El Príncipe y la Emperatriz

No sabía si sonreír o llorar. Ella se veía preciosa, mujer que había amado tanto tiempo se veía preciosa con el vestido de novia, le hizo recordar aquella vez que la rescató de Absalon en Thriller Bark, pero esta vez era diferente ella estaba ahí por su voluntad luciendo como la estrella más brillante del cielo. Debiese estar feliz, claro, si fuese él quien la esperaba en el altar, eso era lo que acongojaba su corazón, ya que quien estaba ahí delante no era otro que el capitán del barco, su amigo, aquel a quien le era totalmente leal, la verdad al único hombre a quien le permitiría llevarse al amor de su vida aun así su corazón seguía manteniendo una batalla interna entre su felicidad por su amigo y sus sentimientos por ella. Una vez la ceremonia terminó se fue a la cocina a asegurarse que la comida fuese la adecuada para la cena y el resto de la fiesta, él era el único para que podía saciar a su capitán y además quería que ella probara los mejores platos en su matrimonio.

Una vez terminó de preparar todo caminó salió de la cocina mientras todos los platos eran servidos a sus invitados, una de las bodas más grandes que había visto, casi todos los amigos del actual rey de los piratas se encontraba en ese lugar, la fiesta ocupaba toda la isla y el desorden no tardó en armarse, claro, como todas la fiestas de los Sombrero de Paja. Todos gritaban y festejaban mientras el cocinero rubio sonreía apoyado sobre un árbol con un cigarro en la boca y su tercer whisky de la noche, su cabeza estaba llena de dudas y su corazón lleno de dolor, no quería arruinar la celebración así que simplemente tomó una botella whisky de la cocina y caminó hasta la playa con paso calmo, una vez en la orilla solo tomó asiento en la arena mirando la luna, destapó la botella y comenzó a beber directamente de ella olvidando todo el protocolo y modales que siempre había ostentado. El sorbo que le dio a la botella hubiera sido suficiente para noquear a cualquier persona. Pero claro, el cocinero del rey de los piratas no era cualquiera y al igual que al segundo al mando se necesitaban algunos varios litros de alcohol para poder embriagarlo.

– Te vez horrible Cocinero pervertido– se escuchó la voz ronca de quien fuese su rival más importante, el portador de las tres y actual espadachín más fuerte del mundo.

– Quieres irte a la mierda un rato Marimo – trató de usar su habitual tono sarcástico con él, pero no pudo evitar que sonora más molesto que de costumbre, no podía evitarlo tenía sus sentimientos al borde de explotar dentro de él.

– Luffy y Nami estaban preguntando por ti – dijo mientras caminaba hasta sentarse al lado de que siempre fue su amigo más leal –Les dije que estabas coqueteando con las mujeres Kuja–

– Supongo que debo agradecerte por eso – su tono se amargó un poco, aunque estaba realmente agradecido Zoro siempre había sido su amigo.

– Tal vez engañamos a Luffy pero Nami es más astuta y no necesita preguntarme para saber que sucedía –dijo mientras destapaba su propia botella de whisky.

– ¿No que a Robin-chan no lo gusta que bebas? – habló antes de darle un sorbo a su propia botella, dejando que el bronceado liquido quemara su garganta.

– Bueno si la sientes llegar avísame, tengo al mejor usuario de Haki de Observación conmigo – dijo levantando la botella de insinuándole que chocara la suya, a lo que el rubio correspondió.

– Trataré de estar atento – entonces dio un largo sorbo a la botella – ¿Cómo se hace Marimo? – ante la pregunta del rubio el espadachín le miró extrañado sin saber a qué se refería.

– ¿Cómo se hace qué? – intentó aclarar la duda que había planteado el rubio.

– ¿Cómo te quedas con se hace para quedarse con la chica? –Preguntó como si la verdad de la vida yaciese en ella – Durante años me esforcé por ser el príncipe que creí que las chicas deseaban – sus labios se volvieron a unir con la botella – y resulta que ahora uno de mis mejores amigos se casó con la chica que amé por años– su voz amenazaba con quebrase en cualquier momento.

– Como se supone que lo sepa idiota– habló algo molesto, realmente no sabía que decirle, nunca fue bueno confortando a la gente.

– Esperaba que me digieras el secreto de como conquistaste a Robin-chan – su sonrisa era algo amarga y seca, sabía que su amigo estaba ahí para él pero no podía evitar sentir envidia de la relación que llevaba con la Arqueóloga de la tripulación.

– Ojala yo lo supiera– contestó muy confundido – Simplemente creo que me dejé arrastrar por ella y cuando me di cuenta ya estaba enamorado – dijo para beber más de su botella.

–Supongo que simplemente seré el eterno idiota del que todas las chicas se aprovechan – comentó con una amarga sonrisa antes de darle otro trago a la botella, que lamentablemente no empezaba aun a hacerle efecto– y yo que tu corro porque Robin-chan viene para acá– dijo después dejar la botella en la arena viendo como una estela de arena quedaba donde antes estaba su amigo, creo que ni Kisaru atraparía a Zoro cuando huye de su mujer, pero sonrió algo divertido y notó que el muy idiota había dejado su botella casi llena.

–Hola Sr. Cocinero– escuchó la risueña voz de la morena arqueóloga de la tripulación, llevaba un vestido negro escotado, largo con un corte en su pierna derecha dejando ver una sensual liga en su muslo, recordó que hace años esa sola imagen hubiese logrado que él saltase directo a sus pies, pero desde que ella salía con el espadachín que él la trataba de manera mucho más respetuosa y sensata, ya que los celos del Marimo no eran algo que debiesen tomarse a la ligera– ¿Qué haces acá tan solo?

–Hola Robin-chan– contestó intentando aparentar una voz más calmada que le fuese posible en ese momento– Solo quise venir a ver la luna en la orilla del mar– a lo que ella levantó la vista viendo la hermosa luna llena que adornaba en firmamento nocturno.

– Es bastante linda, aunque es raro verte aquí tan solo, teniendo una fiesta llena de chicas allá adentro– ella sabía que el cocinero no estaría solo sin una razón importante, y para ella esa razón era clara, lo era para todos en el barco, excepto para Nami y Luffy, la primera por negarse a aceptar que los sentimientos del rubio eran sinceros y el segundo por ser demasiado idiota como para percatarse de ello.

– Bueno estaba algo cansado después de tanto cocinar– la chica sabía ser bastante incisiva y él no era alguien que pudiese negarle mucho de sí a ella, se notaba a la distancia que esa excusa era pésima ya que él no era alguien que pudiese cansarse después de cocinar, no por nada pertenecía al trío monstruoso en la tripulación del rey de los piratas– ¿Buscabas al Marimo? – su pregunta fue para zafarse un poco de la chica que había tomado asiento al lado de la chica.

– Si pero Zoro y yo tendremos una conversación después, y tú no deberías encubrirlo cuando bebe– la sonrisa con la que pronunció esas palabras dio bastante miedo al rubio, "Lo siento Marimo hice lo que pude" ese pensamiento fue lo único que pasó por su cabeza, mostrando una nerviosa sonrisa. Luego de eso soltó un profundo suspiro mientras para luego volver a darle un largo sorbo a su botella, volviendo a sumirse en sus pensamientos, sintiendo como estos le ahogaban dentro. Levantó la cabeza fijando su mirada en la Luna, tan bella e inalcanzable, como lo era Nami para él en ese momento.

– ¿Cómo está todo allá en la fiesta? – preguntó tratando de desviar la conversación por otro rumbo que no fuese él y la situación.

– Bueno se ven todos muy alegres aunque hay muchos han preguntado por ti– comentó alzando la mirada al mismo sitio que el cocinero, no quería presionarle, pero sabía que estaba sufriendo mucho ene se momento.

– Creo volveré en un rato, cuando termine mi bebida– alzó su botella enseñándola casi vacía para luego beber el último sorbo de la botella y luego abrió la que había dejado su amigo.

– No es necesario que vayas si no quieres Sanji-kun –era de las pocas veces que la morena le llamaba por su nombre, eso había llamado potentemente la atención– Todos están preocupados por ti, todos saben que sientes Sanji-kun, nadie quiere verte sufrir – las palabras de la morena comenzaban a fisurar las capas frías que habían rodeado los sentimientos del rubio. Las lágrimas comenzaban a fluir de sus ojos destrozando su fachada.

– ¡No lo entiendo, siempre traté de ser que necesitaba! ¡Quería ser su príncipe! –sus voz comenzaba a quebrase, y sus lágrimas caían aun con dificultad por su cara, pero rápidamente las secó con su manga. Ella colocó su delicada mano en su espalada acariciándola por sobre la camisa color vino que llevaba puesta en ese momento. –¡cada maldito día de mi vida, intenté conquistarla! Cada día me levantaba pensado "¿Qué puedo hacer hoy para Nami?" o "Es pero que use ese vestido que me encanta" – sus palabras denotaban la gran pena que albergaba su corazón, apretó la botella con su mano mientras su rostro miraba la arena dejando que sus dorados mechones cubrieran su rostro.

–Sanji-kun no es tu culpa, ella solo amaba a alguien más– trató de consolarle pero sabía que nada de lo que pudiese decir le ayudaría, él solo necesitaba llorar y sufrir su pena– Eres un gran hombre Sanji-kun– ella realmente le rompía el alma ver al hombre así, él siempre había sido tan atento con ellas, con todas las mujeres en general, pero ahora que lo pensaba jamás había pedido nada a cambio, nadie nunca correspondió uno de sus sentimientos, debía sentirse solitario, más que ninguno en esa tripulación, él siempre estuvo para ellas, apareciendo cuando lo necesitaban, era un verdadero príncipe. Pero ahora ese príncipe se estaba desmoronando frente a ella y no sabía cómo ayudarle.

– Siempre quise que volteara a verme, que por una vez me dedicara una de sus hermosas sonrisas, que me mirara, pero supongo que jamás seré lo suficientemente bueno para nadie– sus lágrimas ya salían sin control, su mano libre cubría la mitad de su rostro, su voz era cada vez más oscura y triste, en su mente solo estaba el rostro de la chica, su sonrisa y la enamorada mirada que le dedicaba a su capitán. Era su destino jamás sería amado por nadie, simplemente debía remitirse a sus labores como cocinero, tal vez así podría hacerla feliz de algún modo, cocinándole los platos que siempre le gustaron, era la única forma en que podía hacerla feliz, era lo único que podía hacer.

Robin no sabía que hacer se puso de pie y se colocó de rodillas frente a él para así poder darle un abrazo, acarició su cabello un par de veces intentando calmarlo, pero simplemente deslizó las manos por su cintura apretando un poco el abrazo, parecía un niño abandonado buscando un poco de cariño, verlo así simplemente le destruía el corazón. Aquel dulce hombre que era el cocinero, ahora estaba reducido a un amasijo de tristeza y soledad, deseó poder darle el cariño que necesitaba, pero no, simplemente le era imposible.

–Yo la amo Robin-chan, yo la amo más que a nada, yo daría mi vida por ella–sus palabras salían a gritos inconexos, su mente ya no funcionaba, sus sentimientos simplemente fluían como un rio desbocado, y no podía controlarlo más y simplemente continuó llorando en los brazos de la chica hasta que su cuerpo colapsó y se durmió en los brazos de la chica, esta no quiso despertarle así que lo acomodó en la arena y lo cubrió con la chaqueta que tenía para que no pasara frío, aunque ahora mismo no había calor alguno que entibiase el corazón de aquel hombre.

– Descanse Sr. Príncipe, eres demasiado noble para una pirata – dijo mientras acariciaba el rostro del rubio, para luego volver a la fiesta encontrándose con su actual pareja.

– ¿Dónde estabas? – preguntó tratando de hacerse el desentendido, por lo del alcohol.

– Donde mismo estabas bebiendo Sr. Espadachín – dijo con una sonrisa muy amplia, la cual el segundo al mando de Los Sombrero de Paja conocía demasiado bien para su gusto.

Las horas pasaron y la fiesta no tenía intenciones de detenerse, las personas parecían que tomaran turnos para dormir ya que nunca se detenía ni la música ni la bebida. Al llegar la mañana el cocinero comenzó a removerse el sueño quitándose la chaqueta que tenía encima, la confusión inicial fue seguida por los recuerdos de la noche anterior, entonces un profundo suspiro salió de su boca "ya que más da" fue lo único que pudo pensar. Se puso de pie y caminó hasta el barco donde se dio una ducha rápida y se cambió de traje para luego volver a la fiesta. Caminó hasta la barra que había preparado, afortunadamente los que atendían se turnaron para poder seguir a tendiendo, después de todo ellos también disfrutaban la fiesta, una vez ahí pidió un whisky doble con hielo y que dejaran la botella con él.

–Pensé que sería la única con un rostro así en la fiesta más grande de la historia las palabras de una chica llegaron a sus oídos…