Lo he trabajado en cosas equis, pero nunca lo quise escribir en sí, el concepto del amor platónico y eso. Serán pequeñas historias que no necesariamente tienen conexión entre sí.
Sin más, comienzo.
DISCLAIMER: Digimon ni sus personajes me pertenecen. La historia, en cambio, es mía.
A distancia
– Uno: La chica de la cámara de fotos. –
Daisuke & Hikari
Desde la distancia la observaba, en silencio, ¡el árbol era el lugar perfecto para mirarla! Ahora, con su cabello hasta los hombros y la cámara en sus manos se le hacía encantadora, capturando con la lente desde el cielo hasta la gente que iba pasando por ahí. Sonrió para sus adentros, asido con fuerza del tronco del árbol, el más tupido, para no ser visto y poder disfrutar de verla sin ser visto. Era obvio que la seguía queriendo, pero lo sabía, sus besos nunca serían suyos y ella nunca lo vería más allá que como un amigo. Se conformaba con eso, verla feliz en lo que le gustaba.
Hikari parecía envuelta en un aura especial cuando sostenía la cámara en sus manos.
Sonrió enternecido cuando la vio risueña, capturando la imagen de un par de niños jugando con un cachorro. Desde donde estaba no lograba escuchar el ruido del obturador, pero supo que, por lo bajo, había hecho unas seis o siete fotos de los pequeños antes de dirigir el lente a otro sitio, más arriba, hacia el cielo de la tarde clara. Cielo con pocas nubes, día cercano al verano. El vuelo de un ave. Y la notó haciendo un pequeño mohín, había fallado en capturar el paso del pájaro, ¿gorrión, paloma? ¡Qué iba a saber él!
Rápidamente la frustración de la castaña pasó, ahora capturaba a una pareja de ancianos, la anciana prodigaba de caricias a la pequeña, quien se había tropezado con algo.
A veces se sentía capaz de mirar el mundo tal como ella lo hacía, porque un artista visual es sensible ante el mundo que lo rodea, a veces más que un músico. Aquel sentimiento lo llenó de una calidez enorme, porque aquello era su luz, nada más que su luz.
No había nada más hermoso que eso, sentirse capaz de ver el mundo con sus ojos. Sonrió y se movió, la rama hizo un crujido, pero no se vino abajo. Y sintió el ruido del obturador, había sido descubierto. Tras eso, una risa clara como el trino de aves, como la corriente de un riachuelo. Y su rostro, pasando del canela al carmín en cosa de segundos.
Capturado.
Hikari observó la toma, ayudada por el zoom. Allí estaba él, escondido entre las hojas verdes, con expresión que se le antojó tranquila. Y volvió a reír como una avecilla.
Sería una bonita fotografía para su álbum.
Entre Daikari y Takari prefiero el Daikari, pero pensé que para iniciar el tema del amor platónico esta pareja sería la ideal. Acepto ideas para la próxima historia. :)
Como siempre, gracias por leerme.
* . Carrie.
