Milo,hijo de Alexandros—y de Selek.
Parte 1
A Alexandros, sus padres le habían enseñado a seguir sus estrellas. El joven, nacido bajo el signo de Leo caminó cojeando por las escaleras de Santuario, preparado en su corazón y en su alma para servir a la Diosa de sus ancestros. El muchacho caminó orgulloso hacia el lugar en donde los otros se encontraban. No le importó que los demás se rieran de él, ya que para él, sólo la verdad de su corazón contaba. Petros, un aspirante a Cáncer se interpuso en su camino, haciendo que se detuviera abruptamente. Alexandros le miró sorprendido por su tamaño, lo cual de ninguna manera le hizo alejarse, "Muévete, por favor." Pidió él.
"¿Quién te crees que eres¿Un inútil queriendo convertirse en un Santo?"
A pesar de los insultos, Alexandros no respondió.
"¡Déjalo en paz!" Alguien más gritó tras ellos, haciendo que no solo los otros aspirantes, sino también los Maestros que se encontraban en ese lugar, se giraran para ver qué estaba ocurriendo.
"¿Quién eres¿Y qué te importa?"
"Yo soy Selek y me importa, eso es todo lo que necesitas saber."
Sin embargo, Petros no estaba dispuesto a dejarle ganar. Se apresuró a lanzarle un golpe, pero Selek no se lo permitió. El jovencito se movió lejos de él rápidamente, golpeando a Petros en el cuello. Petros se levantó del lugar donde había caído y corrió contra Selek, pero una figura enorme se interpuso. "Este es suelo sagrado, jovenzuelo, deberías mostrar algo más de respeto."
"¡No me toques!" Vociferó con rabia.
"¡Qué desperdicio, Prytania1!" El Santo se giro a mirar a la Amazona de Cáncer.
"Qué puedo decirte, Adam, no podemos esperar que todos ellos sean aptos para el trabajo¿no lo crees?" Respondió la mujer levantando los hombros. Ella fruncía el ceño bajo su máscara. Había demasiada rabia en el muchacho—y Cáncer era una Casa demasiado delicada de manejar. Las llaves de Hades les pertenecían y no todos podían manejarlas. Tristemente, se arrepintió de haberle considerado, "Envíalo de regreso a casa, Adam; ya tengo mi aprendiz."
"Pero…estoy aquí para ser uno de los Santos de Atena… ¡no puedes!"
"Y todavía se atreve a hablarte de esta manera, Prytania!"
La Amazona no respondió. Simplemente se movió hacia Alexandros, arrodillándose enfrente de él. "Es una pena que no puedas ser uno de nosotros, pequeño, sin embargo…", La mujer dudó por un instante antes de continuar, "Servirás a la Diosa a tu manera, eso tenlo por seguro." Alexandros quiso responder, pero no pudo encontrar las palabras para hacerlo. De alguna manera, su corazón supo que la Amazona estaba diciendo la verdad, aunque le doliera tener que aceptarlo.
"Nunca creí que una mujer pudiera ser un Santo Dorado," dijo él sin pensar en lo que estaba diciendo, notando que la mujer se había detenido y le estaba escuchando. "Lo siento." Se apresuró a disculparse en cuanto la vio mover la cabeza a un lado y cruzar sus brazos sobre su pecho.
"No hay diferencia entre ellos, ya que todos sirven a la Diosa…yo quisiera poder hacerlo¿sabes?" Le dijo Selek, el chico que lo había defendido de los otros.
"Lo mismo digo." Respondió Alexandros, su voz matizada con tristeza. Él entendía las implicaciones en lo que la Amazona le había dicho y eso le ponía más sombrío, ya que su discapacidad lo hacía indigno de Atena.
"No deberías estar triste, Joven León. Ya te lo he dicho, servirás a la Diosa a tu manera." La Amazona le respondió desde lejos, mientras los jóvenes la veían sostener la una de una niña y caminar con ella.
"Quisiera llegar a ver eso, uno de estos días." Habló Adam, el hombre que había hablado antes, "por favor perdona si Prytania ha sido dura contigo, pero está en lo cierto. Habría sido un honor tenerte como mi aprendiz. Yo soy Adam de Leo." El Santo lo palmoteó en la espalda y caminó, alejándose de él. Alexandros y Selek le vieron hablar con otro hombre similar a él. El extraño les miraba de soslayo y asentía, para luego acercarse a ellos.
"Estás aquí para las pruebas, joven Escorpio."
"¿Cómo lo sabe?" Preguntó Selek.
"Tus estrellas," le respondió Girtab señalándolas en el cuerpo de Selek, "Ellas hablan por ti."
Selek asintió, parándose en frente de Alexandros. Girtab le observó con cuidado. De alguna manera, el chico parecía querer proteger al otro. "Que la Diosa les bendiga y su amistad dure por siempre, pequeños." Dijo girándose a regresar con los demás, "Escorpio, sígueme."
Selek se giró a Alexandros "¿Estarás bien?" El otro asintió y Selek se giró de nuevo, esta vez mirando al Maestro de Escorpio, "ya tengo que irme…mi nombre es Selek." Dijo dándole la mano al otro.
"Yo soy Alexandros."
"¡Nos vemos, Alex!" gritó Selek mientras meneaba su mano en el aire. Alexandros le respondió con una sonrisa, para minutos después abandonar Santuario para siempre.
Muchos años pasaron y cada vez que Alexandros sabía que Selek estaría en el pueblo, se aparecía en los límites del Santuario para esperarle a que viniera a saludarle y pudieran salir a dar un paseo por el lugar. Ambos acababan de cumplir diecisiete años y el próximo mes, cuando la luna estuviera en Escorpio, Selek se sometería a las pruebas por la Armadura.
"¡Hermano!" Gritó Selek llamando a Alexandros, quien levantó su mano para saludarle como siempre. Aún después de tantos años—casi diez—ellos seguían siendo amigos. Alex había esperado por horas y ahora caminaban hombro con hombro en la ciudad y hacia el vecindario más cercano al Partenón, sólo para poder pasar una tarde juntos.
"¿Cómo va el entrenamiento?"
"Pesado, Girtab no me da un respire¿sabes? El día de hoy es en verdad una total bendición."
"Tu lo querías¿o ya no lo recuerdas Escorpio?"
"¡Suerte la tuya!" Le respondió Selek sonriendo, "¡Apolo, el aprendiz de Leo parecía a punto de renunciar esta semana!"
"¿¡De veras?!" preguntó Alex intrigado por el asunto, "Algunas veces yo quisiera…"
"Alex," Selek le detuvo, "La Maestra Prytania dijo—"
"Sé muy bien lo que dijo… ¡Es por eso que no puedes decepcionarme, Selek¡Mira que te lo estoy advirtiendo¡Tienes prohibido hacerlo!"
Los adolescentes se rieron y siguieron caminando. Nada les importaba más que esas charlas sobre Atena, mismas a las que estaban ya acostumbrados, o que Selek le enseñara a Alexandros sobre el cosmos, el cual Alex jamás se había atrevido a usar. Con cada paso que daban. El Partenón se veía más lejos de ellos, y la anticipación crecía en su interior.
Esa, era una noche que habían planeado por meses. Sabían que a Selek le sería permitido dejar el lugar y que incluso podría beber licor si lo deseaba. Todo parecía estar listo para ellos y una noche prometedora estaba enfrente de ellos. Era una agradable noche de verano y el calor del día ya había comenzado a disminuir, una suave brisa soplaba a su alrededor, sólo para su disfrute.
Aunque caminaban y hablaban, Selek giraba a todos lados mirando cada cosa a su alrededor, fijando en algún momento su vista en uno de los transeúntes. La mujer llevaba puesto un vestido de flores, rojo y blanco. Tenía las piernas más perfectas, al igual que su cintura y—sus pechos, que él hubiera visto alguna vez en su vida. Selek jamás había posado sus ojos en un ser tan hermoso y dado que todas las féminas en Santuario portaban la máscara, la visión ante él simplemente le sorprendió en demasía. Aún más, el largo y rubio cabello de la mujer, que sin dudar hacía juego con sus ojos color turquesa y su abrumadora sonrisa, hicieron a la mujer inolvidable para él.
"¿A la taberna, entonces?"
"Este—acabas de ver…"
"¿Pasa algo?"
"Nada, lo siento…a la taberna, Alex."
Alexandros se encogió de hombros, inseguro acerca de si debía preguntar algo más o no. Selek había regresado rápidamente a la conversación y pronto se encontraban en el lugar. 'Los Olímpicos' rezaba en la entrada del lugar, y ellos solo pudieron esperar lo mejor al cruzar la puerta. En el interior, el lugar parecía mucho más vivo que cualquier otro en que hubieran estado. Había allí personas que ellos conocían, de diferentes partes de la ciudad; había incluso personas del Santuario que estaban pasándola bien, ya fuera hablando entre ellos o tomando algo en la barra. Selek le mostró una mesa vacía a su amigo, y se dirigieron allí para sentarse y continuar con su conversación. Alex asintió, moviéndose algo más hacia Selek, para poder hablar en su oído ya que el ruido era muy fuerte. Selek entonces, se dirigió a la mesa y se dedicó a esperar por Alex y el vino que traería para beber.
Alex cruzó el lugar hasta la barra y pidió dos copas de vino rojo. Mientras el cantinero las servía, Alex se tomó su tiempo para mirar a su alrededor. A pesar de haber vivido toda su vida en Atenas, él nunca había estado en ese lugar. 'Los Olímpicos' estaba decorado con imágenes de los dioses del pasado y había pequeñas estatuas cuidadosamente puestas en pequeñas repisas en las paredes o en el centro de las mesas. El ambiente era cálido, o al menos así le parecía a él, pues en su cabeza, aún si en el lugar no hubiera una sola persona podría sentirse igual que en ese momento. Sonrió y agradeció al cantinero tan pronto como le dio las copas de vino, las pagó y regresó al lugar donde le esperaba Selek.
En su camino, Alex vio a una mujer que hablaba con el cantinero de manera animada. Se detuvo a verla, sonriendo mientras lo hacía. La mujer era la más hermosa que hubiese visto en su vida y quedó prendado de ella allí mismo. Ella levantó su mano, moviéndola para saludarlo, cerrando sus ojos turquesa mientras lo hacía. Alexandros levantó sus manos con los tragos en ellas, y le sonrió.
"Acabo de conocer la madre de mis hijos,"
"¿Tu qué?" le preguntó Selek, recibiendo las bebidas mientras este se sentaba enfrente de él.
Cuando Alexandros le contó a Selek sobre la mujer, éste sonrió ampliamente. Era la primera vez que Alexandros hablaba sobre una mujer, y el interés que Selek notó en su voz le alegraba. Para él, su amigo era el hombre más afortunado en el mundo.
Lejos de ellos, una mujer vestida de negro, de piel clara y cabello largo y oscuro les veía con interés.
"¿Prytania, algo interesante?" Le preguntó el hombre a su lado en voz baja.
"Sólo observo, Girtab. Tu discípulo…no te ha visto¿verdad?" La mujer se giró a mirar al hombre quien meneó su cabeza asegurándole que así era. "Ellos…" Dijo ella señalando hacia donde estaban los jóvenes, "…hoy se han encontrado con su destino…qué triste." Terminó de decir, girando a mirar al Maestro de Escorpio.
"¿Por qué dices eso?" Preguntó él en tono exigente.
"¿Cuánto le puede tomar a una mujer el destruir una amistad que estaba destinada a durar por siempre?" Ella se giró a mirarle, el tono de su voz un tanto desafiante.
No recibió respuesta alguna y en realidad no la necesitaba. La Amazona de Cáncer ya lo sabía. Esa noche, como todas las noches cuando salía del Santuario y no estaba de guardia, se quitaba su máscara. Era la mejor manera de tener una vida 'normal' y de esa manera, no le tendría que explicar a los extraños el porqué portaba una máscara. En el lugar había otros maestros, pero éstos no sabían quién era ella, sólo Girtab lo sabía y con él, el secreto estaba a salvo. Además, ella era demasiado cuidadosa como para permitirles saberlo. Prytania incluso usaba otro nombre y escondía su cosmos de ellos.
Cuando los dos maestros regresaron a su mesa, los otros le sonrieron y en voz baja, felicitaron a Girtab por su hermosa compañera.
Cáncer y Escorpio se miraron con temor. Prytania nunca se había equivocado con sus predicciones y él lo sabía. Y eso, era a lo que más le temía.
El día de la prueba por la armadura había llegado finalmente. Ante todos en el Santuario, Selek y Girtab se erigían, de pie en el medio del Coliseo. La ceremonia del paso de la armadura a su aprendiz era algo que Girtab no quería haber experimentado tan pronto. Después de la premonición de Prytania, Girtab había estado prestándole mayor atención a Selek, y cada que le preguntaba por Alexandros, siempre recibía la misma respuesta. Todo estaba bien entre los dos amigos, lo que hacía que el Maestro de Escorpio se sintiera más aliviado.
Desde la semana anterior, Selek y él mismo habían pasado sus días sumidos en meditación; preparando sus mentes para el encuentro que tendrían enfrente del Patriarca. Si Selek fallaba, eso querría decir que Girtab tendría que buscar un nuevo aprendiz, porque el fallar sólo podría significar la muerte del otro. Esa era la maldición de la Casa de Escorpio. Sin embargo, él sabía que Selek no lo defraudaría. A través de los años, el joven se había mostrado digno de sus enseñanzas y de las de Santuario.
Ahora, que se encontraban frente a frente y sus rostros no mostraban ningún tipo de emociones, Girtab dudaba. ¿Y si lo que Prytania había dicho en realidad llegaba a pasar y Selek perdía a su amigo? Sabía que eso sería devastador para el muchacho. Sin embargo, el hombre decidió confiar en su corazón y seguirlo. Todo estaría bien, se decía, fue entonces que el Patriarca dio la orden y él se abalanzó sobre Selek.
Cada técnica fue hecha ante el Patriarca. Todo lo que había sido y enseñado por años, se revestía del cosmos de los dos escorpiones, mientras uno probaba el poder del otro. En las gradas podían escucharse los ecos de los gritos de emoción y los consecuentes silencios en los que se sumían cada que la Aguja Escarlata les perforaba sin distinguir entre Maestro y Discípulo. Todas serían inflingidas, a excepción de Antares. Esa sería usada sólo de ser necesario. La técnica de Selek era perfecta y su mente estaba más tranquila de lo que Girtab pensó que estaría.
El hombre sonrió, deteniendo la lucha.
"Girtab de Escorpio¿qué estás haciendo?" preguntó el Patriarca exigiendo una respuesta de parte de su Santo.
"Mi aprendiz no necesita de más pruebas, Mi Señor. Selek es digno de la Armadura y de Atena."
"¿Qué te hace decir eso, Escorpio?"
"El hecho de que al igual que usted, he notado su cosmos brillar con la gloria de su Casa y en armonía con el de Atena en este Santuario."
Shion, el Patriarca de Santuario también sonreía tras de su máscara. Sabía lo que Girtab estaba diciendo. No había necesidad de forzar a Selek a alcanzar el séptimo sentido porque ya le era natural. El hombre asintió, señalando con su mano que la lucha había terminado.
La Armadura de Escorpio brilló enfrente de Shion, para luego dejar su lugar en la caja e irse a cubrir el cuerpo de Selek. Girtab se arrodilló ante él, mostrándole su respeto al nuevo Maestro de su casa. Luego se puso de pie y abrazó a Selek, quien aún se preguntaba qué era lo que había ocurrido, mientras se aferraba a él.
"Maestro…"
"No Selek, ya no soy tu Maestro, sino tu antecesor. Honra la Armadura que te ha sido otorgada y nunca abandones a la Diosa. Obedece al Patriarca y respeta este recinto sagrado. Esto es lo que eres, Selek de Escorpio. Nunca lo olvides."
Selek asintió.
Todos a su alrededor gritaron presa de la emoción por lo que acaba de ocurrir, y con ello hicieron que Selek volviera a la realidad. Entonces, todo era cierto. La Armadura en realidad estaba cubriendo su cuerpo y se ajustaba a él. El hombre tomó el casco y lo puso bajo su brazo, para luego arrodillarse ante su maestro. El gesto tomó a todos por sorpresa, ya que no era la costumbre honrar al antiguo dueño de la Armadura. Selek al actuar de esa manera, hacía caso omiso a las reglas. Para él, era más importante el honor que las reglas y era Girtab el artífice de su conversión en el nuevo Maestro.
"Ve, él te está esperando." Le dijo Girtab tan pronto como se puso de pie. Lejos en las graderías, Selek vio a Alexandros acercándose a él. Adam, el Maestro de Leo y Prytania le habían pedido permiso a Shion para que el joven estuviera con Selek en ese día. Shion no pudo entender las razones de tal petición hasta que vio le vio.
Alexandros era alguien digno de la Diosa, pero con ninguna oportunidad de convertirse en uno de ellos.
El joven abrazó a Selek. Su mejor amigo al final había obtenido por lo que había estado entrenando y trabajando por tantos años. Alexandros le miraba, admirando la Armadura. Selek tomó su casco y rió inmediatamente, seguido por Alexandros en cuanto se lo puso a éste, mientras los demás presentes les miraban sorprendidos.
"Entonces es cierto Prytania." Le dijo el Patriarca a la Amazona que estaba a su lado, "Los mejores amigos, casi hermanos…qué triste que exista esa sombra en su futuro."
La mujer asintió y siguió a Shion junto con los demás Maestros y hacia el Templo de Atena. Estarían allí por los próximos días hasta que un nuevo aprendiz recibiera su armadura.
"¡Escorpio!" Le llamó el maestro de Tauro, mostrándole el camino. Selek asintió a su vez, dándose cuenta de que sus deberes habían cambiado.
"Te dije que no iba a decepcionarte."
"Siempre lo supe, Selek."
"Me llaman," Dijo Selek, "te buscaré tan pronto como pueda, Alex."
Se dieron la mano y se despidieron. Alexandros le vio caminar alejándose, portando su Armadura con orgullo. Cada persona en el lugar iba marchándose. Su rutina diaria continuaría ahora que la ceremonia había terminado.
Girtab aún estaba de pie en el medio de la arena. Su rostro estaba encarando el cielo, recibiendo los cálidos rayos del sol en él. Su mano derecha cruzaba sobre su pecho, y tocaba su hombro izquierdo. Alexandros le vio sonreír feliz, dándole la bienvenida a esos rayos. "Maestro Girtab." Le llamó, pero no obtuvo respuesta. Simplemente se le quedó mirando, para luego verle desplomarse antes sus ojos.
Alexandros corrió a pesar de su cojera y hasta caer al piso al lado del hombre. El joven sostuvo al Maestro de su amigo en sus brazos, notando la palidez en su rostro y los ojos que le miraban lánguidamente.
"Perdónale, Alex…él jamás te haría daño."
"Pero, Maestro…"
"Él…Selek…"
Sin embargo, Girtab no pudo continuar hablando. Su corazón se había detenido y su mano se aferraba al pecho de Alexandros para luego caer al lado de su cuerpo yen el suelo, su cuerpo haciéndose más pesado. Alexandros gritó con todas sus fuerzas ya que correr no era algo que pudiera hacer. No permitió que el cuerpo del antiguo Maestro de Escorpio cayera al suelo y le sostuvo, hasta que Selek llegó y les encontró.
Selek cayó de rodillas a su lado, dándose cuenta de lo que había ocurrido. Girtab yacía muerto en el regazo de su amigo y supo que era el veneno nacido de su cosmos el que había provocado la muerte de Girtab.
"Lo siento…" susurró, para luego tomar el cuerpo en sus brazos, y llevarlo a la Cámara de los Caídos, aquella en que eran recibidos aquellos que habían muerto bajo la protección de Atena. El nuevo Santo no se atrevió a llorar.
Alexandros fue acompañado hasta las afueras del Santuario y por muchos meses, los amigos no estuvieron en contacto.
1 Prytania, nombre dado a Hécate, una de las diosas de la triple diosa de la Luna. Hécate es la Crone, Selene es la Diosa y Artemisa la doncella. Cancer es protegido por la Luna.
