Prólogo

Los nervios la invadían a un punto que jamás se había imaginado. Estaba tan asustada que las piernas le fallarían y terminaría en el suelo; los zapatos con tacón no le ayudaban, a pesar que había usado zapatos de ese estilo desde que era casi una niña, sentía que perdía el equilibrio.

Estaba comenzando a sudar, no le gustaba sudar; pero las luces del lugar hacían que todo comenzara a subir de temperatura o quizá era cosa de sus nervios.

Habían pasado meses preparándose para ese momento, toda esa tarde repasó las cosas en su mente tratando de no olvidar nada, pero sentía que en cualquier momento cometería un error y todo se iría al demonio.

—¿Lista?

La voz dulce y relajada del chico que estaba a su lado la sacó de su estupor pero al contrario de calmarla, la hizo alterarse más: las manos le temblaban, sentía como sus rodillas chocaban con la otra, sus terminales nerviosas le ardían, quería vomitar, le faltaba el aire. Se estaba hiperventilando, el joven observó cómo sus ojos celeste se apanicaron.

—Todo va a estar bien.

Los dedos largos del joven se entrelazaron con los dedos de la chica, quien rápidamente retiró la mano, no por qué le desagradara el gesto, sino porque le sudaba la mano a ella y no quería pasar más momentos vergonzosos ante él. Torpemente se secaba las manos en el vestido pero, el material del que estaba hecho no le ayudaba.

—Chloé, todo va a estar bien. Vamos a hacer esto juntos ¿sí?

—No entiendes, yo… me voy a equivocar. —Se volteó para darle la espalda al chico. — Nath, tengo miedo. —Su voz sonó como un pequeño susurro, no quería que la escuchara o le contagiaría sus nervios e inseguridades al pelirrojo.

—Chloé, se supone que esto debe ser divertido, muéstrame el mismo rostro que tenías ese día en la playa. —Nathaniel rodeó a la rubia con sus brazos atrayéndola a su pecho. Chloé sentía el tranquilo latir del corazón de joven de ojos aguamarina, la respiración de él rozaba sus oídos y los nervios por el evento pasaron a ser nervios por los avances de Nath.

La voz del presentador retumbó en el edificio, la pareja debía lucirse en ese instante y Chloé sentía que se iba a desmayar. Estaba demasiado asustada.

El pelirrojo, tomó la mano de la chica y la llevó hasta el centro del lugar, las luces bajaron un poco pero ellos estaban en el foco. Los murmullos de los alrededores disminuyeron paulatinamente al verlos entrar.

—Bien, Chloé debes sonreír. —Solicitó el chico dándole un ligero vistazo.

—Tonto tomate, ¿crees que puedo sonreírle a las personas en un momento como este? —gruñó la chica frunciendo el ceño.

—Entonces sonríe solo para mí. —Nath le guiñó un ojo. —No pienses en nadie más y sólo mírame.

En un momento la mueca de pánico de Chloé, pasó a ser un ferviente sonrojo que trató de ocultar para que el chico no viera el poder que tenía sobre ella.

—Saca ese orgullo que me vuelve loco. —El pelirrojo, plantó un suave y rápido beso al costado de la cabellara rubia de la joven. —Lo haremos bien.

Los ojos aguamarina de Nathaniel la observaban pero Chloé no sabía cómo interpretarla. Sus nervios se desvanecieron, se perdió en la mirada de su compañero. La calidez que invadía su pecho era indescriptible, pero le gustaba. Daría su mejor esfuerzo, sólo para que Nath y todas las personas que los habían apoyado, se sintieran orgullosos. Por primera vez haría algo que no la beneficiaría, esta vez lo haría por las personas que estimaba, las personas que quería.

Volteó a ver al público, extendió los brazos; dejándose envolver por los aplausos y las luces que le daban la bienvenida.

Chloé Bourgeois mostraría lo mejor de sí, aquélla versión que nunca dio a conocer, esa versión que nadie esperaba, esa versión que ocultó al pensar que hacia lo correcto, esa versión que sólo las personas que guardaban esperanzas para con ella querían ver; había cambiado y todo gracias al chico que tomaba con delicadeza su mano.

Nunca llegó a creer que lo que se arremolinaba en su interior provenía de la sonrisa más coqueta jamás vista, aquélla que ignoró por tantos años. Aunque el tercer año del Instituto se convirtió en una montaña rusa de emociones y descubrimiento, era el mejor de toda su vida y no permitiría que se le fuera de las manos.