Este fic participa en el "Minireto de Septiembre" para el "Torneo entre Distritos en la Arena", del foro "Hasta el final de la Pradera". Nos han puesto a bailar, y a mí me ha tocado flamenco y olé. En fin… Los personajes no son de Collins, aunque sí los Juegos.
Punta. Tacón. Punta.
Puede que bailar no sea su fuerte y que se sienta ridícula de esa guisa: vestido con vuelo a lunares, zapatos a juego y moño prieto culminado por una flor, la antítesis del buen gusto según su tía. Ella está de acuerdo, pero ante todo Lis es una profesional y por encima de eso, empieza a pensar que haría cualquier chorrada con tal de ayudar a Lukas. Todo sea por la causa.
Y allí esta él, andrajoso pero no tiene pinta de estar mal alimentado, al menos de momento. Cada vez que lo ha visto, Lis ha sentido el incómodo efecto piernas de gelatina, desde aquel día en el escenario del Doce. Cree que lo que más le atrae es esa aura de bribón que se gasta. Que le falten algunos dedos de una mano, decidió el momento en que la besó, no le resta ni un poquitín de atractivo.
A su lado —puede que demasiado cerca, para su gusto—, se encuentra Morgan, su compañera de Distrito, quien no parece ni por asomo pertenecer al Nueve, con ese porte y esos ojos que asustan de lo negros que son. Si ganara ella, que es algo que no va a pasar, se la iban a rifar en el Capitolio. Es guapa, pero sobre todo es exótica y tiene un aire de… de chica lista. Deslenguada, pero muy lista.
Lis se cuadra —todo lo que el atuendo le permite— y procede a explicarles la prueba:
—La cuestión es la siguiente —les dice—. Los Vigilantes consideran que para animar un poco el espectáculo... Bueno, me han enviado para que os imparta unas clases de...
Lis tiene la lengua reseca. A ver cómo les cuenta que tienen que bailar una coreografía flamenca —a saber de dónde ha salido ese nombre— delante de todo el País.
—Resumiendo —la insta Morgan.
—Tenéis que vestiros con esto —dice Lis, señalando la pila de ropa coloreada que hay junto a la tarima montada para la ocasión. Y luego marcaros un baile.
—Ni de coña —repone Morgan.
—Sí, ni de coña —repite Lukas, que no ha apartado los ojos de ella ni por un momento. Alucinando, evidentemente.
—Solo hago mi trabajo —se justifica Lis—. Que es echaros una mano para que obtengáis la recompensa y aguantéis vivos un poco más. Tenéis que bailar flamenco. Conmigo
Lukas carraspea. Aunque Lis tiene la impresión de que contiene una sonora carcajada dirigida a su persona
—Tienes un trabajo en el que no cuenta si sabes o no trazar una línea recta. No creo que seamos capaces de tomarte en serio —apunta Morgan.
A lo que Lukas no puede más y empieza a troncharse abiertamente, delante de sus narices. A Lis están a punto de saltársele las lágrimas. Se ríe de ella. Y lo que es peor, cree que aún con esas, con ese cachondeo, le quiere. No puede evitarlo. Está para que la encierren. Lukas está en el matadero y cuando él muera… Cuando él muera, ella no sabrá que hacer.
Culminado el ataque de risa, Lukas exclama:
—Manos a la obra, pues.
Y se desnuda, para ponerse el —horterísimo— traje flamenco. A Lis casi se le salen los ojos de las órbitas con la visión. Por suerte Morgan le imita.
Al poco allí están los tres, en esa Arena tan original, zapateando como posesos. Lukas se parte. Morgan parece que piense que tiene a Snow bajo la suela de sus zapatos. Punta, tacón, punta. Es de lo poco que Lis ha conseguido aprender. Lukas la agarra de la cintura para hacer un giro y Lis… Lis es feliz.
