Los personajes de esta historia no me pertenecen.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI, si este género no te interesa no lo leas y punto, comprendo perfectamente esa postura.
La imagen de cover de este fanfic ha sido realizada por la también escritora de fanfics y buena amiga, Ladtheove, en el propio fanfiction: /u/2181035/Ladtheove
Capítulo 1. Tiempos Extraños
La patrulla nocturna paseaba inquieta ese anochecer.
Era tiempo de paz, con el traidor Aizen finalmente derrotado, Hueco Mundo sellado y los arrancar o bien destruidos o derrotados. Los puestos de capitán que habían quedado vacíos por las terribles traiciones habían sido ocupados por los vizard redimidos y restaurados como shinigami.
Mucho había cambiado, y pese a la victoria, los cimientos mismos de toda la sociedad habían sido removidos, la sensación de invulnerabilidad, la confianza en el poder de los Capitanes y la confianza en sí, habían sufrido un duro golpe.
Antes de todo aquello, las patrullas que recorrían el interior del Seireitei, considerado un lugar inviolable, se preocupaban más por los shinigami de las otras divisiones que de enemigos que pudiesen atravesar las murallas y barreras que protegían el castillo y los cuarteles de los shinigami, separándolas de Rukongai. Ahora esa sensación había desaparecido.
Un viento súbito y frío puso la carne de gallina a los dos centinelas.
- Deja de hacer eso.
Ito recibió un codazo de su compañero Kato, y trató de contener su tic nervioso, que le llevaba a chasquear la lengua contra el paladar.
- No quiero otra cosa que terminar la guardia.- Confesó mientras cruzaban otra esquina, las calles mas exteriores del Seireitei eran un laberinto de calles virtualmente idénticas.
- Ve por esa calle y yo iré por la vuelta de la esquina, así nos ahorraremos la vuelta completa a la manzana, no quiero estar aquí toda la noche.
Ito asintió, no le agradaba ir solo pero la perspectiva de volver antes al cuartel era más que suficiente.
Casi se dio de bruces con una mujer de espaldas. Inmediatamente se echó hacia atrás y desenvainó su espada con la torpeza del nerviosismo y la inexperiencia.
- ¡Se... señorita, identifíquese inmediatamente!.- Se calmó un poco al comprender la total ausencia de peligro y tomó aliento.- Señorita, no son horas de estar por aquí sola.
La mujer lloraba, con el rostro vuelto, y los hombros sacudidos por acongojantes sollozos.
- La he perdido, la he perdido...
- ¿Señorita?.- Ito envainó y se acercó compasivo.- ¿Qué ha perdido?
La joven se volvió, Ito palideció y no pudo ni gritar, pues su garganta se cerró de puro terror. No había rasgo alguno, ni ojos, ni nariz, no boca. La mujer no tenía rostro.
Salió corriendo finalmente gritando, y al volver la esquina chocó frontalmente con su compañero Kato, cayendo los dos al suelo en una maraña de brazos y piernas.
- ¡Deja de chillar, ¿que pasa?! ¡Ito, ¿qué pasa?!
- Un... una mujer... no tenía...- Ito intentó hacerse entender.- ¡No tenía cara!
- ¿Sin cara? ¿Desfigurada?
- ¡No! ¡Sin cara, sin rasgos!
Kato frunció el ceño y después pareció iluminarse con una idea.
- ¿Sin rasgos?.- Y lentamente se pasó la palma de la mano por la cara.- ¿Quieres decir, así?
Ito sintió un horror frío subirle desde el estómago.
El rostro de Kato había desaparecido e Ito mas que gritar, aulló de terror.
En una casa de huéspedes del distrito 48 de Rokungai Sur, una pareja saltó por la ventana, aterrada, suplicando a las "malvadas sandalias" que les dejaran marchar. Aun tras la caída, maltrechos, siguieron corriendo para poder tierra de por medio.
Al norte, en unos baños del peligroso y malogrado distrito 65, un gran grupo de yakuzas tuvo que huir en paños menores, empapados, con varios miembros malheridos y muchos desaparecidos, farfullando y contando a cuantos encontraron que habían sido emboscados por horribles monstruos escamosos.
La humilde tienda de una anciana del distrito 53 del Este, recibió a medianoche la visita de un niño, que perdido, le solicitó pasar la noche. Cuando la anciana aceptó, compasiva, el niño cruzó el umbral y se desvaneció como una ilusión de niebla. La asustada mujer se encerró en su dormitorio hasta el alba, al salir, descubrió que toda su casa estaba llena de bandejas de Tofu fresco apiladas y empaquetadas.
En los campos de entrenamiento de la Academia Shino, airados gritos despertaron a todos los estudiantes, que se asomaron a la ventana, solo para ver, horrorizados, como una especie de enorme rueda de carro, envuelta en llamas, cruzaba los campos de entrenamiento a toda velocidad. Algunos perjuraron que en el centro de la rueda, giraba la cabeza de un hombre, responsable de los gritos. Dichos alumnos, al llegar el alba, quedaron súbita e inexplicablemente ciegos.
En el Centro de Investigación y Desarrollo, la noche pasó en calma, nadie vio nada en las cámaras de vigilancia, nadie oyó nada, y los innumerables sistemas de detección no dieron aviso alguno. Antes del alba, cuando se llenaron de avisos de alarma desde el exterior, y los shinigami ocuparon sus cuerpos, descubrieron horrorizados que algo o alguien había cubierto de espesa baba todos los paneles y pantallas, como si alguna enorme babosa se hubiese paseado por doquier, inutilizando los detectores.
Antes que el sol saliese por el horizonte, todas las divisiones del Gotei 13 estaban en pie, hirviendo de actividad, pero también sumidas en el caos. Informes confusos, rumores sin fundamente y testimonios aterrados se acumulaban en los despachos, pasando de mano en mano en total descoordinación.
Demasiados sucesos extraños habían ocurrido en una única noche, por toda la Sociedad de Almas, sin importar cuan protegido fuese el lugar, o cuan insignificante.
El Comandante General Yamamoto, líder del Gotei 13, capitán de la Primera División, tomaba té en su despacho, meditando, sin ninguna preocupación en su mente. No había nada de qué preocuparse en aquel tan necesario periodo de paz. Un viejo amigo había llegado durante la noche, habían estado charlando de esto y aquello durante horas, recordando viejos tiempos.
- Más té, y más de estas deliciosas pastas.
- Por supuesto.- Yamamoto hizo un gesto e inmediatamente su teniente Sasakibe acudió a cumplir con la petición.
Su amigo dio un paseo por la Primera División, era de total confianza y nadie puso traba alguna, no había motivo alguno, por lo que a Yamamoto correspondía, su casa era su casa.
Poco después de acabar con todas las pastas, su amigo se despidió jovialmente y le despidieron con tristeza en las puertas. El Comandante General echaría de menos a su querido amigo.
Un rato después, de nuevo en su despacho, Yamamoto se preguntó como era posible que ya no quedasen pastas, ni té. Poco a poco fue tomando nota de un montón de detalles diferentes, los cajones parecían revueltos, era demasiado pronto para que los criados hubiesen preparado desayunos, algunas puertas estaban entreabiertas y... ¡alguien había usado sus sandalias y sus kimonos!
Enfurecido, Yamamoto hizo llamar a su teniente para que diese la alarma, alguien había entrado hasta lo más profundo del Seireitei bajo sus narices, el peligro que corrían era inconcebible.
- Nadie ha visto nada sospechoso. Las protecciones están en su lugar, además...
- ¡Silencio!.- Yamamoto se mesó la larga barba y se apoyó en su cayado, concentrándose, algo iba mal, muy mal, algo le picaba en la nuca.
No habían saltado las protecciones porque ellos... ellos habían levantado las barreras, él mismo había acudido a la puerta, los criados habían dejado pasar... al viejo amigo.
Abrió los ojos como platos.
Él no tenía ningún "viejo amigo". Un hombre, un anciano había venido... y todos los allí presentes le habían permitido entrar, le habían dejado hacer y deshacer a su antojo, como si aquella fuese su casa...
El velo de la ilusión se levantó de sus ojos, y el poderoso hechizo se deshizo alrededor del lugar. Inmediatamente Sasakibe mostró un gesto de sorpresa y consternación.
- ¿Cómo ha sido posible?.- Musitó el teniente.
Por toda la División, despertados del imperativo que les había convencido de la autoridad y legitimidad del intruso, todos los guardias y criados corrían a dar la alarma y tratar de averiguar cuanto daño había sido causado.
- Convoca una reunión de urgencia. Inmediatamente.
Fiel a su conocida eficacia, Sasakibe corrió a cumplir con sus deseos, sin hacer más preguntas ni perder tiempo alguno.
Solo, el Comandante General apretó sus nudosas manos sobre el bastón, un escalofrío le recorrió.
- Un nurarihyon... Los Yokai nos invaden.
Las alarmas sonaron en todas las Divisiones. Reunión de emergencia para todos los capitanes.
Abarai Renji se clavó los dedos en la frente tratando de contener la jaqueca que martilleaba dentro de su cráneo. Llevaba despierto desde la una de la mañana, cuando los gritos de los vecinos del bloque en que vivía habían empezado a chillar y dar voces por las ventanas, despertando a todo el vecindario.
El teniente había salido a comprobar el alboroto, como todo el mundo.
Un bromista, o mas bien una cuadrilla de bromistas, dada la magnitud de la tropelía, había ido piso por piso manchando toda la ropa tendida. Una vecina que trabajaba de noche había visto el desastre y avisado a todo el mundo, provocando el despertar de todos.
Renji había recogido su propia sábana tendida, totalmente cubierta de manchas como patas de animal... ¿de mapache? ¿de tanuki? Además no era barro, ¡era tinta negra! No iba a haber manera de limpiar aquello.
Por mas que había dado vueltas al vecindario, no había dado con los gamberros, ni rastro. Cuando se había dado por vencido y decidido volver a casa y dormir, se había dado de bruces con una pareja, vecinos de otro bloque, que habían empezado a jurar y perjurar que el techo de su casa había sido ocupado por... ¿un duende?
Había dirigido a ambos a la guardia de shinigamis mas cercana, porque él no pensaba ponerse a ir casa por casa persiguiendo "duendes". Pero a esas alturas estaba claro que algo muy raro estaba ocurriendo.
Cuando había llegado a la División Seis se había encontrado con que muchos shinigami que esa noche no tenían guardia, ya estaban allí, poniéndose sus uniformes y compartiendo historias, a cada cual más rocambolesca.
No le importaba no entender nada, lo que estaba claro es que estaban bajo ataque, de lo que fuera. Renji se puso el uniforme y empezó a imponer el orden, tratando de sacar algo en claro de todo aquello.
Mientras le iban informando estaba claro que aquello era un problema global.
- ¡Teniente Abarai! He reunido más informes.
Rikichi reapareció frente a su mesa con docenas de papeles. Renji cogió un par y volvió a llevarse las manos a la cabeza.
- ¡No, no, solo nuestra jurisdicción! Manda mariposas a las demás Divisiones o estaremos trabajando todos por duplicado.
- ¡Si, señor!.- Rikichi asintió y volvió a recogerlo todo.
- No me lo puedo creer.
Renji empezó a separar los informes por direcciones, esperaba que la División 12 y la 2 se acabasen ocupando de investigar todo aquello y él solo tuviera que trasladarles el trabajo.
Pasaron horas de separar el trigo de la paja, algunas informaciones no pasaban de ser rumores oídos de tercera mano y no pensaba dejarlos pasar.
Cuando la puerta volvió a abrirse amanecía, y Renji estaba a punto de arrojar el ilegible testimonio sobre una sombrilla con lengua por la ventana.
- ¡No pienso leer ni un informe más!
- Entonces debería replantearse su puesto, teniente Abarai.
Renji levantó la vista para encontrarse con el severo rostro de su capitán Byakuya Kuchiki.
Le acabo de gritar a mi superior, muy bien, Renji, muy bien, la guinda del día, o más bien la noche.
Sobre todo con lo tenso que había sido todo desde la guerra contra Aizen.
Después de su enfrentamiento durante el desastre que había sido el intento de ejecución de Rukia, y tras el momento que Byakuya había tenido con Rukia, sincerándose sobre su frialdad y el motivo de la adopción de esta en el clan Kuchiki, hablando de su difunta esposa... la actitud del noble había mejorado, quizá no a ojos de extraños, pero para aquellos más cercanos y familiarizados con su reiatsu, Byakuya había parecido menos áspero, más cercano, sobre todo con Rukia.
Entonces había tenido lugar... no tenía ni idea qué, y Byakuya parecía haber decidido poner un muro absolutamente glacial entre capitán y teniente. Al principio Renji había estado histérico preguntándose sin parar qué era lo que había podido hacer, porque tenía que ser algo que había hecho, había ido por toda la División preguntándose qué era ese horrible desastre que ahora tenía que solucionar.
Pero no había encontrado nada que mereciese aquella súbita frialdad. Confuso, había pensado que quizá se trataba de otra clase de problema, algo ajeno a la División que afectaba a su Capitán. Había preguntado a Rukia, pero no había obtenido ninguna respuesta sencilla, por lo que ella sabía todo iba bien en la mansión Kuchiki, no era que pasase mucho tiempo allí, pero tampoco había percibido ningún cambio en el trato de su hermano, mas allá de la sustancial mejora tras la revelación de ser la hermana menor de la difunta esposa del capitán.
Así que el problema era personal. Con él.
¿Era por la rebelión de enfrentarse a él en el rescate de Rukia? Había parecido que aquello había sido... ignorado, agua pasada dados los acontecimientos que habían tenido lugar. Durante la guerra contra Aizen y los Arrancar en Hueco Mundo no había notado aquella situación, cierto que Byakuya siempre era muy estricto, pero aquello había empeorado notablemente al terminar el conflicto.
Byakuya miró la mesa llena de papeles y arqueó una ceja con evidente desaprobación.
- Buenos días, capitán Byakuya. Ha sido una noche larga y...- Empezó Renji, no obstante Byakuya le dio la espalda y salió por la puerta.
- Espero un informe conciso encima de mi mesa.
Capullo arrogante. Renji apretó los nudillos contra la mesa, mirando la puerta cerrada con incredulidad primero y rabia después.
Byakuya Kuchiki tomó asiento en su despacho, apenas había alisado sus ropas cuando se percató de que sobre la mesa, listo para ser leído y firmado por él, había un informe. Su teniente debía haberlo dejado allí para que lo pudiese leer nada más llegar a la División.
Tomó aire y lo exhaló lentamente, estaba siendo más difícil de lo que imaginaba. Y sin embargo estaba seguro de que era la decisión correcta, por su propio bien y también el de Abarai, aunque no podía culparle por no saber lo que ocurría.
La reacción del pelirrojo había sido predecible, al menos hasta hacía unos días. Renji había reaccionado con culpabilidad al principio, yendo de un lado a otro visiblemente preocupado, tratando de arreglar un problema que, sin saberlo él mismo, no existía, al menos a sus ojos.
Byakuya lo había previsto, y había esperado que eventualmente Renji aceptase la situación, que volvían a ser estrictamente capitán y teniente, con un claro escalafón, como al principio, cuando el otro había obtenido el puesto. No eran camaradas como otros oficiales shinigami de protocolo más laxo.
Entonces Renji había reaccionado con una furia diferente a la habitual, y Byakuya se había encontrado con una táctica diferente a la clásica técnica de Renji de cargar contra todo de cabeza y sin pararse a pensar.
Una táctica pasivo-agresiva. Renji había pasado a hacer sus labores como un teniente modélico, adelantándose a los deseos de su capitán, manteniendo el orden y la disciplina de los reclutas y ocupándose de todo en general.
Todo ello con una expresión de ira contenida en el tatuado gesto, por supuesto. Renji podía sorprender con muchas cosas, pero siempre llevaba sus sentimientos a la vista de todos, mentir no era parte de su naturaleza.
A Byakuya cada vez le resultaba mas difícil mantener aquella distancia que había decido erigir entre ellos. Mantenía su relación distante, sin más conversación que la indispensable, frases cortas, claras y concisas, manteniendo la rigidez del protocolo más absoluto.
Mucho se temía que Renji acabaría odiándole y no había querido llegar a tanto.
Echó un vistazo inicial al informe, la primera lectura le dejó bastante confuso, realizó una segunda lectura más detallada... y siguió profundamente confuso. ¿Era aquello una broma de mal gusto?
A Renji no le sorprendió en absoluto que apenas unos minutos después, Byakuya regresara al despacho contiguo, el suyo, entrando tras un breve toque en al puerta.
- En adelante reserve sus infantiles bromas para sus "amigos" de la onceava.
En una sola frase le insultaba a él, a su elección de amistades y a otra división, Renji se incorporó de su mesa, donde aún tenía mensajes que responder. Le dolía la cabeza, necesitaba dormir, no entendía lo que ocurría ahí fuera y desde luego no podía soportar más aquella absurda hostilidad.
- Ni yo, ni más de la mitad de esta división llevamos trabajando toda la noche para gastar una broma, el mundo no gira en torno al noble capitán Kuchiki.
Byakuya abrió los ojos como platos, la única vez que Renji se había dirigido a él con tal falta de deferencia había sido durante su combate, única y exclusivamente.
"Tu, ¿desde cuándo has sido capaz de usar el Bankai?"
"Nunca lo hubieras sabido, dado que tus subordinados te importan un bledo ."
Aquello había dolido, no en aquel momento, si no después, reflexionando sobre los fallos de su pasado como capitán. Que Renji volviese a dirigirse así a él... no era aceptable en ninguna situación, sin excusas.
- Este informe, por así llamarlo, es una lamentable colección de supercherías.
- Es lo que han visto y oído muchos shinigami, algunos de nuestra propia división, yo mismo he incluido lo que...
- Un ataque infantil sobre la ropa de su vecindario, teniente, no es asunto de la sexta división, ni asunto mio.
- ¡¿Ha leído siquiera el resto?!.- Renji golpeó la mesa, sobresaltando a ambos.
Por unos segundos ambos quedaron en silencio, mirándose, tensos, el reiatsu eléctrico como una carga estática esperando su momento, las manos casi ansiosas de tomar el pomo de sus espadas, midiéndose.
La insoportable tensión del ambiente se rompió de forma súbita con el estruendo de la alarma general.
¡Atención a todos los capitanes! ¡Su presencia es requerida para una reunión urgente!
Renji se cruzó de brazos con una sonrisa lobuna sintiéndose vencedor, Byakuya se contuvo de replicarle , su orgullo no le permitiría ceder un milímetro, y no tenía por qué dar explicaciones.
- Retomaremos este tema, teniente.
- Por supuesto.- Renji gruñó más que hablar.
El noble abandonó la división con un desagradable amargor en el fondo de la boca, la tensión se desvaneció en cuanto ambos estuvieron a la suficiente distancia y solo entonces Renji se permitió volver a sentarse.
Había perdido el control. Idiota. Idiota. Kuchiki Byakuya no perdonaba la insubordinación, lo había hecho una vez, una única vez. Renji se preguntó si seguiría siendo teniente al regreso de su capitán.
Nota de la Autora: Las sagas posteriores a la derrota de Aizen no llegaron a gustarme del todo así que voy a ignorar los datos canon de esas historias a menos que me convengan.
