Broken
Dolía. Dolía mucho.
Era lo único en lo que podía ser capaz de concentrarse. Sus heridas no eran. El dolor no era físico. O tal vez si lo era, el caso era que el dolor era tan intenso que de alguna manera u otra, se le fueron las fuerzas. Lo abrazó. Primero de forma delicada. Luego con fuerzas. Con todas sus fuerzas.
No era capaz de decir nada. No era capaz de articular palabra. Sabía que si hablaba, que si lo hacía toda aquella resistencia, que a su juicio era demasiado poca, moriría. Cómo él.
Pero no hicieron falta frases entrecortadas rogándole que no lo abandonase. Él se había ido. Y cómo cada cosa que hizo en su vida, lo hizo con una sonrisa en el rostro. Quisó acariciar su mejilla, pero fue incapaz de moverse. Simplemente podía recordar aquello que le dijo, lo último que le diría en su vida. Lo último que escucharía con aquella voz que tanto quisó proteger.
"Vayamos a casa"
Estaba roto. No había otra manera de describirse, y cuando las lagrimas estallaron en sus ojos, y empaparon el rostro de Hide, fue incapaz de decir otra cosa que no fuese su nombre. Fue incapaz de hacer otra cosa que no fuese llamarlo. Pero sabía que de nada serviría. Ya era el fin. El fin no sólo de Hide, sino de él también.
-Vayamos a casa, Hide.-Dijo antes de sacar fuerzas, quién sabe de dónde y levantar al chico. Por un momento, incluso le pareció verle sonreír. Vaya, se dijo. Ahora lo único que le faltaba, era volverse loco, para destrozarse un poco mas a sí mismo.
Los pasos fueron lentos, pero no menos firmes. El camino fue largo, y en el trayecto, sólo fue capaz de pensar en que su vínculo con el mundo humano, su verdadera atadura, el cordel que le mantenía de verdad con su humanidad presente dentro de sí, finalmente había desaparecido. Por qué ni sus ojos ni su cabello evidenciaban su lado humano. Sino aquel chico a quién llevaba en brazos. Demonios, se sentía tan roto.
Y hacía frío.
Las luces de los investigadores eran cegadoras. Pero a partir de ese punto, sólo fue capaz de mirar con una sonrisa el rostro de su amigo. De su Hide. Su camino finalmente terminó cuando estuvo frente a frente con el albino. Cn el alto hombre que con sólo verlo le dió un retortijón, cómo si supiese que estaba viendo a la muerte de frente. Con una sonrisa, con el alma rota y con delicadeza depositó a Hide en el suelo. Le miró por unos segundos, grabándose aquel rostro en la mente. Finalmente alzó la vista y clavó sus ojos a frente. No sentía rabia, ni odio. La tristeza fue demasiado sublime en aquel momento que de nuevo se sintió vivo a causa del dolor que ésta causaba dentro suyo.
Luego, simplemente repitió aquello que Hide le suplicó.
-Vayamos a casa, Hide.
Fin.
Demonios. Hide no tenía que morir.
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