Bueno, he aquí algo que tenía ganas de escribir: Franne, aunque estrictamente hablando no lo sea.
Este fic es un regalo para Bri Weirdo (quién ya lo habrá leído cuando suba esto), que es una persona que escribe fantásticamente y que me ha hecho amar el Franne.
Espero que disfrutéis leyendo esto y que no me queráis tirar tomates al acabar de leerlo y espero que no me haya salido un poco (o muy) OoC.
También tengo que decir que esto comenzó como un one-shot pero escribí… y escribí… y escribí y tuve que dividirlo en capítulos (aunque creo que ahora me he pasado dividiéndolo)
Además tengo que agradecerle a Russian Psycho 3 que me ha aguantado mientras lo escribía y que me ha hecho de beta (aunque creo que me debería haber criticado más)
Prólogo
Desde que había vuelto de Francia Lisa no podía sacarse de la cabeza a aquel francés tan raro. Francis había dicho que se llamaba. Había hablado de él con todas sus amigas y hasta con su madre para intentar descubrir por qué había insistido tanto con Jeanne D'Arc.
¿Por qué lo habría hecho? ¿Tendría algo que ver con ella o solo es que simplemente era un poco raro? ¿Sería guía de verdad o no?
Miró fijamente la tarjeta de visita que había encontrado después de que el hombre desapareciera y una carta que le había llegado esa mañana. En la tarjeta había un nombre, Francis Bonnefoy; una dirección, de París; y un número de teléfono, aparentemente francés. En la carta le daban la enhorabuena por haber conseguido una beca para ir a estudiar Historia a Francia, más concretamente a París.
La beca la había pedido hace mucho tiempo, antes de hacer el viaje a Francia, y no creía que se la fuesen a dar, ya que pedían una nota muy alta para que te la concedieran. Pero se la habían dado y no se lo creía. Debería estar dando saltos de alegría pero ahí estaba, mirando la carta y la tarjeta. Todo porque esto significaba una cosa: podría ver de nuevo al francés… y que podría preguntarle por su insistencia por Jeanne D'Arc.
Todavía faltaba más de un mes para que empezase el curso universitario, pero Lisa decidió comenzar a hacer preparativos, no quería que nada fallase cuando estuviese en Francia, y lo primero que tenía que hacer era avisar a su familia que le habían concedido la beca, cosa que fue de hacer de inmediato.
Capítulo I
Lisa llegó a su nuevo piso de París después de su primer día como universitaria en Francia y miró la carta que tenía a medio escribir encima de la mesa del comedor, cogiendo polvo junto al sobre que iba a juego.
Ya llevaba más de una semana allí y, aunque tenía el teléfono del francés, no se había atrevido a llamarle, por lo que había decidido escribirle una carta. El día anterior se había pasado dos horas delante de la hoja de papel y solo había conseguido escribir dos líneas. Más que una carta, o un intento de carta, parecía un telegrama.
Dejó sus libros y se dispuso a intentar escribir la carta. Al cabo de unas horas, en las que había estado tirándose de los pelos y durante las que había escrito media docena de cartas diferentes, quedó satisfecha con el resultado.
Se estiró y fue a prepararse algo para comer, mandaría la carta por correo al día siguiente y, como la dirección era de la misma ciudad, no tardaría mucho en llegar.
Francis abrió el buzón y se sorprendió al ver una carta en un sobre azul. ¿De quién podía ser? La cogió y entró a la casa mientras miraba el sobre por todos lados. Al ver quién la había escrito se sorprendió mucho. Era de aquella chica que había visto ese verano que parecía la reencarnación de Jeanne, de su queridísima Jeanne.
Se sentó en el sofá, abrió la carta y, dejando el sobre a un lado, comenzó a leerla.
Querido Francis:
Desde hace poco estoy estudiando en París y me preguntaba si nos podríamos ver otra vez.
Ahora tengo horario de mañana en la universidad y, si quieres, podríamos quedar en un café o en algún parque una tarde y me podrías hablar más de Jeanne D'Arc.
Espero que si nos vemos otra vez no desaparezcas de repente, dejándome una tarjeta de visita solamente, aunque tengo que admitir que me ha resultado útil para localizarte.
También me podrías hacer de guía otra vez y enseñarme la ciudad, si no es mucha molestia.
Espero tu contestación con ansia.
Lisa.
Francis dejó la carta sobre la mesita baja que tenía delante y juntó las manos, apoyando los codos en las piernas y dándose golpecitos en los labios con las manos juntas.
Jeanne le había pedido que interrumpiese de nuevo su vida, perdón, Lisa, y no sabía qué hacer. Podía volver a empezar con ella, ser felices de nuevo, pero recordaba cómo había acabado la última vez. La habían quemado en la hoguera y él no pudo hacer nada para evitarlo, para salvarla, y había muerto irremediablemente.
Se levantó y se dirigió a su despacho para redactar la contestación, pero aún no sabía qué le iba a decir. ¿Le diría que sí y quedarían? ¿O le diría que no y saldría de su vida para siempre? Se dispuso delante de una hoja de papel, pensando qué decirle, con una expresión de duda dibujada en la cara.
Al final sacó una pequeña tarjeta con su sobre correspondiente de un cajón del lateral de la mesa y escribió una breve contestación, metiéndola a continuación en su sobre. En la tarjeta ponía:
Querida Lisa:
Claro que me gustaría que nos volviésemos a encontrar.
¿Cuándo y dónde quieres que nos veamos?
Francis Bonnefoy.
Era viernes al mediodía y Francis recordó que todavía no había mirado si tenía correo, cosa que fue a mirar.
En el buzón estaba la tarjeta que le había mandado a Lisa con una contestación en el reverso:
Viernes a las 16:00 en la entrada del parque Montsouns.
Viernes a las 16:00… eso quería decir a las cuatro de ese mismo día y a Francis casi no le quedaba tiempo para arreglarse y llegar a tiempo. ¿Cómo se le podía haber olvidado mirar el correo esa mañana?
Se fue corriendo a su cuarto para ducharse y ponerse una ropa más adecuada para quedar con una chica. Comenzó a desvestirse para entrar a la ducha a la vez que sacaba diferentes pantalones y camisas del armario. Como veía que así no iba a acabar nunca decidió hacer las cosas de una en una y, antes de hacer nada más, se metió en la ducha.
Al salir miró toda la ropa que antes había dejado en la cama. ¿Qué se debía poner? Ante esa duda comenzó a ponerse diferentes combinaciones de camisa y pantalones y a mirarse en el espejo.
Cuando se estaba probando una camisa blanca con unos pantalones vaqueros azul oscuro bastante formales, que le parecían perfectos para esa ocasión, comenzó a reírse. Se acababa de dar cuenta de que parecía un adolescente preocupado por su primera cita con una chica.
Se acabó de arreglar y miró el reloj. Tenía el tiempo justo para llegar a tiempo si salía ya de casa, cosa que hizo sin demorarse más.
Justo a las cuatro en punto llegó a la entrada del parque, donde vio a Lisa, esperándole. No sabía cómo acercarse a ella, pero antes de que pudiese hacer nada ella le vio y se acercó a él, sonriéndole.
A Francis le pareció que estaba preciosa. Llevaba un vestido blanco que le recordaba mucho a los que Jeanne solía llevar cuando estaba con él. Sacudió un poco la cabeza, no debía pensar en Jeanne, Lisa no era Jeanne.
—Hola —Lisa le sonrió—. Estoy encantada de volver a verte —en ese punto titubeó un poco, no sabía si ofrecerle la mano o no, y al final no hizo nada—. Me alegra que aceptases a encontrarte conmigo de nuevo.
— ¿Cómo iba a rechazar encontrarme con una joven tan bella? —le lanzó una radiante sonrisa mientras ella se sonrojaba—. ¿Y ahora qué quiere hacer esta bella dama?
— ¿Podrías hablarme más de Jeanne D'Arc? —Estaba cada vez más roja ante las palabras de Francis—. Llevo queriendo saber más de ella desde que me hablaste sobre ella cuando me hiciste de guía, además lo que me contabas parecía que lo habías vivido, que no lo habías sacado de un simple libro.
Francis no sabía qué hacer. No sabía si contarle toda la verdad, contarle que la había conocido, que habían sido amantes, que él era una nación y que otra nación la había matado a ella por celos, sin que él lo hubiese podido impedir, siendo su muerte algo que le había marcado para siempre y que no lo olvidaría jamás.
Si se lo contaba podía pensar que estaba loco y que podía no volver a verle, pero no quería mentirla, no a ella, a la chica que se parecía tanto a su Jeanne, a la primera humana a la que había amado completamente y a la que le había contado todo sin ocultarle nada. Le parecía como si la fuese a mentir a ella y no podía soportarlo.
— ¿Francis? —Lisa le estaba mirando con cara de impaciencia. Se había quedado callado sin contestarla y se estaba impacientando.
—Lo siento, me he perdido en mis pensamientos. Claro que te contaré más sobre Jeanne, pero me gustaría que me contestases a una pregunta antes, d'accord?
—Claro —estaba un poco confusa, no entendía bien por qué se comportaba así, pero no le importaba contestar a alguna pregunta mientras esta no fuese muy indiscreta, claro.
— ¿Qué me dirías si te dijese que las naciones son personas?
—Es una pregunta muy rara —Se quedó pensativa mientras Francis la miraba, esperando una contestación—. Nunca me lo había planteado… ¿Andamos mientras me lo pienso un poco? —Francis comenzó a andar sin decir nada y Lisa le siguió mientras seguía pensando su respuesta. Al cabo de un rato pararon en un banco y se sentaron. Lisa miró a Francis a los ojos—. Nunca he creído mucho en los mitos ni en las historias fantásticas pero supongo que si alguien me diese pruebas de que un ser fantástico existe, que en este caso sería la personificación de una nación, supongo que lo creería —bajó la mirada y siguió hablando en voz más baja, casi hablando para sí misma—. Además siempre me ha parecido que la historia de los países podía ser la historia de algunas personas…
Francis ya tenía la contestación que quería y ya estaba totalmente seguro de lo que iba a hacer, se lo iba a contar todo, pero no sabía cómo comenzar sin asustarla. Miró un rato a unos niños que estaban jugando delante de ellos y al final decidió cuál era la mejor manera de contárselo: la invitaría a comer a su casa y se lo contaría mientras le enseñaba los recuerdos que guardaba de esa época, así ella tendría sus pruebas.
—Me gustaría contártelo todo con calma y en un lugar con menos gente… ¿Qué te parecería venir mañana a comer a mi casa? Así te lo contaría todo con tranquilidad.
—Esto… Claro, ¿por qué no? —estaba sorprendida ante esa invitación tan espontánea pero no le pareció una mala idea, tampoco tenía planes para ese fin de semana, aún no conocía a casi nadie allí—. ¿A qué hora te gustaría que estuviese allí?
—Sobre la una estaría bien, excepto que estés habituada a comer a otra hora —la miró de reojo, no sabía muy bien cómo se habría tomado la invitación, pero ya que le iba a contar todo, eso era lo de menos.
—A esa hora está bien —parecía un poco nerviosa.
Comenzó un silencio incómodo entre ambos. Ninguno sabía qué decir para romperlo y cada uno estaba pensando en sus cosas.
Lisa, mientras tanto, estaba pensando en qué se le había pasado por la cabeza para aceptar una invitación así de un hombre al que apenas conocía. ¿Y si la pasaba algo? Nadie sabría dónde estaba. Pero ese hombre no parecía peligroso… sí bastante ligón, pero no peligroso. Además le gustaba su cara de preocupación y su sonrisa era preciosa… Sacudió la cabeza. ¿En qué estaba pensando? ¿Acaso se había enamorado de él? Si apenas le conocía. Vería que iba pasando y ya pensaría sobre ello, de momento no se iba a comer la cabeza.
Francis estaba pensando en qué hacerle de comer y cómo decirle luego todo, y su vena de galán nato no le estaba ayudando en nada, ni para decidir esto ni para continuar hablando con ella, parecía que iba a tener que usar todos sus recursos para que esto saliese bien. Miró a Lisa y la vio ensimismada. Se levantó del banco y la miró a los ojos sonriendo levemente.
—Podemos ir a un café de aquí cerca que no cierra demasiado pronto y continuar hablando.
Lisa asintió y le siguió, y allí pasaron el resto de la tarde, hablando de banalidades y tomando un café tras otro.
––Nos veremos mañana en mi casa, ma chérie. ¿Estás segura de que no quieres que te acompañe hasta tu casa? Ya está oscuro y puede que sea peligroso que vayas sola.
—Estoy segura, gracias —se sonrojó un poco cuando la llamó "ma chérie", pero durante el tiempo que habían estado en el café se lo había dicho varias veces y se había ido habituando—. A la una estaré en tu casa, es la dirección de la tarjeta de visita, ¿verdad?
—Oui —al oír esto Lisa sonrió y después se fue despidiéndose con la mano—. À bientôt Lisa —Francis le sonrió y se despidió de ella con la mano también
