Disclaimer: Los personajes de la historia no me pertenecen sino son propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi. La imagen de la portada tampoco me pertenece.


Solo habían transcurrido dos meses desde que se diera inicio al año 1741. La pequeña isla Kanon brindaba a sus habitantes un hermoso paisaje que conseguía despertar todos los sentidos. Ésta se hallaba rodeada por el mar Mediterráneo y su cálido clima mezclado con la brisa marina producían una sensación sencillamente maravillosa. Claro, no todos los habitantes se detenían a admirar y disfrutar de este encanto natural, solo aquellos cuyos sentidos estaban de alguna forma más desarrollados, o aquellos cuya vida en soledad les había permitido disfrutar, como fuese el caso del joven Deuteros, quien para ese entonces tenía veinticinco años. Ese aire marino llenaba hasta el último rincón de sus pulmones y revitalizaba hasta la última fibra de su ser. Por ello cada día el joven visitaba las orillas del mar justo antes de la puesta de sol. Es que simplemente aquella era la única instancia que tenía de sentirse libre, observando la inmensidad del mar, pensando que hasta el grandioso astro sol se podía perder en él. Luego, no podía dejar de admirar además la grandeza del firmamento, el cual ya al anochecer se cubría de un sinfín de estrellas que aumentaban esa sensación de libertad que le llenaba el alma. Todo ello lo comparaba también al poder de la tierra, el cual él en carne propia había podido descubrir a través del volcán. Para poder disfrutar en plenitud se desprendía de aquella fea máscara de cuero una vez que llegaba a ese lugar que tanto disfrutaba. Es que sin ella el joven Deuteros no salía de su morada. Todo el mundo en aquella isla creía que él no era más que un demonio que solo se dedicaba a traer mala fortuna al poblado de la isla, puesto que se decía que ese temible demonio devoraba personas y además, que la furia del volcán era su responsabilidad.

-Pensar que todos me detestan en esta isla….- solía decir para sí.

Sin embargo Deuteros trataba de que esto poco le importara. Había pasado varios años de su vida solo, siendo menospreciado, valorado-en cierta forma- solo por su hermano gemelo Aspros, por lo que un desprecio más era, en cierta forma, indiferente para él. Que la gente creyese que era un devora hombres le daba lo mismo, pues jamás hizo ni haría nada semejante. Todos esos esqueletos que yacían cerca del volcán que él frecuentaba solo pertenecían a osados visitantes que no temían acercarse en demasía al volcán y como consecuencia a esa acción temeraria terminaban siendo abrasados. Aunque para los pobladores lo más sencillo era culparlo a él.

Tampoco era cierto que vivía en el volcán Kanon como se creía. Aquél era el lugar donde le gustaba entrenar, ya que contaba con la privacidad necesaria y con obstáculos que sin duda debía vencer. Obstáculos muy poderosos que hacían de él un guerrero más y más fuerte cada día. Era la única manera de hacerse más poderoso. Era ahí, dentro del volcán, donde ponía en práctica todas aquellas técnicas que aprendió de su hermano mayor, mientras le observaba entrenar. En su corazón deseaba ser tan fuerte como Aspros, a quien amaba y admiraba con todo su corazón. Nunca le importó ser su sombra, pero a su gemelo aquella situación sí le incomodaba. Deuteros se sentía feliz de saber que al menos su hermano era el orgulloso portador de la armadura de Géminis.

Su verdadero hogar se hallaba justo a los pies de su lugar de entrenamiento. No era precisamente una casa, sino más bien una pequeña y humilde cabaña de solo una habitación donde vivía solo él. Era muy sencilla, hecha de madera algo vieja que él había logrado conseguir por ahí. Aún así, era su hogar y era un lugar donde igualmente disfrutaba estar.

Aquella tarde, luego de una ardua jornada de entrenamiento, Deuteros llegó hasta su casa simplemente agotado. Es que el entrenamiento comenzaba muy temprano, a eso de las 5 de la madrugada y no finalizaba hasta las 6 de la tarde. Entró a su cabaña cubierto en sudor, producto del esfuerzo y del abrasador calor del volcán. Sin embargo, pese al cansancio, Deuteros siempre tenía el ánimo y las energías para visitar su lugar predilecto en el mundo. Se quitó su camiseta de entrenamiento que a esa altura ya estaba bastante desgastaba y procedió a tomar un baño usando un balde con agua que vertía sobre él. Luego se dedicó a secarse y vestirse con parsimonia, pues no había nada que le apresurase. De vez en cuando degustaba de algún bocado si es que encontraba algo en su alacena. No era fácil para alguien como él conseguir alimentos en aquel poblado de la isla, por lo que se alimentaba de lo que la naturaleza le brindaba, especialmente el mar que muchas veces le enviaba con las olas algo de comer.

Cuando salió con su máscara puesta sentía que ya casi podía sentir el agua del mar en sus pies. Lo mejor de todo era que ése, su lugar, era solo para él. Nunca ningún habitante siquiera osó llegar hasta ahí por temor a ser atacado por el demonio de la isla y en realidad para el joven de cabellos azules era simplemente perfecto.

Llegó hasta aquel roquerío en el que siempre se sentaba. Se dispuso a retirar su máscara y tomar una gran bocanada de aire. Cerró sus azules ojos y se concentró en el sonido del mar, de las olas agolpándose contra las rocas. Nada en el mundo se podía comparar a eso.


Al mismo tiempo, pero por el otro lado de la pequeña isla cerca del poblado, una joven de unos veinte años hacía exactamente lo mismo: disfrutar del hermoso paisaje que las puestas de sol le brindaban. La chica se llamaba Raissa y había vivido en esa isla durante toda su vida. Ella era una muchacha delgada, de mediana estatura. Sus ojos y sus cabellos eran de color marrón, siendo estos últimos un poco más claros que los primeros. Su piel era un poco tostada producto de la brisa marina a la que siempre había estado expuesta. Raissa vivía solo con su madre, quien había enviudado hacía unos diez años, obligándolas a ambas a trabajar para así poder subsistir. Cada noche ella junto a su madre preparaban pan, el que Raissa llevaba cada mañana hasta el centro del poblado para así venderlo. Las cosas no habían sido fáciles para ellas, pero al menos el resultado de todo ese esfuerzo les daba para comer y con eso se conformaban. Nunca habían aspirado a más.

Aquella joven, al igual que cada habitante de la isla, había escuchado hablar del demonio de la isla en reiteradas ocasiones. Por la misma razón evitaba visitar el lado de la costa cercana al volcán y se dirigía hasta el otro lado, que pese a que parecía estar alejado una gran distancia, no eran más de unos doscientos metros a la redonda.

Una conocida anciana del lugar y quien solía comprarle a Raissa un par de panes cada día, no cesaba de advertirle de los peligroso que ese demonio era y que por nada del mundo debía acercarse hasta el volcán.

Esa tarde, luego de una larga jornada de trabajo, Raissa se fue directo hasta la playa. Aquel día las ventas habían estado muy lentas y eso le significó tener que quedarse hasta alrededor de las cinco de la tarde hasta vender el último pan. Existían días en que solo le tomaba la mañana vender todo, pero no siempre era así.

Cuando hubo llegado, se quitó su calzado y disfrutó de las olas, que aquella ocasión mojaron sus ropas un poco más de lo normal. Pero a ella poco le importó. Pasó así, pensando y descansando. Por lo menos un par de horas habían transcurrido desde que llegase ahí. Cuando salió de la ensoñación, notó que ya casi era momento de que el sol se pusiera, por lo que se alejó un poco de la orilla y se sentó sobre la arena, cerrando cada cierto rato los ojos. Es que ese paisaje le hacía olvidarse un poco de la pena que sentía, pero ¿qué pena? Pues bien, la pena más grande era la de tener que casarse con un hombre a quien no amaba. Su madre la había ofrecido en matrimonio a un comerciante bastante mayor que ella. De hecho el hombre tenía ya cincuenta años de edad. Era comerciante y había quedado viudo hacía unos tres años. Aunque pareciera cruel, su madre lo hacía con la mejor intención- según ella- en el mundo. Solo quería que su hija tuviera un mejor pasar y sin duda ese hombre se lo daría. ¡Si hasta la oportunidad se había dado sola! Ya que había sido él quien se había acercado hasta la mujer a pedir la mano de su hija y por supuesto no podía rechazar esa petición.

A Raissa le causaba mucho dolor aquel inminente matrimonio, pero sabía que era lo mejor. Para ella no existiría otra oportunidad así. Además, de esa manera estaría ayudando a su madre para que no tuviera que seguir trabajando tan duro, puesto que su salud se estaba deteriorando.

Lo que sí, de alguna manera Raissa lamentaba, era no haber podido enamorarse y saber lo que era el verdadero amor.

Estaba nuevamente muy sumida en sus pensamientos. Abrió los ojos encontrándose con el instante preciso en que el sol se terminaba de perder en la inmensidad del mar. Muy extrañamente, para ser casi de noche, una gaviota se le acercó. Sí, era la misma que llevaba ya unos varios días haciéndole compañía. Era como si el ave supiese que un poco de compañía le asentaba perfecto a la joven castaña. Incluso hubo una ocasión en que la gaviota le llevó la cabeza de un pescado a modo de presente el cual sin duda Raissa había agradecido.

-No sabes cómo te envidio!- habló la joven a la gaviota –Eres libre de hacer lo que quieras y donde quieras. No necesitas trabajar y sin embargo nunca te falta qué comer. Además en varias ocasiones te he visto acompañada por otras gaviotas. No estás sola.- suspiró- …en cambio yo….me siento sola y no soy libre-

Por un instante se sintió ridícula por haberle dirigido esas palabras al ave. Sin duda había sido una actitud bastante pueril de su parte, por lo que se reprendió mentalmente. Repentinamente la gaviota comenzó a graznar, haciendo que la joven diera un respingo. Es que aquel no era un sonido para nada armonioso. La muchacha observó al ave con atención, sobre todo después de un par de minutos en que ésta no cesaba su graznido. Luego, muy alterada, la gaviota comenzó a volar a muy baja altura. Volaba en círculos llamando inclusive más la atención de la joven.

-¿Qué ocurre contigo?- habló ella -¿Acaso me quieres decir algo?-

La gaviota luego dejó de volar en círculos y empezó a volar en línea recta, pero solo un metro por sobre Raissa. Fue entonces que decidió seguirle. Ni cuenta se dio que había avanzado una distancia considerable. La gaviota tomó más altura y se perdió del lugar.

-¡Hey!- exclamó ella- ¿Qué sucede contigo?! Me haces venir hasta aquí y luego te vas. ¡Vaya compañera que resultaste ser!-

En ese preciso instante la chica notó que había alguien cerca. Se acercó un poco más para ver mejor, puesto que ya la claridad era casi inexistente. Pudo darse cuenta que por la forma de su silueta se trataba de un hombre que permanecía de pie a la orilla del mar. Quiso acercarse un poco más para así ver de quién se trataba, desconociendo por completo que a esa altura ella ya se hallaba del lado del volcán. Estaba a escasos dos metros de ese extraño y Raissa sabía que era una acción un tanto temeraria.

Indudablemente siendo Deuteros un hombre muy especial y con sus sentidos más desarrollados que el común de los hombres, ya había notado la presencia de una mujer cerca de él. Bueno, tampoco había que ser superdotado para darse cuenta después de oír la conversación que la chica había sostenido con alguien que no se explicaba quién podía ser.

Cuando el joven peliazul la tuvo demasiado cerca, decidió hablar haciendo que la chica diera un respingo monumental.

-¿Qué haces aquí?- inquirió él secamente -¿Es que acaso quieres que te devore?-

A Raissa se le heló el cuerpo y por un momento no se pudo mover del puro susto ¿Es que acaso se trataba del demonio? No, no era posible. Ese hombre se veía normal. Es decir, si bien parecía ser alto no tenía el tamaño del demonio quien se suponía medía por lo menos tres metros. Además, sus ojos no brillaban ni parecían ser de color rojo como todos decían. Su voz le pareció de lo más normal, solo un poco agresivo. No, sin duda aquél no era el demonio.

-Insisto- habló él nuevamente -¿Es que no tienes miedo de que te coma?- Es que sí, Deuteros estaba tan acostumbrado a la vida en soledad que se le hacía muy raro tener a alguien tan cerca. Más si era una mujer. En cierta forma se sentía amenazado. No se apresuró en ponerse su máscara dado que era muy poco probable que la chica viera su rostro. Solo debía ahuyentarla del lugar.

Raissa se quedó inmóvil por unos cuantos segundos. Luego se acercó un poco más para poder observar al extraño de mejor manera.

-¡Detente!- exclamó él –Ya te advertí. Si das un solo paso más, te juro que te comeré y te comeré viva, ¿me oíste?-

A Deuteros le pareció raro oyéndose a sí mismo decir aquello, pero no claudicaría.

A esa altura Raissa comenzó a temblar y cuando el hombre hizo el ademán de moverse no supo más que correr a toda velocidad. Debido a la adrenalina la chica no tardó más que un par de minutos en llegar hasta su lugar de partida. Se detuvo agitada sin siquiera atreverse a mirar atrás. No podía negar que había sentido muchísimo miedo. Avanzó hasta llegar a su hogar. Si ése efectivamente era el demonio de la isla, ella debía averiguarlo. En efecto pasó la noche pensando en eso.

Día siguiente. Hogar de Deuteros.

El joven de cabellos azules se levantó muy temprano como ya era costumbre y se dirigió a su lugar de entrenamiento. A medida que avanzaba hasta el mencionado lugar, una serie de pensamientos pasó por su mente.

-Debo entrenar duro el día de hoy. Sé que estoy muy cerca de ejecutar la Explosión de Galaxias. Mi hermano Aspros estaría muy orgulloso de mí- pensaba él al mismo tiempo que una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro. Lo que él desconocía era que su gemelo no había quitado de su mente, en todos esos años, la idea de convertirse en Patriarca. Más aún al enterarse que el viejo patriarca Sage deseaba que fuese Aioros quien le sucediera. Desconocía que las ansias de poder en su hermano mayor no habían disminuido ni un ápice. Algo estaba cambiando profundamente en él.

Una hora más tarde era el turno de Raissa de levantarse. Debía llevar, como todos los días, el pan que ambas habían preparado la noche anterior. Cubrió su cabeza con una pañoleta y se dispuso a tomar la pesada bolsa con pan para ponerla sobre una carretilla y llevarla hasta su punto de venta. Se despidió con un beso de su cansada madre y salió de su hogar. Había sido una jornada sin duda agotadora, pero para su buena fortuna logró vender toda su mercancía antes de entrada la tarde. Cuando llegó a su casa, una visita inesperada le esperaba.

-Muy buenas tardes, joven Raissa- habló poniéndose en pie aquel visitante. Se trataba de su prometido.

La joven no pudo disimular lo poco que le agradaba la visita. Su madre lo notó de inmediato.

-El señor Katsaros ha venido a visitarte, hija. Ha traído muy buenas noticias. Toma asiento junto a él- decía la mujer mayor al mismo tiempo que retiraba de la mesa una taza en la que le había servido algo de té al invitado.

-¿De verdad?- agregó la joven sin mucho entusiasmo, siendo demasiado evidente del desagrado que aquel hombre mayor le producía. Más ante la idea de que se convertiría en su esposo.

- Así es joven Raissa- habló él nuevamente. -He decidido que no es necesario esperar seis meses más para que contraigamos matrimonio, sino solo tres ¿No le parece una gran idea? Su madre ya lo ha aceptado ¿Qué opina usted?-

Por supuesto que para Raissa esto no era nada bueno. Solo atinó a fingir una sonrisa, recordando que todo lo hacía por su madre, a quien amaba con su vida.

-Me parece grandioso, señor Katsaros. Será cuando usted estime. Ahora si me disculpa- dijo al tiempo que se ponía de pie - necesito retirarme a descansar por un rato. Con su permiso-

-Claro- atinó a decir el invitado. Yo ya me retiro. Fue un gusto señorita Raissa. Nos vemos pronto señora Tatsis, joven Raissa-

-Hasta pronto señor Katsaros-

Aquel día a Deuteros le parecía que el cielo estaba teñido de más tonalidades de lo normal. Al tono rosáceo que normalmente se apreciaba, se añadían tonos naranjos y hasta unas notas de color índigo. Las nubes adornadas de esos colores le parecía sensacional. Luego comenzó a hablar consigo mismo como ya se hacía costumbre.

-De seguro te sentirías orgulloso de mí, hermano. He estado entrenando muy duro para poder ser de alguna forma como tú. Si me convierto en un hombre más fuerte no me importaría seguir siendo tu sombra para así protegerte.-

Mientras hablaba jugaba con la máscara que tenía en sus manos. De repente ésta captó su atención.

-Creo que a pesar de que esta máscara ha sido una maldición, de alguna manera me ha protegido y alejado de la gente con banales corazones. Sin embargo, no solo ha servido para cubrir mi rostro, sino también para disfrazar mi personalidad. Incluso yo mismo me he autoconvencido de ser quien realidad no soy….-

Mientras cavilaba en estas ideas, observó que una gaviota caminaba sobre la arena mojada a muy poca distancia de él. Eso es lo que hacía a fauna tan distinta a los humanos, omitiendo cualquier clase de prejuicios. El ave parecía buscar con ahínco algo para comer, quedando incluso más cerca del muchacho que permanecía de pie con sus pies en el agua.

-Veo que tienes hambre amiguita- pronunció en un tono dulce –Te invitaría a comer a mi casa pero no tengo nada para ofrecerte- sonrió para sus adentros. Fue ahí que recordó la noche anterior, cuando aquella muchacha se había atrevido acercarse hasta donde él. Bueno, era lógico que no sintiese miedo, ya que por la falta de luz era imposible saber que se trataba de él. Quizás había sido un poco agresivo con ella innecesariamente…bah! En realidad así era como él se mostraba a los demás. No tenía porque ser diferente.

En ese instante, el joven Deuteros percibió la presencia de alguien que parecía acercarse a él. No dudó en ponerse su máscara rápidamente, ya que aún había bastantes vestigios de luz. Permaneció donde estaba y por el rabillo del ojo observó al visitante….se trataba de la misma chica de la noche anterior, no había dudas. Su silueta la delataba. No podía negar que le causaba cierta diversión el ver a la muchacha avanzar de manera tan exageradamente cautelosa. Quizás ella creía que así jamás nadie la vería. Cuando estuvo muy cerca de él, el joven habló.

-¿Acostumbras husmear a las personas?-

Raissa, quien por un momento se había sentido casi invisible, sintió que el corazón se le salía del pecho del puro susto.

-L-lo-lo siento- consiguió pronunciar ella con dificultad.

-¿Es que acaso disfrutas espiando a los demás?- habló él fríamente. Quería hacerla sentir intimidada.

-Te equivocas- respondió ella un poco más decidida –Solo quería comprobar si eras tú el demonio de la isla del que todo el mundo habla-

-Entonces husmeabas. No cabe duda- decía el nuevamente, mientras se cruzaba de brazos sin voltear ni por un instante su rostro hacia la muchacha.

La joven no podía negar que le molestaba que la ficharan de fisgona o algo así, por lo que se hizo de algo de valor y caminó hasta quedar justo enfrente del joven, a quien tuvo que mirar hacia arriba puesto que era bastante más alto que ella.

La joven no pudo disimular la impresión que le causó ver a ese joven hombre a la cara. Le llamó mucho la atención aquella máscara que tenía puesta que le daba la sensación de que se tratase de una bestia con un bozal. Pero sin duda, lo que más llamó su atención fueron sus azules ojos, los cuales la dejaron hipnotizada por un instante, siendo incapaz de pronunciar alguna palabra.

-Veo que quieres que te devore. De lo contrario no te atreverías a acercarte a mí- palabras que la hicieron reaccionar.

- Pues no te creo capaz de hacer eso- dijo ella poniendo ambas manos sobre su cintura, como si de esa manera le retase a hacerlo.

-Déjame decirte que estás muy equivocada- y en un movimiento rápido asió a la joven por la cintura solo para que ésta se asustase creyendo que sería devorada. Sin embargo, la cercanía de ella le puso nervioso y la soltó de inmediato.

-¿Viste? Yo sé que no serías capaz de comerme…. No pareces ser un demonio. De seguro que no eres tú ese demonio del que he oído-

-Claro que sí lo soy. Por eso te aconsejo que te vayas de aquí de inmediato antes de que sea demasiado tarde.-

Raissa lo miró con detención. Seguía sin convencerse de que ese muchacho fuera el demonio de la isla, por lo que continuó su plática.

-Ahora dime, ¿por qué usas esa máscara?-

Él la miró sorprendido. A su parecer esa chica tenía agallas como para permanecer ahí después de las amenazas hechas.

-No creo que deba darte alguna explicación….- giró su cuerpo para marcharse- Ahora me retiro-

La castaña lo observó alejarse con atención. Ahora la duda de saber más sobre ese supuesto demonio se había acrecentado. Recordaba esos ojos azules que ella observó con tanta atención aunque solo por un breve momento. Ellos no transmitían ningún tipo de odio, sino más bien parecían demostrar algo de pena o dolor. La chica se fue del lugar pensando en lo sucedido.

Playa de la isla Kanon. Tres días después.

Habían pasado ya tres días desde ese último encuentro que Raissa había tenido con Deuteros, cuyo nombre ella desconocía absolutamente. Como siempre había estado trabajando toda la mañana para vender el pan que su madre preparaba y el que ella ayudaba a hornear.

Salió de su casa rumbo a la playa y –una vez ahí- como ya era su rutina, la muchacha se quitó su calzado y se acercó hasta donde las olas llegaban. Esa sensación siempre parecía darle ánimo para seguir adelante.

A unos sesenta metros de la playa, sobre una colina, dos jovencitos se dedicaban a jugar. El juego consistía en golpear con una piedra cualquier objetivo que ellos mismos elegían. Quien acertaba con la menor cantidad de golpes era el ganador. En eso observan un grupo de unas veinticinco gaviotas que volaban cerca del mar haciendo círculos en el aire. Sin duda alguna ése era un gran objetivo. Por ello decidieron que quien golpease más gaviotas, haciéndolas caer sería el ganador de la jornada.

El menor de los dos lanzó primero, pero falló. En segunda instancia lo hizo el mayor, quien de inmediato acertó dándole a una de las aves un certero golpe que la hizo caer. Ambos celebraron con algarabía ante lo logrado, en especial el muchacho mayor, quien no tenía más de doce años. Eso sí que era diversión.

-Soy el mejor! ¿Ya lo ves?- decía quien había acertado dando pequeños saltitos.

-Nah!- añadió el menor –Solo tuviste un poco de suerte. ¡Qué tal si lo intentamos de nuevo!-

-Acepto!-

Raissa estaba a unos pocos metros de ese grupo de gaviotas. Al ver que éstas comenzaron a graznar incesantemente, decidió llegar hasta ahí para descubrir de qué se trataba todo el ruido. Grande fue su sorpresa al encontrarse con una de ella tendida sobre la arena. La joven la asió con sumo cuidado comprobando que la pequeña ave estaba muy mal herida. Parecía ser una de las más jóvenes del grupo.

-Pobrecilla…- susurró la castaña -¿Cómo te ocurrió esto?-

En ese instante, uno de los dos muchachitos lanzó nuevamente una piedra con la que pensaba herir a otra gaviota, sin siquiera notar que entre ellas se hallaba la joven Raissa. Con toda la fuerza que había logrado reunir la había lanzado, dando en un objetivo que no era precisamente el planeado, pues había dado de lleno en la cabeza de la joven. Cuando ellos cayeron en cuenta de lo sucedido, huyeron cobardemente del lugar.

Lo normal hubiese sido que las gaviotas también huyeran del lugar. Sin embargo decidieron permanecer ahí, graznando más que nunca.

A la distancia, ese mismo ruido captó la atención del joven Deuteros, quien no dudó en ponerse su máscara e ir corriendo hasta allá. No era normal que las gaviotas revoloteasen y graznasen de esa manera.

Cuando hubo llegado hasta ese punto, se encontró con una conocida joven tendida inconsciente sobre las arena a merced de las olas.

Continuará….


N/A: Hola queridas y queridos lectores. Aquí estoy de vuelta con un nuevo fic, aventurándome con la serie TLC, la cual hace algunos días he comenzado a leer.

Debo confesar que me enamoré de este personaje y por esa misma razón me he estado informando. Sin embargo, si hay algún error o alguna característica que no sea de él, ruego comprensión.

Sé que los OCs no son muy queridos, pero no concebí otra forma de llevar esta idea a cabo.

Será un fic corto, de unos dos o tres capítulos. Es un especial del día de los Enamorados. Pensaba publicar el primer capítulo ese día, pero luego decidí que sería mejo finalizarlo en dicha fecha. Aunque no les prometo que tenga un final feliz.

Este capítulo no tuvo mucho diálogo ya que gran parte de éste corresponde a una especia de introducción. Espero lo comprendan.

Espero esta idea tenga aceptación, ya que no es un personaje tan popular sumado a mi OC.

Que estén bien

Saludos!

Saga Dreamer