¡Hola a todos!
Somos Personaggio (Yaniita para los amigos) y Kate Cobac (Anya para muchos, Cata para Yaniita). Y empezamos con una pequeña historia que, esperamos, sea de su agrado. Será un fic espontáneo, fresco y esperamos que divertido. A quienes nos obsequien una oportunidad, ¡muchas gracias! Ojalá les hagamos pasar un ratito agradable.
Y sin más, el primer capítulo...
Los personajes protagonistas no nos pertenecen.
Verde que te quiero verde
Capítulo I.
No era que le agradara usar maquillaje, pero tenía un par de bolsas demasiado feas bajo sus ojos. Le permitió a su dama de limpieza aplicarle un poco de corrector, aunque fue difícil igualar el tono de su pálida piel, y se miró al espejo por tercera vez. La cabeza le latía como la mierda, joder. Estaba cansado, quería quedarse en casa y dormir por el resto del día. Dormir y comer y seguir durmiendo. Qué buen plan; maravilloso e imposible de llevar a cabo.
Miró su reloj de pulsera y bufó, tan obstinado como casi siempre. Debía estar en la empresa desde hacia cuarenta minutos y aún no se dignaba siquiera a tomar su desayuno. Respiró, tratando de recordar el por qué aceptó la responsabilidad sobre la Corporación Malfoy. Sí, su padre fue el dueño, la organización llevaba su apellido pero, ¡una cagada! Odiaba esa oficina. Bien podría dirigirlo todo desde su departamento, tan cómodo y placentero, con una copita de coñac en la mano y una buena película de Denzel Washington proyectándose en su enorme, enorme televisor pantalla plana. Una maravilla.
Y entonces, ¿por qué carajos debía madrugar y salir derechito hacia en donde menos quería estar? Se lo había prometido. Su padre dio casi toda su vida por aquella compañía, aquella corporación a la cual quizá odiaba por tratarse de la raíz de todos sus problemas familiares; el casi abandono del patriarca por éste dedicarse a sus reuniones interminables, la enfermiza necesidad de tener tanto dinero que ni sabía qué coño hacer con él… ya tenían demasiado, ¿por qué más? Para tratar de comprar su cariño, tal vez. Llenar con diversos juguetes el enorme hueco que sus ausencias dejaban.
Da igual, ya da igual, Draco – fuese como fuese, era su padre y lo quería. Antes de morir, le hizo prometer sobre su lecho encargarse de todo. Ejercer el puesto de presidente, de amo y señor de aquellos pasillos y liderar a toda la manga de inversionistas que gozaban lamerle los zapatos por tratarse de una corporación tan bien puesta en el mundo de los negocios. Bien ahí, padre.
Debía admitir que el dinero no le molestaba, todo lo contrario. A la final, los billetes ayudaban muchísimo en los placeres. Él los disfrutaba y de vez en cuando despilfarraba en estupideces. ¡Qué más daba! Tenía de sobra; podría participar en los desfiles como el Rey Dólar y lanzarles billetes de cien a todos los pobretones de Londres. ¡Que le diesen un tiro si la gente no iría solo por eso! La reina podría mostrarse en tetas y con el culo al aire, pero todos ovacionarían al Rey Dólar, tirando de aquel papel como un loco por todos lados.
Su reloj sonó, indicando que ya tenía una hora de retraso. Ajustó su corbata y salió disparado. Anita, la señora que tan pulcro dejaba su piso, terminó comiéndose los huevos con tocino y pan tostado.
Saliendo al estacionamiento pisó caca de perro; no se dio cuenta y así subió a su automóvil. ¡Una ironía! Había despedido a su chofer hacia dos días por haber pisado cagarruta de gato y haberle manchado las alfombras del carro. Prendió el motor y sin esperar a que calentara, arrancó. El tráfico era llevadero y en pocos minutos llegó a la corporación. Prácticamente corrió hacia el ascensor, sin saludar a nadie, y mientras ascendía hacia la sala de conferencias, se dedicó a recuperar el aliento.
— ¿Qué mier…?
— ¡Joder, Draco! — Blaise Zabini lo recibió apenas el ascensor abrió sus puertas. Moreno y tan alto como un poste de luz, sonreía tal cual el gato rizón en aquella película infantil. — ¡Mierda!
— ¡Sí, mierda! ¡Huelo a mierda! — Draco se olfateó, mirando sus costosos zapatos; la pastosidad color marrón sobresalía de su suela izquierda. – ¡Qué puta suerte!
— ¡Qué puto tú! ¿Por qué llegas a esta hora? ¡Y oliendo a cagarruta! No pareces el presidente, el dueño, amo y señor de todos éstos…
— Cierra la boca y dame tus zapatos — exigió, quitándose los suyos con los mismos talones; sin querer manchó sus medias. Frente a la sala de conferencias solo se encontraba Beth, la secretaria, quien les decía que todos aguardaban para la reunión.
— ¿Qué? No puedo quedarme en…
— ¡Dame tus zapatos! ¡Y cierra la boca, Beth! Ya sé que nos esperan — la mujer bufó, volviendo a dirigir su atención al ordenador sobre su escritorio.
— Ni siquiera calzamos el mismo… — Blaise calló. Se metió un dedo al oído derecho y lo movió rápidamente, como si buscara calmarse alguna comezón. — Ey, ¿oyes eso?
— ¡Coño! Ya se están alterando esos viejos que…
— No, no es en la sala de conferencias — Blaise caminó hacia el enorme ventanal, mostraba una vista espectacular, y fijó sus ojos hacia las afueras de la corporación. Draco lo siguió, caminando sin zapatos pero aún con el olor a mierda impregnando su nariz. – ¡Una turba iracunda!
— ¿Qué es…? — Draco Malfoy pegó la cara del vidrio y bajó la vista lo más que pudo, detallando al montón de locos que protestaban frente a su empresa. Tenían muchos carteles pero desde ahí no lograba distinguir ni una sola letra.
— Vienen con estacas, hermano. ¡A clavarlas directo en tu corazón!
— No seas pendejo — giró hacia la secretaria. — Beth, llama a los guardias. Que aparten a esa gente de mi empresa, ¡ya mismo!
Beth tomó el inalámbrico y marcó un solo número. Draco se acomodaba por cuarta vez la corbata, al parecer, había olvidado que andaba sin zapatos.
— Ya los guardias están abajo, señor. Pero esa gente…
— ¿Por qué protestarán? – Blaise se rascó la barbilla.
— Algo de la plaza Spring que usted, señor Malfoy… — Beth hablaba sin despegar el inalámbrico de su oreja — Ajá —decía, escuchando a la persona al otro lado del teléfono — piensa… ¿qué? ¡Habla bien, Josep! Ah, ya… el parque que destruirá.
— ¡Compré el terreno hace más de un año! — Draco se irritó, aún mucho más de lo que ya estaba, y caminó hacia el ascensor.
— ¿A dónde vas? — preguntó Blaise, siguiéndolo.
— A correr a esa gentuza de mierda.
— Los viejos esperan, Draco. Deja que los guardias…
— ¡Nada! Callarán sus bocas apenas vean a Draco Malfoy salir por estas puertas — Sí, pensaba que los intimidaría el protagonista de la portada de la revista People. Sí, estaba seguro.
— Esto tengo que verlo — Blaise corrió para adentrarse en el ascensor, justo antes de que las puertas cerraran.
Llegando a planta, observó a la gente conglomerarse en las puertas, observando a la muchedumbre. No repararon en que su jefe, el joven señor Draco Malfoy, estaba presente.
— ¿Qué se supone que hacen? ¡Vuelvan al trabajo! — todos se sobresaltaron al escucharlo y, apartándose de las puertas principales, fingieron volver a sus labores. Fuera, los guardias de seguridad trataban de calmar la situación.
Draco Malfoy frunció el seño, arrugando su frente como la de un anciano. Era desconcertante la situación, pensó en que nunca había tenido ese tipo de problemas. Había escuchado de las protestas dirigidas por veganos y ecologistas en laboratorios y empresas que utilizaban a los animales para experimentos y pruebas químicas, pero él no se dedicaba a tales oficios. Solo demolería un viejo samán de la plaza Spring, y asfaltaría el terreno, derribaría los bancos y acabaría con los arbustos que, ignoraba, daban unos ricos frutos rojos. ¡Tenía el derecho! Había pagado al ayuntamiento por esa porción de tierra.
Salió del edificio y los abucheos aumentaron su volumen. Se tapó los oídos con ambas manos y enfocó su vista en el montón de hippies chiflados que los rodearon. Los guardias se colocaron frente a él, buscando protegerlo. Volteó buscando a Blaise y descubrió que el idiota se había quedado dentro, aplastando la nariz contra la puerta para tener una mejor visión, claro, sin poner en peligro su vida.
— ¿Qué es…? ¡Dios! ¡Cierren la boca!
— ¡Silencio, por favor! — era la voz proyectada a través de un parlante. Draco observó, con asombro, como todos obedecieron ante la orden. Miró hacia la portadora de la voz de mando y su seño se frunció un poco más, si eso era posible. – Creo que podemos discutir con el señor Malfoy como personas civilizadas – volvía a hablar por el parlante. Draco pensó que se trataba de alguna especie de líder, por como la veían el resto de las personas. Estaba sobre los hombros de un tipo demasiado grande que, ante una señal de ella, la bajó al suelo con delicadeza.
Draco la observó abrirse paso por entre sus compañeros para llegar hasta él. Vestía con unos pantalones anchos de color marrón claro y una camisa vaporosa color verde agua de mangas largas. Era pelirroja y casi tan blanca como él. ¡Sí! ¡Qué palidez!
— ¿Pueden sus guardias dejarme pasar? —preguntó ella, ya prácticamente frente a él.
— Señor Malfoy, no creo que sea…
— Soy inofensiva — la muchacha mostró una sonrisa blanca sobre su boca rosada. Draco desconfió por completo de ella.
Ese día prometía no ser bueno, no desde que se levantó casi meándose en la cama. Además, había dormido fatal. Y ahora con ese montón de dementes…
— Estúpidos y sucios hippies — murmuró con ganas para sí, al menos eso creyó. Cuando volvió a ver a la joven pelirroja, notó como sus pálidas mejillas enrojecían cual pimientos morrones en temporada.
— Usted, señor Malfoy… — no era mucha la distancia que los separaba. Los guardias le protegían desde los flancos y ella fácilmente podría estirar el brazo y quizá llegara a rozarle el chaleco. – Usted huele a mierda.
Draco casi se infarta ante tales palabras. ¿Cómo se atrevía ella…? ¡Momento!
Inhaló profundamente. Mierda, aún olía a mierda.
¿Explicamos la dinámica?
Hacia tiempo, en un foro argentino, una amiga me escribió un drabble. Al pasármelo tuvo la idea de hacerlo un fic en conjunto, y me pidió que escribiera una continuación de ese primer drabble que ella hizo. Y así hicimos una historia de diez capítulos cortos (con diez escritoras diferentes, sin ponernos de acuerdo ni nada. Cada quien escribió con libertad). La idea me encantó y le planteé a Cata (soy Yani, jeje) hacer este fic de ese modo, sorprendiéndonos mutuamente. Es súper entretenido porque verán, aún cuando ambas somos las que escribimos el fic, ninguna tiene idea de cómo va a continuar. (Lu, si algún día lees esto, ve que te robé la idea, jajajajaja) Aunque es un juego que se ve mucho en Facebook también.
El primer capítulo viene de mi mano, lo que adelanta que el próximo lo escribió Cata. ¡Esperamos no nos resulte una historia choreteada!
¿Algún comentario?
Abrazos,
Yani.!
