Libro I: La Búsqueda

Capítulo I

Gran Sur

La tímida luz del sol se levantó sobre Gran Sur, invitando a sus habitantes a despertar y afrontar el nuevo día. Se escuchaban los sonidos de tiendas abriendo, de lémures voladores surcando los cielos. En una de sus calles, un muchacho se paraba sigilosamente sobre uno de los techos, sus pasos tan ligeros que parecía flotar. Su mirada fija sobre su objetivo, y con cautela, dió un paso más. Si quería lograr su meta, tenía que actuar rápidamente, sin equivocaciones y sin titubear. La luz del sol comenzaba a iluminar su presa, así que contuvo su respiración, esperando el momento preciso. En un solo instante, se escuchó una brisa fuerte que parecía generarse alrededor de él y mientras unas alas de tela se extendían arriba suyo, estiro su brazo y tomó su objetivo. Al escuchar la estridencia resultante, el dueño de la tienda salió corriendo.

-¡PEQUEÑO BANDIDO VEN Y PAGAME! ¡MIS FRUTAS NO SON GRATIS!-Vociferó-¡DEVUELVEME MI FRUTA! ERES TE- Y justo en ese momento al vendedor le cayeron encima un par de monedas de cobre. Tomando el dinero y sonriendo, continuó -¡UN PLACER HACER NEGOCIOS CONTIGO! ¡PERO LA PROXIMA VEZ SE CIVILIZADO, YASHIO (nombre en construcción)!

Yashio empezó a volar por la ciudad en su planeador, una vara de una madera muy ligera con unas alas de tela extensibles, y unos alerones más pequeños en la parte inferior. El color original de las telas era azul, pero decidió pintarlas de verde, en honor a los ojos de su madre. Los techos azules formaban un curioso mosaico que solo se podía ver desde lo alto. Empezó a dar piruetas, volando cada vez más y más alto. La sensación del aire contra su rostro le hacía sentir un estado de libertad total, donde era simplemente una brisa en el viento, volando, cargando con el algún sonido o historia de la ciudad o de los animales.

Tan perdido estaba en esa sensación que no se dió cuenta que se hallaba volando peligrosamente alto, y en su ascensión de pronto sintió un golpe, una ráfaga tan densa que era como una pared que lo envió hacia la ciudad de nuevo bruscamente, en picada. Con dificultad, poco a poco empezó a retomar control del aire que lo rodeaba, recordando las enseñanzas de los monjes, que el aire es libre y existe donde hay vida, y para controlarlo debes ser tan libre y vivaz como él. Lentamente el aire empezó a dejar de guiarlo hacia el suelo, tomando un curso distinto, y para ayudarse abrió su planeador completamente de nuevo, guiando así al aire nuevamente al curso que deseaba.

Cuando volvió a estabilizarse por completo, observo la ciudad en su totalidad nuevamente, esta ciudad que no representaba sino un caja muy grande para él, donde podía correr en cualquier dirección, pero siempre llegaría a una pared: si no eran las gigantescas y gruesas paredes de metal que cubrían el perímetro de la ciudad, inclusive detrás del templo, eran las puertas hechas de roca solida, pero que se mantenían cerradas por maestros tierra que estaban a su vez protegidos por guardias. Y en los aires, arriba de la ciudad donde parecía no haber límites ni barreras, unos miles de maestros aires mantenían en todo momento una corriente aérea en forma de domo más terrible que cualquier otra medida de seguridad en la ciudad.

Intentando perderse en sus acrobacias, dió un giro en el que termino parado encima del planeador. Los monjes le decían que hacer eso era peligroso, pero había dominado por completo el arte de surfear en el aire, aunque con los pensamientos que le rondaban ahora, se le hizo difícil disfrutarlo por mucho tiempo. Por un momento pensó en hacer otra cosa, pero inmediatamente recordó lo que pasaba cada vez que intentaba eso, y solo le deprimió más todavía. Finalmente, emprendió hacia donde le esperaban.

Yashio voló un poco más alto y en dirección hacia el templo, descendiendo sobre un montículo de tierra suave cercano a una de las entradas del templo, donde se encontraba una gran estatua de un avatar pasado, la única persona que podía manipular los cuatro elementos. Era también el lazo entre el mundo espiritual y el mundo físico y estaba cargado con cuidar el balance del mundo.

-! ¿CINCO MINUTOS?- Gritó una voz emocionada y confundida.

Un muchacho de cabello azabache tupido y ligeramente largo, ojos dorados brillantes, de constitución atlética y piel tersa salió de la parte posterior de la estatua a encontrarse con Yashio. Sostenía en sus manos un reloj que tenía en alto, y miraba a Yashio con una expresión confundida.

-¿Que te pasó? ¿Te metiste en algún problema?- Preguntó el chico, con una voz que quizás mostraba más expectativa que preocupación genuina.- ¿Te persiguieron guardias? ¿Peleaste valientemente contra la mitad de los guardias de la ciudad, y, y-La voz del chico se emocionaba cada vez más, haciendo una fantasía con cada hecho que agregaba al hablar- tuviste que usar tu aire control para enviarlos a volar, creando así tu único chance de escape de la ley, por un día más?

Yashio miró por un momento al chico, considerando si agregarle más llamas a la fantasía del mismo, pero luego, recordando sus pensamientos anteriores, sintió como que no estaba de humor para estimular la fantasía de su amigo hoy.

-No, Bak, solo... luego de tomar los mangos, me puse a practicar mi aire control y sin darme cuenta, choque contra el domo superior.- Inmediatamente, los ojos iluminados de Bak perdieron su brillo.

-Que aburrido eres a veces, Yas. Se supone que tu eres el maestro aire aquí, ¡debes tener un espíritu libre y volar por los aires!- Hacía un gesto con los brazos abiertos, imitando al planeador mientras hablaba. - Como de seguro lo hacia Aang!- Exclamó, señalando a la estatua. No mucha gente se referiría al antiguo Avatar así. La estatua era la de uno que provenía de allí: el legendario Avatar Aang, quien después de haber desaparecido por cien años regreso y restauró el balance al mundo, quitándole al en aquel entonces señor del fuego Ozai su habilidad de fuego control. Era uno de los pocos recordado de entre todos los avatar, aunque a la gran Avatar Korra la recordaban mucho en las tribus agua, pues luego vino el Avatar Qhing-Yan, un maestro tierra, que causo una nueva guerra en el mundo.

-Hoy no, Bak, no me siento bien, regresemos.- Yashio emprendió camino hacia su habitación, cerca de donde estaba una de las áreas donde los niños maestro aire estarían jugando a esta hora del día. Ignorando la risa de los niños, que estaban totalmente adentrados en sus juegos, fue directamente a donde se encontraban las habitaciones. Ya dentro de su habitación, Yashio se sentó en su cama, dejando su planeador reposar contra la pared, mientras Bak se sentó en la única silla del cuarto, que quedaba en frente del escritorio y la ventana del mismo.

Bak estaba vestido en unas ropas rojo oscuro, con un cinturón negro que tenía unas líneas doradas, su descendencia de la nación del fuego era imposible de negar. Sin embargo, el no era maestro fuego, lo que en esta ciudad era una bendición, ya que si había una regla todavía más importante de seguir que no salir de la ciudad era no usar fuego control. El fuego control estaba totalmente prohibido en Gran Sur, y su uso confirmado con testigos normalmente era condenado por años en prisión si no se escuchaba el primer y único aviso que le daban las autoridades a un maestro fuego.

A los ojos de Bak, a pesar de esto, el tenia mala suerte por no ser maestro fuego.

-Sabes, Yas, desearía poder controlar un elemento como tú haces, poder generar las llamas que la gente de mi nación puede generar. Aunque fuese a prisión por eso, así sea tan solo por una vez, me encantaría poder sentir como una llama sale de mi mar del chi'i. Esa sensación- Bak lanzó un poco en el aire uno de sus cuchillos, emulando el movimiento de un maestro fuego al hacer una llama, y luego atrapó el cuchillo, poniéndolo en su funda escondida de nuevo- debe de ser incomparable.

Yashio encogió los hombros.-Creo que le das mucha importancia a eso, tu eres posiblemente uno de los guerreros más fuertes de tu edad del mundo, o sino al menos eres alguien que se sabe defender muy bien. Tu habilidad que te has enseñado tu mismo con todo tipo de arma afilada es tremenda, no deberías sentirte mal porque no puedes lanzar fuego a voluntad.-Tomó su planeador.- Creo que saldré a caminar, nos vemos mañana Bak.

Luego de que Yashio se había ido a entrenar, Bak se quedo un poco más de tiempo en su habitación, escribiendo algo sobre unos pergaminos que estaban en el escritorio, y al haber pasado hora y media, se fue de regreso a su casa. Bak vivía en la parte noreste de la ciudad, que quedaba ciertamente alejada del templo, pero para el regresar a casa era toda una aventura. La ciudad tenía un toque de queda que comenzaba a las siete de la noche para aquellos menores de 16 años, y tenía desde los 12 escabulléndose para regresar a casa a horas mucho más tardías que esa. El toque de queda existía porque se suponía que había un espíritu que atacaba a niños cuando estaban solos en la noche, y por el miedo que esto causaba los niños nunca lo desobedecían. Para el esto era una mentira obvia pero el resto de la ciudad parecía creerlo. Aunque ya había cumplido los 16 años hacia meses, era mucho más emocionante tratar de llegar a casa sin ser visto por los guardias.

Se escurrió sigilosamente entre callejones y tejados, haciendo sus movimientos rápidos, casi inaudibles, verdaderamente dignos de un maestro aire. Los había obtenido a través de un arduo entrenamiento auto impuesto que estaba basado en observar a los guardias, a los maestros aires de la ciudad, y a quien pasase por ahí demostrando proezas similares. Siguió su camino, siendo casi invisible e inaudible para los guardias que patrullaban de noche, y en caso de que algún niño estuviese infringiendo la ley, lo llevarían con sus padres.

Un tiempo después, llegó finalmente a su casa, escalo lentamente la pared, y entró por la ventana de su cuarto cuidadosamente para no despertar a su familia, sonriéndose a sí mismo. Una noche más habiendo pasado la seguridad de Gran Sur. De seguro esta habilidad le vendría bien en algún momento.

Del otro lado de la ciudad, en un pequeño lago en uno de los hermosos jardines del templo, Yashio practicaba sus técnicas, moviendo la energía de su cuerpo, sintiendo la brisa del aire, la energía que lo rodeaba, y haciendo que estas se moviesen de acuerdo a su voluntad, no imponiéndosela sino más bien mezclándola con la misma energía, con el mismo aire hasta que fuesen inseparables. Levemente, una brisa se convirtió en un ventarrón, y el ventarrón empezó a girar alrededor de él, haciendo una especie de escudo semiesférico, y luego el escudo comenzó a desplazarse. Primero, unos milímetros, luego unos centímetros, poco a poco hasta que el domo se encontraba a diez metros de él, girando eternamente, una pequeña prisión de aire para lo que estuviese dentro.

-Veo que tu aire control está tan fuerte como siempre, Yashio.- Dijo una voz cálida y preocupada a la vez.

Una muchacha de pelo largo castaño, ojos azules con una intensidad innegable y de complexión ligera y suave como el aire entró al área, bajando desde un área montañosa con mucha facilidad, la facilidad dada por la costumbre del cuerpo.- ¿Por qué practicas a estas horas de la noche? Seguramente tienes bastante tiempo para hacerlo en el día, y en la noche deberías dejar que tu cuerpo descanse, no debes obsesionarte con ningún aspecto de tu vida, o si no no conseguirás el balance espiritual.

-Liam, tienes razón.- Dijo, mientras el domo desaparecía, y el aire rodeándola se calmaba y se empezaba a sentir más ligero de nuevo.- Tu sabiduría va mucho más allá de tus años.-Continuó, haciendo la reverencia de costumbre.- Y a ti, que te mantiene despierta a estas horas de la noche?

Liam, al haber terminado de devolver la reverencia.- Trataba de encontrar una fruta que nada más crece por las partes más altas de la montaña, que no se consigue en los mercados.- Dijo, manteniendo su expresión seria.

Yashio le sonrió entonces- ¿Quieres que la busque con mi planeador?- Preguntó mientras desplegaba su planeador, listo para tomar vuelo.

-No Yashio, no es necesario...- Pero al ella terminar su frase, ya él estaba en los aires, que de noche parecían un terciopelo negro, como una delicada tela detrás de la cual se escondía la mañana siguiente. Liam se sentó y empezó a meditar, sintiendo el flujo de energía interno de ella, y como la tierra y su energía se conectaban, como el lémur que dormía encima de la copa de un árbol cercano y su energía se conectaban, respiraban al unísono. Al estar ella adentrándose al nirvana, un fuerte -¡PAC!- le hizo perder su concentración y regresar al estado de consciencia alerta. Una bolsa grande con muchas frutas había caído desde arriba, y ahora Yashio hacia su aterrizaje.

-¿Es alguna de estas, Liam?- Preguntó, con algo de emoción.-Cuando ya estaba volando recordé que se me había olvidado pedirte la descripción de la fruta, así que ¡te traje de todos los tipos que vi!- Exclamó con una sonrisa con un ligero aire de orgullo y triunfo.

- El monje es sabio, porque él reconoce que sus conocimientos no son ilimitados, y espera a poseer el conocimiento que necesita, antes que ir vendado a voluntad, entonces el monje seria un ciego por elección.- Le dijo ella a él, en un tono ya muy familiar, pues este tipo de situaciones eran frecuentes. Inmediatamente Yashio recupero la compostura y tomo una cara mucho más seria que la tenia.

-Tienes razón, Maestra Liam. Le agradezco a los espíritus que estés conmigo, porque sin tu guía nunca alcanzare la iluminación espiritual.- Dijo mientras nuevamente hacia la reverencia de costumbre.- Pido disculpa por haber actuado sin esperar a saber el conocimiento que necesitaba saber.- Liam, registro la bolsa.

-Pues, esta vez has tenido suerte, Yashio, porque los espíritus te han guiado hacia la fruta que necesitaba- Levantó una fruta azul con una silueta ovalada.- Y podré usar la fruta en la receta.

-¿Que tienes que preparar? ¿Un té de frutas que calma el alma?- A lo que Liam se rió fuertemente por un momento.- No, Yashio, mañana es el cumpleaños del gran monje Gintsu y la tarta de esta fruta es su favorita- Y ahora fue Liam la que le sonrió, mientras empezó a caminar de vuelta hacia las habitaciones.- Buenas noches, Yashio, ve y descansa para que tu cuerpo se recupere, después de todo, hacerle creer a un comerciante que le robas debe ser agotador, ¿no?- Dijo ella, lo que lo dejo atónito mientras la veía irse, cargando la bolsa de frutas.

Tratando de sacudirse el pensamiento, recordó que por alguna razón la habían escogido a ella para que lo cuidara, y que nunca debería subestimar sus habilidades. Comenzó a practicar el movimiento que estaba haciendo anteriormente de nuevo, ya que sentía que estaba realmente cerca de lograr lo que deseaba con ese movimiento. Solo un poco más, se decía así mismo mientras las horas pasaban y el cansancio de usar tanta energía lo desgastaba, solo un poco más.

Liam regreso a su habitación con una sonrisa, porque aunque el cargo de cuidar a Yashio le daba mucho trabajo, a ella le costaría tratar de encontrar a alguien mejor intencionado. Mientras la joven monja seguía pensando y arreglando las frutas que estaban dentro de la bolsa sobre su escritorio, notó que había un pequeño pergamino en la bolsa. Quizás era algo que Yashio había olvidado, eso no sería nada nuevo, pensó mientras lo recogió y lo abrió para revisar si había algo escrito en el. Para su sorpresa estaba destinado a ella. Luego de leerlo, tuvo que meditar por varias horas para poder recobrar su centro, y para que la preocupación no la controlara. Solo cuando era un poco después de la media noche logró conciliar el sueño.

Yashio, antes de regresar a su habitación se lavó la cara con el agua del río. Su cabello estaba corto como siempre, negro, tupido y un poco desarreglado. Sus ojos azul claro eran de su padre, y su contextura era definitivamente una que heredó de la familia de su madre, puesto que su padre era de una complexión tan delgada que a veces aparentaba debilidad, y el, aunque delgado, no era así.

Unos tatuajes azul claro marcaban su cuerpo, como unas flechas que terminaban en sus extremidades, y eran marca de que era alguien que había logrado maestría en su habilidad de manipulación elemental. Si hubiese vivido hace siglos, tendría la cabeza totalmente calva, pero las tradiciones de antaño no eran seguidas al pie de la letra y pequeños detalles como ese ya no eran recordados. La flecha que terminaba en su frente seguía siendo visible, pese a eso.

Camino de vuelta a su habitación, un monje que se encontraba sentado, descansando su espalda contra un muro lo notó y le habló.

- Algo parece afligirte, joven monje, ¿qué te sucede?- Esconderle un sentimiento a un monje era difícil, y a ellos que lo conocían, todavía más complicado.

- ¿Alguna vez no siente como si no somos libres en esta ciudad?- El monje dió un pequeño suspiro.

- ¿Así que nuevamente te sientes atrapado aquí, joven? Déjame compartir esto contigo: la libertad no es algo que otras personas determinen por ti, es algo que te debes dar tu mismo. Mi espíritu es totalmente libre, porque elijo que lo sea, ¿entiendes?- Yashio asintió, y luego de agradecerle por su sabiduría al monje, continuó.

No era que no apreciaba lo que los monjes le enseñaban sobre la espiritualidad, sino que el resentía los límites de su libertad, y cada vez se sentía más incomodo, como si la ciudad se encogiese diariamente.

"Nadie con habilidades de manipulación elemental que acepte vivir en esta ciudad volverá a salir, ya que aquí hemos conseguido el balance perfecto, representando a todas las ciudades y culturas del mundo. En el mundo exterior están los vicios, las tentaciones y los caminos que llevan a la guerra y destrucción.". Así decía el decreto que le impedía irse de la ciudad. Era tan antiguo que él lo había creado había fallecido hace siglos, pero su conciencia culpable parecía prevalecer sobre la ciudad, después de casi 200 años. Para ser una ciudad donde había tantos monjes, en la opinión de Yashio, era una ciudad a la que le costaba mucho olvidar y superar ese trauma pasado.

Llegó entonces a su habitación justo luego de sentir que si continuaba se estaría causando daño, y antes de acostarse, como de costumbre, reviso el pergamino que estaba sobre su escritorio, uno en el que él y Bak habían trabajado por meses, añadiendo detalles cada vez que aprendían algo útil para su meta. El mismo pergamino sobre el cual, horas atrás, Bak había añadido algo nuevo. Pensó en cómo poner en acción la nueva idea de Bak, que les permitiría averiguar algo de importancia, y se fue a dormir con la idea en la cabeza.

Al día siguiente, el templo estaba ligeramente decorado, para celebrar el centésimo-noveno cumpleaños del gran monje Gintsu, el monje al cual todos los otros consideraban su padre y guía en este mundo. Era un hombre sabio, cuyos conocimientos parecían no tener límite, pero sin embargo era un hombre humilde. Un rey entre reyes, así lo veía la gente de la ciudad, un ángel venido desde el mundo espiritual, un regalo, una bendición. A pesar de que no era el mandatario de la ciudad, la gente lo adoraba a él mucho más que al consulado de seis que regía la ciudad.

Cada año, este día se convertía más y más en un festival, se preparaban carretas llenas de regalos para el monje, y se hacia un gigantesco evento en su nombre, a pesar de que el monje siempre pedía que no le celebraran su cumpleaños con tanta euforia y espectáculo. El monje siempre terminaba compartiendo todos sus regalos con aquellos menos afortunados, con todos los niños de la ciudad, y con todo el que pidiese.

Las calles de Gran Sur estaban decoradas con ornamentos provenientes de la ciudad, una mezcla de los estilos decorativos de todas las naciones que se había convertido en el tipo de decoración autóctona. Largos estandartes con arte que provenía del reino tierra guindadas de lámparas del estilo de la nación del fuego. También guirnaldas con espirales representativas de los nómadas del aire y lunas representativas de las tribus agua adornaban las calles. El ambiente en general era festivo y alegre, y la gente del pueblo esperaba con ansias el discurso anual de Gintsu, del que siempre sentían que aprendían algo valioso.

Yashio se despertó luego de la hora del desayuno, así que tuvo que aventurarse a la ciudad para conseguirlo. Caminó entre varios establecimientos de comida hasta que se decidió por uno donde servían una ensalada de caballo-avestruz que le gustaba mucho. Según las enseñanzas de los monjes, no se debe comer ningún tipo de carne, y el no lo hacía seguido pero de vez en cuando se lo permitía. Luego se sentiría culpable, pero comer esta comida le recordaba a su familia, y le hacía sentir bien. Era una de las pocas maneras en las que podía sentirse conectado con su familia de nuevo, y eso era algo invaluable para él.

Mientras comía, varias personas le saludaron, ya que era bastante reconocido en la ciudad como el maestro aire con más habilidad y por sus bromas que le jugaba a las personas. En su mayoría los saludos fueron agradables, porque la ciudad le había tomado un cariño , y porque el pasaba mucho tiempo ayudando a los niños a sentirse mejor, a alegrarlos cuando estaban tristes, y por eso lo consideraban alguien de gran corazón, pese a sus bromas que a veces eran ligeramente pesadas. Al terminar, se levantó y recorrió la ciudad, apreciando las decoraciones de la ciudad para el día de hoy, y tomó un largo tiempo para hacerlo.

Bak se despertó temprano, con la primera luz del sol, y retomó su entrenamiento diario. Practicar con los cuchillos, con su katana, y con sus espadas dobles por una hora con cada una siempre se ingeniaba nuevas manera de entrenar, y la pequeña área que le pertenecía a su familia detrás de la casa se había convertido en su centro de entrenamiento. Hoy, le estaba pidiendo a su hermano mayor que le lanzara piedras mientras él hacia su entrenamiento regular, obligándolo así a estar en total consciencia de sus sentidos, a percibir el más leve sonido y reaccionar a tiempo. Practico así hasta que el sol salió completamente y luego se fue a hacer las encomiendas que sus padres siempre le pedían.

Estaba ya pasado el mediodía cuando pudo dedicarse a lo que de verdad quería hacer hoy: ver el patrón de los guardias de la única parte de la ciudad de la cual no se lo había aprendido todavía. Ah, y si tenía tiempo, quizás conseguir una chica que se interesase en el, pero eso ya sería una bendición de los espíritus para él. De igual forma, conseguir una chica ahora solo complicaría sus planes. Estuvo observando los caminos de patrullaje, memorizándolos para luego hacer dibujos que los representaran. Era abrumadora la emoción que le daba pensar que en poco tiempo, él y Yashio al fin serian capaces de realizar sus deseos. Solo un poco más.

Cuando la tarde empezó a caer sobre la ciudad, cambiando la luz amarilla por esa luz tenue y suave del atardecer, ya Bak y Yashio estaban juntos en una parte un poco alejada del banquete, hablando, planeando, emocionados. La ciudad entera estaba sumergida en el banquete en honor a Gintsu, y Yashio aprovecho ese momento para meditar intensamente, mientras Bak iba a hablar con unos guardias que estaban cerca. Estaba buscando algo, algo que en principio es muy difícil de ver: el lazo invisible de energía, entre un maestro elemental y el elemento que controla. Ya tenía meses haciéndolo, así que no era tan complicado como lo era antes, poco a poco podía sentirlo, en los guardias que pasaban, como movían el agua dentro de sus cantimploras, como un lazo energético se formaba ahí. Podía verlo ahora, una pequeña cuerda blanca uniéndolos, pasando los movimientos del uno al otro.

Se sentía lo suficientemente preparado como para probar su técnica en combate, cosa que tendría que hacer para seguir con el plan. Salió de su estado de meditación y se concentro en su respiración, y falló en notar una pequeña cuadrilla que le paso por detrás, cargando unas velas para el banquete. Al pasar detrás de él las llamas de las velas subieron y bajaron, en la presencia de los guardias maestros agua que estaban cerca. Al ver eso, los guardias inmediatamente se abalanzaron sobre él, lo que tomó a Bak por sorpresa así que no pudo reaccionar a tiempo para ayudar a Yashio y solo pudo ver. En ese instante, Yashio dió un salto impulsado por el aire y puso distancia entre sí mismo y los guardias.

Cuando cayó sobre tierra firme de nuevo, lanzo su domo de aire cargada de su chi'i, y vio como aprisionó a ambos guardias. Ellos, no sintiéndose amenazados, manipularon el agua de sus cantimploras, convirtiéndola en un látigo que lo alcanzaría, pero al cruzar el domo, el agua se cayó al suelo, al intentarlo de nuevo, volvió a suceder. El agua controlada por los guardias salía con suficiente fuerza como para atravesar la barrera de aire, pero al pasarla, se caía al suelo sin ningún tipo de fuerza. El sonrió, casi incrédulo, ¡estaba funcionando!

Luego de confirmar eso, corrió a gran velocidad, suficiente para dejar a sus persecutores fuera de su campo de visión. Estaba yendo en dirección hacia las puertas de piedra que eran su último obstáculo para ser libre. En el camino un maestro tierra intento detenerlo, pero su técnica del domo de aire y energía seguía funcionando, y las piedras que le lanzaba el maestro tierra caían al suelo al salir del domo. Siguió hasta que las gigantescas puertas de piedra eran visibles. Se acercó más y más hasta que de pronto, sin que pudiese darse cuenta una piedra pequeña le dió en su costado derecho, enviándolo en sentido izquierdo, fuera del camino al aire, y la plataforma que estaba debajo suyo se encontraba a cincuenta metros de distancia.

Al voltear pudo ver el rostro entristecido pero decidido de Liam saltar tras de él, deteniendo sus planes de huir. Usó el aire para propulsarse hacia abajo y luego para amortiguar la caída, y llego antes que ella a la plataforma. Haciendo que un bloque de piedra flotase y la recibiera varios metros antes de caer, ella también llegó a la plataforma.

-No me obligues a hacerte esto Yashio, por favor.- Le dijo con cariño y preocupación mientras tomaba su pose de batalla.- Entiendo tu dolor pero, por favor...

-¡NO! ¡NO ENTIENDES MI DOLOR! ¡ES INJUSTO QUE POR SUS ESTUPIDAS REGLAS NO PUEDA NI INTENTAR ENCONTRARLO! ¡NO ME PUEDEN DECLARAR HUERFANO PORQUE LES CONVIENE!- Gritó con todos sus pulmones, dejando que sus emociones le llenaran el cuerpo por un momento. En ese momento, una llamarada descontrolada salió de sus manos y se dirigió directamente a ella. Ella, reaccionando velozmente, pudo protegerse con un muro de piedra, al mismo tiempo que sus ojos expresaban sorpresa. En el instante que le tomó a ella recobrar su postura, ya le había lanzado el domo energético, y esta sería la verdadera prueba, ya que ella no era una maestra tierra mediocre. Liam hizo su movimiento, y de sus pies se levantaron tres piedras, que salieron disparadas hacia sus piernas, pero al atravesar la barrera cayeron al suelo. Liam, con una expresión de confusión, volvió a intentarlo, y obtuvo el mismo resultado. Sin embargo, Yashio podía sentir como su lazo energético con la tierra golpeaba su esfera, como poco a poco, con cada intento, estaba más cerca de quebrarse.

Yashio permaneció totalmente concentrado en su domo pero sentía como cada vez se volvía más débil. Antes de que Liam lograse romperlo, unas esposas de tierra tomaron las piernas de Yashio, y luego otras sus manos. Los guardias especiales habían llegado, aquellos que responden cuando se cree que alguien ha usado fuego control, o que alguien intenta escapar de la ciudad. En el último momento en que Liam estaba en su campo visual, le pareció ver una expresión distinta sobre el rostro de ella. ¿Podría haber sido eso una sonrisa? Se lo llevaron a su habitación, donde estaría bajo arresto domiciliario por varios días, ya que no se podría probar que había controlado fuego, y sería presentado como una sospecha.

Liam había hecho todo lo que le había pedido Yashio, y le estaría eternamente agradecido. Solo haciéndole creer a la ciudad que ella lo detuvo suficiente tiempo como para que llegaran los guardias especiales es que nadie habría notado que el verdadero objetivo era otro y se habría evitad que el estuviese en graves problemas. En la ventana de su cuarto apareció una silueta, y Yashio le devolvió su reloj. Ambos sonrieron.

-¿Así que seis minutos? Son más rápidos de lo que pensaba Yas. Pero no es imposible.- Dijo Bak hablando en voz baja - Si...gracias Liam. Por lo que has hecho estoy un paso más cerca a poder salir de aquí.

Los días subsecuentes pasaron sin ningún evento notable, Bak seguía revisando el orden de patrullaje de los guardias y Yashio meditaba y seguía practicando sus técnicas. Liam, como era de esperarse no divulgó el haberlo visto usar fuego control, lo que fue un gran alivio para el ya que no quería que nadie, ni siquiera Bak se enterase de ese secreto. Solo Gintsu sabia, y él le había enseñado a mantener sus emociones en control, o a desviarlas para que no afectasen su flujo de chi'i interno y le causasen problemas.

Gintsu lo había ayudado cuando había llegado con su familia a la ciudad. Desde aquel entonces lo había ayudado en todo lo que él había necesitado. Había sido el monje Gintsu quien le había otorgado el planeador, valioso objeto del templo. Había sido el monje quien le había presentado tanto a Liam como a Bak, las dos amistades más importantes que tenia. Había sido él quien le había permitido comer la ensalada de caballo-avestruz en secreto. La única vez que Gintsu no le pudo ayudar, fue cuando fue a pedirle que le ayudara a salir de la ciudad, o que le diera un permiso. Gintsu insistió en que el no salir de la ciudad era para su propio bien, para protegerlo, pero no le dió ninguna razón ni explicación realmente satisfactoria.

En realidad, el se había jugado su suerte al intentar lo que intentó, ya que no sabía cómo reaccionaría Gintsu a eso. El tercer día luego de su incidente, Gintsu lo visitó. Entró a su habitación, con la misma sonrisa serena que siempre tenía, y se sentó en la silla en frente de su cama.

-Veo que has intentado, huir, pequeño Yashio- Le dijo, con la misma voz serena de siempre.

-¡Pero, monje Gintsu, yo no intente huir, solo me querían acusar falsamente de usar fuego control!- Siguió, con la facilidad que le había dado el practicar discursos similares en privado- ¡Yo soy un maestro aire! Lo que domino es el aire.- Gintsu se rió levemente, y su sonrisa se expandió por un momento.

-Pequeño Yashio, los guardias que cuidan tu habitación se fueron por los momentos, les dije que hablaríamos de cosas espirituales y que no podían escuchar, no tienes porque pretender.- Pausó por un momento antes de seguir, cosa que no era común. Gintsu siempre sabia que decir y como decirlo.- Debo expresar preocupación porque creo que pronto nos abandonarás.

-Porque lo dice, yo no quiero...- Paró por un instante, y luego prosiguió, con un tono totalmente distinto.- ¿Como lo sabe? ¿Le dijo Liam?

-Tranquilo, tu buena amiga Liam no ha dicho nada. Son cosas que este viejo monje puede predecir después de conocer por tanto tiempo a alguien- Soltó una muy ligera carcajada.

-¿Entonces, me detendrá, monje Gintsu? Porque si usted le avisa a todos los guardias, se harían imposible mis planes y en-

-De nuevo te pido tranquilidad,- interrumpió Gintsu, lo que le hizo hacer total silencio a Yashio.- no vengo a detenerte. Siento que seguir deteniéndote sería inútil. Eventualmente encontraras otra manera de huir si te detengo ahora, y creo que ahora, a diferencia de antes, si estás listo. Listo para enfrentarte al mundo. No, mi querido alumno, he venido hoy a desearte suerte y a darte un regalo de despedida.- Gintsu, tomo uno de sus dedos y lo puso en el medio de su frente y luego prosiguió a ponerlo en la frente de Yashio. Sintió un calor muy intenso que le recorrió todo el cuerpo en un instante, y luego la sensación se desvaneció.

-¿Qué hiciste, monje Gintsu?- Preguntó con curiosidad- Porque no me siento distinto de ninguna forma.

- Lo que hice fue simplemente darte un poco de suerte. Espero que ella te resguarde a donde quiera que vayas donde no podre estar yo para ayudarte. Debo advertirte que en el mundo exterior hay todo tipo de gente. Sé que no naciste aquí y que recuerdas el mundo externo pero no has estado ahí en mucho tiempo y debes de tener cuidado. A tus amigos cuéntalos como lo más preciado, porque en momentos de duda será en ellos en quien podrás confiar. No olvides eso. Deseo que encuentres lo que buscas y que en el camino te encuentres a ti mismo como eres. Por favor no olvides tampoco que siempre tendrás una casa aquí, que mi promesa la cumpliré hasta que mi cuerpo terrenal me lo permita. Ve, hijo mío, nieto mío, y consigue el camino que has de tomar.- Yashio, viendo como Gintsu se paraba y empezaba a irse, le dijo:

-Gracias por todo. Fuiste y serás siempre alguien importante para mí. Prometo regresar algún día, centrado y seguro de quien soy.- Una sola lágrima se produjo del ojo izquierdo de Gintsu, quien le sonrió, y se fue, mostrando aquella marca que le había hecho cuando niño involuntariamente, otra marca más que demostraba lo genuino que era su afecto.

Yashio trato de entender a que se refería Gintsu con "un poco de suerte" pero no puedo pensar en nada que tuviese sentido. ¿De qué podría estar hablando? Luego de decidir que no importaba ahora porque luego sabría, retomo sus prácticas del día. De nuevo, un par de días pasaron sin ningún pormenor, hasta que al fin se acabo la verdaderamente ligera sentencia. La mañana en la que recuperó su libertad, e irónicamente la mañana del día en el que ganaría su libertad, al salir de su habitación vió a Liam parada en frente de su puerta.

-Espero que estés bien, Yashio, hoy retomamos los ejercicios de siempre. Ven, sígueme.- Le dijo mientras le mostraba el camino a uno de los jardines del templo, donde se sentaron y meditaron por largas horas, sintiendo como su mundo interno fluía, como se calmaba hasta estar al unísono con la naturaleza. Al dar por finalizada la sesión del día, Liam no se paró como de costumbre para ir a practicar su tierra control, sino que se quedó sentada, esperando algo, aparentemente. Yashio la observó por un tiempo pero ella no se movió de ninguna forma. Al cabo de media hora, el se paró y caminó hasta donde estaba ella.

-Todo lo que está en esa hoja es cierto, y lo que no lo es ahora lo será pronto. Gracias por todo, Liam. Siempre te recordare y te llevare conmigo en mis pensamientos a donde quiera que vaya. Adiós.- Le susurró, para que solo ella escuchara. Liam parecía llorar en total silencio, sin moverse, así que luego de abrazarla por un momento, se fue a dar un último paseo por la ciudad.

Estuvo con los niños de siempre por un tiempo, quienes lo saludaron con un gran abrazo. Les explico cómo era posible que otra persona viniese mañana y fue difícil, muchos lloraron, pero se calmaron eventualmente. Antes de despedirse de ellos, jugó un último juego con ellos. Les dijo a todos que cerraran sus ojos y que contaran hasta cien. Obedientemente lo hicieron y todos sintieron una gran brisa y unos sonidos metálicos leves. En frente de cada uno de ellos una pieza de plata les esperaba, y los niños sonrieron al ver ese regalo y fueron todos corriendo a comprar golosinas.

Bak pasó todo el día con sus padres, quienes sabían del plan y lo apoyaban, porque a pesar de que el pudiese irse, no querían que se fuese solo.

- Y no olvidas llevar ropa para dormir, ¿verdad cariño?- Le insistió su madre una vez más.

- No mamá, no se me olvida nada, tranquila no me va a comer un escorpión-león, yo sé cuidarme.- le respondió con un poco de fastidio en su voz.

-Yo se que tú piensas que eres invencible hermano, pero ten cuidado y no pierdas de vista a Yashio, el también te ayudara a cuidarte.-Le recordó su hermano.

- Hijo quiero que sepas que estamos orgullosos de ti por decidir ser independiente y caminar el mundo. Sabemos que nunca olvidaras todo lo que te enseñamos aquí y que triunfaras en lo que decidas hacer. Solo te pedimos que no nos olvides, y que de vez en cuando vengas a visitarnos, ya que aquí siempre habrá una cama, una comida caliente y una familia que te ama para ti.- Su padre lo abrazó con fuerza.

-Tranquilo papá, yo también te amo. Yo se que nunca dejaran de amarme ni de ser mi familia, y jamás los podría olvidar, de hecho ni aunque quisiera, mamá bordó sus nombres en la parte interna de toda mi ropa.- Y con ese comentario, todos rieron por un momento y luego lo abrazaron. Bak camino hasta la puerta de la casa, se volteó, les sonrió una vez más y se marchó.

Mientras Bak iba camino al punto de encuentro, Yashio se encontraba sentado en frente de la estatua del Avatar Aang, porque meditar allí le hacía sentir bien, y de cierto modo se sentía casi acompañado cuando meditaba allí, una de las razones por la cual este sitio era importante para él. Se sentía extraño, como si se estuviese despidiendo de alguien.

- Adiós, te agradezco por haberme dado paz en muchos momentos, y haber sido testigo de muchas de mis reflexiones. Jamás olvidare este lugar.- Dijo en voz alta sin estar realmente seguro del porqué. Al irse, dijo unas palabras más.- Ojalá estuvieses con nosotros Avatar, porque sé que contigo el mundo estaría mejor, y aunque no lo digan, sé que todas las naciones te extrañan y necesitan.- Y así, dejó atrás uno de los lugares más importantes de su vida hasta el momento, y emprendió hacia el punto de encuentro, recordando la época del Avatar Qhing-Yan, a quien todas las naciones trataron de controlar, comenzando así lo que se conocía como el fin del ciclo avatar.

La tribu agua del sur, liderada en aquel momento por Yria, una mujer que a pesar de todas sus cualidades, resentía el hecho de que la tribu sur era la nación menos prospera, con menos expansión y, en su mente, menos reconocida del mundo, logró seducir al avatar Qhing-Yan y lo convenció de que las otras naciones menospreciaban la tribu sur del agua y con su ayuda conquisto una parte de la reino tierra y de la nación del fuego. Luego de esta terrible guerra, todas las naciones trataron de comprar la lealtad del avatar con métodos variantes, pero estaba honestamente enamorado de Yria, así que fallaron. Una paz muy precaria se mantuvo en la vejez del avatar, mientras todas las naciones secretamente conspiraban para obtener al siguiente avatar, que renace cuando muere en la nación del siguiente elemento en el ciclo, en el siguiente orden: agua, tierra, fuego y aire, para protegerse o por algún otro motivo.

La visión del mundo sobre el avatar cambió de un ser "que trae el balance al mundo", a "el arma más deseada por las naciones" así que su propósito original se vió totalmente corrompido. Para la sorpresa de todo el mundo, en el siguiente ciclo, jamás se descubrió al avatar, los sabios de fuego buscaron por toda la nación, pero nunca hallaron a quien se suponía sería el siguiente avatar. Lo mismo sucedió cien años después, cuando en las tribus aire, aparentemente no nació ningún avatar tampoco, y la gente empezó a pensar que quizás los espíritus estaban castigando al mundo, cerrando la única vía de comunicación entre los humanos y ellos, ya que los humanos habían llevado su codicia y ansias de poder al punto donde corrompieron a ese mismo medio en sí.

Finalmente, con el pasar del tiempo, la leyenda del avatar se volvió un mito, y la gente empezó a hablar del avatar como algo lejano y misterioso, algo que quizás nunca haya sido cierto. Solo estatuas, como la del legendario Aang, y documentos, quedaban como testimonio de su existencia.

En la habitación de Yashio, él y Bak revisaron los ultimo detalles del plan, revisando una última vez un plan que a estas alturas lo tenían grabado con cincel en sus mentes. Cuando el atardecer cedió su luz a la manta de la noche, salieron por la ventana de la habitación y pusieron el plan en marcha. En los últimos meses, cada día que Bak regresaba a su casa, estaba plantando pequeños fuegos artificiales en diferentes puntos de la ciudad. Su hermano, cuyas habilidades de sigilo eran también loables, iría prendiéndolas hoy en diferentes puntos de la ciudad, al exacto momento en que a los guardias de el área les tomaría más tiempo llegar al punto de origen de los fuegos artificiales.

Como habían planeado, de pronto se escuchó y vió como una línea rosada se pinto en la noche, brillante e intensa, hasta explotar en el aire, con un gran sonido y una pequeña esfera de puntos color rosa. Inmediatamente, otro. Luego, otro más. El alboroto causó que la gente se despertara primero, y luego de empezar a ver como uno tras uno, en distintos puntos de la ciudad se iban haciendo un hermoso espectáculo de luces, se quedaron admirándolo. Algunos empezaron a salir a las calles, pensando que quizás era una celebración sorpresa, muchos niños se reunieron y empezaron a reír y gritar emocionados al verlo. Cada vez había más y más gente en las calles, y para cuando los guardias llegaban al punto de origen, ya había demasiada gente como para saber quien lo había comenzado, y de todas formas ya el hermano de Bak se había ido al siguiente punto de encendido.

Cuando por fin encendió los primeros de la parte oeste de la ciudad, Bak y Yashio ya se encontraban en la cercanía, y los guardias ya estaban ocupados buscando entre los pequeños grupos al posible perpetrador. Ya habían familias enteras en las calles, observando el espectáculo aparentemente impromptu, y ellos dos se acercaban más y más a su objetivo. Hubo un instante en el que pensaron que quizás los había visto un guardia, pero los espíritus parecían estar sonriéndoles, pues el guardia siguió su camino sin darse cuenta de la dirección en la que iban. Ya cuando estaban en la última cuadra antes de las puertas, se posicionaron sobre el techo más cercano a las puertas para prepararse mentalmente. Los siguientes pasos tenían que suceder lo más rápido posible, si querían lograr su cometido.

Ambos relajaron sus respiraciones, concentrándose en la tarea que tenían ahora. Varios momentos de silencio total transpiraron, podían sentir la emoción justo abajo de toda su serenidad y concentración, como un dragón esperando a volar sin límites, una bomba a punto de estallar. En un solo instante, Yashio lanzo su domo de aire y energía, al mismo tiempo que Bak inmovilizo con sus cuchillos a los dos guardias que protegían al maestro tierra a quien Yashio había inutilizado con su técnica. Inmediatamente, los otros dos maestros tierra comenzaron su ataque.

Moviéndose con la agilidad de un maestro aire, Bak logro esquivar los ataques dirigidos a él y ahora inmovilizo al maestro tierra que Yashio había atacado, y con un cuchillo lanzando al revés a la sien, lo dejo inconsciente. Se escucho un sonido muy fuerte proveniente de una parte de las puertas. Yashio entonces concentró su siguiente ataque en otro de los maestros tierra, y aunque Bak logró dejar inútiles a tres más de los guardias, el cuarto escapó. Tenían seis minutos.

Luego de un solo instante de lamentar el hecho de que el plan no había tomado la ruta fácil, Bak inmovilizo al segundo maestro tierra, y luego prosiguió a dejarlo inconsciente también El tercer maestro tierra sintiéndose valiente, intento hacer un movimiento para atraparlos a los dos, pero cuando su pie toco la tierra fue atravesado por uno de los cuchillos de Bak, y antes que pudiese gritar del dolor, ya estaba encima suyo o dejó inconsciente. Bak prosiguió entonces a quitarle el cuchillo del pie y a vendarlo.

-Lo siento mucho, espero que te recuperes de este daño que te hice.- Le dijo al hombre inconsciente, sintiéndose culpable de haber tenido que realmente herir a alguien. Un tercer sonido se escuchó y una pequeña nube de humo salió flotando de entre las puertas. Habían logrado todo hasta el momento. Cinco minutos.

-¿Donde están los explosivos, Bak?- Preguntó Yashio, impacientemente. Bak los saco de sus bolsillos: doce pequeños explosivos atados a doce cuchillos. Miró a Yashio, y le dijo.

-¿Estás listo? Solo tenemos cuatro minutos, y nos toma uno prepararnos.-

-Estoy más listo que para cualquiera otra cosa para lo cual lo he estado en mi vida.- Dijo, asumiendo la posición acorde a lo que habían practicado. Un viento empezó a formarse cerca de ellos, como una gran esfera en frente de Yashio. Bak desenfundó sus espadas dobles y empezó a atacar una parte de las puertas con toda su fuerza. El avance que lograba parecía ser poco, pero su meta no era atravesarla con las espadas. Al cabo de casi un minuto, se podían observar dos huecos con una cierta profundidad en diagonal elevada.

Bak dió un salto hacia atrás y para ese entonces ya la esfera había desaparecido. Doce pequeñas esferas de aire muy comprimido danzaban en las manos de Yashio. Levantó del suelo los cuchillos con los explosivos y comenzó a elevarlos en el aire, enviándolos hacia los orificios al golpearlos fuertemente con las partes planas de sus espadas en la base de sus mangos, mientras que a cada cuchillo que el golpeaba, una de las esferas de Yashio le aumentaba la velocidad. Se oían casi como disparos, el sonido de algo metálico volar a altas velocidades, luego un impacto y una explosión contenida. En instantes se escucharon doce de estas ocurrencias, pero para la mitad de la ciudad fueron totalmente inaudibles, sus sonidos ahogados en el de los fuegos artificiales.

Al haber terminado, se escucho el sonido de piedra quebrándose, seguido de un ligero temblor, producido por la parte superior de la puerta que se empezaba a mover. Bak y Yashio quitaron a todos los cuerpos de los inconscientes del camino. Quedaban dos minutos. El sonido fue grande y aparatoso, y de seguro ya los guardias especiales llegarían pronto. Ya no podían hacer más nada, excepto dejar que la física tomara su curso. Con angustia e impaciencia vieron como poco a poco la parte superior izquierda de la puerta se venía hacia abajo. En lo que les pareció una eternidad, la parte al fin término de derrumbarse, y ese sonido si fue escuchado por la mayoría del pueblo. Era el sonido de las puertas rompiéndose, y la última vez que eso había sucedido ocurrió una tragedia. Pero ya no era importante, aunque a la lejanía podían ver a los guardias especiales acercándose, ya Yashio había desplegado su planeador, y estaban los dos volando, atravesando la puerta.

En el último momento Yashio volteó a ver la ciudad y le pareció ver a Gintsu en el pleno centro de la ciudad, meditando, pero no tenía tiempo de si quiera pensar así que concentro todo sus ser en mover el viento alrededor de ellos, creando así una corriente que los elevara a los dos. No era la primera vez que lo hacían, pero era la más importante y Yashio no iba a dejar que los atrapasen. Pudieron ver como los guardias especiales les dispararon proyectiles pero por la distancia que tenían fallaron, y luego se quedaron en las puertas de la ciudad, como si ellos tampoco pudiesen salir.

Ambos gritaron de emoción hasta que sus pulmones no pudieron más, Y continuaron volando hasta que vieron pequeños islotes sobre los cuales descansaban, para luego seguir. Los primeros días que estuvieron haciendo eso, no podían ni hablar correctamente, solo saltar de la emoción, llorar, gritar. El horizonte se extendía hasta donde sus ojos podían ver, y cada bocanada de aire que tomaban era una nueva invitación a viajar cada rincón del mundo, los peces del mar nadaban libremente, haciendo un espectáculo sobre la tela marina para ellos. Todo sabía a libertad. Al tercer día, cuando estaban en pleno vuelo, consiguieron una pequeña embarcación con velas moradas, y fue su salvación, porque Yashio se encontraba en el límite del cansancio. A pesar de que empezaba a anochecer, pudieron descender con éxito sobre el navío, y fueron recibidos por varios hombres que les apuntaban con armas variadas.

-¿Que vienen a hacer aquí? ¿Por qué un maestro aire y un maestro fuego están en el medio de la nada?- Preguntó uno de ellos desconfiadamente. Todos eran de piel morena, y cargaban ropa azul, prueba de que eran de las tribus del agua.

-Nos encontramos perdidos, señor y queríamos pedirles que nos llevaran hasta la ciudad más cercana si no es mucha molestia.- Dijo humildemente Yashio.

-¿Por qué habría de ayudar a dos críos? No han hecho na-

-Eso es suficiente, Sato.- Interrumpió una voz con aire de autoridad. Los hombres le dieron paso a un otro hombre, de ojos azules y piel morena, que llevaba un traje un poco más complicado que el resto. Llevaba una expresión un poco severa, pero no inhumana -Si nos encontramos a dos chicos perdidos, los ayudaremos, no somos piratas, somos miembros ejemplares de la tribu sur del agua, y de todo modos pronto regresaremos a casa. No nos causa ningún problema llevarlos con nosotros.- El hombre que había hablado anteriormente hablo con un tono de humildad.

-Tiene razón, capitán Sumik. Me disculpo con ustedes, jóvenes viajeros, por haberme comportado de tal manera.- Sato se retiró con esas palabras. Sumik se acerco a los dos, y el resto de los hombres volvieron a sus tareas habituales.

- ¿Así que vienen de Gran Sur? No hay más nada en la dirección de donde vienen. Y son maestros elementales, o al menos tu lo eres.- dijo señalando a Yashio- He de suponer que han escapado.-

-Así es, capitán Sumik. Le estamos infinitamente agradecidos por ofrecernos ayuda, solo queríamos salir de allí, espero que no nos obligue a regresar. Y yo no soy maestro fuego, solo provengo de la nación del fuego.-

-Pueden descansar tranquilamente, la ley que tiene Gran Sur me parece una de las cosas más estúpidas jamás. De hecho, estoy impresionado de que nadie se haya opuesto antes. En fin, me caen bien, tienen agallas y habilidad, porque para tener las edades que tienen y haber intentado y logrado eso se requieren ambas. Abajo hay un par de camas vacías en una de las barracas, duerman allí. Si quieren comer, en la mañana y en la noche se sirve comida, pero ya que acaban de llegar díganle al cocinero que les prepare algo. Llegamos en un par de días a la tribu sur del agua. De allí podrán partir hacia otros sitios. Ahora debo ir a hablar con mis hombres, hablaremos más tarde.

-¡Gracias, gracias, gracias!- Dijo Yashio emocionadamente mientras corría hacia la cocina, Bak siguiéndole de cerca. En la cocina ambos comieron, cosa por la que estaban felices ya que habían comido solo cosas secas que Bak había logrado llevarse por días. Revisaron las barracas hasta que consiguieron dos camas que no tenían ningún tipo de pertenencia encima, y ambos se lanzaron sobre ellas.

- Que suerte tenemos de que tu padre sea amigo de uno de los productores de fuegos artificiales de la ciudad, Bak.- Yashio expresó en voz alta, recordando la extraordinaria cantidad que usaron en su escape.

-¡Sí, y todos los años los que no vende nos los regala! Qué bueno que los guardamos. Por mucho tiempo pensé que eran inútiles, pero estaba totalmente equivocado- Bak soltó una carcajada.

-Por cierto, Bak, hay algo que debo decirte. Tengo exactamente seis piezas de cobre,-

-¿¡QUE! ¡¿QUE DEMONIOS HICISTE CON EL RESTO, TE LO COMISTE?- Se levantó de la cama y lo vio con una cara de furia súbita.

-Es que todas las piezas de plata que tenia, se las di a los niños, como un regalo de despedida. Pero estaremos bien, ya pensaremos en algo, y por los momentos contamos con tu dinero- Le dijo con una sonrisa tan grande como pudo hacer. Bak se quedó en silencio por unos momentos, y luego empezó a reír descontroladamente. Yashio le siguió el paso, y en momentos estaban ambos llorando de la risa.

- Bueno, Yas por ahora te lo perdonaré porque ya no importa.- Y era cierto, no solo porque era Yashio quien los había logrado llevar hasta el barco, pero por todo lo demás. Otro día se preocuparía por cosas, y se tomaría el tiempo de molestarse si algo sucedía, pero no ese día. Ese día, no importaba sí en diez días les perseguían todas las maldades del mundo, ese día era irrelevante los peligros y obstáculos que el porvenir les estuviese preparando. Ese día, su rabia por el comentario previo de había disuelto en la inmensa felicidad de pensar que habían dejado atrás al viejo templo aire del sur, habían dejado atrás todas las estúpidas reglas de la ciudad y el futuro se veía brillante como el más intenso de todo los soles, en cuya luz se deshacían los problemas y las necesidades. Ya no estaban en los confines de Gran Sur.