Disclaimer: Avatar: The Last Airbender y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad de sus respectivos autores.
Aviso: "Este fic participa en la 'Semana Toko' del Foro ¡El Cometa de Sozin!"
Y ENTONCES LO ENTENDIÓ.
Muy pocos eran los que distinguían los cambios a su alrededor. Esos que eran sutiles, pero bastante obvios para quienes los identificaba desde el principio. El Señor del fuego había cambiado, o al menos eso percibía Toph.
La última vez que Zuko habló con ella lo supo, que no era el mismo de siempre, que algo en él era ligeramente diferente. Sus pasos se volvían más ligeros y tímidos, su voz se atenuaba hasta casi parecer un susurro, y su actitud demostraba una calma y tranquilidad nunca antes vistas. Su aroma, sin embargo, seguía siendo igual. Ceniza y azufre, una esencia que, por muy desagradable que sonase, a Toph realmente parecía gustarle.
Ligeros cambios, imperceptibles para una persona común, pero no para la mejor maestra tierra del mundo. Cambios que se presentaban de forma paulatina, y que solo se apreciaban cuando Zuko y ella estaban uno frente al otro.
Toph no era tonta, y después de un tiempo de negárselo a sí misma, había entendido y aceptado que ella era la causante de esos cambios; de su repentina serenidad, y de la alteración en sus pulsaciones.
Habían pasado un par de años desde el final de la guerra, y si bien todavía era una niña, había que aceptar que ya no era la misma joven impulsiva y rebelde de antes.
Tenía quince años, y la suficiente madurez para comprender que el actual Señor del fuego estaba enamorado de ella.
Y ella… ¿sentía algo por él?
Estuvo muchos días meditando sobre eso; mientras entrenaba con su tierra control, cuando dictaba sus clases de metal control, incluso cuando visitaba a sus padres en Gaoling. El nombre que siempre llegaba a su mente era el de Zuko, su nombre y la posibilidad de tener algo con él, algo que superaba una simple relación de amistad.
Pensar en ello era frustrante, porque Toph no deseaba ese tipo de sentimientos, no los quería y no los necesitaba; por lo que decidió enfrentar al causante de aquello, y darle fin a esa confusión de una vez por todas.
Viajó hasta la Nación de fuego.
Buscó al chico de la cicatriz.
Caminó por el palacio.
Se perdió por los pasillos.
Y cuando finalmente dio con su objetivo, Zuko la recibió con un abrazo, con alegría le dijo que la había extrañado, y con torpe dulzura revolvió su cabello.
Toph respiró tranquila, y entonces lo entendió.
Ella también quería estar con Zuko.
