Era uno de esos días extraños en Forks, y por días extraños me refiero a que había sol, pues si, sol en el eterno invierno de Forks, Washington y se tiene que aprovechar al máximo.

Hoy era otro día mas de instituto, y digo otro día mas, porque era demasiado rutinario, tanto que hasta me daban ganas de ir al acantilado de La Push a "ahogarme" en mis penas, pero vamos ¡no hay que ser tan drásticos!, soy joven con el intelecto suficiente como para no morir de hambre en un pueblo como Forks -nótese el sarcasmo- así que bueno... hay que aceptar que no se puede tener todo en la vida ¿o si? . Tenia una extraña sensación de que seria un día importante, si me preguntan porque la verdad es que no tengo ni la mas minima idea, pero con todas las experiencias que me pueden brindar mis cortos, mas no insignificantes 16 años eh aprendido a tomarles valor a esos "presentimientos" por así decirles.

Pero bueno, antes que nada me llamo Isabella Marie Swan, mi segundo nombre casi nadie lo sabe, no se ni porque pero simplemente me limito a decir Isabella Swan y por otro lado desde que tengo uso de razón eh odiado mi primer nombre, asi que prefiero que me digan Bella. Antes de mudarme aquí, vivía en Phoenix con mi madre Renee, pero cuando ella empezó a rehacer su vida a lado de Phil, decidí que seria mejor para todos si yo me venia a vivir con mi padre Charlie a Forks. Mi madre al principio no lo acepto del todo, pero cuando se dio cuenta que seria mas libre a lado de Phil, no puso más que la resistencia necesaria y aquí estoy.

Me encontraba desayunando sola en casa ya que Charlie se había ido temprano como todos los días. ¿Había comentado el hecho de que es el Jefe de Policía de Forks? pues si que lo es, con pistola y todo, fue un poco extraño al principio pero terminas acostumbrándote. Revise el reloj y me di cuenta de que tenia el tiempo exacto para llegar al instituto. Tome mis llaves, mi mochila y cerré bien la casa. Me dirigí a mi enorme dinosaurio rojo, ¡si lo se! era inmenso y llamaba mucho la atención, pero yo lo amaba, pensaba que era como un coche indestructible, nada que ver con los coches de niño rico que con un simple bache ya se arruinaba la "fina" carrocería. Encendí mi dinosaurio y partí con rumbo al instituto. Llegue justo a tiempo y sin querer, note que había dos coches que llamaban por completo la atención. Un pequeño pero elegante Volvo plateado y un llamativo BMW color rojo sangre. Era un poco extraño, nadie de aquí tenia el lujo de comprarse coches como esos, me pregunte de quien eran pero me aleje de ese pensamiento.

Entre a mi primera clase que era Literatura, era la que mas me gustaba, estaba pensando seriamente en estudiar eso en la Universidad, pero no había porque apresurarme, todavía tenia tiempo para elegir o retractarme. Las clases fluyeron con mucha facilidad, solo por alguno que otro extraño o dicho sea de paso impertinente comentario de Mike Newton. Dios santo, ese chico no parecía captar el rechazo que cortes y educadamente le decía a cada tipo de proposición de su parte. La verdad era que no le hallaba mucho sentido a ese asunto, yo no era una chica guapísima por la que deberías de andar corriendo tras de ella. Era una chica muy normal, muy simple, no le veía el caso, pero bueno, gracias a dios no tengo el cerebro de Newton y nunca lo sabre.

Pronto llego el tiempo del almuerzo y me dirigí a comprar algo, no tenía muchas ganas de comer, pero una manzana no me iba a hacer daño, de ahí me fui a reunir con Jessica y Ángela. Ellas eran algo asi como mis amigas, no tanto como para salir a vernos u organizar "días de chicas" pero me la pasaba bien. En el grupo también estaban Newton, Tyler y Ben. Los últimos dos me caían bien, creo que mas Ben, era una buena persona al igual que Ángela, también me llevaba mejor con ella que con Jessica. Entre bromas y comentarios un tanto fuera de lugar me sentí un tanto aburrida, asi que me puse a divagar con la mirada por el pequeño lugar.

Y en ese momento lo vi. Un par de hermosos ojos esmeraldas me miraban fijamente desde el extremo del lugar. Me quede totalmente absorta del mundo en ese instante, era como si sus ojos me hipnotizaran por completo. Una parte de mi mente me decía que me estaba comportando como una vil idiota, pero la verdad, me valía un pepino. Entonces el me sonrío, era un tipo de perfecta sonrisa torcida y juro por dios que deje de respirar. Ahí fue cuando volví a la realidad y desvié la mirada. Sentí mi cara tan roja que explotaría en cualquier momento. ¿Como demonios había estado a segundos de babear por aquel chico? pero aclaremos, no había ningún, de verdad, ningún problema con el chico, dios santo el es la perfección hecha hombre. No, no era el, ¡era el maldito lugar en el que me encontraba!, gracias al cielo nadie pareció notar mi pequeña pero muy grata distracción.

A partir de ahí, me dedique a mirar de reojo al dios griego que estaba a unos metros de mi persona. Decidí apartar un poco la vista y por primera vez en todo el tiempo, me puse a ver a las personas que estaban a su alrededor. Había un gran mastodonte de pelo negro que resaltaba del grupo, tenia ojos color miel y era muy musculoso, me dio miedo solo de mirarlo, pero en ese momento por alguna razón el sonrío a las otras personas y el miedo se me borro de la mente, tenia una perfecta sonrisa marcada por unos lindos hoyuelos que lo hacían ver como un niño pequeño en el cuerpo de un hombre. Reí mentalmente ante aquel pensamiento. A su lado estaba una hermosa chica de pelo rubio que caía en finas, pero bien marcadas ondas, tenía los ojos azules más profundos que eh visto y tenía un cuerpo que muchas pagarían por tenerlo. La siguiente era una pequeña chica de pelo corto que apuntaba a todo tipo de direcciones, tenía sus facciones un poco marcadas, sus ojos eran de un color verde claro. Tenía una sonrisa muy acogedora, destilaba felicidad hasta por los poros y daba pequeños saltitos desde su silla. Ella platicaba muy animadamente con un chico de pelo rubio y ojos azules del mismo tono que la rubia. No sonreía mucho, pero desde lo lejos que estaba podía ver la admiración con la que veía a la pequeña duende que tenia a su lado, eso estoy segura que era amor.

Me detuve un poco con mi dios griego para admirarlo detalladamente. Se veía que era alto, tenía su piel pálida al igual que los que estaban con el, tenia el pelo perfectamente alborotado y de un color castaño raro. Cobrizo, ese era el color. Sus facciones estaban muy bien marcadas por su fina mandíbula, su nariz recta, sus pómulos, -ahí caí en la cuenta que estaba un poco sonrojado y me pareció lo mas adorable del universo-, sus labios ¡dios! esos labios, delgados pero no al extremo, eran simplemente perfectos, te invitaban a probarlos. Y yo gustosa lo haría. Era delgado pero no flacucho, traía una camiseta blanca de cuello V que marcaba sus músculos, no eran muy llamativos como los del otro chico, sino que parecía que apenas se estaban formando en sus brazos, y junto a la camiseta llevaba un simple pantalón de mezclilla, pero lo de simple lo quitaba con esas piernas torneadas que dejaban mucho, que digo mucho, muchísimo a la imaginación.

Justo en ese momento toco el timbre y di un pequeño salto en mi lugar, me sobresalto mucho, pero fue bueno ya que era hora de dejar de divagar e ir a mi próxima clase: Biología, no era de mi total agrado pero se me daba bien. Me atrase un poco con Ángela ya que quería un poco de ayuda con Literatura y yo gustosa accedí. Llegue a la puerta un segundo antes de que tocara la campana de inicio de clase. Ahora el día me estaba sonriendo con suerte. Apenas camine dos pasos hacia mi lugar que a lo largo del año estaba vacío, y oh sorpresa! me había portado muy bien y Dios me estaba dando un regalo caído del cielo. Ahí despreocupadamente se encontraba mi Sr. perfección. Miraba hacia la ventana completamente concentrado en un punto. Me arme de todo el valor que sabia que no tenia y camine hacia mi lugar, en cuanto llegue el alzo la vista y se sorprendió al verme, pero me regalo una de esas sonrisas que me quitaban el aliento y me senté un poco aturdida.

Me moría por romper el hielo, pero no era tan valiente. Fue entonces cuando sentí que estaba soñando.

- Hola -me dijo con voz aterciopelada.

- Hola -fue lo único que pude decir ante tal impacto.

Es decir, el me estaba hablando a mi, ¿en que universo eso podría estar pasando? -Solo en un sueño- razoné. Tenia ganas de pellizcarme, pero resistí.

- ¿Estas bien? - pregunto un tanto preocupado

- Si, ¿porque? - no tenia idea a que se refería.

- Bueno, es que creo que dejaste de respirar por un segundo - dijo tímidamente.

¡Demonios! ¿Era demasiado obvia? agr, esto no me podía estar pasando a mi.

- No lo note -mentí- pero, estoy bien, gracias por preguntar - dije mirando mis manos.

- Cuando quieras -dijo con diversión- Por cierto, me llamo Edward Cullen- sonrío

- Bella Swan, mucho gusto - dije sonrojada.

- Descuida, el gusto es mío - dijo de una manera que yo quise captar como casual pero no estaba segura. El puso su vista al frente y al instante recordé en donde me encontraba y decidí prestarle la mayor atención que mis neuronas alocadas y nerviosas me permitían al profesor Banner.

La hora me estaba pareciendo eterna, entre tantas explicaciones y tantas emociones juntas en una sola hora y en un mismo lugar, me sentía estresada. Lo único que se me ocurrió para calmarme fue suspirar.

- Vaya, el dueño de ese suspiro a de ser muy afortunado -dijo Edward como el comentario mas trivial del mundo.

- ¿A que te refieres? - pregunte

- Por lo que normalmente suspiran las mujeres es por un chico, asi que reitero, a de ser muy afortunado - dijo restándole importancia.

- Pues no existe tal afortunado - exprese un tanto triste, pensando en la inexistente probabilidad de que Edward fuera el "afortunado".

- Entonces son muy ciegos los chicos de por aquí - dijo. Antes de que yo le preguntara de que demonios hablaba, el timbre sonó.

El se levanto y empezó a recoger sus cosas y yo lo imite, aunque un poco atontada por la pequeña conversación que habíamos tenido. El salón ya estaba vacío y solo estábamos el y yo. Camino hacia la puerta, yo iba detrás de el para ir a gimnasia cuando se detuvo y se giro hacia mi. Yo me quede estática.

- Nos vemos mañana -dijo Edward, lo siguiente nunca de los nuncas me lo espere. Se acerco a mi y deposito un pequeño beso en mi mejilla. Cuando sus labios hicieron contacto sentí una descarga eléctrica recorrer todo mi cuerpo, el se alejo, sonrío y salio del laboratorio.

Yo me quede totalmente de piedra ante lo que había pasado, simplemente no lo podía creer, sentía infinidad de cosas que jamás había sentido y lo peor del caso era que no sabia si eran cosas buenas o malas.

Gimnasia transcurrió sin muchos tropiezos, odiaba esa maldita asignatura y además agréguenle que muchas de las veces mis pies y mi equilibrio son muy torpes y que todavía estaba deslumbrada por lo que había pasado hace unos minutos. Lo peor era que esta clase la compartía con Newton y era de lo que menos tenia ganas.

- Hey, Bella ¿como estas? - pregunto Newtonto

- Bien Mike - conteste con una sonrisa fingida

- Me alegro, me preguntaba... -oh no, otra vez no, rogué internamente- ¿No te apetece ir a comer algo saliendo?- pregunto de nuevo.

- Gracias por la invitación Mike, pero no puedo, tengo que hacer el ensayo de Literatura y no puedo retrasarme con eso- dije amable mente pero sin ninguna intención de serlo. La verdad era que ya había acabado el dichoso ensayo, pero diría cualquier cosa por evitar a Mike.

- Oh! es cierto, bueno en otra ocasión será- dijo sonriente y se alejo.

"Dios me libre de esa ocasión" pensé internamente.

Por fin, el timbre sonó y ya me podía ir de ahí, me cambie la ropa de gimnasia por mis prendas y salí hacia el estacionamiento. Y vaya sorpresa la que me di al darme cuenta de quienes eran los propietarios del volvo y el BMW que había visto por la mañana, no era nada menos que Edward Cullen y la chica rubia. La duende y el otro chico rubio se subieron al volvo de Edward y el grandote se subió a lado de la rubia en el BMW.

Yo seguí mi camino hacia mi auto. No se que me impulso a voltear a ver el volvo, asi que dirigí mi vista al coche y vi como Edward sonreía mirando por el espejo retrovisor a alguna parte o persona que estaba cerca de mi, no quise pensar que me veía a mi, asi que trate de ignorar ese hecho subiendo a mi camioneta.

Llegue a casa muerta de hambre. Nota mental: nunca comer solamente una manzana. Me hice un par de emparedados y junto a un refresco me dirigí a mi habitación a hacer los deberes. La tarde paso sin contratiempos y baje a hacer la cena ya que Charlie llegaría pronto. Decidí que comeríamos un poco de pasta con ensalada. Cuando estaba poniendo los cubiertos en la mesa, Charlie entro.

- Hola hija-dijo olisqueando el ambiente- vaya, huele bien -

- Solo es pasta papa - dije divertida.

Comimos entre un silencio cómodo que ya era costumbre. Charlie no era de muchas palabras y yo tampoco, se podría decir que herede eso de el.

Recogí la mesa, lave los platos, me despedí de mi padre y me dispuse a ir a darme una ducha.

Saliendo un poco mas relajada del baño, me adentre en mi habitación, acomode mis libros y mi ropa para mañana y me dispuse a tratar de dormir ya que tenia muchas cosas en la cabeza. Lo único que sabia era que si había sido un día importante como lo pensé por la mañana. Hoy había conocido al chico mas maravilloso que pensé toparme en mi vida. Con ese pensamiento el sueño me alcanzo.