¡Hola!

¡Esta es mi novatada en ff! Además de que es mi primera vez publicando aquí, también es mi primera vez escribiendo historias hombrexhombre, se podrán imaginar entonces los nervios que tengo por la recepción de este relato. Tuve que hacerme una clase rápida de fanfiction para poder domar esta página, así que si ven este aviso y primer capítulo es porque aprobé la materia *lanza confetis y baila* Les digo, solo había hecho trama sobre futbolistas y alocadamente empecé a hacer esta historia sin tener ni idea de lo que ocurriría. Es un Stony, como ustedes se darán de cuenta, además es un AU y un OOC (poco a poco ustedes se darán de cuenta de esto) No sé si será un oneshoot o un longfic… Ahí miramos como se sigue

No me vayan a dar tan duro, no cuento con una persona que corrija mi trabajo, me basto yo sola y me es difícil saber qué errores tengo, pero con gusto aceptaré las correcciones, eso hace que uno crezca no solo como escritor sino como lector.

Espero que les guste mucho, porque a mí me está gustando demasiado hacerla y no quiero desanimarme, porque es verdad lo que dicen, que los reviews y comentarios tanto positivos como negativos son el alimento de un escritor.

¡Gracias por confiar en mí y leer!

Buen provecho…

Primer capítulo. Slave

Soundtrack: Dedication- Noora Noor

La primera vez que lo vio y en que debió prever lo que ocurriría, fue a mediados de los 40, en una expedición hacía los fríos y rústicos paisajes de la imponente Rusia. Recordaba con mucha claridad la tormenta de nieve que acaecía en su campamento y en el de sus lugartenientes, todos tiritando entre sus abrigos afelpados y maldiciendo el clima aberrante de la ciudad. Incluso Steve, que no era bueno para soltar palabrotas, susurraba sobre la piel de sus manos desnudas, lo que detestaba estas misiones y cuanto deseaba regresar a Brooklyn, su hogar.

Su boca expulsaba un ligero humo, que se esfumaba inocente entre el paisaje blancuzco y a la vez oscuro, estremecedor, advirtiéndole de algo macabro, de un suceso infortunado. Mala suerte, que el Capitán jamás fuese un hombre de supersticiones y creyese la oleada de muerte que exhalaba Rusia como un mero hecho de la naturaleza.

Steve solo cruzo sus brazos sobre el ancho pecho e intento alejar el panorama desolador que yacía al frente, cerrando sus ojos, imaginando la primavera arribar aquí, llevándose esa congoja que le apretaba el pecho y lo hacía sollozar en la noche inhóspita. Le buscaba, siempre le buscaba, jamás había dejado de esperarle en la banqueta donde ambos veían las hojas otoñales descender de los árboles, aguardando con impaciencia el retorno de la próxima estación. Y alargaba sus brazos en un desespero continuo, como aquellas veces en que convencía satisfactoriamente a James de llevarlo a casa en su espalda fornida, mientras le relataba una que otra historia de terror, que ponía al pequeño Steve en estado letárgico. Cubría sus oídos, gritando en silencio, escuchando la risa de ambos, la ronca voz de Bucky llamándolo, y se arremolinaba en la sábana hosca, alejando el calor que sentía cada vez que él estaba a su lado, como si fueran solos contra el mundo, como si la corrupción jamás tocase esa burbuja en la que vivían. Se levantaba de repente, con el sudor frío cruzando su piel, y el cuerpo temblando, sin la sonrisa soberbia de su compañero y un abrazo al que acudir cuando las pesadillas lo apresaban. Imaginaba la mueca graciosa de James, mientras levantaba su sabana y él se acercaba para escuchar de sus labios, una palabra tranquilizadora seguida de un sueño sin temores, de un sueño junto a Buck.

Cuando dejaba de alucinar y observaba el rostro somnoliento de su segundo al mando, caminaba lejos del campamento y lloraba con la pena ahorcándolo, destilaba vulnerabilidad, no tenía más testigos que su propia voz susurrando el nombre de su amigo y la naturaleza que ocultaba su dolor, amortiguando los sollozos débiles que su garganta ya se impedía a soltar a través del viento soplando alto, teniendo compasión del capitán.

-El soñador vive para la eternidad…- susurró una voz suave y aguda entrometiéndose en sus cavilaciones, impregnándose de repente en sus pensamientos, hablándole en medio del silencio, salvándolo del abismo, rescatándolo de sí mismo. Andaba de prisa, aferrándose a ese vestigio de redención que le ofrecía, como si esa voz fuera la respuesta a todas sus preguntas y esa simple frase desencadenará su absolución.

Sus ojos se abrieron del aturdimiento en el que habían caído, y su respiración templada empezó a ser rauda y ágil, la vida dándole una oportunidad más, en la nada, con el frío calándole los huesos, con el fuego corriendo por su cuerpo, avivando la llama fulgurosa, ansiosa de quemarlo de dentro hacia fuera, empaparlo de una vitalidad que hace mucho tiempo no sentía.

Y de repente, solo lo pudo observar a él, inmóvil, con una sonrisa conspiradora en los labios y unos ojos grandes, marrones, emanando una curiosidad insaciable. Su cabello flotaba suavemente por la brisa del lugar, tocando esa piel morena, que a Steve le pareció tan suave y deseable de acariciar. Su boca tembló levemente y el capitán se fijó en la poca ropa que llevaba el niño, aún en la ventisca, solo lucía una camisa de algodón blanca y tirantas azules manteniendo en su sitio el pantalón de mezclilla, y zapatos de charoles negros, muy formales para él, pensó para sus adentros.

Steve jamás podría explicar si aquella vez fue producto de sus alucinaciones, o quizá, el paraje en el que se encontraban, pero aquel niño le pareció agua en medio del oasis, una quimera hecha carne... le pareció el sol entre tanta oscuridad. Y esa imagen perduraría para siempre en su cabeza, el del ángel alado al que consumió su infierno personal.

-¿Qué es lo que te he dicho de incomodar a las personas, Anthony?- preguntó alguien, pisando fuerte, sacando al capitán de su ensimismamiento y obligándolo muy a su pesar, a sacar los ojos del niño.

-Doctor Stark- susurró el Capitán, dándole la mano y un espaldarazo suave, como dos viejos conocidos. Howard, observó los ojos azules de su jefe y compañero, y se dio cuenta de la pesadumbre que lo atormentaba. El doctor sonrió abiertamente y sin pensarlo dos veces, abrazó muy fuerte a Steve, diciéndole sin palabras que todo estaría bien y pronto dolerían menos las heridas. Él lo entendió.

-Hombre Steve, Howard. Me haces sentir un hombre mayor y nosotros tenemos casi la misma edad-

Howard sonrió, tocando la punta de su bigote espeso y bien cuidado y llamó a su hijo para presentarlo al hombre más honorable que había conocido en su vida. Para el científico, Steve era su amigo, aunque ninguno se atreviera a hablarlo; habían pasado por tantas cosas juntos, que incluso bromeaba con que había celebrado más lunas de miel con Rogers que con su propia esposa. Le admiraba, le respetaba y sobre todo, sentía mucho aprecio por el que alguna vez fue la persona que lo consoló en su tristeza, y por el que ahora era su capitán al mando.

-Preséntate ante el Capitán, hijo-

Steve se tensó al escuchar el apelativo cariñoso del doctor con el pequeño niño. Era imposible dudar de los lazos familiares que los unían, tenían características físicas similares, además de varias gesticulaciones que a menudo vio en Howard.

El niño camino hasta estar frente a él, y con un brillo singular en sus ojos cafés, desarmó al Capitán de un batallón. Estiró su brazo y con el anhelo palpitando en su rostro, toco la mano fría de Steve.

-Capitán Steve Rogers, mucho gusto en conocerlo. Anthony Edward Stark, para servirle-dijo solemnemente, deshaciéndose en formalidades que en cualquier momento le hubiesen parecido graciosas al rubio, pero que ahora, destilaban ternura y cariño.

Steve se agachó hasta quedar frente al pequeño y despeino con dulzura su cabello. Sin embargo, se sintió invadido de su presencia, cuando sus ojos lo observaron a consciencia y se vio desnudo, con todas sus debilidades afuera, siendo condenado en su propio territorio, como si Anthony tomara posesión de él, y robara todo lo que le pertenecía. En un gesto tan íntimo, Tony acarició con suavidad la mejilla del Capitán y de una forma u otra, parecía disculparse de haberle sentenciado a una vida encadenado a él, de volverse tan imprescindible, de dejarle esa desazón de culpa y deseo a la vez.

Intentaré actualizar cada semana, aunque no prometo nada… En nada empezaré parciales de segundo corte y como soy bien nerda, pues andaré pensando solo en ello.

Si desean donarme un review, no les hago el feo…

Saludos y hasta pronto.