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¿Y si todos los personajes siempre hubiesen pertenecido a la Sociedad de Almas? ¿Asistido todos a la Academia conociéndose desde siempre o casi siempre? Amistad, misterios, aventuras, romance y todo lo que puede darse lejos del mundo de los mortales. Cap 1: Recapitulando el pasado: la historia de Hisana y Byakuya, la caída del Clan Shiba y la dura vida del Rukongai.
Byakuya Kuchiki había sido un hijo modelo. Si existiese alguna medida para valorar cuan correcto podía ser un hijo, él sin duda hubiese obtenido todos los puntos. Y por lo mismo ahora se encontraba frente a los ancianos del Clan Kuchiki haciendo uso de toda su fortaleza emocional. Desde ese momento aprendió instintivamente que, si cerraba los ojos mientras alguien le hablaba podía escapar muy lejos de allí.
Aún era joven, se decía a sí mismo y decían también los ancianos, sin embargo parecía tener todas las aptitudes para tomar el puesto de su padre: Sojun Kuchiki… asesinado hace dos días. Por lo mismo no podía mostrarse débil, no cuando sería el 28° jefe de la familia Kuchiki a contar del amanecer. Y desde entonces pasaría a formar parte del Concejo de Nobles del Seireitei… su primera reunión sería al mediodía para expulsar al Clan Shiba de las familias nobles, por crimen de traición y honor… por el asesinato de su propio padre.
Para cuando la reunión terminó se encontró pensativo frente al estanque, los peces nadaban despreocupados, sin enterarse la tormenta que se estaba librando fuera en la mansión. Suspiró pesadamente y se volteó hacia la casa. Una sirvienta lo observaba atentamente a la distancia, llevaba una pila de ropa doblada. Al verse descubierta apresuró su paso logrando que su menuda figura se perdiera por los pasillo como si jamás hubiese estado allí, su deber era ser invisible.
Hisana Arinori llevaba poco menos de un año sirviendo en la mansión Kuchiki. Estaba encargada de la limpieza de las habitaciones y lavandería junto con otros 10 sirvientes. Representaba unos veinte años, era muy delgada, pequeña y de grandes ojos avioletados, todo aquello le daba un aspecto infantil. Usualmente llevaba su cabello atado en una coleta y cubierto por una pañoleta blanca propio del uniforme de la servidumbre.
Llegaba al alba, antes que siquiera uno de los habitantes de la residencia hubiese despertado, ahí era cuando comenzaba la acción en la mansión Kuchiki. Ella junto con otros veinte criados llegaban a incorporarse a sus funciones, pasarían por la puerta trasera siempre custodiada por un guardia que chequearía que a la salida no llevaran nada de valor consigo… o sea, que robara dentro de la mansión. Luego su labor debería ser imperceptible para la familia, nadie debía notar siquiera su existencia. El único visible siempre debía ser Nanami, el mayordomo… y las chicas que ayudaban a vestirse a las damas de la familia. Claro que ese era un rango mucho mayor.
Era segunda vez que Hisana cometía el error de dejarse ver frente al joven Byakuya, no había sido su intención, simplemente que cualquier muchacha se hubiese quedado mirándolo… era absurdamente atractivo. Ya su padre, el difunto Sojun Kuchiki, era un hombre muy guapo. Todas las criadas lo comentaban, sobre todo las que eran algo mayores, sin embargo a las más jóvenes como Hisana les gustaba el heredero del Clan. Por lo mismo, esa mañana cuando se definió que Byakuya Kuchiki sería el nuevo líder del Clan, todas las jóvenes sirvientas fueron despedidas. Excepto Hisana. Había algo de razón en ello, un hombre siempre es hombre y algunas de esas chicas estaban desesperadas por cambiar su situación. Todas menos ella y Nanami lo sabía. Hisana tenía otras responsabilidades.
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-¡Ese Tsuda la lío y en grande! –exclamaba Isshin Shiba paseándose por el pasillo principal seguido atentamente por la mirada de su esposa, Masaki –¡Ahora mismo el Clan Kuchiki debe estar preparando su arremetida contra nosotros! ¡Ese imbécil de Tsuda!
Masaki suspiró pesadamente. Hace dos noches que su esposo no pegaba un ojo, se había reunido con sus otros familiares durante aquellas noches intentando dilucidar cómo sobrevivirían al error de su líder. Aún no entendía como Tsuda –que no era el hombre más brillante- había podido dar muerte a Sojun Kuchiki. Había sido una estupidez, sí hasta ella lo decía en su mente.
-No era misterio para nadie que no se llevaban nada bien –dejó escapar Isshin en un bufido –Pero otra cosa es asesinarlo… Yo tampoco adoro a Byakuya, pero no es excusa para eliminarlo… Y cómo me patea en las pelotas ese tipo.
-Y todo el Clan Kuchiki, cariño –le sonrió dulce –Digamos que no son lo más agradable.
-Cariño, tú eres una Kuchiki –le recordó mirándola de reojo.
-Entonces puedes darte cuenta que sé de lo que hablo… -Misaki si bien no pertenecía a la familia principal, su madre era una de las primas de Sojun y su padre un noble de menor rango del Seireitei, Mori Kurosaki. -No podemos sino esperar que se reúna el Concejo de Nobles, Isshin… Pero me temo que Tsuda arrastrará con él a todo el Clan Shiba.
-Gracias a Dios no dependo del Clan para sobrevivir, ¡gracias a Dios soy un Capitán del Gotei 13! Quedaré fuera de eso por estar fuera de su jurisprudencia.
Masaki asintió en silencio. Su nivel de vida no cambiaría, pero si las regalías. Serían despreciados de cada instancia que involucrara al selecto círculo del Seireitei. Eso ya cambiaría las reglas de juego para algunas cosas, por ejemplo su pequeño hijo Ichigo ya tendría que asistir a la Academia Shi'on, cuando antes pensaron que se saltaría ese paso. Una de las tantas cosas que tendrían que cambiar.
-Trata de dormir un poco –le recomendó la mujer –Iré a ver cómo andan las cosas en la guardería… -se acercó a su esposo y lo besó en la frente.
Masaki era la perfecta mujer nobiliaria, no solo era talentosa, buena esposa y buena madre, también realizaba labores sociales, como haber construido una guardería para las mujeres que tenían hijos y trabajaban para las familias nobles en el Seireitei. De hecho era quien dirigía el lugar, por lo que ya iba tarde. Su hijo la alcanzó en el pasillo y ella lo tomó de la mano, solía llevarlo con ella a cualquier parte, incluso a la guardería de las criadas. ¿Qué mal podía haber en ello? Aunque sus tías Kuchuki lo encontraban espantoso, siendo que Ichigo ya estaba en edad de empezar su educación en su casa como todos los niños nobles a sus cinco años.
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Hisana había dejado muy temprano a Rukia y Renji en la guardería que había creado una de las familias menores del Clan Shiba. Rukia era su hermana de sangre y Renji un muchachito que encontró una tarde, de esas en las que paseaba por el distrito 78 en busca de algo de comer. Tendría la misma edad de su hermana calculó y ello la enterneció. Su madre estaba gravemente enferma y murió frente a sus ojos mientras ella intentaba buscar ayuda. La vida era muy dura en ese maldito distrito. Gracias a los cielos aquellos tiempos habían pasado.
-Cuídense mucho –les dijo a ambos muchachos al dejarlos en el lugar al cuidado de una muchacha –Rukia que tu hermano no se meta en problemas –le dijo a la niña –Renji, procura que tu hermana no pase malos ratos –le encomendó, la pequeña niña solía atraer las dificultades como las moscas a la miel. Los besó a ambos en la frente –Pasaré por ustedes más tarde.
Hisana salía de la guardería para cuando Masaki ingresaba llevando de la mano a su hijo, quien al ver a los otros niños en el jardín de la estancia se desligó del agarre de su madre para ir a jugar. La mujer se perdió en el interior procurando que no tardaran demasiado en servirles el desayuno a esos pequeños, bien sabía que las comidas que recibían en la guardería eran las únicas que tendrían en el día.
Afuera en el jardín los niños se divertían escondiéndose entre los árboles, jugando a con una pelota o con algunos muñecos. Masaki procuraba que nunca les faltara nada con que divertirse, ni zapatos ni abrigo. Usualmente hacía colectas con otras mujeres nobles para mantener a los muchachitos a su cargo en buenas condiciones, mal que mal eran los hijos de las mujeres y hombres que trabajaban para ellos. Hubiera deseado hacerlo más extensivo, pero esos nobles no estaban dispuestos a dejar sus comodidades para apoyar a desconocidos, aunque fueran tan inocentes como esos pequeños.
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Hisana terminaba su jornada, revisaba una vez más que cada estancia a su cargo se encontrara en perfectas condiciones. Ingresó en una de las salas, una que normalmente permanecía vacía, vio que la ventana se encontraba abierta, fue a cerrarla pero mayor fue su sorpresa cuando frente a esa ventana se encontró con el joven Byakuya. Retrocedió sobre sus pasos para abandonar la estancia.
-Espera –la voz del actual líder del Clan se alzó suave en la habitación. La chica se detuvo sin voltear a mirarlo. –Eres la chica de la mañana… -ella se mantuvo quieta –Me parecía que habían despedido a todas las muchachas jóvenes –reflexionó más para sí que para ella.
-Nanami-dono ha sido compasivo, Kuchiki-sama –murmuró con voz temblorosa –Por favor, no haga nada que lo dañe… No puedo darme el lujo de perder mi trabajo. –se dejó caer en posición de ruego sin alzar la mirada –Tengo dos hermanos a quienes mantener.
-No es mi intención despedirte, muchacha –le dijo mirándola compasivo. Ella soltó un suspiro pesado, de alivio. Silencio. Él la estudiaba con la mirada, ¿cuánto tiempo llevaba trabajando para ellos? ¿Cuáles eran sus funciones? ¿Y esos hermanos? ¿Acaso no tenía padres? -¿Cómo te llamas?
-Hisana Arinori, señor –dijo con un suspiro de terror. –Limpio las recámaras… Por favor no me despida, necesito el trabajo, señor… mis hermanos…
Byakuya suspiró mirando por la ventana.
-Háblame, Hisana –le dijo con su voz tranquila –Háblame del rukongai… -ella alzó levemente la mirada para verlo –Porque supongo que es de ahí de donde provienes –ella asintió en silencio mientras el volteaba momentáneamente a verlo –Nunca he salido del Seireitei… cuéntame cómo es la vida después del muro…
Ella dejó su postura y se sentó sobre sus rodillas, la vista gacha.
-La vida en el Rukongai no es algo que pueda describir con palabras para quien no ha estado jamás allí… -él no la miraba –Pero lo intentaré…
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Aquellos dos muchachitos seguían allí, era tarde ya. Su hermana no había ido por ellos. Había sido mandada a llamar por la cuidadora cuando ya se retiraba a casa. No podía dejarlos en la guardería durante la noche. A pesar de las quejas de Isshin, de la resolución del Concejo de Nobles tomada a mediodía, a pesar de todo no podía dejar a esos dos niños en la calle. De todas maneras cualquier cosa que hiciera a partir de ahora en nada cambiaría la situación.
Habían sido expulsados de la nobleza, con suerte ellos podrían permanecer en el Seireitei gracias a que Isshin era capitán del Gotei 13.
-No comentemos esto delante de Ichigo, por favor –le dijo a su esposo mientras su hijo cenaba con ellos, y los dos pequeños de la guardería. –Ya veremos que sucede…
-No hay mucho más que hacer –suspiró –Lo lamento más por los hijos de Tsuda… -miró a Ichigo por inercia. –Kaien estaba por ingresar al Gotei, ahora tendrá que asistir a la Academia. No sé cómo se lo tomará.
-Bien se lo tomará –le sonrió Masaki –Tiene un buen carácter y siempre saca lo mejor de todo… ya verás como lo disfruta.
-¿Mientras su padre es ejecutado?
-Ese hombre ha sido menos padre de Kaien que una roca –dejó caer severamente –Con suerte le vería un par de veces al mes viviendo bajo el mismo techo –puso una mano en su hombro –Tu sobrino estará bien, ya lo verás.
Isshin miró a su hijo quien compartía encantado con los dos muchachitos del rukongai. Dios no permitiera que alguna vez le faltara y lo dejara solo. Menos ahora que las cosas se complicarían bastante para ellos.
-Tsuda ha manchado nuestro apellido… -insistió Isshin –Ya no será un orgullo ser un Shiba en el Seireitei…
Misaki miró a su hijo.
-Siempre podemos tomar mi apellido…
Isshin la miró dubitativo. Los niños se reían de algo que solo ellos entendían. Ya era el momento que agrandaran la familia, pensó.
-Cambiamos de apellido si tenemos más hijos –le dijo a su esposa sorprendiéndola. –Voy en serio.
-Tienes cada cosa, cariño –se sonrió divertida –Vale, cuando tengamos otro cambiamos de apellido… un nuevo comienzo en todo aspecto.
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Hisana había salido de la mansión Kuchiki pasada la medianoche, había acudido a la guardería la que estaba cerrada. Una de las vecinas le dijo que se habían llevado a sus hermanos a la residencia del Capitán del quinto escuadrón. Agradecía que el corazón de la señora Masaki fuera tan grande y generoso. Al llegar donde los Shiba, la mucama de la señora la esperaba despierta con cara de malas pulgas y la guió a una habitación donde estaban ambos chicos durmiendo. Pudo darse cuenta que los habían bañado y hasta olían bien. Ese era un lujo que en el rukongai no podían darse seguido, a no ser que fuera en el río… y las ropas seguían oliendo igual de mal. Ella tenía la suerte que tenía su uniforme para el trabajo, de otro modo no tendría más que una muda de ropa.
La señora Masaki había instruido a su mucama que dejara dormir a la hermana de los chiquillos en la misma habitación.
-Así no tienes que volver a tu porqueriza a estas horas –le escupió la mucama de la residencia. –Gente como tú no tiene límites… se aprovechan de las buenas intenciones de una dama educada. –le puso un dedo en el pecho antes de retirarse a dormir –Te quiero fuera de aquí con estos mocosos antes del alba. Tendré que estarle sacando liendres al niño Ichigo durante una semana por culpa de tus piojentos.
Hisana se metió en el futón con los niños. No habían sido del todo sincera con Kuchiki-sama… la vida en el rukongai era mucho peor, sobretodo cuando se salía de él. Abrazó a su hermana y la besó en la cabeza.
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Dejó a ambos niños en la guardería temprano, como siempre. Llegaba a la mansión Kuchiki antes del amanecer haciendo fila con el resto de la servidumbre. Notó que Nanami, el mayordomo, estaba junto a la puerta con un semblante indescifrable. Al llegar su turno el guardia revisó el pequeño bolso que cargaba y la dejó pasar, Nanami la siguió por el corredor hacia los vestidores de las criadas.
-Muchacha –la llamó haciéndola hacia un lado, las otras criadas pasaban a su lado directo a sus funciones –Byakuya-sama ha preguntado por ti y tus hermanos –dijo con voz suave, esperando no ser escuchado. –Se quedó preocupado por haberte retenido hasta tarde.
-No ha sido nada, Nanami-dono –le respondió intentando escurrirse para ir a vestirse.
-Calma, chica –la retuvo por el brazo –No has hecho nada malo, tranquila. –la muchacha lo quedó mirando, él parecía sereno –No sé que le has dicho al joven Byakuya, pero parece que lo has conmovido –dejó caer sutilmente –Se te ha designado una habitación dentro del sector de la servidumbre en la mansión –dijo con voz calmada –Podrás traer a tus hermanos contigo cuando termine la jornada… -ella lo miró sorprendida, el hombre la miró sin reproche, pero con preocupación –Cuida lo que has ganado, no contravengas al joven señor… Quiere verte nuevamente hoy al terminar tu jornada. Mitsuki irá por tus hermanos –una de las chicas de la cocina –Les dará de comer y los dejará acostados. Tú preocúpate del joven Byakuya…
Hisana lo miró desconcertada… Nanami le sonrió entristecido. Una de las criadas de las señoras del Clan se acercó a ella y la retiró de la fila. La guió hacia un ala de la mansión que jamás había pisado, de hecho le era prohibida. Entraron en una habitación, estaba finamente decorada.
-¿Impresionante, verdad? –dijo la mujer entrada en años de buen humor –Bienvenida, Hisana… ¿ese es tu nombre? –la chica asintió –Soy Mei y seré tu mentora a partir de hoy –se presentó –Vamos a hacer esto bien… -le indicó con una sonrisa –Yo también estuve en tu lugar hace bastante, pero no es nada tan tremendo, no tienes que poner esa cara –soltó una risa cantarina –Tu labor desde hoy es mantener contento al señor y mi labor es que estés perfecta en todo momento –le sonrió –Nada de pucheros, señorita –le quitó el obi con gran habilidad –Lo primero es un buen baño, que lo necesitas con urgencia –agregó sin perder el buen humor.
-Mei-san –murmuró la joven –No entiendo…
La mujer ladeó la cabeza.
-¿No entender qué, querida?
-¿Por qué me has traído hasta aquí? ¿Por qué mis hermanos podrán quedarse aquí?
La mujer se sonrió.
-¿No adivinas, no? –suspiró.
Hisana guardó silencio mirando la expresión de Mei. Se llevó las manos a la boca en actitud asustada. Se había convertido, sin quererlo, en la concubina del joven líder del Clan Kuchiki.
