N/A Este relato está situado dos años después de El último Olímpico. Luke no murió. No existe la saga Los Heroes del Olimpo.

Gracias por leer!


Caminaba por el sendero del Campamento Mestizo. Caminaba triste, solo, de la única manera que sabía caminar desde hace ocho meses. Hacía ocho largos meses que mi vida se había arruinado, terminado, acabado.

Pareciera como si esos días en que todo decidió desmoronarse fuesen años. Pero no, fueron días, quizá horas, no lo sé.

Todo comenzó hace ocho meses. Ese mismo día cumplía mi aniversario con Annabeth. Dos años. Dos años de pura felicidad, amor, nos quedaban muchos años más. Me dirigía directo a su cabaña. No la había visto en todo el día, así que pensé que sería bueno esperar hasta esta hora para darle su regalo. No era la gran cosa, era más que nada uno de esos regalos que suelo dar yo, simples, torpes, pero por alguna extraña razón a mi chica le gustan. En mi camino, a pocos metros de la cabaña de Athena, me choqué duramente con Rachel, quién estaba sudorosa, parecía nerviosa y parecía haber corrido un maratón

¡Hey! – dije, cuando casi caí al suelo - ¿Estás bien?

S...Si… estoy… estoy bien – logró decir

¿Te pasa algo? – Pregunté. No soy bueno para descifrar el humor de las chicas, pero era algo evidente que a Rachel le pasaba algo.

Claro. Ella era el Oráculo ahora. Ella veía cosas. Algunas eran buenas, pero otras realmente le asustaban. A veces las profecías venían en partes, indescifrables algunas, pero otras aterradoras.

¿Qué viste, Rachel? – dije lentamente.

Ella me miró fijamente a los ojos, como si quisiera escarbar en ellos. Supe que estaba por escupir algunas de sus frases propias del Oráculo, referentes al Olimpo, o al campamento, pero lo que dijo no tenía que ver con el campamento, ni los Dioses, ni el Olimpo. Tenía que ver conmigo.

¿Qué has visto, Rachel? – dije apresuradamente, asustado.

Tú… tu… - dijo – asesinarás a… a…

Estaba definitivamente asustado. ¿Yo asesinaría a alguien?

Annabeth. – dijo finalmente.

Annabeth. Ese nombre, el cual tanto amaba nombrar, amaba llamar, resonó en mi cabeza por varios segundos, que se convirtieron en minutos y parecieron horas.

¿Qué? – dije, mi voz se quebró en la primera palabra – No… Rachel… estás equivocada, yo no…

Percy, lo vi. El comienzo de la primavera. Tu espada. Annabeth. – dijo con los ojos desviados – Lo siento tanto…

Comienzo de la primavera. Era pasado mañana. Dos días. Debía haber un gran error.

Estás equivocada. Yo… yo amo a Annabeth, yo no puedo asesinarla – dije, y estuve seguro con cada una de esas palabras

Se… Sé muy bien que la amas, Percy, pero es lo que yo vi. Y estoy completamente segura. Lo lamento

No podía mirarla a los ojos.

Sin despedirme, sin dirigirle la palabra, pasé por su lado y seguí mi camino a la cabaña de Atenea. Sabía que Rachel no tenía la culpa. Si algo le pasaba a Annabeth, sería mi culpa, no la de Rachel. Aun así, estaba enojado con ella. No podía evitarlo.

Cerré mis ojos fuertemente y los volví a abrir, para comprobar si era un sueño. No lo era. Suspiré fuerte. Mi corazón la tía a mil kilómetros por hora y parecía que se quería salir del pecho. Me decidía tocar la puerta de Annabeth.

Segundos después, ella abrió. Estaba vestida con una camisa rosada, y unos pantalones cortos de jean, algo rasgados. Su pelo caía en ondas por sus hombros y me sonreía. Seguramente notó mi expresión de susto porque dejó de hacerlo luego de unos segundos.

¿Qué está mal, Percy? – dijo ella con preocupación.

No podía contárselo, porque si lo hacía, podían suceder dos cosas; ella podría escaparse de mí, pero yo quería disfrutar estas últimas dos noches así que esa no era una opción. O ella podría obligarme a quedarme a su lado, y decir que confiaba en que yo no le haría daño, pero la verdad es que si yo llegara dañarla en lo más mínimo, no podría perdonarme jamás. Así que decidí no contarle.

Nada… solo… - suspiré y forcé una sonrisa – Feliz aniversario, Annie.

Ella volvió a sonreír y se abalanzó a mis brazos.

Feliz aniversario, sesos de algas. – me dijo – y no vuelvas a llamarme así.

Lo lamento – dije, soltándola – así que… tu regalo

Le tendí una pequeña caja envuelta en papel plateado. Ella la abrió y descubrió un pequeño brazalete de plata con un tridente y un búho y la palabra forever grabada por dentro. Tuve que recorrer cientos de tiendas hasta encontrarlo. Sinceramente no sabía que comprarle, y aunque me parecía demasiado sencillo, le compré el brazalete.

Gracias, Percy – me dijo con una hermosa sonrisa mientras se colocaba la pequeña pieza en su muñeca – es hermoso.

De nada… te lo mereces.

Luego, ella me dio su regalo. Me gustó tanto que se lo agradecí con un beso. Sus labios sabían dulce, como anda que yo hubiese probado hasta ahora. Me costaría demasiado tener que resignarme a ellos e irme lejos por tanto tiempo. Algunos dicen que, hagas lo que hagas, no puedes evitar una profecía; el destino es el destino. Pero cuánto más pueda yo atrasarla, mejor.

Entonces… ¿Qué quieres hacer esta noche? – me dijo

Sólo… no me importa, quiero pasar cada minuto contigo.

Oh – ella se enterneció – eres muy tierno. Pero no dejas de ser un sesos de alga.

Lose – dije riéndome. Definitivamente iba a extrañar esto.

Salimos de la cabaña y comenzamos a caminar por la orilla de la playa. Las olas apenas nos tocaban los tobillos. Jugué un poco con las aguas para sorprender a Annabeth, aunque por el fondo yo no podía olvidar lo que Rachel me había dicho. Asesinaré a Annabeth resonaba en mi cabeza, aunque sigo pensando que no puedes matar a lo que amas más en la vida… simplemente, no puedes. Lo harás dijo mi inconsciente.

Percy, ¿Qué pasa? Estás muy callado – me dijo Annabeth con cuidado.

Nada ¿Por qué? – traté de disimular

En serio, dime

No me pasa nada, de verdad – dije con media sonrisa y besé dulcemente su mejilla

Tarde o temprano me vas a tener que decir. No soy tonta, Percy

Estoy seguro que si eres algo, no es tonta, hija de Atenea.

Annabeth solo se rio dulcemente. ¿Cómo podría abandonar a todo lo que mantenía aferrado a la tierra?

Me decidí a olvidar, al menos por una noche, todo lo que me había dicho Rachel. Esa noche nos divertimos como nunca. Reímos, jugamos, hablamos, hasta la lancé al lago, y ella sólo se reía. Nunca habíamos estado tan felices, tan juntos. Todos los tiempos tomados de las manos, abrazados, besándonos. Perfecto.

Luego de varias horas regresamos a su cabaña. Ella me invitó a pasar y nos sentamos en su cama para ver una película. Lo cierto es que no tenía ningún interés en la película. Sólo la miraba y pensaba en lo mucho que la extrañaría. En lo mucho que me dolería verla sufrir por mí, pero tengo la leve satisfacción de pensar que ella en tu tiempo se podría olvidar de mí porque, claramente, es más fuerte que yo y sabe afrentar mucho mejor las cosas. Había decidido que me iría mañana por la mañana. Me alejaría del campamento por el tiempo que sea necesario; Rachel había mencionado que sabía de un lugar similar al Campamento Mestizo en el que podría guardarme por un tiempo, pero en ese instante no tenía la certeza de donde estaba, por lo tanto que antes de irme debía visitarla. Quería hacerle a Annabeth mi partida lo más fácil posible, pero, quisiera o no, necesitaba una última vez. Necesita demostrarle todo lo que sentía, pero lo besos y las caricias no eran suficiente para una despedida. Decidido, la rodeé por la cintura con mi brazo y apoyé mi barbilla en su hombro, contemplándola.

Ella me miró con sus brillantes ojos grises directamente a los míos. Dibujó una media sonrisa y pude verla sonrojarse levemente.

¿Qué pasa? – me dijo

Quiero estar contigo – dije, sin más.

Estamos juntos, por si no te has dado cuenta, sesos de alga – me dijo

Lo sé. Pero quiero estar contigo… ya sabes…

Su expresión severa y orgullosa de siempre desapareció y pasó a ser de una niña pequeña e inocente. Se acomodó un mechón de pelo rubio detrás de la oreja, como hacia cada vez que estaba nerviosa.

¿Qu… quieres… ahora? – me dijo

Te amo – dije – estoy totalmente seguro de eso en este momento. Y también estoy listo. Solo me queda saber… - planté un dulce beso en su hombro desnudo, a causa de su remera de tirantes – sólo necesito saber si tu estas lista.

Ella me observó por un momento y plantó un suave beso en mis labios.

Lo estoy – susurró. Entonces la besé

El beso comenzó dulce, pero luego se fue profundizando hasta el punto en que ella metió sus pequeñas manos por debajo de mi camiseta y la fue tirando hacia arriba. Hundió las yemas de sus dedos a los costados de mi torso y me siguió besando. Mis manos, que estaban en su cintura, se unieron en el medio de su cuerpo para ir desabrochando despacio cada uno de los botones de su camisa rosa claro. Debajo de ella, vi un brasier negro, que desapareció con el paso de los minutos, al igual que el resto de nuestras ropas. No sabía exactamente qué hacer, pero sí estaba seguro que tenía que hacer esta noche inolvidable para ambos. Ésta era nuestra última noche juntos, pero no quise pensar más en ello. Nuestros cuerpos estaban cubiertos por una pequeña capa de sudor, a pesar que la cabaña de Atenea no era muy calurosa normalmente.

Te amo – le susurré cuando dejé de besarla. En ese momento yo estaba por encima de ella, y todo estaba a punto de suceder.

Te amo – me respondió.

Los dos disfrutamos de todo, es decir, es lo que las parejas hacen, ¿no? Disfrutar de sus momentos juntos. Pero yo no podía disfrutar demasiado sabiendo que en la mañana estaría partiendo.

El reloj marcaba las 4:15 am. Me recosté en la cama junto a Annabeth, la cual estiró una sábana por encima de nosotros. Me apoyé en mi hombro y la contemplé.

¿Te sientes bien? – le pregunté.

Sí – dijo, pero pude verla ruborizarse y solté una pequeña risa - ¿te estás riendo de mí, sesos de alga?

Nunca – dije, pero no podía no sonreír. La tenía allí, frente a mí, y era la persona más feliz del mundo.

Entonces… ¿Qué te pasaba hoy en la tarde? – me dijo y me di cuenta que estaba un poco preocupada

¿Quieres saber algo? – le dije, tocando su hombro con dulzura.

Annabeth sólo asintió suavemente, pero no dejaba de verme a los ojos. Tomé su mechón de pelo gris, que permanecía allí en medio de sus rizos rubios a causa de haber sostenido en una ocasión el pelo del cielo.

Te amo – empecé – te amaré siempre. Incondicionalmente, pase lo que pase.

Ella amagó con protestar, seguramente le parecía raro lo que le estaba diciendo, pero no la dejé hablar. Sólo… sólo quería decirle todo lo que sentía.

Nadie logrará separarnos. – continué - Te lo prometo. Vivimos en un mundo donde pasan muchísimas cosas malas, pero los dos sabemos que el bien siempre triunfa. Tú y yo somos los buenos en esta historia, merecemos triunfar, ¿no crees? Pero… a veces triunfar no es fácil. No es como nosotros creemos. Tenemos que agradecerles a los dioses habernos unido, habernos conocido, haber cambiado nuestras vidas mutuamente. Y sé que tendremos ocasiones difíciles, pero eso no significa que lo nuestro no valga la pena. Todo lo que pasamos, todas las batallas, las heridas que sanamos, todas las historias que algún día contaremos, todo fue por algo. Nuestra historia es mucho más larga de lo que podrá parecerte. – tragué saliva – sólo…

Annabeth me interrumpió poniendo su mano en mi mejilla.

No tienes que decir nada más – dijo – lo sé. Somos más que una simple historia de amor. Somos diferentes.

Sólo… solo tienes que saber que pase lo que pase te amo, siempre te amé. Desde el primer día que te vi, te amé. Quizá no lo sabía, pero mi corazón siempre galopó fuertemente cuando te veía, y hace cinco años no lo sabía, pero ahora sí y lo único que quiero es pasar cada minuto de mi vida contigo.

Pasaremos cada minuto de nuestras vidas juntos, porque yo también lo quiero. Te quiero, Percy, te amo. Nada que pase en el mundo podrá cambiar eso.

¿Nada? – dije apresuradamente, como si Annabeth me hubiese lanzado un salvavidas - ¿Lo prometes?

Lo prometo. – y sonrió, y yo sabía que era verdad. – Tú y yo, juntos contra todo. ¿Qué te parece, sesos de alga?

Me parece fantástico – dije y la besé.

Luego volvimos a recostarnos y apagamos la pequeña luz de la lámpara que yacía en la pequeña mesa al lado de la cama. Luego de un pequeño rato, la respiración de Annabeth se volvió rítmica y pesada, así supe que estaba dormida, con los dedos de su mano enlazados en los míos.

Ésa noche no pude dormir ni un minuto. Pensaba en todo lo que haría. Tenía que irme antes que amaneciera, antes de que Annabeth se despertara. Antes de que todo el campamento se despertara. Sólo Rachel sabría donde iría, y había prometido no decirle nada a Annabeth ni a nadie de por aquí. Irme por un tiempo sería demasiado doloroso, pero sería lo correcto para ambos. Si le hiciera daño a Annabeth yo… yo… no podría vivir conmigo mismo. Y es justamente eso lo que tengo que evitar, dañarla.

Miré nuevamente al reloj, que marcaba las 5:35. Hora de irme. Traté de levantarme demasiado sigilosamente, tenía miedo que Annabeth se despertara y fuera lo suficiente inteligente para descubrir todo y no dejarme marchar. Cuando ya estaba de pie en la penumbra de la cabaña de Annabeth, totalmente vestido, le eché un último vistazo. Sus rizos rubios, que yo tanto amaba, estaban contra la almohada, sus párpados caídos, su respiración profunda y rítmica. Su cuerpo cubierto por la sábana blanca. Simplemente perfecta. Y yo tenía que dejarla ir.

Pero lo que le dije antes si era cierto. Sí lo amaba, aún lo hago. Yo la amo, como sé que nunca amaré a nadie más. Pero tenía la mísera fe en que Annabeth, quizá, luego de unos meses pudiera reconstruir su vida con un nuevo chico. Y la imagen de Annabeth con otro chico hizo que mis tripas se estremecieran por sí solas. Alejé la idea de mi mente, y suspiré.

Entonces salí de la habitación.


N/A ¡Hola! Por lo tanto, éste es el primer capítulo de mi primer fanfic. Como verán, uso a los personajes de la saga Percy Jackson de Rick Riordan.

Los personajes no me pertenecen, pero sí la historia.

Espero que la disfruten, sé que éste capitulo puede llegar a ser aburrido pero les aseguro que los que vienen son mejores.

¡Espero recibir sus comentarios! ¡Adios! (: