Mónologos de un Triste Cerezo
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Cuando las aves dejan de volar
¿Fumar? No es tan malo después de todo.
Cuando miraba que Meiling y Tomoyo, mis amigas, aspiraban de aquel delgado objeto lo que después dejaban salir por su boca y nariz, juraba que jamás las imitaría.
Y heme aquí, aspirando la ponzoña de este pequeño ente.
¿Quién lo iba a decir? Que iba a tragarme mis palabras y romper un juramento simplemente por una sensación de bienestar, el cual sé que sólo es momentáneo.
Luego seguiría la ansiedad, que surgirá por el hecho de estar haciendo algo que tengo prohibido.
Mis padres seguramente me comprarían un boleto de lujo para mandarme al manicomio, si a sus oídos llegaran las noticias de que me he convertido en amiga de la nicotina.
Sería una estancia prolongada, puedo imaginarlo. Sin embargo, tengo muy seguro que esta amistad no durará.
¡Vamos! Estoy consciente de que no soy una persona tan débil como para entregarme a un vicio que siempre prometí evitar.
Rompí el juramento aquel que hice conmigo pero... al menos hay oportunidad de rectificar.
Sí, al menos aquí sí existe esa oportunidad. Con él no la hay.
De niña viví una situación que después de casi diez años sigo recordando. Y sigue siendo triste para mí, aunque ya haya pasado mucho tiempo.
Había un ave, un pájaro pequeño que llegó a nuestro patio. Apenas y podía volar, hasta ahora desconozco la razón de su impedimento. Sus pequeñas alas le permitían un vuelo corto para después dejar que cayera sobre el piso frío, indefenso y débil.
El recuerdo de mi padre tomando a la pequeña ave entre sus manos viene a mi mente y de igual forma, la remembranza de aquel ser siendo depositado dentro de una caja. Le dimos de comer, evitamos cualquier tipo de maltrato hacia él. En una ocasión creímos que, después de varios días, volvería a emprender el vuelo porque al entrar en el salón donde lo habíamos dejado, éste se encontraba revoloteando torpemente. Parecía haber recobrado energías.
Qué sorpresa sería cuando descubriéramos que aquél había sido su último vuelo. Una semana después, el pequeño pájaro falleció.
Lloré, quizá mis lágrimas descendiendo por mis mejillas y los inquietos sollozos que dejaba salir de mi pecho forman parte del más vívido recuerdo de aquel suceso.
Tal vez es tan vívido porque lo estoy experimentando en este momento...
Y... así entendí qué es lo que sucede cuando las aves dejan de volar.
Aquí es cuando entra mi pregunta¿cuál fue el momento en el que dejé de volar? El momento en el que dejé de extender mis alas y caí en el piso frío y sin esperanza.
Y es que no hay esperanza. Él ya me lo dijo.
Decidida a emprender una vez más el vuelo, de luchar por el corazón que una vez tenía ganado, pero que ahora descubro que ya lo tengo perdido, no tiene sentido seguir volando.
Porque él lo dijo.
No te ilusiones. No vueles más.
Por eso me ven aquí, con este cigarro en la mano. Debatiendo qué hacer con las alas de mi alma. Si extenderlas y volar tan alto como pueda, para saber que tarde o temprano caeré sin remedio, o, sencillamente, quedarme quieta esperando el fin.
Cuando las aves dejan de volar, significa que han abandonado la esperanza de vivir... ¿Dejaré de volar yo también?
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Hola a todos (: Les presento este pequeño nuevo proyecto, que estoy llevando a cabo. Advierto: no es que vaya a dejar inconcluso la historia "Y para enamorarse hay pay de queso", simplemente quise comenzar este simultáneamente porque es una especie de terapia por muchas cosas que están pasando en mi vida. Y de verdad que me da alivio escribirlas...
Así que mantendré dos historias, realmente muy diferentes entre sí, pero que combinándolas da el balance a mi vida. Porque creo que no es precisamente agradable escribir solo los pensamientos amargos que tenga, sino albergar la esperanza y reflejarlos en la otra historia.
En fin, espero les guste mi trabajo y gracias por su atención.
