Disclaimer: los personajes e ideas reconocibles son de Suzanne Collins. El fic está basado en Pennywise, el payaso villano de la película IT (Eso), dirigida por Tommy Lee Wallace.

Aviso: Este fic participa en el "Minireto de octubre" para el "Torneo entre Distritos en la Arena", del foro "Hasta el final de la Pradera".


Me detengo en abrupto sobre la orilla de un acantilado, esperando a que las risas detrás terminen por caer en las rocas afiladas que sobresalen en el lago tóxico. Pero no lo hacen. Los ruidos se convierten en carcajadas y éstas en alaridos de horror que rocían los árboles de sangre negra. Desde aquí puedo contemplarlo; no importa a dónde vaya, esa cosa me persigue como un destello de luz oscura que atraviesa las ruinas y se arrastra bajo las alcantarillas de ésta Arena.

Sé que es un muto más de los Vigilantes, quizá el más aterrador y peligroso que pudo haberse creado en la historia de los Juegos. Lo sé porque está aquí, torturando a los tributos con trucos horripilantes para después devorarlos vivos, descuartizándolos de un solo movimiento y engullendo los órganos cercenados. He presenciado la brutalidad de esos ataques. Ese ser monstruoso se transforma en bestias abominables, criaturas deformes e inclusive en otros tributos que poseen dientes afilados y uñas como hojas de cuchilla; esa cosa se convierte en tu peor pesadilla. Todavía recuerdo la forma que adquirió para mutilar al chico del Once; una gigantesca araña de colmillos viscosos y ojos rojos que lo decapitó lentamente.

Es por eso que me encuentro huyendo, incapaz de luchar ante ese muto terrorífico. Con esa cosa acechando nuestros miedos, salir vencedor es la menor de las preocupaciones. Así que en cuanto los bramidos se arrastran a través de los túneles, cerca de mí, me dirijo rápidamente hacia unos montículos de piedra que brillan bajo el cielo morado. Allí me percato del enorme error que he cometido.

Los montículos de piedra brillante son la cosa. Se convierte en decenas de víboras que me salpican de ácido, obligándome a retroceder y toparme con un muro lleno de dedos y ojos mutilados. Atónito, veo cómo las serpientes se copulan entre sí hasta mutarse en un grotesco payaso de sonrisa roja y tétrica. No puedo apartar la mirada de ese repentino hombre con traje colorido y peluca carmesí, que me guiña el ojo tras ese rostro pálido y espeluznante.

—Tu cabeza se verá bien aquí, Gloss —apunta a unos cuantos globos de color que flotan a su lado—. Si ellos flotan, tú también puedes flotar.

La cosa emite una risa inhumana, provocando que los globos estallen sangre y la mitad de su cara se vea rociada de ese líquido escarlata. Y es ahí, atrapado en la mirada demoníaca del payaso, donde sé que el miedo es el más letal de los enemigos.