Disclaimer: Candy Candy y sus personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi respectivamente. La historia que leerán a continuación es de mi total autoría, realizada con el propósito de entretener y no de lucrar.
Aviso: Esta historia, en determinado momento tendrá escenas de contenido sexual explícito, pero no vulgar, así como también algunas escenas de violencia doméstica, queda a tu entera discreción continuar leyendo.
Tres por uno
Por: Wendy Grandchester
Prólogo
—Aún sigues luciendo como una monja. A ver... así estás mejor.— Eliza Leagan le rompió una parte del borde de la falda de Candy, ambas amigas estaban en el baño de la escuela.
—¿No crees que se te fue la mano, Liz?— Dijo Candy un poco nerviosa y mirándose en el espejo con inseguridad.
—A la que se le fue la mano con ese atuendo musulmán fue a tu madre. A ver, abre éstos botones, así, que sobresalgan tus pechos.— Añadió y ella misma le desabotonó los primeros dos bonotes a la blusa de Candy.
—Es demasiado, Liz, Tom pensará que soy una zorra.
Se preocupó Candy. Era cierto que su apariencia conservadora y reservada no la hacía sobresalir en la escuela, que a penas la notaban los alumnos más populares, por no decir del chico más guapo de la escuela, Tom Stevens, él ni siquiera sabía que ella existía. Jugaba al fúbol, era guapo, alto y aunque sólo tuviera diecisiete años, su cuerpo era atlético y bastante desarrollado. Tenía unos hombros de ensueño, cabello castaño y ojos podrían lucir pardos y en otras ocasiones amarillos o verdosos. No es que Candy fuera poca cosa, era delgada, pero esbelta, no era alta, pero sus piernas y brazos estaban perfectamente contorneados, no era el tipo de chica que poseía una belleza que pudieras ver desde la altura de un helicóptero, tenía el cabello rubio, abundante y ondulado, unos ojos enormes y expresivos verde esmeralda, su rostro en forma de diamante, por lo fino y delicado de su perfil y sus pómulos acentuados, su nariz era pequeña, un poquito respingada y salteada de pecas, ella tenía el tipo de belleza que no notas a primera vista, pero que no puedes escapar de ella cuando la miras detenidamente, en ese instante, puedes perderte en lo clásico y sencillo de su hermosura.
—Entonces, Candy, ve el lado positivo de ser una zorra, eres astuta.— Respondió Eliza mientras la maquillaba. Eliza no era del clan de las chicas populares, pero era guapa y atrevida, la típica chica libertina con su vestimenta y con los chicos. Tenía el pelo rojo y rizado, ojos ambarinos, era delgada y un poco más alta que Candy.
—¿Crees que por fin Tom se fijará en mí?— Candy se lanzó una mirada titubeante en el espejo, pegando sus labios para que el lápiz labial quedara uniforme.
—¡Claro! Tom no perdonaría a una escoba con falda, ¿por qué no se fijaría en ti?
—Pero no quiero que esa sea la imagen que tenga de mí... no quiero que piense que soy como las otras chicas...
—En ese caso, sólo usa la parte positiva de la zorra, sé astuta, darling.— Con un fingido aire de dama importante, haciendo el gesto de estar fumando uno de esos largos y graciosos cigarros, Eliza le dio un beso en la mejilla a Candy y ambas rieron, luego salieron del baño.
Candy caminaba lento, escondiéndose detrás de Eliza, no se sentía muy segura de su apariencia, esa chica que Eliza había transformado en el baño, no era ella. Pero Candy no pasó desapercibida por los pasillos de la escuela. Todos la notaron, en especial, los chicos.
—¡Fiu!— ¿Cómo te llamas? Creo que tú estás en mi clase de inglés, ¿verdad?— Se le acercó un chico abordándola, Candy, al no estar acostumbrada a ese tipo de atención, no supo ni qué decir.
—Es Candy, Neil, así que ni lo sueñes, su corazoncito es de otro...— Le dijo Eliza a su hermano y le guiñó un ojo a Tom que pasaba por ahí con los demás chicos del equipo de fútbol.
Candy y Eliza entraron a la última clase que les faltaba para completar el día escolar, matemáticas, en esa clase también estaba Tom que al ver a Candy caminar frente a él, en busca de un asiento disponible, se le fueron los ojos mirándola. Candy le sonrió por un momento, pero pudo más la timidez, así que bajó la vista y se sentó.
—No deja de mirarte.— Le murmuró Eliza a Candy, contenta por los progresos de su amiga y le pasó una nota. Candy la tomó disimuladamente y la abrió para leerla.
—Candice White, no sabía que teníamos servicio de mensajería en mi clase.— La sorprendió la maestra Mary Jane y le quitó la nota. Todos voltearon a ver a Candy, si bien ella tenía dificultad en la clase, su conducta siempre había sido excelente y nunca antes se le había tenido que llamar la atención.
—Lo siento, señorita, Mary Jane...
—¿Lo siente? A ver cuánto lo sentirá cuando no pueda graduarse si no mejora sus notas.— Le dijo en su tono estricto y ácido, volviendo la nota en una pequeña bola arrugada y echándola luego al pequeño zafacón junto a su escritorio. Candy agradeció que al menos no la haya leído o peor aún, que no la hubiera leído para el resto de la clase.
La clase terminó, Candy y Eliza salían juntas como siempre. Vivían en la misma calle y sus casas quedaban cerca de la escuela, en una modesta y bonita urbanización de New York City.
—Empecé con el pie izquierdo, Ely. ¡Qué vergüenza!
—¡Ay, Candy! No seas tan dramática, no es para tanto.— Eliza pone los ojos en blanco mientras se dirigen a la salida.
—Candy...— Ambas chicas voltean lentamente al escuchar esa voz.
—¡Tom!— Exclamó Candy más alto de lo que quiso, extremadamente nerviosa, el corazón desbocado y las piernas le bailaban.
—Lamento mucho que Mary Jane te regañara...
—Disculpen, yo... iré a... tomar agua.— Astutamente, Eliza desapareció, pero se escondió en una esquina para observar todo de lejos.
—No te preocupes... no fue nada...— Dijo con una sonrisita nerviosa y tímida, echándose un mechón detrás de la oreja.
—Si quieres, yo puedo ayudarte con tus deberes de matemáticas...
—¿Tú?— Preguntó Candy con sorpresa, jamás se le ocurrió que Tom fuera un alumno sobresaliente. Siempre pensó que aunque era guapo y encantador, su cabeza no tenía más cerebro que un balón de fútbol, o al menos eso era lo que se rumoraba.
—¡Claro! ¿Me permites?— Le pidió una carpeta con los deberes que debía entregar al día siguiente y ella dudosa se la pasó.
—Mañana en la mañana te los entregaré resueltos.— Le dijo con prepotente seguridad, pero sonriéndole de esa forma tan suya y a Candy se le volvieron a doblar las piernas.
—Gracias, Tom.
—No es nada. Nos vemos mañana.— Tom se tomó el atrevimiento de darle un beso en la mejilla a Candy y a la pobre le faltó poco para desmayarse.
—Quiero esto resuelto para mañana.— Le dijo Tom a Stear, golpeándolo con la carpeta en la espalda y pasándole disimuladamente un billete de veinte dólares. Stear se acomodó los anteojos y guardó la carpeta en su mochila.
—¡Candy!
—¡Eliza! ¡Me asustaste!— Le recriminó Candy cuando Eliza apareció de la nada ante ella.
—Lo siento. ¿Qué te dijo? ¿Te invitó a salir?
—No.
—¿No? Bueno... pero...
—Se ofreció a hacerme los deberes de matemáticas.— Había cierta decepción en su voz.
—¿Te ofreció qué? ¿Tom? ¿Estamos hablando del mismo Tom? ¿Tom Stevens?
—Sí, Eliza, ¡ya! No te hagas la payasa.
—Lo siento. Aunque no comprendo por qué estás molesta... digo, se fijó en ti, ¿no era eso lo que querías?
—Se ofreció a hacerme los deberes de matemáticas, Ely. Sintió lástima por la forma en que me reprendió Mary Jane, nada más.
—Candy, Candy... Tom ni siquiera hace sus propios deberes y a todas las chicas las invita a uno de sus juegos, a salir... a ti te ha ofrecido ayuda con tus deberes... significa que a ti te ve diferente... le importas.
—¿Tú crees?—Preguntó Candy esperanzada, aunque dudosa.
—¡Claro! ¿Por qué se tomaría la molestia de hacerte tus deberes cuando podía simplemente invitarte a salir y listo?
—Bueno, supongo que tienes razón...
Ambas chicas caminaron hasta sus casas sin hablar de otra cosa que no fuera Tom o temas deribados del asunto de los chicos. Se despidieron cuando llegaron a la cuadra donde quedaba la casa de Candy.
—Candice, me alegra que hayas llegado temprano. Cámbiate de ropa y luego baja al comedor, tenemos una charla pendiente.— Le dijo su madre cuando a penas había entrado en la casa, era médico generalista, pero llevaba al menos diez años como ama de casa. Era una mujer de cuarenta y cinco años, no muy afectiva y estricta, tenía el pelo castaño oscuro, era relativamente alta, buena figura y rara vez sonreía. Su padre era contable, después de mucho esfuerzo, logró acomodarse en un buen puesto en uno de los bancos principales de la ciudad, éste era rubio y de ojos verdes como Candy, él y su esposa tenían la misma edad, siguió mirando algo en su laptop sin ni siquiera voltear hacia Candy. Y por último, estaba su hermana mayor, Annie. Tenía veinte años, era bella, pelo oscuro y ojos azules como su madre, estudiaba medicina en la universidad y siempre había sido la favorita, ella y Candy nunca se llevaron bien, Annie siempre la hacía sentir que estaba de más y por eso Candy se acostumbró a la soledad, a no encajar ni en su propia familia.
Candy se dio un ligero baño y se cambió, nerviosa, bajó al comedor donde todos estaban ya reunidos. Cuando su madre le decía que tenían que hablar, nunca era nada bueno.
—Bien, Candice, no sé si ya te has enterado, pero estás por graduarte y debes ingresar a la universidad, no sé qué piensas hacer con ese asunto...
—Apliqué para dos universidades, mamá, sólo estoy esperando la respuesta...
—No fuiste aceptada en ninguna.— Le extendió las dos cartas en las que declinaban su solicitud. Con tristeza, Candy las leyó y luego las puso a un lado en la mesa.
—Y al paso que va, ninguna universidad la aceptará con esas notas. Mamá, ¿estás segura de que a ésta no te la cambiaron en el hospital?
—Si no subes esas notas y no encuentras una universidad, no sé que harás con tu vida porque yo no pienso cargar por siempre con una vaga mediocre.— Sentenció su madre, sin hacer caso al comentario mal intencionado de Annie.
—Me estoy esforzando, mamá...
—Esforzarte no es suficiente. No veo resultados. No sé por qué no puedes tomar el ejemplo de tu hermana, ella siempre fue estudiante de alto honor.— Por fin su padre dijo algo, pero nada que ayudara.
—Yo he tratado de ayudarla, pero Candy no da para alante ni para atrás.— Candy miró a Annie con ganas de degollarlo porque eso estaba muy lejos de la verdad.
Si bien Annie había intentado "ayudarla" solo lo hacía para presumirle sus dotes de inteligencia y recalcarle lo poco apta que era ella, era su forma de engrandecerse y vanagloriarse.
—Haré lo mejor que pueda y no se preocupen, encontraré una universidad lo antes posible.— Dijo y se puso de pie para retirarse antes de tocar la comida.
—¿A dónde vas? Aún no terminaste tu comida.
—Tengo mucho que estudiar, mamá, si quieren ver "resultados".
...
Candy esperó por Eliza para ir juntas a la escuela, como de costumbre. Tomó un Jean y una blusa de Annie prestada, pues si su cambio de imagen la había acercado a Tom, entonces ella debía mantenerse así.
—Vaya, has tomado en serio tu plan de conquista.
—Si se entera Annie que me puse su ropa, me mata.
—Eso no es problema, Candy. Tengo mucha ropa que no uso, puedo hacerte una donación.
Llegaron hasta la escuela y el día parecía ser normal, pero ya era hora de tomar la clase de Mary Jane y ella no encontraba a Tom por ninguna parte, él tenía que entregarle sus deberes.
—¡Candy!— Se le apareció de pronto con la carpeta en la mano.
—Tom...— Dijo a penas en un murmullo y le sonrió, sin levantar la vista de sus sandalias.
—Aquí están tus deberes. Mary Jane quedará con el ojo cuadrado.— Le guiñó un ojo y Candy rió, con naturalidad, fue un gesto involuntario y espontáneo, pero en seguida se intimidó y su risa volvió a ser una leve torcedura de labios.
—Gracias, Tom. De verdad no sé por qué lo hiciste, pero...
—De nada. ¿Vendrás a ver el partido?
—¿El partido? ¿Yo?
—¡Claro! Estaré muy triste si no te veo allí echándome porras.
Candy llegó a pensar que estaba soñando. La clase de Mary Jane pasó volando, aunque Candy entregó unos deberes de excelencia, no prestó atención al resto de la clase, porque se la pasó en la luna.
—¿Irás a verlo jugar?
—Él insistió, Ely y luego de que me hizo los deberes, no puedo hacer más que aceptar.
—Sí, gran sacrificio...— Dijo Eliza con sarcasmo y Candy le dio un codazo.
Candy no se sentía cómoda en el bullicio durante el partido. Todos gritando eufóricos, la gente subiendo y bajando de los bancos, dejando caer la salsa de sus hot dogs sobre ella, algunos impertinentes lanzaban cubos de hielo de sus bebidas y la escuela invitada insultaba al equipo de la casa.
—¿Estamos perdiendo?— Preguntó Candy que sólo se fijaba en Tom desde su banco.
—¿Perdiendo? Candy, estamos haciendo una masacre. No sabes nada de fútbol...— Eliza puso los ojos en blanco y siguió pendiente al partido, lanzando gritos de euforia también.
El equipo de Tom ganó y todos fueron recibiendo a los que los aclamaban. No importaba cuántos integrantes hubieran en el equipo, la multitud sólo aplaudía y halagaba a Tom.
—¡Así se hace, Tom! Ustedes vayan a casa de mami a llorar.— Dijo un chico refiriéndose a los del equipo contrario.
Tom se escapó del barullo y se acercó a Candy.
—Felicidades, Tom.
—Gracias. Te dediqué este juego a ti.
—¿A mí?
—Sí. Me trajiste buena suerte.— Le dijo y sin más, la besó. El primer beso de Candy, en el estadio atestado, entre gritos y euforia, pero ella no veía ni escuchaba nada de eso.
—Esta noche daré una fiesta en mi casa, ¿irás, verdad?
—Yo... no lo sé, no creo que me den permiso...
—Trata de que te den permiso. Hazlo por mí.— Le dijo con su voz melódica y suave, dándole un último beso en los labios, luego se fue.
—Necesito conseguir ese permiso, Ely. No sé qué inventar, pero...
—Tranquila, Candy, déjamelo a mí...
Eliza fue a buscar a Candy a su casa. Ambas se vistieron como si fueran asistir a misa, se suponía que Eliza y Candy trabajarían juntas en una tarea asignada para subir la nota de matemáticas, por lo que esa noche, se quedaría en casa de Eliza.
—¡Apúrate, Candy!
—¡Ya casi!— Gritó Candy terminando de abrocharse las sandalias de tacón que le prestó Eliza. Se irían con Neil en su auto.
Llegaron a la casa de Tom. Era grande, de dos pisos. Era un caos completo, música a todo volumen, alcohol a diestra y siniestra y los más osados fumaban marihuana como si fuera lo más natural del mundo.
—Candy, ¿pensé que no vendrías?— Tom abandonó a sus amigos del equipo de fútbol y fue a su encuentro.
—Logré escaparme...— Dijo Candy, mordiendo su labio inferior con cierta pena.
—Te arriesgaste por mí, gracias.— La tomó por la cintura y le volvió a dar otro peso largo e intenso, casi promiscuo. Eliza en seguida se perdió entre la multitud, a diferencia de Candy, a ella sí se le daban bien las fiestas.
—¿Quieres bailar?—
—Eh... yo no soy buena bailarina...— De nada le valieron las protestas, Tom la arrastró hasta el centro de baile, a lo lejos, Eliza le guiñó un ojo con complicidad y Candy se sintió más segura de sí misma.
Terminó el baile y fueron por algo de tomar.
—¿No tendrás jugo o soda?
—¿Disculpa? Qué graciosa eres, Candy. ¡Jugo o soda! Toma, ésto te ayudará a relajarte.— Tom le ofreció un vaso plástico con un ponche de frutas que por supuesto, estaba bautizado con alcohol, pero era la bebida más "suave" que podía ofrecerle.
—No está mal...— Admitió Candy cuando probó la bebida.
—Ven, quiero mostrarte algo.— De la mano, la llevó escaleras arriba, a su habitación.
Candy entró y se quedó admirando todo. Su cuarto limpio y organizado. El televisor, su computadora y el estéreo. También tenía varias consolas de videojuegos y un estante con todos sus trofeos de fútbol.
—Estoy segura de que tendrás un futuro exitoso...— Dijo con algo de tristeza al pasar suave su mano por uno de los trofeos.
—Seguramente tú también.— Añadió él.
—No lo creo. Por más que me esfuerzo, es como si los estudios no entraran en mi cabeza... a veces quisiera ser más como mi hermana...
—Creo que debes encontrar lo que te guste. Mi papá quiere que yo sea abogado como él, pero yo amo el fútbol... él me deja jugar en la escuela porque piensa que es un sueño de muchacho, que se me pasará con el tiempo.— Dijo con voz cansina y se recostó en su cama, desde donde miraba a Candy.
—Al menos te deja tranquilo un rato. Yo vivo con tres verdugos en casa, si me atrevo a decirles que lo que quiero es tener mi propia repostería, me enterrarían viva.— Tom se levantó de la cama y volvió a tomar su vaso.
—Brindemos.— Anunció de pronto.
—¿Por qué?
—Por nuestros padres incomprensivos y... por nuestro futuro.
—¡Salud!— Dijeron al unísono, riendo y chocando sus vasos.
Tal vez fue que Candy estaba enamorada hasta los huesos de Tom, que él era un chico encantador y posiblemente el alcohol también había aportado lo suyo, pero esa misma noche, en esa habitación, ambos se hicieron uno.
—Tom...
—Dime.
—¿Ha sido especial para ti? Es decir... ¿yo realmente significo algo para ti?— Le preguntó Candy aún desnuda, recostada de su pecho.
—Significa todo. Ha sido la primera vez para mí también.— Admitió él.
Dos meses después
—¿Eso es lo mucho que te estabas esforzando? Nos estuviste viendo la cara todo el tiempo, Candy.
—No, mamá, eso fue un error. Yo de verdad me esforcé... me aceptaron en la universidad y...
—¿Y qué? ¡Estás embarazada! Te advertí que no iba a mantener a una mediocre. No pienso darte ni un centavo, si te embarazaste, si jugaste a ser adulta, entonces, arréglatelas como puedas y ruégale a Dios que el padre de tu hijo acepte su responsabilidad, porque aquí, en ésta casa no vivirás con tu hijo a mis expensas.— Sentenció su padre.
Llorando como nunca y con el corazón desgarrado, Candy fue a buscar a Tom.
—¡Hey! No llores... no te voy a dejar sola.— Tom la abrazó y le enjugó las lágrimas.
—Pero... es que me... me ech... echaron de casa y...
—Entonces nos casaremos.
Continuará...
¡Hola!
Como advertí, esta historia es diferente a mis otros trabajos. Será una historia basada en situaciones más reales y como han visto, aunque es Terryfic, Terry no aparecerá todavía, así como tampoco fue el primer amor de Candy, tampoco su primera vez fue con él, pronto verán como es que Terry llega a su vida. No fui explícita en la escena en que Candy se entrega a Tom, pues esos detalles solo me nacen con Terry. Les recomiendo que le den una oportunidad a la historia y no se hagan juicios apresurados.
*Aunque me tomé un receso de ésta página, estoy compartiendo la historia porque ya tengo varios capítulos guardados, pero antes de continuar, es importante para mí conocer la reacción que tendrán sobre la misma. Es Terryfic, pero dado la trama de la historia, Terry no aparecerá hasta el cap 3, pero cuando llegue, será para quedarse...
Besos,
Wendy
