y una actitud asquerosa.

—No tengo porque pagar tu ropa —contestó finalmente—. Es tu culpa que estemos así.

—Si lo único que vas a decir es eso, pues me largo. —Se soltó de su agarre y salió del agujero, lanzó una rápida mirada a su reloj y comenzó a correr al ver la hora.

—¡Cuidado, patosa! ¡No vayas a caerte sobre alguien otra vez! —gritó en su dirección después de salir del hueco él también.

—¡Que te den! —la oyó exclamar antes de que desapareciese finalmente de su vista. Se sacudió su ropa, revisó si las manchas de barro eran muy visibles (no lo eran) y comprobó que su móvil no hubiese sido perjudicado por la caída.

Con una sonrisa de alivio, comenzó a caminar por el parque, evitando los huecos y las pequeñas grietas del suelo. Su móvil vibro indicando la llegada de un mensaje y suspiró cuando vio el mensaje de su amiga.

Pansy: A las cuatro en la cafetería al lado de Tommy's, ¿vale? Como llegues tarde quemo el contrato y te echo del piso. Y si vas a casa compra pan por el camino, que Lily vino a desayunar hoy y se comió el que quedaba.

Mando un simple «vale» como respuesta y siguió caminando en dirección a la casa. Ojalá que su reunión con Pansy no durase mucho, con lo irritable que estaba últimamente no conseguiría soportarla durante mucho tiempo. Después de comprar pan, retomó el camino a la casa recibiendo otro mensaje por el camino.

Pansy: Cómprame una chocolatina o algo así, que estoy en mis días y me apetece chocolate. Si no apareces con mi chocolate quemo el contrato y te echo de casa.

Blaise: ¿Siempre vas a amenazarme con lo mismo?

Pansy: Básicamente, sí. Ah, si la chocolatina tiene avellana o almendra mejor, que me gustan más que esas sosas de solo chocolate.

Rodando los ojos, Blaise dio media vuelta y se dirigió a la tienda veinticuatro horas que había en la esquina. «Las cosas que uno tiene que hacer por las mejores amigas», pensó y tras comprar el chocolate volvió a la casa, dejó las cosas encima de la mesa de la cocina y se dirigió al patio, preparado para poner a lavar su camiseta junto a un par de cosas más que llevaban semanas dentro de la cesta de la ropa sucia.

Observó su camiseta con desagrado y la colocó junto al resto de prendas, configurando el electrodoméstico para que hiciese su trabajo. Esa maldita pelirroja que lo había empujado había jodida por completo su camiseta favorita y ahora tenía que cambiarse para ir a una cafetería a tener una merienda de mierda con Pansy.

Su día no podía ir peor. O eso creía él.


Ginny ingresó con mala cara a la cafetería y pidió disculpas por llegar tarde. Se cambió en el baño de empleados y se preparó para comenzar a coger pedidos y servir las comandas. Con rapidez cogió el ritmo de trabajo que tenían en el lugar (no era muy diferente a otros sitios en los que había trabajado) y se entretuvo con rapidez sirviendo a las mesas y hablando brevemente con los clientes y sus compañeros.

Su turno terminaría ese día a las nueve, una hora más tarde de lo acordado, por llegar tarde, pero al menos no perdería el trabajo. El reloj marcaba las cuatro cuando la campanita de la puerta volvió a sonar, vio a una chica de cabello negro entrar, era muy delgada y pálida, vestía con unos vaqueros negros rotos, una camiseta con un platillo volante dibujado en ella y unas botas militares.

Ginny se preguntaba cómo no podía tener calor con esas ropas en agosto. Sacudiendo su cabeza, se acercó hasta el lugar donde la mujer había tomado asiento y le dedicó una sonrisa.

—Buenas tardes, ¿qué desea de beber? —preguntó y la chica la miró.

—Un té verde, por favor —pidió y le sonrió, sus labios gruesos y pintados de rojo curvándose—. ¿Y me puedes traer la carta de postres? Me muero por comer algo dulce.

—Claro, ahora mismo se lo traigo. —Se giró y se dirigió a la barra, entregándole a su compañera el pedido y cogiendo la carta de los dulces.

Volvió a la mesa de la chica y se la entregó, obteniendo una sonrisa de agradecimiento. Con un suspiro cansado se dirigió a la barra y miró a su compañera durante unos largos segundos hasta que ésta rodó los ojos.

—¿Qué quieres?

—¿Puedo descansar medio minuto? No aguanto los pies.

—Normal —se burló—, con la carrera que te metiste para llegar.

—Que te den —pronunció por segunda vez ese día.

Salió por la parte de atrás del local para respirar un poco de aire fresco y despejarse un poco. Para solo haber trabajado cuatro horas, sentía que el mundo entero estaba sobre ella, tenía los pies adoloridos y la cabeza comenzaba a dolerle.

«Maldito trabajo. Maldito dinero que eres tan necesario. Jodida vida de mierda», murmuró para sí misma mientras revisaba los mensajes. Y se metía en el grupo de WhatsApp que tenía con su familia. No solían ser muy activos, pero cuando lo eran solía ser porque había algo entretenido que contar.

Ron: Harry me ha dicho que Ginny llegó corriendo a trabajar y que al parecer se había caído en uno de los huecos del parque.

Seguidos a su mensaje había varias caritas riéndose, las mismas que sus otros hermanos habían enviado intercalándolo con el «jajajaja» de su madre y su tía. Se había olvidado por completo de ese detalle: si su familia hablaba por el grupo, era para reírse de alguno de ellos.

«Gran familia, mejor humoristas», pensó y bloqueó el móvil para volver al trabajo. Dio un rápido vistazo a la mesa de la pelinegra, viendo como ahora estaba acompañada por un chico que se le hacía algo familiar, pero no le dio importancia. Su compañera salió para tomar su descanso y ella se quedó a cargo de la caja.

—Pansy, ve a pagar —oyó decir a un hombre y esa voz le resultó familiar.

—Me levantó yo, pero pago con tu dinero.

—Sí, claro, como no. El día que tú pagues algo haré una fiesta.

—Cállate, ¿o quieres que queme el contrato y te eche de casa?

—Para ya con eso.

La pelinegra se acercó a la caja y le sonrió amablemente a Ginny.

—La cuenta, por favor —pidió.

—Vale, déjame ver. —Buscó su comanda en el ordenador—. Un té, un café y dos donuts de chocolate, ¿no?

—Así es.

—Vale, son ocho libras.

Mientras la chica sacaba la cartera, su acompañante se acercó y frunció el ceño al ver a la pelirroja atendiendo a su amiga.

—No puede ser —murmuró y Ginny levantó la cabeza al oír esa voz.

—Esto tiene que ser una broma.

—La insoportable —dijo él y entrecerró los ojos en dirección a la mujer tras la barra.

—El subnormal —replicó ella y el ambiente se volvió tenso.

—¿Os conocéis? —preguntó la pelinegra extrañada ante lo que estaba ocurriendo.

—Desgraciadamente —respondió Blaise.

Y si los dos creían que su día no podía ir a peor, se habían equivocado.


III. Exámenes de recuperación y libros en disputa.

Luna llegó casi corriendo al aula dónde tendría lugar el examen de recuperación de Fisiología. Su incapacidad de atender en esa clase la llevó a suspender los exámenes y las pruebas extraordinarias realizadas en julio, pero había estado estudiando durante todo agosto y ahora se sentía preparada para aprobar y quitarse de encima la asignatura. No tenía intención de tener que recuperar esa materia a lo largo de su cuarto año de carrera.

Medicina era una carrera complicada y quien dijese lo contario se merecía un puñetazo.

Entró al lugar y tras recibir una mala mirada del profesor se sentó en una de las mesas libres. El examen comenzó pocos minutos después y rápidamente se puso a realizarlo; su largo pelo rubio estaba recogido en una coleta, vestía con una camiseta extremadamente grande —llegando hasta sus rodillas—, y unos pantalones vaqueros.

La hora y media de examen pasó con rapidez y Luna sonrió con felicidad después de entregar el examen, la satisfacción llenando su cuerpo al terminarlo completamente sin ningún tipo problema excepto un par de ejercicios que tenía en duda.

Le mandó un mensaje a su compañero de piso, que había estado a su lado durante sus largas noches de estudios, y salió del aula. Comenzó a recorrer los largos pasillos de la facultad y se dirigió a la biblioteca.

Pronto comenzarían las clases y necesitaba coger y fotocopiar algunos libros antes de que la gente decidiese hacer lo mismo que ella y fuera casi imposible conseguir en la biblioteca los textos necesarios para ese año.

Y realmente esperaba que nadie hubiese tenido la misma idea que ella.


Theo salió de la clase de Anatomía con una sonrisa en el rostro. Había suspendido el examen de junio por culpa de una gripe que lo dejó postrado en la cama durante una semana y, como buen chico despistado que era, había planeado un viaje en julio, coincidiendo la fecha de salida de su vuelo con el día de la recuperación.

Al no presentarse a las pruebas extraordinarias, pasó a la lista de personas que debían recuperar en septiembre. No le dio importancia a lo sucedido, estudiando la semana antes del examen y presentándose a la prueba ese día después de dormir catorce horas seguidas.

Decidió dirigirse a la biblioteca para coger un par de libros y poder fotocopiarlos, quizá si hacía varias copias de los atlas de anatomía y de los libros de fisiología conseguiría vendérselo a sus compañeros a un precio razonable.

Llegó a la biblioteca con pasos rápidos y se dirigió con rapidez a la sección donde sabía que encontraría esos libros. No le prestó atención a la rubia que había a pocos pasos de él tratando de alcanzar un libro en el estante más alto. Sacó su móvil y buscó en la nota donde había apuntado los tomos que tenía coger para poder fotocopiarlos.

Empezó a recorrer cada libro con el dedo y a bajar aquellos que le podían servir, los de los primeros años principalmente, esa gente se mataba por conseguir los libros y ponerse a estudiar. Sonrió al ver que su lista terminaba reducida en pocos minutos a un único libro. Caminó al final del pasillo y se colocó al lado de la rubia, buscando el libro de anatomía visceral que le faltaba. Buscó entre distintos tomos pero no lo encontró hasta que bajó su mirada a los libros que la chica había cogido y lo vio colocado sobre todos ellos.

Como vio que la chica no estaba mirando decidió que podría cogerlo sin que se diese cuenta y largarse cuanto antes. En cuanto la rubia se giró, cogió el libro del montón ajeno y caminó de vuelta a los libros que había escogido, los agarró entre sus brazos y comenzó a caminar para ir hasta la bibliotecaria y firmar para sacarlos todos.

—¡Oye tú! —escuchó la voz de una mujer llamándole, pero no hizo caso alguno—. ¡Oye!

Sintió los pasos de la chica detrás de él y aceleró el paso, pero la rubia se colocó delante de él y lo apuntó con un dedo.

—Devuélveme el libro —exigió con tranquilidad y Theo arqueó una ceja.

—No sé de qué me hablas —contestó y trató de avanzar—. Así que piérdete.

—No tan rápido. —La rubia se colocó una vez más delante de él para impedir su avance—. ¿Te crees que soy ciega y no vi cómo cogiste el libro de los que tenía yo seleccionados? Qué esté de espaldas no quiere decir que no sea consciente de las cosas que suceden detrás de mí.

—No me cuentes tu vida, rubita —replicó el hombre y rodeó a la mujer—. Ten un buen día.

Pensó que la chica se había dado por vencida cuando no escuchó sus pasos detrás de él, pero de repente el sonido de alguien acercándose rápidamente lo alertó y no pudo reaccionar a tiempo cuando alguien impactó con su brazo causando que todos sus libros cayesen al suelo.

—¿¡Estás loca!? —cuestionó al ver que era la rubia rara la que había tirado sus cosas al suelo.

—Ay, perdona —dijo la chica con una voz suave—, no te vi.

Theo frunció el ceño y le dio en la mano a la chica cuando se agachó para ayudarle a recoger los libros.

—No hace falta que me ayudes.

—Cómo quieras, campeón.

Theo frunció el ceño ante el tono de la rubia. Tendría apariencia de ángel, pero se quedaba muy lejos de serlo. La vio alejarse de él a pasos rápidos y como se paraba con la bibliotecaria para poder sacar los libros.

Cuando se levantó y miró en dirección a la rubia ésta sonrió y le guiñó un ojo antes de coger los libros y largarse de allí. Trató de no darle importancia a ese hecho y se dirigió a donde estaba la señora Pince. Le entregó los libros y ella le hizo firmar los papeles para poder sacarlos. Cuando hizo el recuento de los que se llevaba se fijó que faltaba uno de ellos y miró hacia atrás para comprobar si se había olvidado cogerlo.

—Perdone, ¿el libro de anatomía visceral lo ha cogido alguien? —preguntó, casi conociendo la respuesta que iba a recibir.

—Sí, justo se lo acaba de llevar la chica rubia —comentó y Theo asintió.

Apretó los labios y cuando se inclinó para coger sus libros aprovecho para mirar el nombre de la chica que había sacado aquellos libros minutos antes. Asintió satisfecho cuando observó las palabras que necesitaba y se despidió de la bibliotecaria, alejándose de la biblioteca con pasos rápidos.

Luna Lovegood iba a descubrir que nadie le robaba un libro robado a Theo Nott.


¡Y ya está! ¿Qué os ha parecido?

Se puede ver que ni Hermione es tan remilgada como la pintan algunos, ni Luna tan despistada e inocente. Ginny sigue siendo Ginny xD

Espero que os haya gustado este AU!Actual, con varias parejas y cosas raras. Sí os ha gustado, os invito a dejar un review :)

Por cierto, antes de que se me olvide, no sé cuando actualizaré esta historia, así que no hay fecha fija de actualización JAJAJAJA

Besos y abrazos,

AliciaBlackM.

PD: ¡REVIEWS y GO!