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Los tatuajes se consideran como guía, una llave hacia el mundo espiritual después de la muerte, así como una marca que les asegura un mejor destino en el más allá.
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—¿Esto es un tatuaje? —preguntó Moana de pequeña, sus curiosos y suaves dedos deslizándose por la piel tatuada de su padre.
Asintió con una sonrisa.
—¿Duele? —Cuestionó, sus grandes ojos no apartando la mirada a su padre—. ¿Se borra? —Intentando hacerlo con su dedo—. ¿Qué es y porque se tiene que hacer? —aún deslizando las yemas de sus dedos por la superficie.
—Un tatuaje es una marca permanente que se coloca en nuestra piel, no se puede borrar y es una guía para el más allá.
—¿Es para no perderme?
—Es para guiarte hacia un mejor destino.
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El amor es como un tatuaje. Queda de manera permanente en la piel, tatuándose en lo más profundo y marcándose en el alma.
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Moana se sentía tan perdida, no sentía que pertenecía allí, con su gente, cuando sus ojos contemplaban el océano, cuando los dedos de sus pies rozaban el agua en la orilla de la playa, quería y deseaba adentrarse. Por más que se alejaba, volvía a regresar, quería recorrer el océano, zambullirse en sus olas y perderse en sus aguas cristalinas e impredecibles.
Su amor por el océano, quedó de manera permanente en su piel, tatuándose en lo más profundo y marcándose en su alma. La llamaba, la guiaba hacia un mejor destino. Estaba segura, la estaba llevando hacia un lugar mejor.
La llevó hacia él.
Sus ojos que tantas veces se habían dirigido hacia el océano, se desviaron hacia arriba. Desde que conoció a Maui, todo había cambiado, no solo en el pensamiento de su pueblo sino también en la forma que pensaba su corazón. El mismo, que comenzó a latir agitado y sus mejillas se ruborizaron cada vez que lo veía.
Porque había un lugar que anhelaba estar. A donde está, a donde estará. A su lado es donde quiere ir y quedarse, quiere seguir el mismo camino que toma él. Porque Maui es su tatuaje.
