¡Hola a todo el mundo!

Dios mío ¡Estoy llevando dos historias al mismo tiempo! espero no revolverme y poder terminar las dos bien, sin complicaciones...

Bueno, este fic es la continuación de ¡BODA! me lo estaban pidiendo demasiado y además ya estaba pensando algo sobre los hijitos de Astrid e Hipo. La vida medieval no era nada sencilla (ni lo es ahora) y se me ocurrieron mil panoramas de lo que pudo haberle pasado a los dos.

Uf, ya no les entretengo más. Espero les guste :)

Disclaimer: nada es mío, es de DreamWorks, solo me divierto escribiendo e imaginando cosas que no podremos ver en cine o televisión xD


¡VIDA MARITAL!

Capitulo 1.

La Noticia.

Ser un ama de casa no era una labor del todo sencilla.

Corrección:

Ser un ama de casa era una labor NADA sencilla.

Astrid estaba completamente convencida y mentalmente preparada para dejar de lado cosas que le gustaban, entrenamientos y pasatiempos, para dedicarse a su nuevo hogar. Después de todo, ella e Hipo iban a iniciar una familia juntos. Y ella necesitaba poner de su parte para que todo saliera bien.

Pero no todo sale como uno lo planea. De soltera, Astrid se interesó tan poco en los deberes domésticos que el cambio fue muy brusco. Por más lecciones de su madre antes del matrimonio, nada pudo prepararla para la realidad de que ahora la casa Haddock era su total responsabilidad. Y eso conllevaba el mantenimiento, amplación, limpieza, cocina, vestimenta y más cosas. No solo de ella y de Hipo, Estoico venía en el paquete.

Ese fue otro problema. Estoico e Hipo estaban acostumbrados a hacer lo que se les diera en gana dentro de su casa. La residencia Haddock no tuvo ninguna supervisión ni ama de casa desde la muerte de Valhallarama, quince años atrás, y los hombres tienden a malacostumbrarse más rápido de lo que tardan en adquirir buenos hábitos.

Con horror, Astrid descubrió que los dos hombres se levantaban temprano, desayunaban lo que encontraran en la alacena, dejaban los trastos en la mesa, sillón, suelo o donde cayesen, se iban a cumplir sus deberes, regresaban en la tarde quitándose camisas y arrojándolas al suelo, se acostaban en el sillón y no se movía hasta la hora de cenar.

Y ella no sería la que seguiría cada uno de sus movimientos para recoger lo que dejasen tirado. Lavar la ropa era ya algo desagradable para sumarle el tener que recogerla del suelo ¡Las cosas habrían de cambiar!

Estoico había pensando seriamente en mudarse cuando su hijo se casó, para darle más privacidad al matrimonio. Esos pensamientos solamente se hicieron realidad cuando las reglas autoritarias de Astrid le empezaron a afectar hasta a él.

Y eran sencillas, pero para dos hombres difíciles:

Levantarse temprano, sentarse en la mesa a esperar el desayuno, comer tranquilamente y dejar los trastes ya sucios en el fregadero.

Cuando se vayan, por favor, cierren la puerta ¡No les cuesta nada!

Si van a llegar más tarde de lo normal no les cuesta nada mandar un aviso ¿verdad?

Ah, y de vez en cuando comprar algo de pescado o recoger agua del río es algo que ellos perfectamente pueden hacer solos.

La cena era servida caliente y todos debían charlar mientras comían en la mesa, compartiendo un momento familiar. Y estaba estrictamente prohibido coger el plato para irse a comer a la sala o encerrarse en su alcoba.

Hay cestos donde se coloca la ropa sucia. Si es que se les ocurre tirarla en el suelo, no solo la recogen ¡Friegan el piso!

Ya que son quienes más los usan, no es mucho pedir que a veces acomoden los sillones ¿O sí?

Y lavarlos de vez en cuando no es nada difícil ni que les quite hombría.

Si prenden la chimenea la apagan y limpian. Sin excepciones.

Por más ama de casa que sea, no lavará los zapatos. Eso sí va más allá de sus deberes.

Astrid estaba orgullosa de esas reglas, hasta las escribió y colgó en la pared al lado de la entrada, para que no se les olvidara. Después de todo ella no podía hacerse cargo de todo sola. Y así se lo dio a entender tanto a Hipo como a Estoico.

O sí, la diferencia fue muy notoria. Tras más de una década la fachada de la casa fue al fin cambiada, y la madera hinchada sustituida por una normal, bien pintada y colocada de manera decente, dándole un aspecto muy agradable al lugar. Astrid encargó a Hipo que hiciera unas figurillas de metal que colgó de las ventanas y en la puerta principal, con forma de diferentes dragones. El efecto, sumado a las ventanas nuevas, le dio a la casa una forma tan agradable y hogareña como nunca en mucho tiempo.

El sendero y los escalones en la colina que conectaban la residencia Haddock con el pueblo fueron arreglados; de la misma manera que los establos de los dragones, el patio y el porche.

Al final de unos meses, los cambios fueron bien asumidos y dieron como resultado un verdadero hogar. Astrid encontró cierto placer en la cocina, aunque no mucho en la limpieza. Una vez que se acomodó a sus obligaciones, pudo también hacer pasatiempos. Al caer la tarde, agarraba su hacha para practicar en el bosque, o volaba con Hipo sobre Torméntula en las noches.

Las cosas para Hipo tampoco fueron del todo sencillas. Ahora debía hacerse cargo completamente de la casa, y eso implicaba los gastos. Estoico le daba una cantidad de dinero en consideración a que también vivía ahí; pero era meramente simbólica. Tenía buenos ahorros que, sin embargo, no tenía intenciones de gastar. Después de todo eran para emergencias. Así pues, debió extender las horas que trabajaba en la fragua y hablar con Bocón para recibir un salario fijo.

Del dinero que ganaba, la mitad o hasta más se la daba a Astrid para que ella la administrara y mantuviera la despensa llena, comprara pieles, muebles y lo que hiciera falta. Así como dinero para que ella se diera sus gustos, dígase espejos, cepillos, ropa más lustrosa. Pues él entendía que entre los raros gustos femeninos se encontraba el placer de las compras.

Además estaba la situación de su padre. Estoico estaba firmemente convencido de que no le quedaría mucho tiempo en la tierra de los vivos ¿de dónde sacó esa idea? Hipo no estaba seguro. Jamás vio a su padre enfermo y le hizo pensar si no estaría pensando Estoico en retirarse o ponerse a viajar, aprovechando que aún era sano y fuerte.

Sea como sea, si Hipo no tenía ya suficiente con sus labores de nueve horas en la fragua, usaba parte del día conviviendo con su padre no en actividades precisamente familiares. Estoico le enseñaba cómo hacerse cargo de la Tribu. Administrar el ganado, la pesca, la producción de barcos, de armas, la agricultura, las pensiones, los impuestos, la distribución del agua, de las pieles, el comercio, los acuerdos con las demás tribus ¡Todo!

No es que Hipo no estuviera familiarizado en algunos aspectos sobre el tema. De hecho, su trabajo en la fragua hacía que supiera más cosas de las que otras personas. Pero seamos francos, tratar de aprender todo eso en dos horas diarias con un límite de tiempo por parte de Estoico no era sencillo. Pronto, su cuerpo lo resintió con estrés, que no era nada agradable.

Un poco de estrés no es anormal en las personas. El problema es que Hipo encontraba escasos momentos para relajarse. De todos sus pasatiempos el más afectado fue el vuelo. Y Chimuelo le reclamaba cada vez que podía, demandando atención. Ya que para el dragón volar era una necesidad similar al caminar de las personas, Hipo debió buscar una solución.

Su respuesta fue construirle una nueva prótesis, igual a la que le regaló en fiestas de Snoggletogg años atrás, que se movía libre apoyada con el movimiento de la otra ala inferior en la cola. Llegó a un buen acuerdo con Chimuelo. Ya que las mañanas y tardes estaban consagradas al trabajo, Chimuelo andaría con esa prótesis libre del suelo en todo Berk y hasta donde quisiera llegar. Ya por el ocaso, o en las noches, Hipo lo montaría un rato, dependiendo lo ocupado que estuviera en el día. Y les había estado funcionando muy bien porque aunque Astrid fuera estricta en el sentido de cenar todos juntos, también comprendía que su esposo necesitaba un descanso. Y nada mejor que volar para relajarse.

El pueblo entero estaba extrañado y les costó algo acostumbrarse al cambio. Hipo y Astrid eran muy jóvenes todavía, y en muchos sentidos los siguieron viendo como muchachos. Pero no lo eran. Hipo ahora era hombre de familia y Astrid una señora.

Estoico, que pensaba en mudarse, desechó esos planes cuando él mismo se acostumbró a la nueva vida de su casa. Agradeció como nunca que su alcoba estuviera en el primer piso y la de su hijo en el segundo, porque de no ser así, estaba seguro que los ruidos nocturnos serían mucho más fuertes y no le dejarían dormir.

Quizá ese era el cambio más notorio y al que más rápido se acostumbraron los dos jóvenes. La hora de dormir.

Compartían una misma alcoba. Hipo debió deshacerse de unas cosas para que todas las pertenencias de Astrid cupieran en sus cajones y armario. Al final terminaron remodelando la habitación, quedando más amplia y limpia que antes. Sobre todo eso, limpia.

Las primeras semanas, al momento de dormir, intercambiaban besos tiernos, caricias apasionados, y de vez en cuando tenían relaciones. Conforme se fueron acostumbrando y perdiendo el pudor, su vida sexual se volvió realmente activa. Era algo que los dos disfrutaban al máximo cuando llegaba la noche, en la privacidad de su alcoba, llegados al grado en que el acto sexual comenzó a transformarse en un juego pasional, donde buscaban nuevos trucos de placer.

Nadie había dicho que el matrimonio era fácil. Pero al menos tenía sus ventajas. Habían pasado ya ocho meses desde que Hipo y Astrid se casaron, cuando Patán co Brutilda anunciaron su compromiso. Está de más decir que la pareja sorprendió al pueblo entero, incluidos sus amigos, pero el pueblo comenzó a organizarse para festejar la boda en dos meses más.

Fue extraño. Realmente extraño. La boda se celebró con una gran fiesta, donde Hipo ayudó a Patán sobre el regalo del día siguiente para Brutilda; Astrid ayudó a su amiga en su vestimenta para la boda. Mientras que una fiesta de esa índole significaba festín y charla para los jóvenes, los adultos podían comer, beber, bromear y durar horas enteras festejando. Desde el momento en que una persona se casa, aunque tenga catorce años, pasa a la categoría de adulto. Y se esperaba que Hipo y Astrid formaran parte de "eso".

La más grande sorpresa para Hipo fue cuando lo declararon uno de los testigos. El argumento fue, entre otros, que Hipo era el futuro heredero de Berk ¡Tendría pronto que hacerlo en todas las bodas! Y además, primo de Patán ¿Necesitaban algo más? En opinión de Estoico no. Así que Hipo, Spitelout (padre de Patán) la mamá de Brutilda y la anciana serían los testigos oculares de la consumación. Posteriormente se agregó a Astrid, sustituyendo a la madre de Brutilda porque ésta se enfermó.

Hipo y Astrid recordaban a la perfección cuando ellos estuvieron del otro lado, siendo los observados. Y ahora observar les parecía de lo más extraño. Estaban nerviosos por algo que ni siquiera iban a hacer, y eso les pareció extraño.

La boda terminó y la consumación también. Fue bochornoso, demasiado, después de todo eran sus amigos. Pero salieron de la alcoba con una sonrisa, pensando en lo felices que habían estado durante toda la fiesta. El joven matrimonio siguió buena parte de la noche en el salón, bailando, bebiendo, y llegaron a su casa muy bien tomados.

Al amanecer se sorprendieron de encontrar la habitación desordenada, sus ropas tiradas por todos lados, desnudos, sin cobijas, con espantosos dolores de cabeza y pensando qué demonios hicieron en la noche. La evidencia no dejaba lugar a dudas, pero ellos no recordaban nada en absoluto.

Tuvieron relaciones muchas veces después de aquella. Pero en todas sus vidas, jamás sabrían que fue esa noche de embriaguez la que les causó unas consecuencias.

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Astrid estaba en la cocina, parada frente a una olla humeante con trozos de carne muy visibles que se cocían lento entre verduras. Reposando sobre la mesa, estaban rebanadas de pan recién hecho, todavía caliente. En el horno se estaba cociendo pan dulce como postre y, además, había preparado una salsa especial para el que acompañaría a la carne.

Nunca se había sentido tan nerviosa en toda su vida. Ni siquiera cuando fue su boda. Ella estaba muy segura de la decisión que había tomado. Esto, en cambio, no fue ni una decisión, ni un plan ¡Nada que hubiera pensado! Al menos, no tan pronto.

Hipo y ella ni siquiera habían cumplido los once meses de casados. Ese tiempo había sido maravilloso. Duro al principio, su matrimonio estaba yendo completamente bien, como siempre lo deseó. Seguía enamorada del mismo torpe y tierno herrero que conoció años atrás.

Además, la vida en la casa Haddock podía ser realmente buena. Estoico sabía ser un buen suegro, les daba su espacio, y empezaba a llevarse realmente bien con él.

De no ser por las náuseas repentinas que sintió esa mañana, no se hubiera preocupado en nada sobre su salud. Pero Hipo casi la arrastró hacia la choza de los sanadores, alegando que náuseas matutinas y vómitos por la noche no son cosas buenas, aunque sucedan una vez. Claro que él no sabía que esas molestias llevaba una semana entera, ocultándolas porque lo conocía a él y a sus exageradas reacciones.

Pero esta vez no fueron exageradas. Tenía razón, algo no andaba bien. Y tras media hora con la curandera el veredicto al que llegó la dejó pasmada en su asiento por casi una hora. Esa misma tarde se fue a la casa de su madre y también llegaron a esa conclusión.

¡Por Odín, esto no podía estar pasando! Pero bueno, así son las leyes de la naturaleza. Y si contaba lo "activos" que Hipo y ella eran por las noches… Todo encajaba.

Alguien tocó la puerta, Astrid dejó el cucharón con el que meneaba las verduras para ir a atender. Abrió la puerta, revelando la figura alta y regordeta de Patapez.

"Hola Astrid" la saludó,

"Hola" fue su respuesta "¿Quién llegará tarde?"

En todos esos meses y con sus reglas, Patapez se había consagrado de manera esporádica en el mensajero de Estoico e Hipo cuando alguno de los dos llegaría tarde para cenar.

"Estoico" le respondió "Tendrá una junta importante"

"Bueno, guardaré su plato. Muchas gracias Patapez"

"De nada, nos vemos"

Se fue y ella cerró la puerta. Terminó de hacer la cena, la sirvió en dos platos que colocó en la mesa, prendió unas veladoras, alimentó a los dragones y se dispuso a esperar. Al menos podría darle la noticia primero a Hipo que a su suegro.

En el transcurso de la tarde pensó muchas veces ir a la fragua. Pero terminó por hacer una cena deliciosa y abundante como forma de darle esa noticia importante a su marido.

Hipo llegó, cansado, con expresión de "no me molesten" y dejando sobre su sillón el chaleco de piel. La sudada camisa le indicó lo bastante que había estado trabajando esa tarde.

Se dejó caer sobre la silla, viendo solo dos platos.

"¿Mi padre no llegará?" preguntó.

"No" le respondió, dándole una hogaza de pan "Disfruta la comida"

"Wow" expresó, viendo las porciones de carne y las verduras "¿Celebramos algo o…?"

"¿Acaso una necesita una excusa para hacer una cena abundante?" preguntó con dejo de reclamo.

"Solo decía…"

Mientras cenaban, Hipo le fue contando lo que hizo en el día y Astrid también. Pero por muy buena actriz que fuera, el castaño no tardó en detectar cierto nerviosismo en su esposa. Al terminar, Astrid fregó los trastos y le dio una rebanada de pan dulce que comió gustoso.

"Astrid" le dijo, aún sentados los dos en la mesa con sus rebanas de pan "Dime ¿Pasa algo?"

"Maldición, nunca lo engaño" pensó ella "Bueno… sí. Debo decirte algo"

"¿Malo?"

"¡No! Claro que no… bueno, eso creo"

Ladeó la cabeza con confusión.

"¿Cómo? ¿Es malo o no?"

Ella se encogió de hombros.

"No lo sé. Depende cómo lo veas"

Hipo se recargó sobre la mesa cruzando los brazos.

"Dime"

Respiró hondo, después, lo soltó.

"Estoy embarazada" lo dijo como si fuera de lo más natural en el mundo. Y lo era.

La reacción primera de Hipo fue quedarse estático, sin entender lo que ella le decía. Después, desvió la mirada. Al final, se puso de pie caminando de un lado al otro.

"¿Embarazada?"

"Sí"

"¿De verdad embarazada?"

Rodó los ojos.

"Embarazada, esperando un niño, la cigüeña viene en camino ¿Más?"

"No, no"

Astrid se puso de pie recogiendo las hogazas de pan, mientras dejaba que Hipo asimilara todo. Conociéndolo, demoraría un rato más.

"Hipo, es hora de dormir" le dijo, agarrando suavemente su mano "Puedes seguir pensando en la cama"

"Sí…"

Acostados uno al lado del otro, Hipo aún estaba pensando.

"Es decir… ¿vamos a ser padres?"

"Si Hipo, tendremos un bebé"

"Un bebé…" no es como si no hubiera deseado tener hijos, solo que ¿no era acaso muy pronto?

Tiernamente abrazó a Astrid de modo en que los dos estuvieran muy cerca. Le dio un beso en la frente y acarició su abdomen con algo de torpeza.

"Bien, eso es repentino"

"Ni que lo digas"

Ella lo abrazó más fuerte.

"Mejor durmamos, mañana seguiremos hablando de esto ¿te parece?" propuso la rubia, viendo los abiertos ojos de su esposo aún en shock.

"Si, como digas"

Pero no pudo dormir en toda la noche.


Uff ¿Que opinan? ¿Bueno, malo, pésimo? Me debatí mucho sobre la reacción que debería tener Hipo, así que tendrá dos reacciones. Ésta es la impresión, en el siguiente capítulo, llegará la emoción. Y bueno las cosas seguirán tomando un curso interesante...

Tanto si les gusta como si no, me gustaría saberlo en un lindo comentario.

Ah, tambien, tengo otra historia "A september night" por si quieren pasar a leerla. Trata más sobre Estoico.

Muchas gracias por leerme :)