Por increíble que pueda parecer, ¡he vuelto!. La verdad es que estaba convencida que no volvería a fanfiction, porque no me sentía capaz de escribir. Pero hace unos meses me encontré con una historia que había empezado por el ya lejano 2014, y entonces la musa volvió a golpear a mi puerta. Solo espero que aún haya gente por allí interesada en leer las locuras que salen de mi cabeza.
En cuanto a la historia. Se trata de una continuación del One-shot "Have a little faith in me" que escribí hace ya mucho tiempo. ¿Os acordáis del pequeño niño de cuatro años que acababa de perder a su madre?, pues ésta es su historia. Aunque no teman, no hace falta haber leído esa fic, para poder entender ésta.
Y como siempre, debo aclarar que nada de esto me pertenece. Yo solo me adjudico las tramas de mis historias.
El Parque.
Isabella Swan, Bella para las personas más cercanas a ella, estaba agotada. La espalda le dolía a horrores, las piernas le quemaban y sentía que cada brazo le pesaba por lo menos cincuenta kilos. Pero se sentía satisfecha, todo lo bien que se siente una después de un día de trabajo. Cada sábado era siempre así; lleno de todo los tipos de clientes. Las señoras mayores que iban todas las semanas, convencidas que sabían más que ella. Los niños que eran tan difíciles de atender porque no paran de moverse. Y sin contar los trabajos más largos y técnicos.
Y lo que más chistoso le resultaba del caso, era que los sábados la peluquería cerraba a las dos de la tarde.
Se pasó el peine por su largo y enmarañado cabello, ¿Cómo era posible que una peluquera fuera con esas fachas?. Estudió su aspecto detenidamente delante del espejo. Llevaba dos meses con su look actual y ya le empezaba a cansar. Tenía ganas de cambiar, pero aun no estaba muy segura de qué hacerse.
-¿Todavía por aquí, Bella? - Le preguntó Carmen, su jefa y dueña de la peluquería, saliendo de la oficina.
Bella se giró y le sonrió, dejó el peine en su lugar. En cuanto se retocara los labios estaba segura que su apariencia mejoraría de por lo menos un sesenta por ciento.
-Estaba por salir. Solo paso un momento al lavabo, y te quito el fastidio – bromeó.
La risa ronca de Carmen le encantaba, porque jamás era falsa.
-Tú sigue gustando a los clientes como lo haces cada día, y no dejaré de pensar en ti como en mi fastidio preferido – dijo con sequedad.
Bella correspondió la risa, y se apresuró a ir al lavabo. Después de liberarse y maquillarse los labios, saludó a Carmen de pasada y salió de la peluquería.
Carmen había sido para ella como un regalo del cielo. Cuando volvió a Forks, dos años atrás para estar con su padre después de que éste resultara herido en el trabajo; Carmen fue la única que estuvo dispuesta a contratarla en su peluquería : Carmen's. A ella le daba igual lo que el resto del pueblo pensara de Bella y de las decisiones que había tomado, lo único importarte era lo buena peluquera que es.
Y aunque al inicio muchos de sus clientes no querían ser atendidos por ella, muy pronto vieron su calidad como profesional.
Solo que esa opinión no cancelaba la que todos tenían de la hija loca del jefe de policía Swan.
Levantó la cara al cielo, intentado absorber la mayor cantidad de vitamina D posible, los días enteros de sol en ese lugar eran muy esporádicos.
Se tomó las puntas de un mechón de su cabello, pensado otra vez en su próximo cambio de look. No era que no le gustara su color actual, al fin y al cabo cuando se lo hizo, ese rubio dorado con paneles internos lilas le encantó; pero ella era de las que necesita cambiar constantemente. Consideró un suave color chocolate, similar al suyo natural, pero aun no estaba segura.
Su estómago rugió, reclamando su atención. Y si, Bella estaba famélica; con la cantidad de trabajo que tenía, a malas penas había podido comer algo, como le ocurría cada sábado.
Decidió pasar por el parque y comprarse algo de comer en el carro de café. El día estaba demasiado bonito, como para desperdiciarlo encerrada en casa. El parque de Forks era una verdadera maravilla, como un pequeño bosque en medio del pueblo. Lleno de verde y bancos para sentarse, todo complementado con juegos para niños. Era una verdadera lástima que la mayor parte del tiempo la lluvia no permitiera disfrutar del lugar.
Miró a su alrededor, comprobando que no era la única que había tenido la gran idea de disfrutar del aire libre : el lugar estaba lleno de gente, hasta tal punto que daba la impresión de que todo el pueblo estaba allí.
Solo esperaba no encontrarse con su familia, con ninguno de ellos. Ya le tocaba comer con ellos al día siguiente. Y tener que verlos una sola vez por semana le parecía penitencia suficiente.
XXX
Caminaba disfrutando de su café, cuando uno de esos momentos de cambio (y puede que uno de los más importarte de su vida), ocurrió. De los que siempre se escucha hablar. De esos que marcan un antes y un después.
La melodía suave, llena de armonía de una guitarra llegó a sus oídos. Nunca le había gustado tanto escuchar esa canción. Era el tipo de música que llegaba al alma. Estaba acompañada de la voz de un ángel, y era esa combinación la que dirigió sus pasos, hasta llegar a dónde él estaba.
No daba crédito a lo que tenía enfrente. Si antes lo que escucharon sus oídos, le aceleró el corazón; lo que ahora veían sus ojos la dejaba sin aliento.
Ese tenía que ser el hombre más guapo … no, la palabra indicada era hermoso, que había visto en su vida. Definitivamente su aspecto iba a juego con lo angelical de su voz. Alto y con un cuerpo esbelto, piel bronceada y facciones de dios griego. Pero lo que más le llamaba la atención era su cabello; Bella tenía que reconocer que como peluquera, una de las primeras cosas que observaba de las personas era el cabello. Y el de ese joven era una cosa fabulosa. De un color cobrizo que muchas de sus clientas le pedían, con reflejos dorados donde le daba el sol. Y lo mejor de todo era que se trataba de su color natural, lo sabía.
Lo pensó un momento. Si, cobrizo era definitivamente el color que se quería hacer en su próximo cambio de look.
El joven, que muy posiblemente era de su edad, o puede que algún año más pequeño, tocaba y cantaba a todos los pasantes del parque. Con el estuche de su guitarra abierto, aceptando lo que cualquiera de ellos decidieran darle a cambio de su espectáculo. Bella frunció el ceño al hacer un calculo mental y rápido de todas las monedas que había ganado hasta el momento ese día. No estaba muy segura de que llegaran tan siquiera a los diez dólares.
-Have a little faith in me. Have a little faith in me – Pero el joven no se amedrentaba, continuaba cantando con una dulce sonrisa.
Cincuenta céntimos más entraron en el estuche, y él asintió con la cabeza a los pasantes en gesto de agradecimiento. Era más que evidente que a pesar de sus escasas ganancias, él disfrutaba mucho de lo que hacía. Como si la música fuera el combustible que impulsaba el motor de su corazón.
Se rió para sus adentros. ¿Y desde cuando era ella poeta?.
La canción llegó a su fin, y los que estaban a su alrededor empezaron a aplaudir, él se inclinó en una reverencia mientras se preparaba para su siguiente canción, y el grupo de personas se dispersaba.
Bella sacó de su bolso un billete de dinero y lo lanzó al estuche de la guitarra. No fue hasta que lo vio junto con las demás monedas ganadas, que se dio cuenta que le había dado veinte dólares.
Fue una milésima de segundo en el que pensó que era demasiado, en el que tuvo la tentación de agacharse a recogerlo otra vez. Pero entonces volvió a pensar en el joven con la voz de ángel, que ahora la usaba para cantar una canción más animada. Pensó en que muy probablemente llevaba todo el día allí parado y continuaría así por el resto de éste. Recordó su propio trabajo y lo mucho que aún le dolían las piernas y la espalda. Y se volvió a fijar en la precaria cantidad que había ganado antes de su generosa donación. Y decidió que podía sobrevivir sin esos veinte dólares. Podría hasta jurar que él los necesitaba más que ella.
Alzó la cabeza, sus miradas se cruzaron, y un radiante sonrisa hizo todavía más radiante ese rostro. Él inclinó su cabeza en gesto de agradecimiento una vez más, y allí Bella supo sin lugar a dudas que había hecho lo correcto. Esa sonrisa parecía realmente sincera y feliz, como si esos veinte dólares hubiesen hecho su semana.
Bella levantó su vaso de café en señal de saludo, y correspondió la sonrisa. Al mismo tiempo que sentía sus mejillas subir en temperatura. Confusa por esa reacción, miró por última vez al músico callejero y se alejó de allí.
Mientras caminaba a casa, se llevó una mano a su sonrojado rostro. Habían pasado años desde la última vez que eso le ocurrió, y no podía terminar de describir lo desconcertada que la dejaba que fuera ese joven que se lo provocara ahora.
Entonces no sabía que ese día iba a ser el primero del resto de su vida.
Continuará …
¿Algún comentario?, ¿Alguna idea o sugerencia?.
Nos leemos pronto.
Saludos, Ros.
