Los personajes son creación original de Masashi Kishimoto solo los pido prestados sin fines de lucro y el fic está basado en el Manga Mauri to Ryuu de sensei Moto Haruhira.

Los dioses errantes

Que viajan por todo el mundo,

Para que su bendición llegue

A todos los rincones… Se han enamorado.

Fragmento del Manga.

Mi nombre es…

Por Tlacuilo

Este soy yo para siempre…

Uno de los perdidos…

El único sin un nombre…

Sin un corazón honesto como compañía.

Fragmento de la canción Nemo de Nightwish.

Konoha se veía desolado, de ser un pueblo alegre y con gente trabajadora, se había convertido en un lugar casi fantasmal. Los habitantes -desde esa tarde solo varones-, miraban como la carreta –que llevaba a las últimas mujeres– dejaba el lugar.

Un grupo de mayores se reunieron y los más jóvenes vieron con desesperanza como estos cuchichiaban…

Shikamaru volteó a ver a sus congéneres y negó moviendo la cabeza, al notar entre ellos a cierto rubio revoltoso, que por desgracias era huérfano…

El chico de coleta no pudo ir con el menor, pues fue llamado por su padre, al que se le notaba lo enojado y es que solo otro Nara podría notar esto, en otro de su clan.

Shikaku llamó a su hijo Shikamaru, alejándose veloz del lugar. Lo que alguno de los varones adultos comentaban, no era ni remotamente de su agrado y se opuso apoyado por sus amigos, sin embargo sabía -muy a su pesar- que deberían de estar vigilando que esos remedos de humanos, no hiciese su voluntad ¡¿y cómo permitirlo?! Pues lo que esos pretendían, después de que ninguna mujer quedara en el pueblo, usar para su fines a algún jovencito… ¡Eso era un crimen! se gritó mentalmente el Nara.

Cada cierto tiempo el Señor feudal exigía que le llevaran mujeres al castillo para su servicio, sin embargo rara vez regresaban y si lo hacían, era como cadáveres.

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En cuanto vio que los otros aldeanos se separaron dirigiéndose a sus labores, el rubio llamado Naruto suspiró abatido y se encaminó al rió. Ahí colocó una caña echa por él y esperó…

Por su mente joven pasaban las cosas como si supiese por las miradas que recibió de algunos adultos que –de nuevo– por su condición de huérfano sería el más afectado por todo lo que pasaba. Los ojos azules del rubio miraron en dirección al camino que llevaba al castillo y una idea –alocada– cruzó por su mente…

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Esa misma noche tomando solo un cuchillo; Naruto salió del pueblo, nadie lo buscaría y él deseaba ayudar en algo a la gente y a sí mismo.

Caminó toda la noche hasta que el cansancio y sueño lo hicieron detenerse y buscar donde pernoctar.

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Era medio día, cuando el rubio se despertó de su letargo y asombrándose por lo tarde que era al ver la posición el sol, apresuró su paso, tenía hasta el anochecer de ese día para llegar al castillo del Señor Feudal.

El rubio avanzó, solo bebiendo agua y llevándose algo de pescado seco a la boca; caminaba sin parar y cuando el sol se ocultaba en el horizonte, vio la figura del castillo alzándose en una colina; lo había logrado.

Naruto no tenía un plan, mas creyó que si era muy precavido podría entrar en el castillo y rescatar a alguna de las mujeres de la aldea.

Más la suerte no estaba del lado del jovencito de ojos azules y fue descubierto casi de inmediato por los guardias, por lo que con el castigo recibido y aun sintiendo el dolor de este, fue echado del lugar.

Lo que restó de la noche, Naruto buscó un lugar donde curar sus heridas y descansar un poco, sintiéndose agradecido de seguir con vida.

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Sobrevolar por el cielo limpio de día, era uno de sus mayores placeres, sin embargo no era todo lo que el Dios Dragón Sasuke, buscaba o debía hacer. Su deber era cuidar que los lugares y seres vivos recibieran sus bendiciones. Pero al ver ese templo, en esa zona, pensó que era hora de descansar y observar a los habitantes.

El sol caía ya, por lo que Kami-Sama Sasuke, optó por descansar y ya vería en algún momento de la tarde, quien lo descubriría; una sonrisa de lado, apareció en su facciones dragoniles al suponer eso.

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Por la tarde del tercer día; el rubio vio de nuevo su aldea y entró en ella, solo para sentir como un grupo de hombres mayores lo agarraban, alzaban y llevaba a una de las casas. Sus ropas fueron arrancadas y sintió las manos de esos tipos tocarlo…

La puerta se abrió de golpe y los malhechores se giraron molestos a ver quien los interrumpía. Un asustado y sudoroso anciano gritó…

–¡Es un dios! ¡Un dragón, ha llegado a estas tierras!

Los hombres se miraron y aun sin creer, cuestionaron…

–¿Estás seguro Sarutobi?

El viejo asintió y a regañadientes los hombres dejaron su diversión saliendo del lugar y siguiendo a Sarutobi que los guiaba a donde había visto a la magnífica deidad.

El anciano agradeció que se diera ese suceso maravilloso, pues solo de ese modo pudo salvar –por esa vez– a Naruto.

La gente llegó hasta donde el pequeño templo se alzaba sobre una colina y conservando distancia segura, observaron la enorme figura. El Dios sintió que lo observaba y alzó la cabeza mirando en dirección de los aldeanos.

¡Soy Kami-Sama Sasuke y exijo un sacrificio… una doncella. Tráiganla y recibirán mis bendiciones!

Los aldeanos asintieron asustados y asombrados al mismo tiempo. Luego bajaron corriendo la colina hasta que ya el templo no se veía.

Los adultos se reunieron de nuevo al llegar al pueblo y ahí con o sin la aceptación de todos, se llegó a lo que todo mundo imaginaba…

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Sasuke se removió y se estiró divertido; ese lugar la parecía tranquilo, puede que si el sacrificio era digno, por fin pudiese dejar de peregrinar; esos pensamientos serenos danzaban por su mente, cuando vio que una figura se acercaba…

-¡¿Qué es esto?! ¡Yo pedí una doncella!

Exclamó el dragón color ébano…

–¡Exijo un cambio!

La voz del recién llegado se dejó oír, en calma, pero segura.

–¡No me iré, ttebayo!

Regreso con este fic, que es adaptación y algunos se preguntaran ¿Por qué?

La verdad ya no hay inspiración para mí en la historia original de Naruto, para poder escribir.

Espero que les guste o por lo menos les entretenga un poco. Como siempre los invito a leer el manga. Deseo usar todos los capítulos de este, mas prefiero no prometer nada.