Disclaimer: Los personajes corresponden en derecho de propiedad a sus respectivos autores, esta historia es sin fines de lucro. Sólo con el único fin de entretener a un público lector; de una fan para fans.
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Por: LadyKya0


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No hay futuro para ti
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¿Recuerdas aquella vez, cuando me dijiste que siempre estaríamos juntos? Levantaste tu mano y señalaste hacia el cielo.

Oh, que bellos eran los bombillos blanquecinos que nos miraban desde arriba.
¿Cuánto tiempo ha pasado? Hace mucho perdí la cuenta.
Me gustaría volver a vivir aquel momento, justo a tu lado. Cuando sólo éramos tú y yo.

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Dejó caer todo su peso sobre el respaldo de su asiento, mientras acomodaba el espejo retrovisor de nuevo. Vio a un coche pasar por la carretera, atrás de donde se encontraba.

Volvió la mirada hacia el frente, con el sol pegando directo en el parabrisas de su coche, lo cual le provocó una fuerte molestia en sus ojos castaños, causándole un ligero ardor debido a la brillante luz. Entrecerrando los ojos por reflejo, llevó su mirada rápidamente a la guantera; estirando su brazo abrió la pequeña puerta para después tomar el estuche donde guardaba los lentes oscuros que su novia le había regalado el verano pasado, eran sus favoritos. Al ponérselos inmediatamente su vista mejoró mientras todo alrededor se tornaba de un color sepia; ahora ya podía inspeccionar el lugar sin ningún tipo de molestias.

Fue entonces cuando observó los grandes árboles que rodeaban el lugar. Estaba claro, decidieron detenerse a descansar en medio de la nada.

La noche anterior simplemente ya no podía continuar conduciendo. Estaba cansado, y la cantidad de coches que querían salir de California habían sido demasiados. Le tomó más de dos horas el poder salir del condado, era obvio que las vacaciones de verano acababan de iniciar. Parecía que todas las personas querían alejarse de la ciudad. Como ellos.

El hombre regresó el estuche azul de nuevo al lugar de donde lo había tomado. Cerró de nuevo el compartimiento.

Suspiró mientras agitaba un poco el cuello de su camisa intentando así refrescarse aunque fuese un poco; el calor ya comenzaba a ser sofocante, y apenas eran las 9:15 AM. O al menos eso era lo que decía el reloj digital de su coche cuando lo consultó.

— Vaya, un poco tarde — Pensó. Si seguían así llegarían a casa de los tíos mucho después del mediodía. Intentó no desesperarse, aunque en realidad no sabía si lo que quería era llegar ya, o no llegar. Agitó un poco su cabeza para de esa forma dejar de pensar demasiado, en cambio decidió que el ambiente que lo rodeaba estaba muy silencioso, así que optó por presionar el botón dactilar que se había mostrado en la pantalla sensible, que se encendió en el momento en el que giró la llave. Inmediatamente una melodía, iniciando desde la mitad de alguna frase, llegó hasta sus oídos.

Abrió la lata de Pitt Cola que había comprado en el comedor del Motel, para después llevarlo directo hasta sus labios y refrescarse.

Alzando la mirada de nuevo al frente, por fin pudo ver como la chica pelirroja que lo acompañaba salía del establecimiento con una bolsa blanca de plástico en sus manos. Esta vez, se acomodó correctamente en el asiento, para así poder abrochar el cinturón de seguridad a un lado de su cadera, justo después de cerrar la puerta que había mantenido abierta; intentando filtrar de esa manera el calor que se había acumulado dentro del coche. Llevó su mano hasta la llave que ya se encontraba pegado al cilindro y esta vez la giró completamente cuando la mujer abrió la puerta, a su lado derecho.

— Compré donas para el resto del camino —. Alzó un poco la voz debido al rugir que había dado el motor. — ¡Hey! Bonitos lentes, seguro una chica guapa fue la que te los regaló —. Dijo divertida mientras cerraba su propia puerta. El hombre sonrió.

— No realmente, ¿sabes? Es un poco anciana y brusca, además siempre encuentra la oportunidad para hacerme daño físico. Con su cabello rojo, largo, siempre suelto. No sé cómo vivía con toda esa melena encima. — Se quejó, para después voltear a ver a su acompañante, la cual lo observaba con el ceño fruncido.

— Anciana tu tía —, la sonrisa del chico se amplió cuando vio a su compañera cruzarse de brazos. — Se ve mejor corto ¿cierto?

La mujer llevó una de sus manos hasta su cabeza, mostrando así lo corto que su cabello había quedado después de haber decidido cambiar de look. El hombre asintió sonriéndole al observarla sentarse a un lado de él.

— De cualquier forma, me gustas.

— ¿Me está coqueteando, joven Pines? — Preguntó usando un tono de asombro en su voz para después dirigirle una mirada un tanto provocadora.

— Probablemente — Su sonrisa jamás se desvaneció devolviéndole una mirada cómplice.

— Toma, encontré de jalea, las que te gustan —, la pelirroja suspiró satisfecha después de soltar una pequeña carcajada. Decidió cambiar el tema, y moviendo ambas piernas hizo que la bolsa blanca de plástico resonara, llamando la atención del hombre hacia el objeto.

— ¡Perfecto! Tendrás que alimentarme mientras conduzco. — Dijo, y dirigió su mirada al frente de nuevo, quitando el freno de mano.

— ¿Qué tal si conduzco yo? Debes seguir cansado. El último mes sólo respiraste trabajo —. Comentó más relajada, mientras se abrochaba su respectivo cinturón, y lanzaba el abrigo café que había estado sobre su lado del tablero todo ese tiempo, hacia el asiento trasero.

— No te preocupes, Wendy. Dormí bien. Puedo sobrevivir.

— ¿Seguro? De todas formas aún nos quedan como cuatro horas de camino —. Comentó la pelirroja mientras bajaba el vidrio de su ventana. — Oye… y, ¿Mabel ya se encuentra allá? — Intentó preguntar lo más casual que podía. Llevó su mirada hasta su novio, de quien, al oír aquel nombre, notó como sus hombros se tensaban. Wendy hizo una mueca inconforme para sí misma.

El hombre asintió en silencio mientras giraba el volante y se incorporaba de nuevo a la carretera que lo llevaría a él y su novia hasta el pequeño pueblo misterioso, en el condado de Oregón. La chica calló por unos segundos, notando por primera vez que el ambiente dentro del coche estaba siendo llenado por la voz de una mujer en una canción suave. El viento, provocado2 por la velocidad que el coche comenzaba a ganar; pegaba en su rostro mientras hacía volar sus rojizos y ahora cortos cabellos. Giró su cabeza y observó el paisaje que comenzaba a pasar rápidamente a un costado suyo.

— Seguro que al par de gemelos les caerá bien el aire fresco y paranormal del pueblo —. Dijo con un tono de voz alto, intentando así que sobresaliera de la música que su novio había puesto quién sabe en qué momento. — Dipper quiere ver a su hermana, y ella quiere verlo a él. ¿Verdad?

Preguntó llevando su mirada de nuevo hasta el chico, pero Dipper sólo se limitó a mantener su mirada sobre la carretera. Wendy se encogió de hombros un poco decepcionada.

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El camino estaba libre, así que el hombre podía mantener de manera constante la velocidad de su coche. Se relajó un tiempo después, acomodándose un poco mejor sobre el respaldo de su asiento, continuó conduciendo en silencio, acompañado de la letra de la música que su Ipod reproducía de manera aleatoria. Al poco rato, al regresar la mirada hacia su lado derecho notó como la chica había terminado recargada un poco del lado de la puerta, con su cabeza inclinada al paisaje que rápidamente dejaban atrás, aún con el cristal abajo. Dipper regresó rápidamente la mirada hacia el camino frente a él, asegurándose de que el automóvil se mantenía en la dirección correcta, y que ningún obstáculos se aproximaba; una vez asegurado, volvió a mirar de reojo a su acompañante, la cual se removió un poco acomodándose lo más que el pedazo de tela sintética que la mantenía atada al asiento, se lo permitía. Wendy había terminado dormida, a pesar de haber descansado en el motel. — ¿y el cansado era él? — Se burló.

Sonrió llevando su mirada de nuevo a la autopista.

Cinco años, ese era el tiempo que habían estado saliendo. Dipper Pines jamás se pudo haber imaginado, a sus tiernos doce años, que en el momento en el que él entrara a la universidad sería justo el momento en el que aquel enamoramiento que tuvo de niño, el cual muy en el fondo había mantenido todo ese tiempo por la pelirroja chica Corduroy que trabajaba en La Cabaña del Misterio cada verano; comenzaría a corresponder aquel sentimiento, dándoles una oportunidad.

Él habría creído que el incidente con el viajero del tiempo y Pato, había sido suficiente prueba de que lo suyo con Wendy no estaba destinado a ser. Pero ahora estaban ahí, los dos dirigiéndose a Gravity Falls, como pareja. Si le preguntaban, en realidad el castaño ni siquiera lo había visto venir.

El último día del verano, en su cumpleaños número 16, había recibido un mensaje privado de Wendy. Ese año Dipper no había ido a pararse a Gravity Falls debido a que los Stan no habían llegado a Oregón para las vacaciones de verano, además de que él mismo en realidad no había tenido tiempo libre. El chico había comenzado a necesitar más dinero del que sus padres estaban dispuestos a darle, así que se había visto en la necesidad de conseguir un trabajo de medio tiempo. Fue por eso, que al caminar a casa aquella tarde, se sorprendió al ver la notificación que su teléfono celular le mostraba. No tenía muchos amigos, así que en realidad no esperaba felicitaciones además de las de sus familiares y algunos allegados, mucho menos a esas alturas donde el día estaba por terminar.

Es una pena que ni Mabel ni tú hayan podido venir este verano. Hubieras visto lo deprimido que estaba Soos, a pesar de que Melody hacía hasta lo imposible por animarlo. Habría sido divertido verlos. Pero ¿Sabes qué? Justo hoy recibí la carta de aceptación a la universidad. No sabes lo nerviosa que estaba. Pero ¡Hey! A qué no adivinas. No te había dicho para qué universidad en todo el país apliqué, porque quería que fuese una sorpresa. Berkeley, California.

Así que estaré cerca en unos días. Espero poder verlos y abrazarlos a ambos por su cumpleaños. Felicidades Dipper.

Después de ese mensaje, la pelirroja se había mudado a la universidad. Estaban, literalmente separados por 15 minutos en auto. Así que fue obvio que comenzaron a verse con frecuencia. Salidas al cine, a pasear o sólo platicar, se volvieron mucho más cercanos. Era cierto que desde aquella ocasión en que Dipper y Mabel dejaron por primera vez Gravity Falls, se habían mantenido comunicados, mucho más gracias al uso de las tecnologías que les facilitaban la tarea; pero no fue hasta ese momento, en el que la distancia no era un problema, que su amistad comenzó a pasar a un nuevo nivel. Añadiendo el hecho de que para ese momento, Dipper ya había crecido lo suficiente, teniendo la misma estatura que Wendy conservaba y que ya no había aumentado mucho; él en cambio, con los años venideros, creció más.

Quien los viera en este momento, a sus veinticuatro años, no podrían siquiera imaginar que la chica era tres años mayor que él. Y ciertamente, a nadie le importaba realmente ese detalle.

— ¿Ya casi llegamos? — La voz somnolienta de Wendy sacó de sus pensamientos al chico, el cual la miro de reojo. Para después tomar su teléfono móvil, color negro, y pasárselo a su novia.

— Puedes ver en el GPS — La chica obedeció.

— Dice que estamos a una hora — Contestó mientras sujetaba el aparato entres sus dedos, presionando la pantalla varias veces — ¡Por fin!, esto se me hizo un poco eterno. Dime de nuevo por qué no vinimos en autobús.

— El coche viejo del tío Stan definitivamente ya no puede circular —. Comentó con una sonrisa, sin quitar la mirada del camino — Y sin un coche, creo que no podríamos transportarnos cómodamente. ¿Te recuerdo que, extrañamente, el pueblo creció en los últimos años? — Wendy asintió. — Además me gusta conducir en carretera. No sabes con qué podrías encontrarte.

— Con que no sea un asesino serial, yo estoy bien. — Bromeó la chica.

Veinticuatro años y en Dipper sólo habían crecido la emoción ante lo extraño y sobrenatural. Dignos genes Pines. Seguro estaba contando los minutos para poder relatarle a su tío Ford todo lo que había investigado en ese último tiempo, y de igual manera podías casi adivinar lo ansioso que estaba por escuchar las historias que el hombre mayor tenía de su viaje por el mundo.

Resopló resignada. Así era Dipper, ¿Qué le iba a hacer?

Ambos jóvenes no tardaron mucho más en comenzar a ver los edificios remotos que conformaban las afueras del poblado, el bosque verdoso lleno de los sonidos de los insectos que abundaban en verano; con el olor a naturaleza invadiéndoles los pulmones. Y más allá, en la lejanía que comenzaba a acortarse, se observaba el tanque suspendido de agua potable que abastecía a la parte central de la ahora pequeña ciudad de Gravity Falls.

Habían llegado.

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Dipper estacionó el coche justo a un costado de la tienda de regalos.

Desconectando la llave, el motor por fin dejó de emitir su sonido característico, para que después del interior del vehículo un par de adultos salieran con la intensión de estirar sus entumecidos músculos.

— Es bueno regresar —. Comentó con nostalgia la pelirroja mientras aspiraba todo lo que sus pulmones le permitían.

Dipper en cambio se dedicó a darle una mirada periférica al lugar. A diferencia del pueblo entero, ese lugar no había cambiado ni un poco. Cada árbol se veía tal cual los recordaba. Suspiró satisfecho, buenos recuerdos le llegaron de pronto; un verano épico, en particular. Sonrió.

— ¡Llegaron! — La exaltación en un tono grave hizo que ambos jóvenes voltearan a ver al dueño de esa inconfundible voz. — Chicos, chicos, no saben cómo los he extrañado.

La pareja se vio envuelta inmediatamente por un par de brazos fuertes, y fue entonces que comenzaron a compartir la emoción de haber regresado a aquel pueblo.

— ¡Hey Soos! También te extrañamos —. Comentó el castaño mientras soltaba ligeras carcajadas, e intentaba alejarse. Pero los abrazos del hombre parecía que se habían hecho más fuertes con el pasar del tiempo.

— Soos, Soos… — La voz de la pelirroja llamó entonces la atención de ambos hombres — no respiro…— y aquella afirmación fue la que hizo que el mayor de ellos deshiciera el saludo.

Wendy tranquilizó su respiración una vez que se vio libre del gesto del hombre. Fue entonces cuando pudo observarlo con claridad.

A pesar de los años que ya habían pasado, Soos seguía siendo un hombre de cuerpo ancho, alto y de mirada amable. No había cambiado ni un poco, e incluso en ese momento a la pelirroja le sorprendió no verlo con su inseparable traje de Señor Misterio. En cambio, vestía una playera sencilla y cómoda.

— ¿La cabaña no está abierta al público hoy? — Fue Dipper quien hizo la pregunta que a Wendy le rondó la mente.

El hombre negó un poco mientras se llevaba la mano hacia su nuca.

— Sucede que la tubería se dañó y la estoy reparando — Ambos chicos lo observaron con curiosidad — pero nada de qué preocuparse —, sonrió.

— ¡Soos! ¿Qué haces perdiendo el tiempo? — La voz ronca que llegó a sus oídos desde el interior de la cabaña provocó que, todos posaran su mirada en la puerta de madera, esperando ver salir de ahí, una vez más; al dueño de aquella nueva voz —, termina de reparar esa maldita tubería. Necesitamos agua en esta casa, ¿sabes?

— Tan gruñón como siempre — Dijo el chico cuando por fin pudo ver a su tío en el umbral.

— Tan gruñón como siempre — Secundo la pelirroja. Soos sólo se rió.

— Ya voy señor Pines ¡Pero mire quiénes llegaron!

El hombre mayor ajusto sus lentes cuadrados para poder observar.

— ¿Se van a quedar ahí parados todo el día? — Stan sonrió de lado para después dar media vuelta e ingresó de nuevo a la casa. — Hey niña, te queda bien el cabello corto —Dijo. Wendy se sorprendió por un momento por el cumplido que Stan le había hecho, pero el grito que se escuchó un instante después la hizo reír. — ¡Ford, tu sobrino nerdo llegó! — Dipper sólo negó divertido. Su tío abuelo jamás cambiaría.

No tardaron en seguirle los pasos al hombre mayor hacia el interior.

La cabaña del Misterio. Tantos recuerdos tenía ese lugar.

Al observarla, los chicos se dieron cuenta que Soos se había encargado bien del inmueble, e incluso había reparado la mayoría de los daños de la casa, con la intensión de que esta pudiese mantenerse en pie por mucho más tiempo. Pero en esencia, seguía siendo la misma cabaña que guardaba los recuerdos de un tiempo en la niñez de Dipper que compartía con su hermana, recuerdos que ya no tenían mucho que ver con el presente que vivían.

— Vaya que has crecido, chico — Dijo Stan cuando se acercó a la mesa con un par de vasos llenos del jugo que Melody había recién preparado aquella mañana, y la cual había salido a comprar al supermercado desde hacía una hora atrás.

— Te pareces a tu tío Ford —, el comentario hizo que Stan girara los ojos mientras se dejaba caer en una de las sillas que se encontraban acomodadas alrededor del pequeño comedor. Ford entró en ese momento a la cocina, en donde se encontraban. — Es bueno verlos de nuevo—. Sonrió mientras acomodaba sus lentes.

— ¿Ya terminaste de desempacar, cerebrito? — Preguntó de improviso a su hermano, en tono burlón, para después llevar la lata de Pitt Cola, que lo había estado esperando sobre la mesa, hasta sus labios.

— A diferencia tuya, claro —. Respondió.

— Deja de molestarme, acabamos de llegar, puedo hacerlo en cualquier momento…

— Menos ahora —. Ford completo las palabras de su gemelo con resignación.

Dipper y Wendy los observaban con curiosidad.

Era evidente que los años habían pasado, los misterios aumentado, habían resuelto otros tantos, pero ahora aquel par de hombres se llevaban mucho mejor. Viéndolos en ese momento, no podrías siquiera imaginar que pasaron separados más de cincuenta años, conservando y alimentando rencores inútiles, y que los últimos doce años los habían dedicado a unir las piezas de una relación que había estado destruida por mucho tiempo. Dipper se sintió feliz por eso. Al menos, ellos habían mejorado y ahora disfrutaban de la compañía del otro.

Los miraba, mientras ellos tenían sus típicas discusiones donde el objetivo era molestarse mutuamente. Pero al final de estas, siempre se sonreían.

Lo sentía reconfortante.

— Parece que esto se convirtió en una reunión familiar nostálgica — Interrumpió la pelirroja, después de haber terminado de beber el contenido en su vaso. — Debería ir a saludar a mi propia familia —. Se puso de pie, y esta vez giró a su costado para observar a Dipper. — Talvez debería llevarme mi maleta.

El joven se levantó de su asiento, mientras asentía a lo que su novia decía. Ambos hombres adultos sólo los observaron.

— Te acompaño — Dijo, y al posar su mirada en sus tíos, vio a ambos asentir.

Así que, al final las cuatro personas terminaron saliendo de nuevo hacía el improvisado estacionamiento que resguardaba los coches de los turistas que llegaban a detenerse en aquel recinto.

— Regresaré más tarde —. Dijo el chico castaño mientras tomaba la maleta roja que guardaba las ropas de su novia, y se la colgaba al hombro.

La casa de la chica aún seguía siendo una de las construcciones que se encontraban a las afueras del centro de la ahora pequeña ciudad, así que caminar hasta ahí era la manera más efectiva de llegar. Estaban a punto de emprender su caminata hacía el hogar Corduroy cuando la voz de Stan los hizo detener los primeros pasos del castaño.

— Cariño, regresaste. ¿Compraste lo que tu tío Stan te pidió? — La recién llegada, asintió con una ligera sonrisa en su labios. — ¿Cuidaste a Melody?

Wendy se detuvo un momento y observó hacia donde aquella conversación ocurría, y de inmediato regresó la mirada a su novio, el cual no se había movido de su lugar, y que a diferencia de ella le daba la espalda a la escena. Dipper tomó con más fuerza la correa de la maleta que sostenía por sobre su hombro derecho, y dando un suspiro largo adelantó un primer paso hacia la casa de Wendy, con la intensión así de alejarse de la cabaña.

La pelirroja no tardó en darse cuenta de la molestia de su novio ante lo que estaba a punto de hacer; tomó la mano del joven Pines, este la observó entonces con pánico para después encontrarse siendo jalado y obligado a darle la cara a la escena que se había estado desarrollando a sus espaldas. Wendy entonces lo soltó mientras dibujaba en su rostro la mejor sonrisa que tenía, y comenzó a avanzar el espacio que la separaba de aquellas recién llegadas.

— ¡Mabel! — Alzó la voz con alegría. — ¿Hace cuánto tiempo que no nos vemos? — Ambas mujeres se abrazaron con cariño.

Melody no tardó en disculparse para después tomar las bolsas que la chica le había ayudado a cargar, dejando así, a los presentes disfrutar de su compañía; ella decidió entrar a la casa y buscar a su marido para que juntos comenzaran a hacer la cena de bienvenida para los Pines.

Las risas de las mujeres, y de ambos hombres mayores, resonó entre los árboles que les rodeaban. Se veían contentos.

Sin embargo, Dipper se quedó estático, sólo observando como su hermana recibía a su novia con abrazos y risas.

Cuando reaccionó, intentó con todas su voluntad seguir los pasos de la pelirroja y acercarse; justo cuando había decidido dar el primer paso, la mirada castaña de la chica con rasgos similares a los suyos, lo detuvo. Mabel lo estaba observando, notó su presencia. Pero así como aquella mirada, que solía dirigirse hacia él con calidez… hoy, de nuevo, le clavaba un frío brillo de desagrado. Acompañado de una mueca llena de irritación, de la cual sólo él fue testigo.

— Wendy, es hora de irnos. Tu padre debe estar esperándote —. Soltó, con un tono serio. Dio media vuelta y comenzó a caminar por la vereda, intentando una vez más alejarse del lugar. Wendy suspiró.

— Regresaré más tarde, y así podremos platicar —. Fue lo último que dijo la chica, y con una rápida despedida la pelirroja siguió a su novio con pasos rápidos.

Mabel observó la espalda de ambas personas, mientras estas se alejaban. Sin ningún comentario, sin ningún gesto. Giró sobre sus propios pies y se adentró en la cabaña.

Ambos Stan, en silencio sólo compartieron una mirada melancólica, para después seguir los pasos de su sobrina.

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— Tal vez ya es tiempo…

— ¡No pasara! — Alzó la voz.

Dipper se había mantenido caminando a paso rápido sin siquiera pretender esperar a la pelirroja, la cual tuvo que avanzar a zancadas para poder alcanzarlo. En ningún momento volteo a verla.

Estaba molesto.

Pero no con Wendy, no. El chico era consiente que su novia sólo intentaba ayudarlo, que al igual que todos sus allegados; quería volver a ver ese lazo de hermanos que alguna vez salvó al pueblo entero de un apocalipsis lleno de rarezas. Pero Dipper, él sabía que las cosas serían así. Sabía que Mabel no lo recibiría con los brazos abiertos. Le molestaba darse cuenta que por un segundo había pensado que esta vez sería diferente.

Se detuvo de pronto, provocando que la mujer se sorprendiera.

— ¿Estas bien? — Preguntó preocupada. El chico no contestó.

Wendy posó su mirada en él, llevando una de sus manos hasta el puño cerrado que mantenía atrapado con fuerza la cinta que colgaba de su hombro sosteniendo así la maleta rojiza de la chica; acarició los nudillos que ya se habían tornado blanquecinos debido a la fuerte presión que el hombre ejercía.

Fue hasta ese momento que el castaño se percató del daño que se estaba haciendo a sí mismo. Dejó salir todo el oxígeno que parecía haber estado reteniendo por horas, abrió su puño dejando caer su brazo a su costado, y con ella, sus hombros se destensaron.

— Veras que mejorará —. Fue lo último que dijo la pelirroja, seguido de una sonrisa sincera y un ligero abrazo. Ambos emprendieron de nuevo la caminata, en silencio.

Caminaron unos minutos más, hasta que por fin pudieron divisar la pequeña casa perteneciente a Varonil Dan, el padre de Wendy.

La pelirroja, en el último momento corrió los pasos que le faltaban, se había emocionado. Hacía un par de años que le había sido imposible regresar a casa y visitar a su padre como era debido. Lo había extrañado demasiado, y justo en ese momento las ansias la recorrieron.

— Papá, ¡¿Quién crees que está aquí?! — Gritó con emoción mientras abría la puerta principal, anunciando su llegada.

Sin embargo, el lugar estaba vacío. No había rastro de su padre por ningún lado. La pelirroja se decepcionó.

— Tal vez está en el bosque, o fue a comprar —. Escuchó la voz de su novio cuando este se posiciono a un lado de ella, y echaba un vistazo al interior de la casa, afirmando así que estaba vacía.

— Seguramente —. Respondió con un tono de tristeza para después suspirar. — Supongo que mi habitación sigue como la deje. Más les vale. Puedes dejar mis cosas allá —. Comentó de pronto mientras comenzaba a avanzar hacia el interior — Entra.

Y estaba Dipper a punto de avanzar al interior, cuando unos fuertes pasos comenzaron a hacer eco por el bosque que los rodeaba, acercándose hasta ellos. Ambos voltearon con curiosidad.

— ¡Ni se te ocurra poner un pie dentro de esta casa, mocoso! — Fue lo que el chico escuchó; para cuando se pudo dar cuenta tenía a un fuerte hombre, de complexión ancha frente a él.

El castaño alzó la mirada para poder observar al fuerte sujeto al frente suyo. Tragó en seco. Se vio intimidado por el gran tamaño que el hombre tenía, lo recordaba robusto, pero pensó que, ahora que él también era adulto, no le parecería un gigantón, como cuando era niño. Que equivocado estaba.

— Ti… tiempo sin verlo Varonil Dan — Intentó ser cortes, pero un pequeño tartamudeo evidenció el nerviosismo que le causaba la presencia del leñador.

— Señor Corduroy, para ti niño —. Se inclinó hacia Dipper, clavando su oscura mirada en la castaña de él.

— Señor Corduroy—. Repitió al instante el joven, sin vacilar.

— Papá, pero ¿Qué estás haciendo? — Fue entonces que Wendy intervino, poniéndose en medio de ambos hombres, haciéndole cara a su padre, a pesar de la gran diferencia de estatura. Dipper, respiró aliviado.

— ¡Mi pequeña niña, por fin regresaste a casa! — La gruesa voz del hombre se llenó de un tono dulzón cuando este se dirigió a su primogénita.

Olvidándose un momento de lo que acababa de suceder, y del joven que se encontraba un par de pasos alejado observándolos, abrazó a su hija entre sus fuertes brazos, alzándola en el proceso. Para el fuerte hombre, su pelirroja hija seguía siendo pequeña y frágil.

— También te extrañé — dijo correspondiendo el abrazo.

Los segundos pasaron y para Dipper resultó un poco incómodo el estar ahí, se sentía como un extraño en un cuadro que no le pertenecía. Aun así sonrió. Estaba contento de poder ver a su novia por fin en paz; todo el camino la había notado tensa debido a la emoción de reunirse con su familia.

El castaño sabía perfectamente que después de que la joven se había mudado a la universidad en California, el tiempo para regresar a casa había disminuido rápidamente. Wendy, tenía vacaciones, claro; pero al final siempre había algún trabajo, tarea o proyecto que le impedían regresar a casa con su padre y hermanos. Y después de graduarse, no tardó en encontrar un trabajo en un despacho de Arquitectos en Boston.

De alguna manera Dipper se sentía un poco culpable. Para ese momento él aún se encontraba en la universidad, pero con una relación estable con la chica. Justo esa había sido la razón de que la pelirroja decidiera seguirlo hasta Cambridge, encontrando rápidamente un puesto en un despacho.

— Bueno, creo que entonces me retiro — Su voz, interrumpió el emotivo momento de padre e hija. Ambos voltearon a verlo.

— Oh, Dipper, lo siento.

— No te preocupes. Como sea, sabes que estaré en la cabaña, ven cuando puedas —. El chico entonces tomó la correa de la maleta que aun cargaba, y descolgándosela se la pasó al alto hombre pelirrojo. — Amh. Un placer volver a verlo señor Corduroy.

El pelirrojo hombre tomó el objeto que el chico le ofrecía. — Aún tengo que platicar contigo, chico — Dipper asintió. — Pero será en otro momento.

Después de eso, el castaño decidió caminar de vuelta a la cabaña.

Wendy lo vio irse, mientras entraba a la casa. Suspiró, sabía que para su novio sería difícil regresar a la cabaña e intentar fingir que nada sucedía en realidad, cuando la verdad era que desde hacía años no se sentía cómodo cuando tenía que compartir el mismo espacio que su gemela; y aunque ella misma lo había intentado, nada había podido lograr, así que, en ese momento lo único que le quedaba era desearle suerte al muchacho esperando que pudieran tener, al menos, una convivencia tranquila.

Escuchó el cerrar de la puerta tras ella, fue cuando regresó su atención al lugar en el que se encontraba. La pequeña casa de madera en la que había crecido. Sonrió mientras avanzaba unos pasos a la sala, en donde sólo se encontraba un par de sillones individuales. Observó la mesa redonda de cinco piezas a un costado, el refrigerador viejo y el lavaplatos con un grifo goteante.

No podía creer lo mucho que había echado de menos ese lugar, con cada viga del techo en el mismo lugar, cada rayón, y cada imperfección.

Cualquiera de sus compañeros de la facultad ya estarían observando cada contra del lugar, y buscarían la manera en cómo reconstruir aquella casa de manera estética. Ella no, jamás se atrevería a tocar ni una madera de esa vivienda. Era profesional, tenía el conocimiento y sabía lo que hacía… Era arquitecta, y de quererlo podría hacer maravillas, pero justo, no quería hacerlo.

Suspiró.

Arquitectura. Pensó, ¿Cómo había resultado así? Mucho tiempo supuso que era ese tipo de cosas que sólo pasaban.

Desde que su mamá murió, Wendy había sido consiente que debía ayudar a su padre a cuidar de sus hermanos. Así que de alguna manera las expectativas que tenía acerca de su futuro se habían visto cerradas sólo al pueblo en donde vivía. Había sido triste para ella el tenerse que detener cuando su imaginación comenzaba a vislumbrar una adultez brillante; seguramente la mayoría eran paranoias de una adolecente con imaginación activa, pero algo en su interior deseaba que alguna de esas historias que se inventaba pudiese llegar a ser real.

Había trabajado ya tres años en la Cabaña del misterio, e incluso cuando Stanley Pines cedió el lugar a Soos; el robusto hombre había dejado que Wendy trabajara los siguientes veranos de la misma manera como lo había estado haciendo, con la misma paga. Wendy ahorraba ese dinero.

Ayudaba a su padre a cuidar de sus hermanos, como la hija mayor era lo que le tocaba hacer. Una tarde en su último año, cuando regresaba de la escuela, al abrir la puerta encontró a su padre sentado en su sofá, sus hermanos no estaban. Sólo ella y su padre.

"Quiero que escojas una universidad, y vayas."

Fueron las palabras de Daniel Corduroy, en cuanto vio a su hija parada en la entrada de su casa, mientras cerraba la puerta tras ella.

Wendy se había sorprendido y seguido, la emoción la rodeo.

"Antes de morir, le prometí a tu madre que dejaría que fueras a donde quisieras partir. Fue por eso que trabajé todo este tiempo para poder darte la oportunidad de, si lo quieres, estudiar alguna profesión"

La pelirroja abrazó a su padre, feliz, no lo pensó y sin dudarlo, acepto.

A la chica le había costado horrores sentarse a estudiar cada día a partir de ese momento, pero dándole honor a su apellido, lo logró; había sido acepada en el departamento de Arquitectura de la Universidad de Berkeley, California.

Y a pesar de que su padre le había entregado un fondo considerable, ella estaba dispuesta a no darle ningún tipo de problema extra. Y fue justo lo que hizo, así como había comenzado con sus clases en la universidad, ella había conseguido trabajar medio tiempo, consiguiendo así el material que necesitaba para sus estudios, por sus propios medios. Era cansado, había semanas que se le hacían eternas. Además de los proyectos escolares debía lidiar con sus responsabilidades en el trabajo que mantenía, muchas veces lo único que quería era morir, debido al cansancio que tenía sobre los hombros, de semanas estresantes. Pero aquel pequeño niño que conoció un verano loco en Gravity Falls, era quién siempre la animaba.

Dipper solía ir a visitarla de contrabando en su trabajo. El chico había aprendido cada uno de los gestos y malas costumbres de Wendy, así que a ella le parecía tierno cuando el castaño llegaba justo a su hora de salida con una bolsa en mano, sosteniendo un recipiente con su comida favorita. Porque el joven Pines siempre sabía cuándo ella no había tomado bocado en todo el día; y entre risas, este la acompañaba hasta el edificio de su habitación en la universidad.

La compañía de Dipper se había convertido en algo importante en su vida. Y un día, simplemente se detuvo, detuvo su mundo al darse cuenta que había comenzado a sentir algo más por aquel joven. Se percató que hacía tiempo el castaño había dejado de ser un niño, que ella ya no lo veía como tal.

Volvió a suspirar ante la línea de pensamientos que su cabeza tomó.

— Cortaste tu cabello —, escuchó la voz de su padre, el cual se encontraba atrás de ella. La chica asintió.

— Creí que me vendría bien un cambio — Giró y observó al hombre mientras sonreía levemente y desviaba un poco la mirada.

— Creciste para ser idéntica a tu madre — El hombre entonces la abrazó. — Ella estaría orgullosa de ti, Wendy.

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La castaña chica remojó su cara con el agua fría que salía del grifo. Unos quince minutos atrás Soos, por fin había logrado terminar de reparar las tuberías. Se miró al espejo mientras tomaba la toalla rosada que había llevado con ella al baño, para después secar su piel con la tela.

Se sentía fatal, y el calor húmedo del lugar no la ayudaba en nada.

Entre las sombras que se perdían en la oscuridad, producto de la primera luna llena del verano, Mabel había llegado sin avisar, asustando a Melody quien justo en ese momento abría la puerta principal dispuesta a salir de la cabaña en busca de algún utensilio que Soos necesitaba; a la mujer casi le da un infarto, en cambio la castaña chica, al mirarla, le sonrió ampliamente, saludando alegremente.

Resopló, estaba sudando como cerdo, y el calor comenzaba a encerrarse en esa habitación.

La joven Pines salió con fastidio del cuarto, cerrando molesta la puerta. Caminó unos pasos por el pasillo para dirigirse hasta la habitación que Melody había acomodado para ella, era la puerta a lado de las escaleras. Giró la perilla del pedazo de madera, dispuesta a entrar, cuando el rechinido de los escalones llamó su atención, y al dirigir su mirada, pudo notar, en el descanso de madera, al castaño hombre con el que compartía los mismos genes.

Ambos se observaron, Dipper no había pensado que se la toparía apenas subiera los escalones hasta su propia habitación. Recordó entonces las palabras de Wendy, tal vez podría ser que esta vez las cosas cambiaran…

— Mab…

Pero ni siquiera pudo terminar de pronunciar el nombre de su hermana, porque fue el fuerte sonido de la puerta al azotarse lo que lo interrumpió. Su gemela ni siquiera tenía la intención de escucharle. Frunció su ceño, y sin esperar un segundo más termino de subir aquellos escalones que le faltaban para llegar al segundo piso, y girando se dirigió a la puerta contraria; sonrió al darse cuenta que de manera poco discreta, Soos había planeado que sus habitaciones estuviesen una frente a la otra, supuso que ellos también esperaban alguna mejoría.

Claro estaba que no sucedería.

Unos minutos después, un segundo portazo resonó en aquella cabaña que una vez más, un nuevo verano recibía a los gemelos Pines en su interior.

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¿Hola?

Me alegra que hayas llegado hasta aquí. ¿Qué tal?

Bueno, aclararé algunas cosillas.

Sí, Dipper y Mabel adultos no se llevan, sí hay una razón para ello. Sí, ya sé que Mabel esta en modo Ooc, y sepan que tiene un porqué, no me maten(?)

Como se habrán dado cuenta esto es un Wedipp, porque hay mucho Dipcifica cools; así que quería ver algo con Wendy, espero que este intentó mío de shipping les guste.

¿Qué pueden esperar? Drama, mucho drama y de todo tipo(?)

Y bueno, no estoy segura de cuántos capítulos serán, ni con cuánta frecuencia se actualizará, pero aún así espero que los lapsos de tiempo no sean tan extensos. Si tienen interés en esta historia, algún comentario, pregunta, opinión, reclamo(?) ya saben cómo hacérmelos llegar; seguro les respondo. Si, en serio. xD

Y bueno, antes de irme le agradezco de nueva cuenta, como lo he estado haciendo desde hace ya un tiempo, a mi beta Lauriel, porque revisa mis escritos, y me ayuda a armar la historia, y me da su opinión, mientras frikeamos por FB. Son detalles que una agradece 3 3

Y pues bueno, espero leerlos por aquí más adelante.
Gracias por leer.

Lady~