¡Hola! Bien este es mi primer fic de Hellsing, espero que les guste. Depende de ustedes que esta historia continúe.
Disclaimer: Hellsing es de Kōta Hirano, y en cierto sentido también lo sería de Bram Stoker, pero estoy divagando.
Seras suspiró por enésima vez en el día-o mejor dicho noche. Hacía unos meses que su maestro había regresado de destruir almas. Tal como habían supuesto ella y Sir Integra, su amo no había cambiado ni un poco, seguía siendo aquel pistolero loco que se deleitaba malsanamente con la masacre y el caos. Eso también significaba que la veía como nada más que su aprendiz, nada más que la Chica Policía… no la vería como lo que era… una mujer, una mujer estúpidamente enamorada de su maestro. Una irónica y triste sonrisa surco sus labios, ella no era una mujer, sería una chica por la eternidad hasta que la muerte la alcanzara.
Durante los treinta años de ausencia de su amo Seras estuvo interesada en su pasado, así que armándose de valor le había pedido a Sir Integra el permiso para indagar en los archivos de su bisabuelo. La mujer mayor la había mirado con suspicacia antes de cederle el permiso, pero antes de dejarla ver los expediente la había prevenido.
—Puede que no lo parezca, pero la diferencia entre el Conde Drácula y Alucard es muy grande—se mostró incomoda antes de dejar aquel especia de diario en las pequeñas manos de la draculina—, no te sorprendas si la persona que describe las memorias de mi abuelo parece otra.
Y sin más la había dejado. Seras se horrorizo al leer las atrocidades del Conde y todo el daño que le provoco a Mina Harker y todas aquellas personas que Mina amaba, como su amiga Lucy… Ciertamente su amo era un ser despiadado y cruel, pero no había punto de comparación entre él y el malvado Conde. Y todas esas atrocidades, todas esas vidas destruidas habían sido provocadas por una sola cosa, un amor enfermizo. Recordó una pequeña anotación que Sir Arthur había hecho en algún momento en ese diario:
«Este mundo hospeda a varios monstruos al parecer inmortales… y cada vez que veo uno, una curiosa pregunta me viene a la mente. ¿Pueden ellos realmente haber elegido su inmortalidad? Todos parecen buscar la guerra… Baños de sangre sin fin… Dejando nada más que lágrimas y angustia a su paso. No creo que eso sea lo que ellos quieran. Nosferatu, No-live King. Él no tiene su castillo, su reino, sus siervos… Ni el corazón de otro o incluso no tiene su propio corazón… Merodea sin rumbo y ciegamente hacia delante… Es un espectro fantasmal que erradica todo lo que vea en su camino… Lo que realmente pienso al respecto de este horripilante e imparable monstro… Honestamente lo compadezco. Él parece un lamentable niño, llorando y estremeciéndose en sus rodillas.»
Las palabras de Arthur resonaron en su cabeza como las campanadas de una iglesia anunciando algo tan verídico e irrevocable como lo es el ocaso. Su amo actuaba como como un demonio sin corazón, y es que no tenía uno, pues algunos siglos atrás lo había entregado a alguien que no lo quería y por consecuencia lo había perdido. Quizás él, en aquel entonces cuando aún era mortal y estaba a un paso del báratro, no fue lo que realmente anhelo; su amo no quería esta eterna condena, el mismo lo había dicho-no de manera implícita, claro está- a Anderson en aquel fatídico día de la batalla contra Millenium. Y ella misma lo vivía en carne propia; ahora que los años habían pasado y ella se quedaba congelada en el tiempo, mientras los demás crecían, tenían familia y vivían amenamente, comprendía la magnitud de la decisión que había tomado hace treinta años en la ahora inexistente villa de Cheddar.
Nunca se había puesto a pensar en que quería ser madre, es decir, ¿quién a los diecinueve años planea convertirse en madre? Pero con el paso de los años se dio cuenta de que la ilusión de enamorarse con un buen hombre, de tener una relación bonita, de casarse y posteriormente formar una familia era solo eso, una ilusión, pues siendo una vampiro ya no tenía al alcance ese anhelo. Sabía de antemano que los vampiros conformaban parejas como los humanos, pero ese era un acto más carnal que sentimental y ella no buscaba eso.
Unos cuantos años atrás, siendo todavía bastante inmadura, pensaba que podía encontrar en su maestro lo que tanto anhelaba, quizás no pudiese ser madre, pero tener a alguien a tu lado incondicionalmente era lo que ella quería, pero tras repasar una y otra vez las memorias del Dr. Van Helsing se dio cuenta de que todo lo que había hecho su amo, todo lo que era hoy en día era por ella, por Mina Harker, la mujer que tanto anhelo y nunca pudo ser suya, y Seras sintió envidia-bastante ridícula, pues sentía envidia de una mujer que tenía siglos de muerta- por tener lo que ella no tenía, por ser la mujer anhelada, por ser perfecta para su maestro, por ser simplemente ella.
Sintió que algo caliente surcaba su mejilla e instintivamente se llevó la mano a esta, para ver de qué se trataba. La tela blanca tela de su guante comenzó a teñirse de carmín a causa de sus lágrimas de sangre, sacudió la cabeza y limpio sus mejillas con su antebrazo. Esta noche no quería llorar, quería sentirse querida y necesaria y sabía quién la haría sentirse así. Con una sonrisa entusiasta sus sombras se arremolinaron y tomaron forma de alas de murciélago, las desplegó y emprendió el vuelo.
Alucard observó desde el ventanal del despacho de Integra como su draculina emprendía vuelo hacia el horizonte y se perdía en el manto oscuro que era el cielo nocturno. Su ama estaba demasiado ocupada con el papeleo como para prestarle atención, pero aun así se percató de lo extrañamente silente que se encontraba su sirviente, haciendo un momento a un lado y dirigió su atención a lo que mantenía tan callado a su siervo, al percatarse del destello escarlata que se percibía en el cielo supo enseguida la causa del mutismo de Alucard.
—Hace como un año y medio que empezó con sus salidas—comenzó mientras revisaba unos formularios, captando la atención del vampiro—, le pregunte el motivo de sus salidas y ella me respondió que iba a ver a un amigo.
—Que se relacione con humanos es peligroso—comentó ausente el Rey sin vida.
—Por lo que me comento, tengo entendido que no es a un humano al que va a visitar—Alucard la miró intrigado, ella simplemente suspiró—. No te hagas el desentendido conmigo, sé que los FREAK's no son los únicos vampiros que vagan por el mundo, soy consciente que muchos de tus… ehmm… descendientes vagan libres en el mundo justo en este momento—por toda respuesta Alucard le ofreció una amplia sonrisa de dientes afilados, arrogante y perversa.
—Por algo eres mi ama—ronroneó con burla, ganándose una mirada desdeñosa de la mujer mayor, lo que hizo que su sonrisa se ensanchara más, para después desaparecer y dar paso a un ceño fruncido— ¿Y tú conscientes esto?—preguntó refiriéndose a Seras.
—Solo le advertí que si su amigo era el responsable de una masacre, no me tentaría el corazón y enviaría a que lo cazaran, sin importar quien fuera.
Alucard al ver que no era requerido y que o había nada más que valiese su tiempo decidió dejar sola a su ama y dirigirse a su habitación en el sótano. Desapareció por la pared dejando a una muy pensativa Integra observando el lugar por donde había desaparecido. Siempre le inquieto las acciones de Alucard hacía Seras. Estaba de más decir que su sorpresa y turba fue inmensa, aquella noche cuando regresó de haber eliminado a aquel vampiro, con aquella pequeña chica en brazos, anunciando que no había ningún sobreviviente. Si era sincera al principio lo había tomado por estúpido, pero cuando había dicho que la chica también estaba muerta se temió lo peor, y para su desgracia sus temores fueron acertados. ¡La había transformado en vampiro!
Aun recordaba la discusión, o mejor dicho la serie de insultos que le había soltado por su imprudencia, después de que habían alojado a la chica en una habitación en el sótano. Le había preguntado, no mejor dicho le había exigido que le explicara los motivos del por qué había transformado a esa Chica Policía en vampiro, a lo que el muy idiota con total descaro le había dicho que por puro capricho, en ese momento estuvo muy tentada a meterle una bala entre ceja y ceja, aunque sabía de antemano que eso no le haría ningún daño.
Sin embargo comenzó a darse cuenta del apego de Alucard hacia Seras, muy a su extraña manera, claro está. Aun recordaba como poco antes de que Alucard abordara el Deméter para ir a enfrentarse a Rip Van Winkle, ella se había acercado a Sera y le había preguntado qué es lo que había hecho en el momento en que los soldados enviados por ese tal Tubalcaín habían entrado con la intención de matarlos, no pudo disimular su sorpresa cuando Seras le había dicho que Alucard prácticamente la obligo a esconderse en uno de los muebles de la suite; y aunque la pequeña Victoria lo había visto como un acto por parte de su amo para que no le estorbara en el momento en que se divirtiese con los soldados, Integra, por su parte lo había visto como un acto para que no tuviese que presenciar directamente la masacre que iba a causar.
También recordaba cuando se había plantado frente a ella con su apariencia original, como la chica un poco confusa y temerosa le había dicho lo primero que se le había venido a la mente, lo cual había ido señalar su bigote, y como él le había revuelto el cabello suavemente, como una muestra de afecto, y le había sonreído con- algo muy difícil de creer pero cierto- cariño. Estaba claro que el apego que Alucard sentía hacia su aprendiz era grande.
Suspiró y apartó la mirada de la pared por donde había desaparecido su sirviente y casi gimió de frustración al ver las, todavía, altas torres de papeles que debía revisar, leer y firmar. Se froto el cuello y llamó a su mayordomo por la línea de servicio.
—Harrison, necesito un nuevo paquete de cigarrillos.
Alucard agitó perezosamente el líquido rojo de su copa para después de un solo trago vaciarla. Algo lo perturbaba, y ese algo tenía nombre y apellido. Seras Victoria. La conversación con su ama seguía dando vueltas en su cabeza. No se le había pasado por alto el hecho de que su ama había dicho amigo en lugar de amiga, y por alguna extraña razón, el saber que un vampiro estaba constantemente cerca de su draculina lo impacientaba. Sabía de antemano como eran las uniones entre un vampiro y una vampiresa, todo era sexo en ese tipo de… conexión, porque no se podía catalogar como relación, y el imaginar que su ingenua e infantil draculina tuviese ese tipo de encuentros con algún vampiro de cuarta le revolvía el estómago.
Tal sentimiento le hacía sentir un tanto estúpido, él era su amo, sin duda, pero la draculina tenía libre albedrío, podía liarse con quien quisiese y… oh, ¿por qué ese pensamiento le causaba esa desagradable opresión en su muerto corazón? Se sentía incluso peor que las bayonetas de Anderson intentando llegar a su inerte órgano para dar fin a su larga existencia. Por alguna razón que no comprendía-o que no quería admitir- la idea de su draculina liada con algún idiota no le hacía ni pizca de gracia, una recordaba la extraña molestia que se asentaba en su cuerpo cada vez que ese mercenario francés estaba cerca de su draculina, aunque claro, nunca lo exteriorizaba.
Se sirvió un poco más de vino de nueva cuenta de un solo trago bebió todo el líquido, se quitó sus lentes y se froto lo ojos, para después dirigirse hacia su féretro, necesitaba despejar su mente y una siesta le parecía lo más apropiado para ello.
Seras aterrizó cerca de un bonito lago, alejado de la mano del hombre, a unos pocos metros una modesta y acogedora cabaña se podía apreciar, podía ver las luces del interior encendidas, dando a revelar la presencia de alguien en la modesta morada. Entusiasmada, se dirigió hacia la puerta y sin molestarse en llamar entro a la vivienda, al entrar al living pudo ver que cerca del sillón había una copa, que sin duda era de vino y un libro con una página marcada, volteo hacia todos lados tratando de hallar la presencia que estaba buscando pero extrañamente no la encontraba. Al darse la vuelta casi grita del susto al chocar con el pecho de un apuesto hombre de cabello ocre y ojos intensamente rojos como lo suyo, que le sonreía burlesco.
—¡Charlie! ¡Ya te he dicho que no hagas eso!—le reclamó haciendo un gracioso mohín de disgusto, que la hacía parecer una niña pequeña haciendo pucheros. El hombre soltó una risa al ver el gesto de la draculina, la aterciopelada y gruesa voz del hombre provocó un cosquilleo en el estómago de Seras.
—Lo siento Gatita, pero es que siempre es divertido ver tus reacciones—caballerosamente la guio hasta el sillón de dos plazas para que se sentaran juntos—. Y dime, ¿por qué no habías venido en estos últimos meses? Me he sentido abandonado—comentó con melodrama.
—Oh—se removió, incomoda—, lo que pasa es que mi maestro acaba de regresar no hace mucho—Charlie alzó las cejas sorprendido.
—Vaya, no tenía ni idea de que su Alteza había regresado—murmuró con asombro.
—Sí, ha vuelto—miró hacia el suelo, no quería volver a sentirse triste, quería olvidarse, aunque sea por un momento, de aquel sentimiento no correspondido—, pero dejemos a mi maestro a un lado, cuéntame, ¿has dónde has ido ahora?
Charlie sonrió ante el entusiasmo de la draculina por saber una anécdota sobre su más reciente viaje. Era una de las cosas que más adoraba de aquella pequeña chica, de hecho, la adoraba toda ella, sus virtudes, sus defectos, sus elocuencias y sus actos un poco infantiles, después de todo, cuando se esta enamorado, adoras cada fibra del ser amado.
¡Hey, hey! Que hay linduras, aquí yo con una idea que ha surcado mi cabeza desde hace un tiempo y que por fin he logrado plasmar. Les advierto que me encanta el conflicto y los triángulos amorosos, así que no duden que hare sufrir un poco a Alucard y a Seras. Integra tendrá un papel más bien secundario en mi fic, pero no se preocupen, no la he descartado. Por favor dejen un comentario, cualquier crítica constructiva será más que bien recibida.
Se despide: Usagi.
