Disclaimer: Los personajes de Kuroko no Basuke no me pertenecen son de su autor.


El inicio de la primavera

Día soleado, buen tiempo. Ni muy caluroso ni frio. Templado. Un pelirrojo iba caminando, por no decir corriendo, por los pasillos de la Preparatoria Privada Seirin. Apurado en llegar al gimnasio de la misma para iniciar su práctica de basketball, temiendo que ya habiendo llegado tarde la entrenadora le obligase a correr de más. Llegó al lugar donde abrió la puerta con tal estruendo que el resto de los ocupantes del lugar se quedaron observándolo.

—¡Kagami!—Bramó Hyūga—¡A qué horas se te ocurre llegar!¡Hace cuarenta minutos que empezó el entrenamiento!—

—Ma, ma, Hyūga, lo importante es que llegó.—dijo Kiyoshi.

—¡Tenés suerte de que la entrenadora no esté en este momento!—continuó el capitán—¡Anda a cambiarte!—el pelirrojo de primer año no dudó y fue a cambiarse.

Caminó por el pasillo del gimnasio hasta los vestidores y abrió la puerta despreocupadamente. Quedó helado con lo que vió. Frente a su casillero abierto había alguien cambiándose. Observó al sujeto de arriba a abajo. Cabello marrón y corto, dos invisibles a un costado, ojos marrones intensos. Piel blanca y suave por la falta de sol, cuello delicado, brazos esbeltos que sostenían la parte posterior del clásico uniforme marineo de la escuela sobre la cabeza de la chica. Teniendo el torso al descubierto, se podían ver dos senos de tamaño modesto con sus respectivos pezones, ambos rosados, parecían hechos para morderlos. Bajando la vista el chico vió un par de caderas redondeadas donde estaba la tela que escondía la intimidad de la chica, un pequeño pedazo blanco decorado con un moño rosa, muy femenino; de allí salían dos piernas torneadas que acababan en dos pequeños pies que estaban rodeados por la tela blanca de la pollera de la chica, a un costado de la misma había unos pantalones cortos junto a otra prenda de ropa, el corpiño. El cuál era de color blanco decorado de la misma forma que su contra parte. Extrañamente la pollera, el corpiño y los pantaloncitos estaban manchados de algo azul. La entrenadora estaba cambiándose y él había entrado justo en medio. La chica solamente lo miró, sin proferir una sola palabra. Kagami Taiga estaba quieto, no se movió por unos segundos hasta que su cara comenzó a tornarse rosa hasta pasar a rojo intenso. De repente el aire volvió a sus pulmones, la sangre a su cerebro y se movió tan rápido que sólo se vió una mancha roja y negra.

—¡Per-perdón, entrenadora!—tartamudeó el chico mientras cerraba la puerta tan rápido como podía.

Una vez hecho aquello, aún con la mano en el picaporte y las mejillas rojas de la vergüenza Kagami apoyo la frente en la puerta. Cerró los ojos y suspiró profundamente. "Hay que calmarse" pensó el chico, pero la imagen de la chica no se iba.

—aaaaaaaahhhhhh—suspiró de nuevo mientras soltaba el picaporte y se agarraba el pelo en gesto de cansancio.

De repente la puerta se abrió y apareció la entrenadora vistiendo una musculosa y una calza negra. Lo miró dudosa.

—¿Qué te pasa, Kagami-kun?—comentó como si nada hubiese pasado.

—…—la observó detenidamente—Lo que ocurrió, el in-incidente,—tartamudeó—perdón.—finalizó.

—No hay problema—le dijo—sé que no lo hiciste a propósito,—rió brevemente—además, a veces yo entro cuando ustedes se están cambiando y me rió, no soy tan caradura de quejarme cuando vos lo haces sin querer.—

—Bue-bueno.—

—No te hagas problema por eso, no pasa nada.—le sonrió—Vamos, que ya es tarde, hablando de eso; ¿por qué te demoraste?—le inquirió.

—Un profesor me pidió que hablara con él sobre un trabajo.—contestó algo confundido por la actitud tranquila de la chica frente a lo ocurrido.

—¿Estas teniendo problemas para estudiar otra vez?—comenzó a caminar hacia la cancha.

—En algunas materias…—cedió y comenzó a caminar hasta alcanzarla.

—Te voy a hacer apuntes para que estudies.—comentó para luego suspirar.

—Perdone.—se sentía incómodo al hacerla trabajar extra—Y gracias…—

—No hay problema.—habían llegado con el resto—¿Kagami-kun?—

—Me voy a esforzar mucho.—se disculpó creyendo que le iba a reprochar.

—No es eso…—

—¿huh?—el chico la miró incrédulo.

—Todavía no te has cambiado…—

—¡Perdone!—dijo y fue corriendo a cambiarse.

La tarde prosiguió sin problemas. Pasó el tiempo y la chica nunca hablo más de lo ocurrido, por lo que el pelirrojo no lo nombró más.

[Dos meses después]

La oscuridad se extendía por el lugar, la noche era evidente. El lugar, un departamento, un loft, con el mínimo tanto en muebles como en otras cosas para vivir. Un sillón pequeño, una mesa ratona de vidrio, una cocina grande, Tv y otros cosas. Entre ellas se destacaban unas revistas de deporte, para ser más precisas, de basketball. El departamento le pertenecía a Kagami Taiga, quien se encontraba dormido en su habitación. El lugar era amplio para ser un dormitorio, había un placar, un perchero y una biblioteca. Una mesa de luz con algunas fotos y finalmente la cama donde reposaba la luz de Seirin. Arropado boca arriba entre las sábanas, vistiendo una musculosa negra y bóxers para dormir, el chico estaba inmerso en un sueño profundo.

Kagami veía negro, de repente todo cambió. Estaba en una cama, sobre alguien, una mujer voluptuosa y desnuda, era hermosa, pelinegra y de ojos bellos, la miró y cerró los ojos al acercar su rostro para besarla. Juntó sus labios con los de ella, eran suaves, abrió la boca y con su lengua abrió los labios de su acompañante, explorando la boca de la chica. Mientras tanto movió una de sus manos hacia el torso de ella, tomando uno de sus senos y lo apretó suavemente, la mujer gimió de placer. El chico estaba feliz, continuó haciéndolo por unos segundos hasta soltar el busto de la chica. Movió la misma hasta ponerla en la mejilla de la chica. La besó más apasionadamente. Esta fantasía estaba bien para él. Soltó la cara de la chica y su mano bajó a continuar lo que había estado haciendo anteriormente, cuando sintió una sensación extraña, como de cambio en el sueño, pero no le prestó atención. Su mano tomo el seno de la chica otra vez, se sentía extraño…¿más pequeño? Aplicó un poco de presión como lo había hecho anteriormente, de los labios que estaba besando surgió un gemido de placer, la voz de mujer, fina, suave, hasta…hasta conocida. Los labios de la extraña se habían tornado más finos y la cavidad más pequeña. Kagami se sintió raro. Lentamente dejó de besarla y se alejó hasta que sus brazos quedaron totalmente extendidos y sus manos, una a cada lado de la cabeza de la chica. Con miedo, abrió los ojos. Ojos marrones e intensos le devolvieron la mirada; labios entre abiertos, algo agrietados, denotando el uso que habían tenido recientemente; piel blanca, suave, invitante a ser tocada y senos modestos con pezones rosas erectos que pedían ser mordidos. Era la viva imagen de Riko Aida. La entrenadora.

Kagami Taiga se despertó gritando mientras se sentaba en su cama. Jadeó unos segundos hasta calmar su respiración. Refregó las manos en la cara, se sentía abombado, toco su pecho, estaba sudando. Lo mejor era ducharse. Se destapó y ahí lo sintió, se había excitado con el sueño. La ducha iba a ser fría, muy fría, tenía que aclarar ideas. Se levantó de la cama y fue caminando al baño, se despojó de sus bóxers y musculosa, abrió el agua fría y sin pensarlo dos veces entró. El agua estaba helada. Agarró el shampoo y aplicó un poco en su mano para luego pasarlo por su pelo distraídamente. Masajeó su cabello por unos minutos y luego lo enjuagó. Buscó el jabón con las manos hasta encontrarlo a un lado de la ducha. Lo agarró fuerte para no perderlo y comenzó a masajearse la espalda. Luego paso su pecho para continuar con el resto de su cuerpo. Suspirando hizo una pausa. "¿Por qué apareció la entrenadora en mi sueño?" pensó el chico. "No es como si me gustase." Palideció. "No es como si me gustase." Repitió. "¿No es como si me gustase? ¿No?" Dudó.

—¿Qué mierda me pasa…?—

Cerró el agua fría y salió de la ducha. Agarró la toalla del perchero y comenzó a secarse. Miró la ropa que había dejado tirada, la tomó y la tiró al cesto para la ropa sucia. Enroscó la toalla a su cintura y salió del baño, caminó con pasos cansados hacia la cocina/comedor. Encendió la luz e inmediatamente abrió la heladera. Comer algo lo calmaría. Observo sin mucho interés el contenido de la misma, pero no encontró nada que le llamase la atención, cerró la puerta y se dirigió a una alacena en busca de una taza. Cuando encontró una, la llenó de agua y la colocó en el microondas unos minutos. Cuando estuvo lista, la saco y colocó un saquito de té, el té le calmaría los nervios. Acercó la taza a sus labios y cerró los ojos, las imágenes de la entrenadora volvieron, casi como si nunca se hubiesen ido, como si no quisiese que se fueran. Abrió los ojos y tomo un sorbo de su bebida. Esta noche iba a ser muy larga.


Esta idea para una historia surgió despues de estar viendo un capitulo de F.R.I.E.N.D.S... ¡Espero que la disfruten!