Renuncia de derechos: Trama y algunos personajes son míos, por lo que me reservo su uso. Harry Potter y su universo… ya lo saben, J. K. Rowling es dueña de todo.

Advertencia: El presente fic no sigue al canon debido a que está ligado a la Saga HHP, escrita por su servidora antes de la publicación de HP6 y HP7; por lo tanto, no se aceptan comentarios malintencionados sobre personajes y/o situaciones que Rowling jamás escribió.

El presente texto participa en el Reto Semi-anual "Más allá del epílogo", del foro "Hogwarts a través de los años".


Antecedentes.

Ni el pasado ha muerto
ni está el mañana,
ni el ayer escrito.

(Antonio Machado)

El Ministerio de Magia de Reino Unido se enorgullecía de haber podido alzarse de nuevo tras una de sus peores épocas: la segunda guerra, iniciada por quien se hacía llamar Voldemort y detenida por aquel conocido como el Niño-Que-Vivió.

Aunque si se quería ser preciso, en los últimos años el sobrenombre más usado de Potter había sido El-Héroe-Que-Desapareció. Cortesía de Rita Skeeter, por supuesto.

En lo personal, Theodore Nott no pensaba en ello. Se ocupaba de lo suyo en silencio y con rapidez, tal como muchos esperaban que fuera un miembro del Departamento de Misterios, aunque su simple semblante hiciera creer que no soportaría ni la más leve maldición.

Pero había aguantado más de lo que la gente creía. La presión de su padre, el escarnio de algunos "amigos", las muchas invitaciones para tatuarse la Marca Tenebrosa en sus últimos años en el colegio, su propia cobardía por no luchar en la Batalla de Hogwarts, las miradas malintencionadas cuando su padre fue llevado a Azkaban…

Sí, había razones más que de sobra para pensar que Theodore Nott no era una compañía recomendable; sin embargo, eso a él le importaba muy poco. No todo en la segunda guerra había resultado mal para él. Solo debía recordar lo más valioso que tenía para dejar de lamentar lo perdido en aquellos tiempos oscuros. Además, ¿de qué le serviría lamentarse?