Esa noche él se fue.
No me preguntes por qué, ni cómo, ni cuándo. Cuando desperté ya no estaba, y lo único que quedaba de él era su aroma en las sábanas y el recuerdo de sus manos en mi pelo.
Su espacio en la cama estaba frío, pero siempre era así. Los gigantes de hielo no dan calor. No había nada más de él. Se había llevado todo, su capa que estaba en el armario, las fotos, incluso las flores secas que me había dado aquella vez. Lo único que dejó fue su recuerdo y un corazón roto detrás.
Me acuerdo que grité su nombre, como si fuese a volver. Cuántas veces me había dicho que cuando se fuera, sería para siempre. Corrí descalza por la calle, llamándolo. La vecina, Jenny Lawson, me tomó de los hombros, me llevó al sofá, me abrigó con una manta y me preparó una taza de café con azúcar. Me decía que todo iba a estar bien. ¿Qué podía saber ella?
Prendí la televisión, pero todos los programas me recordaban a él. Oía sus comentarios a mi lado como si estuviese allí.
"¿X Factor? ¿Qué demonios es eso?" "Oh, no, no esa película otra vez. Sabes que la odio." "¿Y me puedes explicar qué le encuentras de atractivo a ese actor?"
Tomé mi móvil. Él había vaciado la galería. No quedaba ninguna de mis selfies con él. Había borrado todo, incluso lo de la nube y las copias de seguridad. Había eliminado los emails, su número de teléfono para cuando estaba en Midgard, sus conversaciones de WhatsApp, todo. Como si nunca hubiese existido.
Los vestidos que me había regalado ya no estaban colgados. Los zapatos, las joyas, incluso el anillo de casada en mi propia mano, ya no existían. Ni su champú, ni su toalla… lo único que quedaba de él era su aroma en el aire de las habitaciones, o tal vez era sólo mi imaginación queriendo creer que había dejado algo, al menos algo, al menos un perfume.
No volvería. Lo había prometido. Pero él es el dios del engaño.
Había mentido, como siempre. Eso es lo que me dije. Volvería. Si dijo que no lo haría, y él nunca cumple sus promesas, entonces volvería, tarde o temprano.
Me lo repetí muchas veces. Hoy, cincuenta años más tarde, en una cama del hospital, me lo sigo repitiendo. Y he oído su voz, burlona y como un eco en mis pensamientos.
Sé feliz con tu ilusión, Darcy Lewis.
